El hundimiento de Barcelona: drogas, chabolas y delincuencia en la ciudad de Colau
- La ciudad, cuyo Ayuntamiento ha reprobado al Rey esta semana, ha visto como repunta en un 20% el número de asentamientos ilegales de infravivienda
- Barcelona tiene una larga tradición de chabolas que vieron nacer a Carmen Amaya o El Vaquilla
- El caballo cabalga de nuevo por Barcelona: vidas tiradas en tres barrios enganchados
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“Oye, ¿y tú quieres ser de mayor?”
La niña, rumana de 11 años, rubia de pelo y muy morena de piel, sonríe y se encoge de hombros. “Profesora”, dice alguien de fondo por el poblado gitano. La madre de la niña tuerce el gesto, señala alrededor y masculla entre dientes: “¿Tú te crees que viviendo aquí va a poder ser profesora?”.
Desde el poblado chabolista de la Meridiana se ve la Torre Agbar, símbolo financiero de la ciudad. También el lujoso Auditori de Barcelona. Pero a sólo unos metros, en un solar de tierra en el fondo de un agujero, lo que hay son 20 chozas de madera y mucha miseria.
Parte I: La Barcelona chabolista actual
El asentamiento de Meridiana con Zamora y Juan de Austria es uno de los más numerosos de Barcelona. Vive casi una veintena de personas, entre ellos 7 menores. Algunas de ellas llevan más de 4 años viviendo en la calle. Es el ejemplo más ilustrativo del repunte del chabolismo en Barcelona. Según las cifras del Ayuntamiento, este año ha subido un 20% el número de asentamientos de infraviviendas respecto al año pasado. La mayor parte de ellas, además, se concentran en el mismo distrito, Sant Martí. Para ubicarnos: la zona que va de la Gran Vía hasta Sant Adrià, y desde la Meridiana hasta la playa. La zona rebautizada como 22@, que tenía que convertirse en el epicentro tecnológico y financiero de la ciudad, es la actual capital chabolista de Barcelona.
Hay un asentamiento frente al Auditori. Otro en la calle Álava. Otro en la calle Tánger. Otro en la calle Zamora. Al menos 3 en la calle Pamplona… y así hasta 68. O al menos ese era el número que se registró en 2017. Este año ha aumentado todavía más. Será el número más alto de asentamientos irregulares de la década en Barcelona. Lo más parecido se dio en 2012, cuando se contabilizaron 62.
Como todo es según el color del cristal con que se mira, en el Ayuntamiento relativizan: “¿Estamos mal? La realidad es que hay menos personas viviendo en asentamientos irregulares que en 2012, por ejemplo, aunque más que en 2014”. En efecto, en 2012 había 735 personas en infraviviendas barcelonesas y ahora hay 444. Lo que sucede es que con la situación de crisis del 2012 era relativamente más sencillo ver a gente viviendo en la calle. Que este año se haya incrementado el número invita a un análisis.
Las dinámicas nómadas de grupos de gitanos procedentes del este de Europa, sus expulsiones de países como Italia o Francia, el precio de la vivienda en Barcelona, los solares vacíos del distrito o incluso la tradición chabolista de la ciudad son algunos de los factores que pueden explicar este repunte.
Espantando ratas
“Ratas ya no hay porque ahora tenemos a ‘La perrita’ que las espanta”, cuenta María (nombre ficticio), rumana de etnia rom que vive en el asentamiento de la Meridiana. ‘La perrita’ es un pitbull de color canela que se despereza por el poblado. “La luz la sacamos de generadores y baterías que vamos a comprar al chino, las cargamos en algunos bares. El agua va a buscarla mi marido a la fuente. Yo lo que de verdad llevo peor es que a mi hija la inviten a cumpleaños en el colegio y no pueda ir. No va, porque… ¿cómo va a invitarlos ella aquí cuando sea el suyo?”, lamenta Maria (nombre ficticio, rumana de etnia rom que llegó desde Galati (Rumanía) hace 10 años y lleva 4 viviendo en asentamientos.
El asentamiento está en una especie de hoyo al lado de la carretera. Está rodeado de matorrales y cuando llueve se inundan las chabolas. Allí malviven 17 personas que no quieren que les hagan fotos. “Pensábamos que eras del gobierno”, explica para justificar estar hablando con un periodista. “Muchas veces han venido y nos hacen fotos desde el puente, sin permiso”, se queja un varón de unos 50 años. Tal vez sean bastante menos, pero la calle desgasta.
María es la única que quiere hablar y sólo tiene un anhelo: “Un piso. Yo cobro la renta mínima después de mucho tiempo. Siempre dicen que nos van a dar un piso, siempre vienen por aquí para prometernos cosas, pero de momento seguimos viviendo aquí. Aquí no se puede vivir y menos con niños”, lamenta, jurando que “mis hijos están escolarizados y van limpios al colegio, eso lo puede comprobar quien quiera”.
Ni quinientos metro más abajo, en la calle Pamplona, hay otro asentamiento. Está en un solar privado y está vallado. Encuentro a uno de sus pobladores llenando garrafas de agua en una fuente próxima. Dice llamarse Nicolai, también es rumano y cuenta que “un día vendremos y esto ya no estará. Siempre estamos esperando el desalojo y eso te pone nervioso”. Dice que levantaron ese asentamiento allí “porque hay sitio y porque hay muchas ‘fábricas de chatarra’, que es de lo que vivimos”. Le pido que me abra la valla y me deje entrar, pero me dice que si los de dentro se enteran de que ha entrado un periodista van a montar un ‘grand casino’. Lo interpreto (acertadamente) como que se van a enfadar mucho y desisto.
Sin dejar la calle Pamplona, bajando hacia el mar hay otro asentamiento en un espacio más reducido. Por eso sus moradores se las han tenido que ingeniar para aprovechar todo el espacio. Solución: chabolas de dos pisos. Más al este, en la calle Bilbao, cerca de Gran Vía, las barracas están dentro de un almacén abandonado, por lo que no se pueden ver desde el exterior. Allí viven subsaharianos y marroquíes. El núcleo más pequeño es tal vez el que está al lado del tanatorio de Sancho de Ávila, con sólo dos chozas. El más grande, uno que se ubicaba entre Tánger y Álava, fue desalojado en verano.
El perfil del chabolista
El perfil del poblador varía según el asentamiento. En algunos viven exclusivamente gitanos rumanos, casi todos en el barrio de Poble Nou. Allí suelen habitar familias enteras. También hay campamentos de gitanos galaicoportugueses, otrora los más numerosos en Barcelona, reubicados la mayoría actualmente en pisos de Torrebaró. También suelen ser núcleos familiares completos. En otros residen principalmente subsaharianos. Estos viven en la zona del barrio de Besòs. Aquí solamente suele haber varones de entre 20 y 40 años, que no traen a sus familias hasta que están estabilizados… si es que lo consiguen.
Las políticas migratorias se han vuelto más restrictivas en países europeos como Italia, Francia, Hungría o Rumanía. Este factor, unido al carácter nómada de la población rom y al efecto llamada, ha hecho que los gitanos rumanos sean los más numerosos ahora en la Barcelona chabolista.
22@: el fracaso de un proyecto económico
El hecho de que la mayoría se concentre en Sant Martí lo explican con sencillez desde el Ayuntamiento: “Es una cuestión física. Donde hay más solares, hay más posibilidades de que se instalen barracas”. Esto obedece en gran medida al fracaso de un proyecto. El distrito de Sant Martí fue elegido a principios de este siglo para que fuese el centro de la tecnología y la innovación de la ciudad. Rebautizado como 22@, tenía que convertirse en un motor económico de la ciudad, ubicando allí empresas de nuevas tecnologías, energéticas renovables, etc. Pero ni las infraestructuras, ni las vías de comunicación, ni las políticas de vivienda en la zona, ni la recesión económica han acompañado al proyecto. Resultado: un distrito con muy poca vida y mucho espacio libre. La lejanía con el centro turístico y el elevado número de solares vacíos y de empresas que generan chatarra lo convierten en el escenario ideal para que se generen asentamientos.
De todos modos, el fenómeno no es nuevo. Barcelona es un lugar con una arraigada tradición chabolista. Enclaves como el Somorrostro, el Campo de la Bota, Pequín o La Perona son parte esencial de la historia moderna de la ciudad condal. Los perfiles de los pobladores, de las construcciones y de las circunstancias son ahora muy distintos al de aquellos núcleos, pero es inevitable citarlos como referentes de los asentamientos de infraviviendas. La mayor parte también estaban ubicados en el distrito de Sant Martín, cuando todavía no existía ni el símbolo de la arroba.
Parte II: Historia del chabolismo en Barcelona
Somorrostro: el barrio de Carmen Amaya.
El Somorrostro tal vez sea el núcleo chabolista más antiguo de los que estuvieron activos en el siglo XX. Su origen es incierto y se dice que fue fundado por pescadores vascos que le pusieron el nombre de un valle vizcaíno. Estaba al lado del mar, lo que provocaba que las infraviviendas se inundasen en cada tormenta.
Acabó siendo un asentamiento de mayoría gitana y de emigrantes llegados del sur de España. Sin duda su habitante más ilustre fue la cantante Carmen Amaya, que formaba parte de una de las familias de músicos a los que se le debe el origen de la rumba catalana. El barrio llegó a contar con 18.000 personas y más de 1.400 barracas.
El incremento de población chabolista en los 50 llevó a la administración local a tomar medidas represoras contra los emigrantes, como desalojos y deportaciones. “Teníamos que vigilar de no encontrarnos con el furgón de la policía municipal (…) y a los inmigrantes se los llevaban a un pabellón a Montjuic, los pelaban y los devolvían de vuelta a sus pueblos. Como en aquel tiempo no había carnet de identidad, nos pedían que les enseñásemos las manos. Si no teníamos callos éramos detenidos”, rememora un expoblador llamado Francisco en la página Memoria Activa.
En 1966, Franco visitó Barcelona para asistir a unas maniobras navales. Antes de la visita del dictador, el barrio fue arrasado y sus habitantes reubicados en el barrio de San Roque (Badalona). En la actualidad es una de las principales playas de Barcelona, zona que alberga las Torres Mapfre y el casino. En 2010, la playa recuperó el nombre de Somorrostro.
Pequín: “Si no es en Pequín, es en Pocón”
Todo aquel que sea asiduo al programa de humor de TV3 llamado APM citará de memoria uno de sus cortes más famosos. Un hombre, exaltado, pide en unos informativos una vivienda para su familia. Amenaza con no marcharse hasta que no le den un piso. “Si no es aquí, es en Pequín, y si no es en Pocón”. La frase no tiene mucho sentido si no se explica que Pequín realmente existió en Barcelona (lo de Pocón ya es un desvarío). Pequín fue un poblado de chabolas próximo al del Somorrostro. Fue fundado en 1870 por pescadores filipinos, cuando el archipiélago asiático todavía era colonia española. La repentina presencia de orientales en la zona llevó a que los barceloneses la conociesen como Pequín, ciudad china.
Igual que el Somorrostro, su proximidad con la playa fue un problema. El poblado fue arrasado por un temporal en 1920 y también repoblado después por familias gitanas y emigrantes andaluces que llegaron a trabajar a Cataluña para la Exposición Internacional de 1929, en la primera oleada migratoria fuerte del siglo XX. En 1970 llegó a tener más de 8.000 habitantes y 400 chozas. Fue derribado esa misma década y sus habitantes fueron alojados en La Mina (Sant Adrià de Besós)
Campo de la Bota: donde creció El Vaquilla
"Nadie quiere saber nada, aquí tan solo se compra y se vende. / Cada persona es un mundo y cada uno vive como puede. / Por eso nadie pregunta que dónde vas o de dónde vienes. / Aquí mueren los chivatos. A los chivatos nadie los quiere".
Con esa precisión describieron Los Chichos el barrio chabolista del Campo de la Bota, tal vez el más emblemático de la ciudad durante la época quinqui (años 80). Lo hicieron en una canción del mismo nombre en el disco "Yo El Vaquilla". Porque precisamente El Vaquilla fue tal vez su habitante más ‘célebre’. Juan José Moreno Cuenca, como muchos otros, creció, robó y se drogó allí. En un barrio tan peligroso que ni la policía se atrevía a entrar: "Tienen jinda (miedo) los maderos (Policía Nacional) y no camelan (quieren) entrar ni de día", sigue la canción.
El Campo de la Bota estaba al lado del mar, donde actualmente se ubica el Forum. El nombre venía del siglo XIX, cuando el ejército francés montó allí un campo de entrenamiento de tiro, en un pequeño cerro con un castillo. But en francés significa objetivo. Butte quiere decir montículo. De alguna de las dos viene la palabra "bota" con la que los barceloneses rebautizaron la zona.
Allí se construyeron barracas a principios del siglo XX para alojar a migrados venidos de otras partes de España, aunque sus primeros pobladores fueron los filipinos que perdieron sus cabañas en uno de los temporales que azotó el asentamiento de Pekín. Pronto fue ocupado por familias gitanas, que se convirtieron en sus principales habitantes durante todo el ciclo de vida del barrio.
El Campo de la Bota se acabó convirtiendo en un gueto donde llegaron a vivir más de 1.000 personas y donde el principal modus vivendi era el robo y el tráfico de drogas. Fue uno de los poblados chabolistas más longevos de Barcelona y no fue hasta los 90, por las obras de los Juegos Olímpicos, que fueron desalojados sus moradores y reubicados principalmente en el barrio de La Mina.
La Perona: La visita de Eva Perón le dio el nombre
“Yo llevo aquí desde tiempos de La Perona”, decían los gitanos más viejos del lugar. Se referían a que el poblado chabolista de La Perona, tal vez el más alejado del mar de todos los del distrito, se fundó en 1947. Fue el mismo año que la argentina Eva Perón visitó la ciudad. Los rumores de que aquella visita iba a suponer la construcción de viviendas para los habitantes de aquellas barracas les llevó a bautizar así el asentamiento.
La Perona estaba ubicada en Sant Martí de Provençals, donde ahora se encuentran los barrios de La Verneda y La Paz. Siempre fue un asentamiento pequeño que nunca tuvo más de 200 barracas. Pero la desaparición del Somorrostro llevó a aquellos habitantes que se quedaron en la calle a vivir a La Perona. Aquello incrementó el número de infraviviendas hasta superar el millar (más de 5.000 personas).
En 1982 fue escenario de enfrentamientos entre sus pobladores y los vecinos de La Verneda, que acusaban a los cafeletes (hijos de gitanos arraigados en Cataluña desde varias generaciones atrás) de robar y atracar en la zona. Hubo peleas con heridos, una veintena de detenidos y un autobús en llamas. En 1989, ante la proximidad de los Juegos Olímpicos de Barcelona, las 55 familias que quedaban fueron realojadas y el campamento destruido.
El Carmelo, Can Valero, La Muntanyeta, Can Tunis…
No son los únicos asentamientos de infravivienda del pasado siglo en Barcelona. El de El Carmelo, que aprovechó las estructuras de una torre de defensa de la Guerra Civil en lo alto de una montaña. El de Can Valero, cerca de Badalona. El de La Muntanyeta, cerca del actual puerto…
O Can Tunis (en castellano Cas Antúnez), que fue un experimento fallido. Nació como un proyecto de construcción de casas básicas para realojar a habitantes (principalmente familias gitanas) de barracas. El proyecto ganó un premio de arquitectura, pero el jurado fue recibido a pedradas por los habitantes, que no estaban contentos con la estructura de las casas, Can Tunis, a los pies del cementerio de Montjuic, acabó convirtiéndose en el gran supermercado de la droga de Barcelona hasta que fue derribado en 2005 y la zona ahora es parte del puerto de mercancías. Sus últimos días fueron retratados en un documental de Paco Toledo y José González Morandi. El protagonista del mismo está preso por asesinato.
CONCLUSIONES Y SOLUCIONES
Mucho ha cambiado el perfil del chabolista del siglo XXI en Barcelona. Antes eran eigrados de otras partes de España. Ahora son rumanos, senegaleses y marroquíes en su mayoría. Y uno de sus problemas principales es la falta de papeles. Pero las circunstancias son similares: emigrantes que llegan a la ciudad por el efecto llamada, que no tienen trabajo ni casa y que se tienen que buscar la vida. Básicamente las súplicas siguen siendo las mismas: “Que me den un piso”.
Alrededor de medio millar de personas (444 según el Ayuntamiento, 547 según partidos de la oposición) viven en infraviviendas en Barcelona. No sólo en chabolas. También en naves industriales ocupadas y pisos patera. También en furgonetas, cuya movilidad hace más difícil identificar y ubicar a los que allí viven. ¿Qué se está haciendo para ayudar a esta gente?
“Existe la idea de que el Ayuntamiento no está haciendo nada, y eso no es cierto”, apunta Nuria González, de la ONG CEPAIM. Una entidad que lleva a cabo acciones de ayuda a refugiados y a personas sin hogar en toda España. Ellos funcionan mediante subvenciones, pero hay otras entidades, como la Xarxa de Suport als assentaments del Poble Nou, que no es más que un grupo de vecinos que ayuda de forma deinteresada aportando comida, mantas y productos de higiene a los chabolistas. También entidades como Amics del Quart Mon, que llevan a cabo acciones lúdicas para niños que viven en campamentos y asentamientos.
"Barcelona está desmadrada"
No obstante, el problema sigue ahí. No tiene la magnitud que tenía en el siglo XX, pero los tiempos también han cambiado. Y el incremento del chabolismo no es más que otro medidor de la deriva que lleva Barcelona en los últimos tiempos. “Barcelona está desmadrada”, cuentan en petit comité un mando de la Guardia Urbana y otro de los Mossos d’Esquadra. Al aumento del chabolismo se le han de sumar el del número de delitos en general, que han crecido en un 19%. Especialmente preocupante es el de los hurtos, que ha repuntado un 22% más. Hay zonas donde la situación es alarmante. Como el barrio de El Raval, que contabiliza 11 apuñalamientos en los últimos 2 meses. La proliferación de los narcopisos, el repunte del consumo de heroína o los problemas de convivencia de los manteros son otros de los puntos a solucionar en una Barcelona que lidera el ranking de delitos de España.
“Nosotros también sufrimos a los delincuentes”, se queja María, del poblado chabolista de la Meridiana. “Aquí vienen a veces los borrachos. O gente a drogarse por las noches. Nosotros ya hemos aguantado mucho, necesitamos vivir en un piso. Los niños necesitan vivir en un piso”, se lamenta. Pero de momento, no hay previsión de reubicarlos en ningún piso. No está previsto que vaya a venir Franco de visita, como pasó en el Somorrostro en 1966. No hay plan de otorgar viviendas a corto plazo, o eso creen los residentes en barracas. Lo que sí que temen es que lleguen las máquinas y les desalojen en cualquier momento. Quedarse en la calle. ¿Qué hacer entonces? Nicolai lo tiene claro: “Hacer otra chabola, y así hasta que nos dejen vivir como viven las personas”.
[Más información: Barcelona: Chabolismo 4.0]