Escaparon al galope de madrugada, rumbo a los montes de Níjar (Almería). Atrás dejaban el Cortijo del Fraile y a Casimiro, el novio de la boda, plantado en el altar. Paca, la novia, huyó con lo puesto: el vestido nupcial y un hatillo con cuatro prendas. A las riendas del caballo, su primo Curro Montes, del que siempre estuvo enamorada. Poco antes de la fiesta, Curro le preguntó si de verdad se iba a casar con Casimiro. Paca entonces le pidió: “Llévame contigo. Ahora o nunca”. Y se fugaron juntos.
Los invitados de la boda ataron cabos en cuanto los echaron en falta. Se formó un gran revuelo en el banquete del Cortijo del Fraile. Qué vergüenza. Qué deshonra. Carmen, la celosa hermana de la novia a la fuga, era la más afectada. Ella y su marido José (curiosamente hermano del novio plantado) montaron un caballo y salieron en pos de los fugitivos.
Les dieron caza a 3 kilómetros del cortijo, en una curva muy próxima al Cortijo de Los Martínez. José sacó una pistola, le pegó tres tiros a Curro Montes y lo mató. Carmen se empleó en su hermana. La derribó y la empezó a estrangular hasta que la creyó muerta. La pareja se largó del lugar con la sensación de haber vengado la afrenta. De fondo la luna de julio.
Varios días después del crimen, un poeta granadino llamado Federico García Lorca leyó la noticia en un periódico y quedó atrapado: “Qué prodigios trae la prensa. Es una historia difícil de inventar”, dicen que exclamó. Llamó a su editora para decirle que ya tenía argumento para su próximo trabajo. Se inspiraría en ese suceso para crear una de sus obras más universales: “Bodas de Sangre”.
90 años de la verdadera historia
El auténtico crimen de Níjar acaba de cumplir 90 años. Sucedio el 23 de julio de 1928. También se cumplen 110 años del nacimiento de la protagonista de esta historia: Francisca Cañada, conocida como ‘Frasquita’. Por su nombre y por ser hija del Frasco. Tras el incidente, se generalizó despectivamente lo de llamarla ‘Paca la coja’, por un problema físico en su pierna. Fea, dentona, veleidosa… a partir del suceso, tanto su entorno como los medios de comunicación se cebaron con ella. Fue la auténtica víctima de toda aquella historia, aunque no muriese aquella noche ni terminase en prisión como su cuñado.
La versión de García Lorca (de cuyo nacimiento se cumplen 120 años en 2018) tan solo se inspira en aquella boda, porque la real tiene tintes aún más cinematográficos que la obra del granadino. Un cortijo en el que después se rodaron westerns como El bueno, el feo y el malo. Un juez hermano de Manuel Azaña. Una hermana celosa que intentó estrangular a la novia. Y una novia repudiada por los suyos, condenada en vida y obligada a llevar luto de por vida (‘La pena negra’). Fue desterrada del cortijo, vivió casi en el aislamiento y jamás le permitieron conceder una entrevista. Murió en 1987, sin haber vuelto a estar con otro hombre.
Se casa la Coja
Despierte la novia
la mañana de la boda
ruede la ronda
y en cada balcón una corona
¡Despierte la novia!
(Bodas de Sangre, Federico García Lorca).
Pocos apostaban porque Francisca Cañadas Morales, ‘Frasquita’ o ‘Paca la Coja’ (Níjar, 1928) se acabase casando. Porque la desgracia se cebó con ella desde pequeña. Decían que su cojera venía provocada porque pasó poliomelitis. Pero la verdad era que fue su padre el que la lesionó “de un crujío”, como dicen en la zona. Cuando era niña la reprendió varias veces de forma violenta. Los golpes le provocaron una cojera que sólo cuando creció le supieron detectar, y que para entonces ya fue irreversible.
Paca, además, estaba fuera de los cánones estéticos de su época. Era alta, delgada, desgarbada y con la dentadura superior ligeramente salida. Era hija de los aparceros del Cortijo del Fraile. La dote de su boda (el dinero que le entregaban los padres a los hijos cuando se casaban) fue superior al de las 15.000 pesetas de su hermana Carmen. Porque el padre se sentía culpable por haberla lisiado. Y porque la niña era coja y no iba a haber hombre que la quisiera.
Esa alta dote tuvo algo que ver en que Casimiro Pérez Pino (Níjar, 1898) acabase pidiendo su mano. De algún modo, ambos ya estaban emparentados desde antes. El hermano de Casimiro, José, estaba casado con Carmen, la hermana de Paca. Todo quedaba en casa. Hermanos con hermanas. A todos les iba bien. A Casimiro le serviría para colocarse en el cortijo. A José, para ascender como aparcero del cortijo. A Carmen le iba bien para tener más dominio sobre las tierras. Y a Paca… a Paca le tenía que ir bien el matrimonio, porque nadie más iba a querer casarse con una coja.
Pero la Frasquita tenía un amor desde pequeña: su primo Francisco Montes Cañadas, 'Curro Montes' (Níjar, 1924). Cuatro años mayor que ella, siempre hablaron de casarse. Más en broma que en serio. Porque cuando fue a pedir su mano, la Paca todavía era una niña de 14 años. Y por el parentesco. Cuentan que habían tenido algo de jóvenes. Tonterías de chiquillos. Pero a ella nunca se le olvidó.
Una boda de madrugada
“Padre, sírvales una copa a la compaña. Antes de una hora estoy que no me conoces. ¡Verás qué bien me sienta el vestido nuevo!”
(Extracto de las palabras de Paca la noche de la boca, publicadas por el Heraldo de Madrid el 26 de julio de 1928).
El noviazgo entre Paca y Casimiro duró dos años. Las familias acordaron que la boda se celebrase el 23 de julio de 1928, cuando los dos tenían 20 años. La ceremonia tendría lugar por la mañana. Los festejos, la madrugada anterior. Se hacía así por el calor tan extremo que hay en Almería en julio durante la tarde. Para eso y para no perder el jornal. Celebraban de noche, se casaban al amanecer y así podían ir los hombres luego a trabajar al campo.
El Cortijo del Fraile se llenó de invitados. Entre ellos Curro Montes, el enamorado clandestino, con el ojo puesto en su prima en todo momento. También José, el hermano del novio. Y su esposa Carmen, la hermana mayor de la Paca. Su influencia en la pequeña se pone de manifiesto en las palabras de novia esa noche, recogidas por el Heraldo de Madrid. Se negaba a que ninguna moza le ayudase en el arreglo del vestido: “No quiero, hasta que llegue mi hermana Carmen, que nadie me ponga un alfiler. Se enfadaría, que ha pedido ser ella quien le dé un último toque a todo”.
Al que le dio un toque fue al novio, Casimiro. Quizás por los nervios de la boda, quizás por el cansancio de los preparativos, quizás por un mal presagio. La cuestión es que se sintió indispuesto. Su inminente esposa lo mandó a descansar a una de las habitaciones. Fue entonces cuando Curro Montes abordó a su prima a solas en una estancia. “¿Qué puede ofrecerte Casimiro? Se casa contigo solamente por el interés. No te quiere y además no tiene donde caerse muerto. Fúgate conmigo y nos casamos en cuanto amanezca”, le propuso Curro desesperado, que también se mostró interesado en la alta dote. “Con lo que tú tienes y con lo que yo voy a heredar, que es un cortijo y son tierras y son bestias, viviremos bien”.
“Llévame contigo. Ahora o nunca”
“Como mi primo me gustaba más que mi novio y como lo que me prometía era mejor que la vida que me esperaba junto a Casimiro, lo pensé a solas en mi cuarto […] y cuando mi primo vino a mi alcoba le dije: “Ahora o nunca. Llévame contigo antes de que Casimiro despierte”. Y nos escapamos en el caballo de Curro Montes”
(Declaraciones al juez de Francisca Cañadas, recogidas por el periódico El Liberal el 28 de julio de 1928).
Se cuenta que Casimiro quería casarse con Paca por la dote y por entrar el Cortijo del Fraile. De las palabras de Curro Montes también se desprende que tenía intereses económicos, más allá de sus sentimientos. Allí la única que actuó por amor fue Paca, la cojita, que apostó todo a la fuga. Se lo pensó mientras su hermana la vestía. Y cuando se quedó a solas, salió en busca de su primo y le imploró: “Llévame contigo. Ahora o nunca”.
Curro y la Frasquita salieron del cortijo a escondidas. No serían ni las 2 de la mañana, arropados por la oscuridad de la madrugada de verano y por la inmensidad de la sierra almeriense.
Huyeron montaña arriba rumbo a La Serrata. Ella ya estaba arreglada para casarse. Cabalgó vestida de novia con su velo al viento y un hatillo con cuatro trapos. En realidad ya tenía todo lo que quería: el amor de su vida.
La noche de la ira en el Cortijo del Fraile
“¿Quién tiene un caballo ahora mismo? ¿Quién tiene un caballo? Que le daré todo lo que tengo, mis ojos y hasta mi lengua...”
(Bodas de Sangre. Federico García Lorca).
En el banquete sirvieron buñuelos, garbanzos tostados y dos borregos que mataron. Había también buenos vinos. Sólo faltaba… la novia. Poco tardaron los invitados del Cortijo del Fraile en percatarse de la ausencia de Paca. Y menos aún tardó su hermana Carmen en darse cuenta de que tampoco estaba Curro Montes. Fue ella la que dio la voz de alarma, la que más se alteró y la que incitó a su marido José a salir a caballo a buscar a los dos adúlteros. Todo ello ante el desconcierto general y la perplejidad de Casimiro, el novio plantado y cada vez con más motivos para estar indispuesto.
José y Carmen montaron otro caballo y salieron a tumba abierta a dar caza a Curro Montes y la coja. Él iba armado con un revólver cargado. Ella, con toda la ira de una vida concentrada en un desplante imperdonable. La ofensa era irreparable. Iba a matar a su hermana.
Curro Montes y Paca escapaban al galope por los caminos. Intentaban llegar a La Serrata, donde ya estarían seguros. Pero Carmen y José los interceptaron a 3 kilómetros del Cortijo del Fraile. En una curva muy próxima al cortijo de Los Martínez. José, espoleado por la histeria de su mujer, desenfundó el arma y le pegó tres tiros a Curro Montes. Lo mató en el acto.
"A mi hermana déjamela a mí", debió decirle Carmen a su marido. Furibunda, le pegó a Frasquita hasta derribarla. Una vez en el suelo, la agarró del cuello y la estranguló. Paca se hizo la muerta. Sólo entonces dejó su hermana de apretar. Carmen y José se llevaron el caballo de Curro Montes y volvieron al Cortijo del Fraile.
Minutos más tarde llegó a la escena del crimen otro caballo con otra pareja. Era el hermano de Curro Montes con su esposa. Cuando la mujer vio a Curro muerto en el suelo “le dio un pasmo y nunca más se recuperó”. Su marido, entretanto, se puso a reanimar a Francisca. “Paca, qué ha pasado”, le preguntó. La Frasquita, muerta de dolor, respondió: “¡No sé nada! ¡Dame cuatro tiros pero nada sé!”.
Omertà andaluza
“Quiera usted a una hermana, y luego, para que la culpen a una. ¡Tan inocente! Y sin fijarse en mis hijos. En la deshonra en que los deja y en la ruina en que quiere abandonarlos”.
(Carmen Cañadas a la salida del Juzgado de Almería tras testificar en el juicio. Decaraciones recogidas por el Diario de Almería el 27 de julio de 1928).
Paca no se quiso ir del lugar de los hechos hasta que llegó la Guardia Civil. Contra todo pronóstico, ella fue la primera detenida. El segundo fue el novio. Los dos a los calabozos hasta que se aclare el caso, dijeron desde la Benemérita.
En un principio, Paca no quiso delatar a nadie. Lo mismo sucedió entre los asistentes a la frustrada boda. Se impuso la ley del silencio. Una especie de omertà mafiosa a la andaluza que tenía como objetivo proteger a Carmen. Tenía 5 hijos. Nadie podía chivarse de que intentó matar a su hermana, Si al final se sabía que José había matado a Curro Montes y se iba a la cárcel, alguien tendría que quedar fuera para cuidar a los chiquillos.
El enigma duró poco. La Paca empezó diciendo que los atacó un enmascarado, pero acabó declarando que José mató a Casimiro y que su hermana intentó estrangularla a ella. Finalmente, José confesó su crimen. La sentencia, por si hubiese pocos elementos históricos, fue redactada por Gregorio Azaña, hermano de Manuel Azaña, que a la postre se convertiría en Presidente de la República española.
José fue condenado a 8 años de cárcel por el delito de homicidio con los atenuantes de arrebato y ofuscación. No llegó a cumplir ni la mitad. Salió libre a los 3 años porque fue indultado por la república. Su esposa, Carmen, nunca fue condenada por ningún delito.
La pena negra
“Si es que una ha nacido así. Todos hablan de mí. Toda la vida pesa esto sobre mí. He dado la vuelta al mundo en los papeles. Pero mi familia es honrada”.
(Francisca Cañadas, en declaraciones recogidas por la revista Blanco y Negro en 1964).
La verdadera víctima de aquella historia fue Francisca La Frasquita. Paca la Coja. El suceso saltó a las portadas de medios de toda España y se popularizó la difamación contra su persona. Fea, dentona, coja, veleidosa, ligera de cascos… Sólo los magistrados que dictaron la sentencia de aquel juicio la trataron con respeto.
Francisca dejó de llamarse Francisca e incluso Frasquita. Pasó a ser para todos ‘La Coja’. Fue repudiada hasta por los suyos, escondida y obligada a llevar luto de por vida. 'La pena negra’, que dicen en Andalucía.
Las familias jamás volvieron a hablarse. Casimiro, el novio plantado, se fue a vivir a San José, se casó y tuvo hijos. La familia de Paca, por su parte, acabó dejando el Cortijo del Fraile e instalándose en El Hualí. De allí apenas salió Francisca. Vivió semi-recluida, con su familia impidiendo que nadie le hiciera una entrevista. Se avergonzaban de ella.
El caso, en los papeles
“Al aclarar el misterio, pierde todo su sugestivo enigma de tragedia, pero así es la realidad. Acéptala, lector. ¡Quién pudiera borrar su dolor y su pena angustiosa con la facilidad que hemos borrado el misterio del enmascarado”.
(Artículo del Diario de Almería del 28 de julio de 1928, tras la resolución del crimen).
Uno de los pocos que consiguió hablar con algunos de los protagonistas de la historia fue el periodista Antonio Torres, actualmente en Canal Sur. Llegó a entrevistarse con Casimiro, aunque el encuentro corrió la misma suerte que todos los otros intentos de entrevistas a los implicados: nadie quería decir nada.
Antonio Torres, junto al periodista granadino Angel Miguel Roldán Molina, publicará el próximo 8 de noviembre un libro que lleva por nombre “Llévame contigo. Ahora o nunca”. Se trata de un exhaustivo trabajo de recopilación de toda la documentación del caso. De hecho, gran parte de las citas textuales o la sentencia redactada por Gregorio Azaña han sido reveladas por estos dos autores. Un colosal trabajo de arqueología periodística con pulsión de novela, Ángel M. Roldán lleva un año trabajando en este proyecto. Antonio Torres lleva más de 30. Un caso que le obsesionó y que ahora culmina.
Este es el último, pero no el único texto inspirado en el llamado 'Crimen de Níjar'. La primera fue la periodista almeriense Carmen de Burgos, que publicó un libro basado en el caso llamado Puñal de claveles. 4 años después del suceso, Federico García Lorca estrenó Bodas de Sangre, inmortalizando así el caso.
Periodistas llegados de Estados Unidos, Canadá o Reino Unido intentaron, sin éxito, entrevistar a alguno de los protagonistas de la historia durante los años 60 y 70. Más recientemente, Josefina Góngora, sobrina nieta de Paca, publicó un poemario sobre el caso, que presentó aquí en La Voz de Almería. Y el libro definitivo, el de Torres y Roldán, verá la luz en unos días.
El estigma de por vida
“Sólo espero que pase el tiempo y que un día muy lejano deje de respirar, pues ya mi ilusión y mi vida deja de tener sentido; que el tiempo y la historia me juzguen. Por aquí ya lo han hecho”.
(Testimonio fabulado de Francisca Cañadas, escrito por la articulista Lola Salmerón en 1960).
Maldijeron a la Coja para el resto de su vida, y ella aceptó su condena con resignación. Ataviada siempre de negro, se dedicó a las labores domésticas. Los que conocieron a Paca negaron que se tratase de una persona promiscua, tal y como apuntaban los diarios. De hecho, no volvió a estar con ningún hombre jamás. Ella, que pudo elegir entre dos, acabó sola y cargando con una culpa que nunca le fue borrada. Ni siquiera por los suyos.
La Coja acudió puntualmente a la iglesia, ayudó con la catequesis y se murió en 1987. Casimiro la sobrevivió sólo 3 años, falleciendo en 1990 de causas naturales. Vivían a pocos kilómetros el uno del otro. Nunca se volvieron a ver. Pero tampoco ninguno dijo nunca una mala palabra del otro.
Y de fondo, el Cortijo del Fraile. El protagonista mudo. Un lugar que después cobró fama internacional al ser escenario de varias películas del oeste. Pocos repararon entonces en que el primer western de verdad tuvo lugar allí la noche del 23 de julio de 1928, sin cámaras ni música de Sergio Leone.
En la actualidad está en ruinas, medio abandonado y soportando una especie de conflicto entre propietarios y la Junta de Andalucía. Sus paredes, las únicas que saben con exactitud qué pasó aquella noche de bodas, se caen por el camino. Ni la palmera de la puerta queda viva. El Cortijo está muerto, igual que murió el amor entre Curro Montes y Paca la Coja aquella maldita noche de verano en la que las bodas se tiñeron de sangre.
Era un hermoso jinete
y ahora montón de nieve,
Corría ferias y montes
y brazos de mujeres.
Ahora, musgo de noche le corona la frente.
(Federico García Lorca. Bodas de Sangre).
[Mañana, segunda y última entrega: El Cortijo del Fraile, testigo mudo del crimen de Níjar y plató de westerns, en ruinas y abandonado]