Yasmin Salem, madrileña de 38 años, es una chica reservada, tajante. Tiene una rutina establecida y le gusta cumplirla. No le queda otra, pero no parece que le cueste. Porque ella tiene que cumplir con los rezos diarios que promueve el Islam. Y por que Yasmin vive pendiente del reloj. O, más concretamente, del móvil. No por adicción ni por gusto, sino por que es conductora de Cabify.
Esta mujer, ojos oscuros penetrantes, mirada firme y voz pausada, de quien mide cuidadosamente -quizás en exceso- lo que dice, trabajadora de una flota de Cabify en Coslada (Madrid), es la primera conductora de VTC en España que lleva hiyab.
No lleva mucho tiempo en la empresa, como admite ella misma en conversación con EL ESPAÑOL, y tampoco era una gran ilusión que tuviera. Hizo la entrevista por probar, como parte “de una campaña de sensibilización” dentro de una plataforma que ella promueve -y de la que es CEO- que busca conectar entre empresas y chicas islámicas. “Decidí enfrentarme a una entrevista con mi hiyab que me serviría en mi proyecto”, relata. Y, casi sin darse cuenta, acabó encontrando hueco en la empresa de conducción que copa titulares. Ella es la primera, pero detrás han venido más. “Decidí pasar fases de selección en diferentes empresas: llevo emprendiendo desde hace 7 años y vivir en primera persona la experiencia era la mejor manera para conocer la realidad de lo que está sucediendo en nuestro país”, indica Salem. Se refiere a la dificultad que pueda tener una chica joven y musulmana, que lleve hiyab, a la hora de encontrar trabajo.
Capturas de pantalla ante la incredulidad
Yasmin es hija de padres jordanopalestinos, aunque ella se define como “española de España”, cuando este periódico le pregunta por su lugar de nacimiento. No quiere dar muchos datos, a pesar de que se considere “activista” en sus diversas redes sociales y responda dudas en internet a cascoporro sin ningún tipo de vergüenza.
Las miradas la acompañan a su paso, porque sigue extrañando ver a una chica con velo en un VTC. Ella cree que siempre son positivas y no se ha sentido ni juzgada ni menospreciada, ya sean clientes u otros viandantes. “La frase estrella cuando me ven es ‘eres la primera chófer’, cuando ya llevan varios años utilizando el servicio. Algunos dicen otras frases como ‘ya era hora de que esto empiece a cambiar’ o ‘me ha sorprendido tanto verte que he hecho captura de pantalla para enseñarla’. Se nota la sorpresa constante en la mayoría de mis clientes”, comenta.
Conductora de Cabify desde el arranque de este verano, sólo ha vivido un episodio de rechazo, de islamofobia, según recuerda. “Llegué a recoger a los clientes, una pareja mayor, y como vi que no reconocían el coche, abrí la ventana y les hice un gesto con la mano. Me veían pero quitaban la mirada, no querían que les hablara, hasta que, estando al lado, les dije si habían pedido un Cabify”, mantiene. La mujer, entonces, miró al hombre y dijo: '¿Esta nos va a llevar? A la próxima cogemos un taxi'. “Fue brusco y podía haber tomado medidas por racismo o islamofobia y negarme a llevar a estos pasajeros”, admite la madrileña. “Pero decidí que al revés, que tenía la oportunidad perfecta en mis manos para tener una conversación más cercana, para que ellos mismos se dieran cuenta que iban a llegar como con cualquier otro chófer”. Y así fue.
Un sector con escasa presencia femenina
El hecho de que Yasmin se decantara por iniciar con Cabify su ronda de entrevistas laborales fue debido a distintos factores, pero, principalmente, quería que les costara decirle que no. Que les fuera difícil. Que, si la respuesta era negativa, sorprendiera a propios y ajenos. La compañía, según esta chófer, es una “empresa actual, tecnológica y con emprendimiento nacional. Si me decían que no, chocaría que rechazaran un perfil como el mío, puesto que yo tenía experiencia como chófer privado”.
Sin embargo, cuando pasó la fase de selección, se llevó igualmente una sorpresa. “Era algo con lo que no contaba, pero no lo podía desaprovechar”, apunta. “Es un sector en el que es muy escasa la figura de la mujer y ser parte de este cambio era un doble reto, como una herramienta muy útil para romper estereotipos y estigmas”. Lo reunía todo para romper el molde: mujer en un mundo de hombres, joven, emprendedora y religiosa orgullosa. De las que muestran públicamente su relación con su Dios, Alá, a través del hiyab.
Las mujeres musulmanas suelen dar el paso de ponerse el pañuelo islámico cuando se consideran adultas, preparadas para ello, independientemente de su edad. Puede ser con 15 años, puede ser antes, puede ser más tarde. También es habitual que se tome la decisión de cubrirse la cabeza por otros motivos. Tantos como mujeres islámicas puede haber.
Por eso, cuando uno trata con Yasmin y ve la decisión y firmeza con la que se enfrenta a cualquier vicisitud, no extraña que ella decidiera ser hiyabi con 12 años. Tampoco que agarrara con fuerza la oportunidad que le brindaban las VTC y cogiera el puesto.
Ni rechazo, ni machismo: "Es maravilloso"
A los que la conocen, no les sorprendió su decisión, pero tampoco se lo esperaban. “Lo recibieron con mucha sorpresa y mucho orgullo, todos los que me rodean”, cuenta. Lo hizo público a través de sus redes sociales, puesto que, argumenta, intenta así “favorecer a otras mujeres que, en mi misma situación, llevan un velo y quieren incorporarse al mundo laboral”. Con su ejemplo, “ofreciendo confianza y apostando por poder ser chóferas [sic]”, se consigue que las chicas "vean que van a ser bien recibidas, como me han recibido a mí”.
Y es que, “en ningún momento “, notó que dudaran de sus capacidades o que necesitara una ayuda especial por el simple hecho de llevar velo. “Ninguna mirada de rechazo, ni machista, ni ninguna palabra fuera de lugar. Siempre ha habido mucho respeto”. De su jefe, Yasmin Salem dice que considera que él no ve su hiyab. “Dice que su único problema es que les puedan hacer o decir algo [a las chicas chófer], que las incomoden los fines de semana gente que se haya excedido con la bebida o con la droga”, apuntala. “Es maravilloso”.
No se considera pionera de nada. Y se niega a creer que ella es la punta de lanza para las chicas musulmanas en su ámbito. “Se abren camino ellas solas”. “Yo pretendo hacer una aportación, para el progreso y superación de mi país, verlo situado como EEUU o Canada, de riqueza cultural que tanto aportaría a la sociedad a través de ese abanico de diversidad”.