Hace casi un año y medio que las monjas de Teis (Vigo) no ven a la hermana sor Ángela. La novicia llegó a Vigo desde Kenya, su tierra natal, allá por el año 2006, cuando en el convento faltaban manos. 11 años después debió de cansarse porque colgó los hábitos y desapareció de allí. Desde entonces no la ven, pero sí que han tenido noticias suyas. En concreto, desde los juzgados. El convento de las hermanas salesas del monasterio de la Visitación de Santa María de Vigo se encuentra en un estado de estupefacción permanente desde que se enteraron de que la que había sido compañera de rezos se había agenciado 17.500 euros de los ahorros del monasterio.
¿Para qué quería el dinero? ¿Qué era exactamente lo que pretendía? ¿Cómo logró hacerse con tal cantidad?, se vienen preguntando desde entonces las inquilinas del convento. Cuestiones que hasta hace unos meses no han logrado resolver; tuvo que ser la Fiscalía de Vigo quien se pusiera manos a la obra, quien en estos momentos acusa a sor Ángela, según ha podido conocer EL ESPAÑOL a través de fuentes de la judicatura, de cobrar cheques escritos por sí misma a su nombre, de un delito de estafa y de otro de falsedad en documento mercantil.
Cuando el caso saltó a manos de la justicia, sor Ángela volvió a aparecer, esta vez en forma de una carta escrita a la madre superiora del convento. Sus características gafas, de pasta gruesa, su sonrisa, esa que mostraba siempre, se entreveían en las palabras del folio. Lo explica la madre superiora del convento a EL ESPAÑOL, esta vez a través de una llamada telefónica. “No sabemos nada. Ella no nos aclaró nada. La mentira y lo malo salen siempre a la luz”.
Cheques dirigidos a sí misma
A primera vista, el monasterio de las Salesas de Vigo tiene el aspecto majestuoso de un castillo medieval. Una muralla frontal de granito sin puli resguarda las dependencias conventuales de las miradas curiosas del mundo, dejando un terreno virgen dentro que solo a ellas les pertenece. Ese era el proyecto del arquitecto Antonio Palacios, hacedor de edificios tan emblemáticos como el ayuntamiento de Madrid, la estación de Chamberí o el círculo de Bellas Artes. También realizó obras más pequeñas como este edificio, proyectado en 1942. Allí llevan viviendo estas monjas desde hace por lo menos 60 años. Un lugar íntimo a cuyo interior accedió hace doce años nuestra protagonista.
La escasez de compañeras entre los claustros del convento -así como la vejez de las monjas más veteranas- provocó que sor Ángela pronto adquiriese mayores responsabilidades. Diez años después de su llegada, ya era la administradora del monasterio. Fue a partir de entonces cuando surgieron los problemas. Fuentes del caso aseguran que, a partir de entonces, en torno a noviembre del año 2016 y hasta (por lo menos) mayo de 2017, la religiosa aprovechó su situación de predominio. Y comenzó a vaciar los cepillos.
“Con ánimo de hacerlo propio”, la religiosa se agenció diversos cheques al portador que firmó y cobró cargándolas después a la cuenta de su congregación. La jugada perfecta, debió de pensar en un primer instante. Quizás por eso, acaso por caridad hacia sí misma -quién sabe-, comenzó a hacer de aquello una costumbre. Tras una década de abstinencia total, de fervor teresiano, sor Ángela se debió de desmadrar.
La primera vez que fue al banco no se cortó: fue el 7 de noviembre de 2016 y sacó un cheque de 3.000 euros. El 30 de enero se agenció otros 3.000. La siguiente ocasión bajó el ritmo, y extrajo tan solo 1.500. Luego la cosa se le desmadró: fue el siete de abril y se llevó el dinero de un cheque que había firmado por valor de 2.500 euros.
En mayo retiró 4.500 euros en dos tandas. Cuando la cifra comenzaba a resultar un tanto elevada incluso para sus propósitos (no sabemos todavía cuáles eran), la hermana Ángela trató de cobrar otro cheque, esta vez sin éxito: había levantado sospechas entre sus compañeras del monasterio.
"Ora et labora"
¿Cómo logró sor Ángela despistar a todos durante esos seis meses? Resulta algo complicado de saber, debido a lo restrictiva que es la orden conventual a la que pertenece. Los votos de las salesas reales (las que viven en el convento vigués y, en general, las de toda España) son tan rígidos como los muros que las mantienen recluidas en sus propios terrenos.
La comunidad de clausura basa su día a día en la máxima benedictina del “ora et labora” (reza y trabaja): uno tan solo puede entrar en contacto con el mundo exterior y sortear los muros del convento si le surge una necesidad acuciante o bien si tiene que hacer gestiones, recados, algún papeleo.
Ya en su condición de administradora y de tesorera, en plan Bárcenas, aprovechó ese cargo para abandonar a placer el edificio, para ir y venir a su antojo, según le placía, a las sucursales bancarias de turno, que en la zona en la que el convento se encuentra situado en Vigo (a pocos minutos de la estación de tren) hay muchas. A sor Ángela le pide ahora la Fiscalía sea multada con 3.960 euros y que devuelva el dinero a la congregación.
La llegada de sor Ángela a la parroquia, hace cosa de 12 años, fue algo que les vino bien a las más veteranas. El número de hermanas del centro ha ido menguando de forma progresiva con el paso de los años. Hace tres décadas rondaba la cuarentena. A principios de este siglo quedaban la mitad y, sobre el 2006, cuando la novicia entró en el centro, quedaba tan solo una decena. Fue entonces cuando las monjas más ancianas comenzaron a recibir compañeras de todos os países del mundo. Llegaron varias africanas, entre ellas la propia acusada. Ahora tan solo quedan cinco religiosas entre las enormes paredes del monasterio de Teis y ninguna de ellas es sor Ángela porque las ha traicionado a todas.