El parloteo de las señoras mayores al salir de casa era lo único que iluminaba la mañana gris de un otoñal viernes laborable en Vélez-Rubio (Almería). El municipio, uno de los últimos de la provincia andaluza y a escasos minutos de Murcia, se despereza mientras se mantiene prácticamente vacío. Los niños, a la escuela. Los adultos, al trabajo.
Mientras, en la autovía, el trajín es continuo. Camiones y camiones que dejan atrás Andalucía repletos de frutas y verduras. La vida habitual, el día a día de una región sin pretensiones, sin apoyos institucionales ni publicidad.
Almería no es como el resto de provincias andaluzas: en la comunidad autónoma socialista por antonomasia, se erige como paraíso de la derecha, del conservadurismo que puede rozar el extremo. Así lo demuestran las citas electorales: en la provincia siempre ha ganado el PP en las grandes citas y ahora, de cara a los comicios del 2 de diciembre, el CIS apunta que el partido extraparlamentario y ultraderechista VOX rascará su primer escaño en nuestro país gracias a la provincia almeriense, una tierra que se siente más del Levante que andaluza.
No sólo eso, pues frente a la imperante baja economía andaluza, aquí es donde hay mayor poder adquisitivo y donde más baja el paro. Son pequeñas fortunas y grandes prosperidades regadas por las dos patas que vertebran la zona: el mármol y la agricultura. De plástico, claro está.
Apartada del resto de provincias por las escasas infraestructuras
Siempre relegada al segundo acto, Almería suele ser más conocida por su bestial naturaleza -desde el desierto de Tabernas hasta el Parque Natural de Cabo de Gata- o por los ilustres hijos de esta tierra, que habitúan a llevarla por bandera. Pero son los únicos: Almería, en la periferia, esquinada y tradicionalmente desequipada de infraestructuras por parte de los gobiernos regionales y nacionales, se ha convertido en una suerte de milagro económico a la sombra en apenas un par de décadas.
“Almería nunca lo ha tenido fácil”, opina en conversación con EL ESPAÑOL José Cano, presidente de la Confederación Empresarial de la provincia. Lejos de Sevilla, el centro de poder andaluz, con pésimas conexiones aéreas y ferroviarias, sin apuesta política por la industrialización y con un sector turístico aún con dientes de leche, fue condenada, de cierto modo, a la marginación. Pero quizás el almeriense sea distinto: tradicional feudo de derechas, siempre ha ido a contracorriente de lo que dictara la Junta, incluso en los Gobiernos regionales apenas ha tenido representación. Su identidad es diferente al resto y no es algo nuevo: fue la única provincia en la que no ganó el sí al referéndum de autonomía en 1980.
En el boca a boca, a Almería se la definía como “la tierra de las tres de cosechas: hambre, esparto y lagañas. Eso lo dicen los mayores”, relata entre risas Antonio Sánchez, el líder de la Asociación de Empresarios del Mármol de Macael, el epicentro de la conocida como comarca del mármol. Era una tierra seca, árida. Sin apenas agua y poco dada a la agricultura que no fuera de mera supervivencia. Las gentes huían como podían porque de Almería sólo parecía que pudiera brotar pobreza. Goytisolo la definía como “la Cenicienta de nuestras provincias”, aunque fue allí donde se prendió la mecha de la fortuna actual que viven los almerienses.
Calidad de vida y buena renta per cápita
Porque hoy ya es la segunda provincia andaluza con la renta per cápita más alta, a escasos diez euros de Sevilla, la líder del ránking. La media se sitúa en 18.466 euros frente a los 18.477 de los hispalenses. Cuatro almerienses están en el top 200 de los más ricos de España y sus empresas son modelo de estudio para compañías extranjeras. Del polvo sacaron mármol. Y bajo su mar de plástico crece la fruta y verdura que come media Europa.
“Para entender Almería hay que entender su evolución socioeconómica”, dibuja el sociólogo del Centro de Análisis y Documentación Política y Electoral de Andalucía (CADPEA) Ángel Cazorla. “Los invernaderos han alterado su comportamiento político tradicional: no es lo mismo la Andalucía agrícola tradicional que la del poniente almeriense”.
La zona de El Ejido y de los invernaderos, a apenas media hora de distancia en coche de la capital, ha concentrado en los últimos años “una de las rentas per cápita de las más altas de Europa”, afirma Cazorla. En cada esquina había una joyería de alta gama, un concesionario de lujo. De repente. “Es la provincia más conservadora de Andalucía, sin lugar a duda”.
Esa imagen, real y basada en datos oficiales, es rechazada, sin embargo, por los propios productores. En Almería hay entorno a 20.000 agricultores. Son, en su mayoría, cooperativas y empresas familiares. “Eso es, sobre todo, la gente que se sale mucho de lo normal. Pero el camino no pasa por ir con un Mercedes de 100.000 euros”, despeja el balón José Antonio Fernández, el presidente de la Mesa del Agua de la provincia, una asociación que aglutina los usuarios de agua de riego: empresarios agrícolas y regantes, principalmente. “Depende de en lo que te gastes el dinero, claro. Yo he llegao a mi finca y he visto a mi trabajador con un Mercedes y yo con mi Nissan”, apuntala. “Pero sí, estamos moviendo mucho dinero. Tenemos una economía muy dinámica”.
“No vamos por campañas en los invernaderos, sino que si tienes un problema con un cultivo lo quitas y pones otro”, detalla Fernández, empresario agrícola. “Aquí la campaña son los 12 meses, prácticamente. Un mínimo de 10 meses, quizás. Hay un 15 ó 20% de agricultores que cultiva todo el año”. Porque, desde que se descubrió lo propicia que era la tierra para cultivar bajo plástico, el negocio fue imparable. “Se prohibieron los invernaderos en los 80 por la Junta, pero el boom era tal que no se cumplió. La gente había visto el porvenir, el poder vivir bien. Trabajo, casa, vida estable. Antes no pasaban hambre, pero sólo se subsistía, ahora hay una agricultura de mercado y se puede vivir bien, bien”.
El presidente de la Mesa del Agua se refiere a unas condiciones de vida que habría quien las tildaría de funcionario: “Ha cambiado la cosa: no se trabaja día y noche, sino como todo el mundo. De lunes a viernes, dependiendo del momento de la campaña. Hay dinero para comprarte una casa, para irte de vacaciones un par de veces al año”. Las familias con empresas agrícolas, calcula, tendrán de media un patrimonio valorado en 2 o 3 millones de euros, contando propiedades y maquinaria.
Vox sacará su primer escaño
“Aquí no hay PER”, sonríe Fernández. “El voto que hay aquí de centroderecha fuerte, incluso a VOX, se ha ido arraigando poco a poco. Aquí ya cuando se creó la Junta, que prohibió hacer invernaderos en la comarca, hemos visto que el PSOE nos ha ido poniendo muchas trabas, que quieren paralizarnos. ¿Que no hay agua para regar? En vez de buscarla, nos prohíben los invernaderos”.
A la izquierda se la asocia “con parálisis y zancadilla”. Al PP, “con quien nos deja trabajar, que hay más prosperidad”. Y será difícil que cambie, puesto que incluso los trabajadores en los cultivos, que apenas superan el mileurismo, va a votar a la derecha porque “quiere seguir así”.
Similar pensamiento inunda la industria del mármol, que tiene muy frescas aún la crisis económica de los 90 y la que aún colea. “A Macael lo cogió fatal en su momento, muy mal: todas las empresas, incluida Cosentino [el buque insignia de la piedra almeriense, que facturó el año pasado 901 millones de euros], estuvieron al borde de la quiebra”, relata Antonio Sánchez. “Yo llevo en mi cuerpo dos crisis y te hace ser conservador sí o sí. Has visto cómo has pasado con todo lo que tienes por un precipicio. La experiencia obliga”.
La dejadez por parte de los gobiernos de izquierda se reflejan en las infraestructuras, que “están ahí para demostrarlo: a pesar de que no tenemos eso, lo hemos hecho. Qué hubiésemos hecho si nos lo hubieran dado”, sueña Sánchez.
Antonio Jesús Artero, un joven guía turístico almeriense y estudiante de Historia del Arte, mantiene que quizás no se trate de un voto por ideales populares, sino por castigo al PSOE. “Por falta de infraestructuras, por gobernar pensando en Sevilla. Cuando los catalanes dicen que quieren independizarse porque no tienen infraestructuras, porque el dinero que generan no les reinvierte, que nos miren a nosotros. Si alguien tendría derecho a independizarse, si quisiéramos, seríamos nosotros”, apuntala.
“La gente no se lo cree. Nos prometieron una autovía en el 92 y la terminaron en 2002. El AVE lo prometieron en 2005 y vamos por 2018 sin él… Poco nos pueden decir ya para convencernos”, sentencia.