Por qué gana Vox en El Ejido: Franco en los bares y la calle Manolo Escobar copada por magrebíes
- Viaje a la ciudad almeriense, epicentro del terremoto en Andalucía de la formación de extrema derecha que consiguió un 29,51% de los votos.
- “Si nos vamos de aquí, ¿quién va a trabajar en los plásticos?”, se pregunta un marroquí. Ya son uno de cada cinco vecinos.
- 'Vuelco histórico en Andalucía: la derecha suma'
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El almeriense Fernando Fuentes dice que no perdona desde que varios extranjeros entraron de madrugada en su bar, le abrieron la cabeza con la culata de una pistola, le cortaron en la muñeca derecha y le robaron unos 3.000 euros. El hombre vive en un barrio de El Ejido, donde este domingo irrumpió el fenómeno Vox. “No quiero en mi país a ningún sin papeles”.
Mientras habla, Fernando enseña las marcas en la piel de los puntos que recibió. “El inmigrante que delinca, de vuelta a su casa”. Parece que se sabe al dedillo el ideario del partido al que ha votado.
El dueño del bar Acuario dice que fue una banda de rumanos la que le atracó. Mientras uno de ellos esperaba fuera con el coche acelerado para la fuga, entre otros dos o tres le quitaron el dinero de la caja de ese dia, le reventaron las máquinas tragaperras y se llevaron un par de cordones de oro.
Ocurrió sobre las tres de la madrugada de hace 12 años. Los ladrones entraron antes de que Fernando bajase la persiana de su negocio, que está en Las Norias, una barriada de El Ejido situada a seis kilómetros del centro de la localidad y rodeada por un mar de plásticos de invernaderos.
“Aquí, moro que entra, lo echo. Solo me han creado problemas. Vienen ya borrachos con botellines de cerveza de otros sitios y me espantan a los clientes”, dice este hombre de 51 años. Fernando tiene colgada en una pared de su negocio la bandera con los colores de España y el águila de San Juan. En El Ejido tres de cada diez vecinos son inmigrantes. En Las Norias da la sensación de que esa cifra es aún mayor.
'Territorio Vox'
Fernando reside en ‘territorio Vox’, la formación política que ha irrumpido en el Parlamento andaluz con 12 diputados. Su líder, Santiago Abascal, dijo en el primer mitin de campaña, celebrado precisamente en El Ejido, que España sufre “una invasión”. Fernando estaba entre el millar de asistentes. Tiene pensado afiliarse y ceder como lugar de encuentro de militantes una zona de su negocio donde antaño tenía una discoteca.
Este pasado domingo, 7.377 ejidenses compraron el discurso de Abascal y respaldaron con su voto al juez Francisco Serrano, candidato andaluz de dicha formación de extrema derecha. Vox recibió en El Ejido el 29,51% de los apoyos, casi tres más que el PP (26,91%), formación que ocupa la alcaldía desde 1991 y barre comicio tras comicio en generales, autonómicas y municipales. O barría…
El epicentro del volcán de Vox en las autonómicas andaluzas se sitúa en esta ciudad que roza los 89.000 habitantes. Es la única localidad de la región donde se ha impuesto al resto de siglas políticas. La irrupción es histórica a tenor de los números. En las elecciones municipales de 2015, Vox consiguió 88 votos en esta población del Poniente almeriense, donde se concentra el voto conservador de la provincia. En las regionales de ese mismo año, 58. Desde hace 48 horas es de largo la formación más respaldada. Casi dobla a los votantes del PSOE.
Las palabras de Fernando rezuman rechazo hacia los inmigrantes pobres. Señala a europeos de países del este de Europa y africanos. “Yo nací en Francia porque mis padres emigraron allí a ganarse la vida. Pero se fueron de forma legal, no saltando fronteras o en pateras. ¿Eso es ser un facha?”, se pregunta quien es dueño de El Acuario desde hace 30 años.
Toda su familia, cuenta, piensa como él. El domingo votaron a Vox los padres de Fernando, su mujer, sus dos hijos, su hermano, su cuñada y sus dos sobrinos. Y él, claro. 10 personas. “Fue un día de fiesta. Mi tierra necesita un cambio. Está claro que no va a llegar con lo que ya hemos conocido antes”.
Fernando da por hecho que PP, Ciudadanos y Vox se pondrán de acuerdo de una u otra forma para que la derecha gobierne en el Junta de Andalucía por primera vez. “Se ha acabado con cuatro décadas de socialismo corrupto”, dice este hombre.
Encarnación, en el recuerdo
Fernando recuerda “como si fuera ayer” lo sucedido hace 18 años. Era febrero del 2000. Encarnación López, una ejidense de 26 años, apareció muerta en el barrio de Santa María del Águila, muy cerca de aquí.
Durante el siguiente fin de semana al asesinato Las Norias se convirtió en un escenario “de caza al moro”, según cuentan las crónicas. La barbarie racista desatada llevó a varios vecinos que reclamaban justicia a apalear al por entonces subdelegado del Gobierno en Almería, Fernando Hermoso. En 2003 se condenó a 11 de años de cárcel a un marroquí, Lesbir F., como autor de la muerte.
“Aquello supuso un antes y una después para esta zona. Desde entonces cohabitamos, pero la gente de Las Norias y de otros barrios no nos juntamos con ellos”, dice. Con lo de ‘ellos’ Fernando se refiere a los inmigrantes jornaleros que residen en El Ejido para ofrecer mano de obra barata a los dueños de los invernadores. El que tiene papeles cobra 46 euros. El que no, entre 32 y 35. Alrededor de dos millares de personas malviven alrededor de las plantaciones, según cálculos de la Fundación Cepaim, quien les da cobertura.
Según el censo de población, en El Ejido conviven 94 nacionalidades. Tras los españoles, los marroquíes son mayoría: ya suponen uno de cada cinco vecinos. En el núcleo urbano hay dos mezquitas. En los barrios diseminados se han levantado varias más en naves de polígonos industriales, como en Las Norias.
"Ellos por su camino y nosotros por el nuestro"
Este lunes, tras el rezo del mediodía, alrededor de medio centenar de musulmanes salen de la mezquita de Las Norias tras volverse a calzar. Abdelkader Ouna Tafji, marroquí con la nacionalidad española desde los 90, es miembro de la comunidad islámica en este barrio de El Ejido.
Justo enfrente de la mezquita hay un cartel con propaganda de Vox pegada a una farola. “Es cierto que no hay apenas relación con la gente de aquí”, dice el señor Ouna, de 64 años. “Pero no notamos racismo. Sólo queremos vivir tranquilos y con trabajo. Nada más. Si alguna vez se nos mira mal, siempre le digo a los chicos jóvenes que no merece la pena discutir. Ellos [los españoles] por su camino y nosotros por el nuestro”.
Pero en Las Norias, donde residen casi 9.000 personas, muchos de los vecinos nacidos en España piensan que los extranjeros no han sabido adaptarse a la vida del país. A las puertas del restaurante Belenguer una mujer que prefiere que no se revele su identidad dice que por la noche los menores inmigrantes, “sobre todo los moritos”, roban en coches y rompen retrovisores “como diversión”.
La mujer, que tiene un niña de siete años, piensa que la falta de relación entre inmigrantes y autóctonos cambiará en las generaciones siguientes. “Mi hija tiene amigos marroquíes, argelinos, senegaleses… Juegan en la calle, van a cumpleaños. Ellos lo ven como algo normal. Pero sus padres y nosotros mismos todavía vemos con recelo ese contacto”.
- ¿Usted nunca ha invitado a los padres de algún compañero extranjero de su hija a casa?
- No, no, quita quita. Ellos en la suya, yo en la mía y dios en la de todos.
- ¿A quién votó usted ayer?
- A Vox. Pero ojo, yo no soy ninguna facha. Lo que no puede ser es que mi marido no quiera que yo salga sola de noche a partir de una hora por temor a que me hagan algo. ¡No quiero imaginarme cuando nuestra hija se haga mayor y nos diga que quiere salir con las amigas!
Franco tras la barra
Termina la conversación. La mujer entra al comedor del restaurante Belenguer de Las Norias. El reportero accede al local pocos minutos después. Tras la barra del bar, colgadas en una pared, hay varias fotos de Francisco Franco, una banderola con el águila y varias banderas con los colores rojo y gualda. En una de las estampas del dictador se lee: “Joderos, conmigo se podía fumar”. Son las 14.15 horas de este lunes. A uno de los camareros le suena el teléfono. La melodía es el himno de España.
Los inmigrantes con los que habla EL ESPAÑOL aseguran que en El Ejido es cada vez más difícil alquilar una casa. Mohamed, un chico de 29 años, cuenta que cuando se enteran de que es marroquí le piden 600 o 700 euros, cuando en la publicidad que él había visto ponía 350. “Es otra forma de racismo”, asegura el chico, que se encuentra sin papeles en España.
Una de las zonas donde mayor población inmigrante hay en El Ejido es en el entorno de las calles Cervantes y Manolo Escobar. Se trata de una zona céntrica, junto al bulevar de la ciudad. En la vía que lleva el nombre del cantante que nació aquí y puso voz al célebre ‘Que viva España’ hay una carnicería halal, varios locutorios, un par de cafetines, una peluquería y un punto nada escondido de venta de hachís y kifi, el polvo verde que se esnifa y procede del picado de la marihuana.
Anass Britit tiene 21 años. Atiende a los clientes de la carnicería de su padre en la calle Cervantes de El Ejido. El negocio hace esquina. En apenas 30 metros, los que distan hasta la calle Manolo Escobar, hay una cafetería donde sirven té, un negocio de kebabs, dos carnicerías y un puñado de locutorios. “A veces sí veo racismo en El Ejido. Pero es poca gente. Yo digo que, si no me conoces, no me juzgues. Pero no seas racista conmigo”.
Anass, que llegó a España con ocho años, todavía no habla con fluidez el castellano. Su padre, que se vino a principios de los 90 -antes de traer a su familia- apenas sabe unas cuantas palabras del diccionario español. Pese a que el chico y su progenitor residen aquí de forma legal, dicen que no sienten apenas ninguna conexión afectiva con España.
Antes de despedirse, el chaval alude al trabajo en los invernaderos, el vínculo que une dos mundos todavía divididos por una frontera invisible. “Si nos vamos de aquí, ¿quién va a trabajar en los plásticos?”. Es la paradoja de El Ejido. A priori no quieren inmigrantes, pero los necesitan.