Un helicóptero de la Guardia Civil aterrizaba a las 17.20 horas de este lunes junto a la parcela de Emilio Rodríguez Pérez, que grabó su vuelo con su móvil. En él llegan desde Madrid los expertos del Equipo de Inspecciones Oculares con la misión de tomar todo tipo de muestras al cuerpo de Laura Luelmo, que cinco horas antes un voluntario de la Cruz Roja se ha encontrado. Emilio señala desde su parcela a EL ESPAÑOL el paraje en el horizonte, a algo menos de un kilómetro, donde ha aparecido el cadáver de la profesora de 26 años, cinco días después de que, el miércoles 12 de diciembre, desapareciera de su casa de alquiler en El Campillo. Y de que, el principal sospechoso, B. "saliera pitando", según testigos presenciales.
El paraje de La Mimbrera, en la sierra Colorada, es una zona de eucaliptos y pinos donde sólo hay unas pocas parcelas con casas como la de Emilio, dispersas y casi todas deshabitadas. “El cuerpo lo han encontrado no en el camino principal, sino junto a un ramal que no tiene salida y desemboca en un vertedero mineral, de cuando en esa finca se dedicaban a hacer pozos de exploración minera. El dueño, Jaime, murió hace dos años y en la casita que hay allí no vive nadie”, explica Emilio Rodríguez. “El camino principal conduce a esa casita y a otras que hay más allá, pero el ramal del vertedero de piedras acaba ahí. No es un lugar de paso”, destaca este vecino para indicar que el sitio, al que se llega saliendo a la izquierda desde la carretera nacional N-435 al llegar justo a la señal del kilómetro 166 circulando en sentido Jabugo, está apartado de la vista.
Quien llevó allí a Laura, viva o ya muerta, tuvo que hacerlo a bordo de un vehículo. Esta pequeña sierra y el camino ya había sido rastreado este fin de semana por los guardias civiles, miembros de protección civil y voluntarios que buscaban a Laura desde que se activó la alerta el viernes, dos días después de que su familia de Zamora perdiera el contacto con ella. Entonces, pese a que eran decenas (más de 200 en todo el dispositivo) los que rastrearon este sitio, no la vieron, algo comprensible teniendo en cuenta que las zarzas y demás maleza es espesa en muchas partes.
Un vecino que paseaba a su perro y era voluntario de la Cruz Roja llamó este lunes a las 12.05 a la Guardia Civil para avisar de que había encontrado un cuerpo de mujer semidesnudo y con signos de violencia. El cuerpo aparentaba haber sufrido una agresión sexual y la Policía habría identificado algunas señales de defensa y marcas en el cuello que podrían indicar una muerte por estrangulamiento. En el pueblo se preguntan si alguien dejó allí el cadáver no antes sino después de que los buscadores pasaran por el sitio, o si la joven yacía muerta en el mismo lugar desde poco después de su desaparición.
La señal de su móvil se perdió a las nueve de la noche del miércoles 12 de diciembre junto al pantano de Campofrío, que está a 15,5 kilómetros por carretera del lugar donde han encontrado su cadáver, y a 6,5 de su casa de alquiler El Campillo. No vino desde luego por su voluntad a hacer deporte a este camino sin salida, ni vino en su coche: su Kia azul oscuro modelo Cerato que muestran los vecinos sigue desde su desaparición aparcado a pocos metros de la vivienda de alquiler en el 13 de la calle Córdoba donde se había instalado para empezar a dar clases el 4 de diciembre como sustituta de Plásticas en el instituto Vázquez Díaz de Nerva, una localidad cercana.
El coche, en cambio, que ha desaparecido de la calle desde el mismo día, el pasado viernes, en que empezó la búsqueda de la joven, es el Alfa Romeo negro que conducía el vecino de la casa de enfrente de Laura. El hombre, B.M.N, con antecedentes por matar a una mujer y asaltar a otra es el gran sospechoso de este nuevo asesinato. Casualmente, Emilio, el vecino de El Campillo que tiene esta parcela cercana al lugar donde ha aparecido el cuerpo violentado, estaba entre el grupo de amigos cazadores que llamó a la Guardia Civil cuando el viernes por la noche uno de ellos, su sobrino, vio a B. montarse en su Alfa Romeo negro y salir pitando.
Ese mismo día, al activarse la búsqueda de la desaparecida, fue cuando averiguaron que este nuevo vecino que vivía desde hace pocas semanas en la casita vieja del número 1 de la calle Córdoba, frente a la de la profesora recién llegada de Zamora, acababa de salir de la cárcel. Había cumplido una condena de 15 años por matar a cuchilladas a una mujer de 36 años en la vecina Cortegana en el año 2000 y otra condena de tres años por asaltar con un cuchillo, con aparente intención de violarla, a una vecina de 27 años de El Campillo en abril de 2008, cuando él estaba en el pueblo disfrutando de un permiso penitenciario.
“Si lo hubiéramos sabido, por supuesto que la habríamos avisado. Vamos, que lo hubiéramos detenido nosotros. Pero es que antes de que él llegara no sabíamos quién era. Lo vi la semana pasada, antes del miércoles, vestido de negro por la calle, delgado, con los pómulos marcados, de 1,70 o 1,72 de altura, y me fijé en él porque era un extraño en el pueblo, no lo conocía. Por eso el viernes, cuando se supo de la desaparición de Laura y nos enteramos de sus antecedentes, llamamos a la Guardia Civil cuando mi sobrino lo vio montarse en el coche e irse. Estábamos en la Peña Montera Salvochea, al lado de su casa, y llegó mi sobrino diciendo: ‘¡Que se ha ido el gitano!’”, explica Emilio, que es hijo de guardia civil jubilado.
Emilio está convencido de que B. asaltó a Laura y se la llevó en su Alfa Romeo negro. Pero ahora los investigadores de la Guardia Civil tienen que probarlo. El sospechoso está localizado y los investigadores han contactado con él desde el viernes. En sus dos crímenes con condena anteriores, los dos contra mujeres jóvenes y con cuchillo, negó al principio las acusaciones. En Cortegana vive su hermano gemelo, L.M.N., que también fue condenado por asesinar a otra mujer.
La secuencia lógica indica que alguien le hizo algo a Laura junto al pantano de Campofrío, donde se le perdió la señal del móvil y donde este domingo la buscaban, y que luego, viva o muerta, la llevó en coche a 15 kilómetros por carretera hasta este otro sitio en la sierra Colorada donde han aparecido su cuerpo junto a una antiguo vertedero de material minero. Si ella hubiera sufrido un accidente, estaría cerca de donde se le perdió la señal, no en un sitio distante y desconocido por completo para ella.
El camino donde la han encontrado parte a la altura del hito del kilómetro 166 de la carretera nacional N-435 Huelva-Badajoz. Viniendo en sentido hacia Jabugo, hacia Badajoz, hay que tomar este camino a la izquierda de la calzada. A diez metros, en vez de ir hacia la cancela de la finca El Guijarral, hay que seguir a la derecha el camino de tierra anaranjada que sube entre eucaliptos. Unos centenares de metros más adelante, en esta zona con árboles, parcelas y algunas casas desperdigadas, es donde han encontrado el cadáver, en un ramal sin salida que se desvía del camino principal, según el mapa que esboza Emilio, el vecino de la zona de parcelas cercana.
Este punto de la carretera está entre la aldea de Traslasierra y el puente de los Cinco Ojos sobre el río Odiel. Tras el aviso del vecino, la teniente de la Guardia Civil que coordina a los 300 agentes en el operativo de búsqueda envió a dos patrullas. Acordonaron la entrada al camino desde la carretera para que sólo pasen los guardias civiles de la Policía Judicial de Huelva, sus colegas de la Unidad Central Operativa (UCO) y los especialistas del Equipo de Inspección Ocular que aterrizaron en helicóptero junto a la parcela de Emilio a las 17.20 enviados también desde Madrid, lo que da una idea de la prioridad que ha dado Interior a este suceso. Los padres y familiares de Laura siguen la investigación desde el puesto central en El Campillo.
Recogieron muestras en el escenario del crimen. Hicieron fotos a la víctima para ayudar a su identificación. A la caída de la noche, ordenaron el levantamiento del cadáver. Falta poner nombre a quien la mató y demostrarlo. En el pueblo ya se lo han puesto: es B. M. N., dicen todos.
El sospechoso, de unos 50 años, tiene perilla canosa, pelo corto, complexión delgada pero musculosa, describe un vecino de su calle. “Su padre, ya mayor, que compró esta casa hace unos diez años, vino después del verano y nos dijo que iba a venir a vivir en ella un hijo suyo que venía de Barcelona. No dijo que acababa de salir de prisión. El hombre se sentaba en la puerta a tomar el sol, saludaba, pero no se relacionaba con los vecinos. No conocíamos sus antecedentes”, dice este residente. Y señala a pocos metros el lugar donde sigue aparcado el coche de Laura, la joven profesora que vino hace dos semanas a la cuenca minera de Huelva desde su lejana Zamora con la ilusión de empezar a dar clases de interina y que ha aparecido asesinada junto a un un viejo vertedero mineral.
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