La muerte violenta de Laura Luelmo Hernández a manos del delincuente reincidente Bernardo Montoya Navarro ha reabierto en España el debate acerca de las medidas educativas, policiales y judiciales para prevenir ataques violentos -en particular, contra las mujeres-. Se discute cómo mejorar la intervención ante las desapariciones; si hay que endurecer o no los castigos y cómo establecer controles sobre los presos considerados peligrosos cuando quedan libres, y no sólo respecto a los agresores sexuales (Bernardo Montoya no había sido condenado por delitos contra la libertad sexual, aunque uno, por amenazas a una mujer, se entiende ahora que seguramente fue un intento frustrado de violación, que podía haber derivado en un asesinato).
EL ESPAÑOL reconstruye en este reportaje la secuencia de hitos en el caso de la desaparición en El Campillo (Huelva) de Laura, la profesora de Zamora de 26 años a la que raptó, violó y mató su vecino Bernardo, de 50, a falta de ser condenado por un tribunal. Bernardo Montoya acumulaba 23 años de cárcel: por asesinar a una mujer de 82 años en 1995 en Cortegana (Huelva), amenazar a otra de 27 años en 2008 en El Campillo (en un aparente intento frustrado de violación) y por asaltar a dos ancianas más en 2015 en Cortegana para robarles. Había atacado antes a otras cuatro mujeres. La joven profesora es su quinta presa, que se sepa. El agresor confeso, con antecedentes de adicción a la heroína y la cocaína, es padre de un hijo y una hija; el varón ronda los 30 años. Su hija, con la que posaba sonriente en una foto en 2014, tiene casi la misma edad que su última víctima.
Laura Luelmo desapareció el miércoles 12 de diciembre después de las cuatro de la tarde. La autopsia practicada al cuerpo en el Instituto de Medicina Legal de Huelva ha revelado que murió dos o tres días después, entre el viernes 14 y el sábado 15, lo que indica que aún estaba viva mientras la estaban buscando. O bien estaba a apenas cinco metros de su casa, retenida por Bernardo en la vivienda de éste, donde se han hallado restos de sangre. O bien yacía malherida entre arbustos en el paraje apartado, junto a una acequia y un vertedero minero, donde hallaron su cadáver al mediodía del lunes 17. El agresor la llevó allí en su coche, un Alfa Romeo negro.
La secuencia temporal de las actuaciones sobre su desaparición invita a valorar si hubo margen o no para encontrarla antes y con vida.
Dos noches en el hotel
Lunes, 3 de diciembre de 2018. Laura Luelmo viaja sola desde Zamora en su coche Kia azul hasta el pueblo de Nerva, en la comarca de la Cuenca Minera de Huelva. Tiene que incorporarse al día siguiente como profesora interina de Dibujo en el instituto de secundaria Vázquez Díaz de esta localidad. Sustituye a una profesora a la que tienen que operar de una rodilla. Laura se presentó a las oposiciones de profesora de la Junta de Andalucía, quedó en la bolsa de trabajo y la han llamado. Se aloja en el hotel Vázquez Díaz de Nerva (que, como el instituto, honra al artista local Daniel Vázquez Díaz), el único del pueblo, a 55 euros la noche. Se queda allí dos noches, confirman desde el establecimiento a EL ESPAÑOL.
Recibida en el instituto
Martes, 4. Se incorpora a su puesto en el instituto, donde recibe una calurosa bienvenida del claustro de profesores. La recibe su subdirector, José Santana, que ya ha hablado con ella por teléfono el viernes anterior, 30 de noviembre, cuando ella llamó para pedir información sobre su nuevo destino. Inmediatamente, Laura, de la que recuerdan su ilusión, simpatía y ganas de trabajar, conecta con sus nuevos alumnos y compañeros, que la integran en los grupos de WhatsApp del claustro, de la inminente comida navideña y de las actividades extraescolares.
Ya tiene casa
Miércoles, 5. Tras su jornada laboral, se marcha a pasar el largo puente de la Inmaculada a Zamora, según dice al despedirse en el hotel. En el instituto, en estos dos primeros días, ha conseguido un alojamiento para el resto de su estancia. Una compañera de instituto que posee una casita pequeña de una planta y 54 metros cuadrados en la parte vieja de El Campillo, un pueblo de 2.000 habitantes a 8 kilómetros al oeste de Nerva, le da las llaves de la vivienda para que se quede allí cuando regrese del puente.
La casita, que la profesora ha comprado hace un par de años a un hombre llamado Manuel Montoya (el padre de Bernardo), es bastante nueva, de 2009. Está en el número 13 de la calle Córdoba de El Campillo y no ha estado habitada en los años anteriores. El subdirector, que también vive en El Campillo, no tiene certeza de si la profesora le ha alquilado la vivienda a la nueva compañera de Zamora o, como dicen otros vecinos, se la ha cedido gratuitamente. En todo caso, una casita de estas características puede alquilarse por unos 150 euros (hay una casa nueva de alquiler el doble de grande y en la parte nueva del pueblo por 300 euros).
Bernardo, el vecino de enfrente
Lunes, 10. Laura comienza su segunda semana de trabajo en Nerva. Se instala en la casita de la calle Córdoba de El Campillo, a la que probablemente habrá llegado la víspera, domingo 9, para estar a tiempo de sus clases el lunes. En esta calle viven pocos vecinos. Uno de ellos es Bernardo Montoya Navarro, de 50 años, que vive en la casita de enfrente, la del número 1, propiedad de su padre (el hombre que construyó y vendió la casa donde se aloja Laura). Bernardo reside aquí desde que salió de la cárcel el 22 de octubre de este año tras cumplir su última condena, aunque en El Campillo es un desconocido y no conocen sus antecedentes.
Procede de Cortegana, pueblo a 47 kilómetros al norte, donde viven su padre y varias hermanas, y donde cometió su primer asesinato, en 1995. Bernardo había estado en El Campillo unos días antes en abril de 2008 durante un permiso penitenciario, durante el que asaltó con un cuchillo a una joven en el parque, pero entonces tenía el pelo muy largo y ahora lo lleva corto, lo que dificulta que lo puedan reconocer una década después.
"Voy a correr un rato"
Miércoles, 12. Después de tres días laborables que transcurren con normalidad entre Nerva y El Campillo, Laura regresa en coche a la casita al terminar sus clases y sobre las 16 horas le comunica por teléfono a su novio, Teófilo, también zamorano, que va a salir a correr un rato por los alrededores. Es una llamada de voz, según informará el coronel jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Huelva, Ezequiel Romero, o un mensaje de WhatsApp.
Antes en esta misma semana, Laura le ha contado a su novio por teléfono que se siente vigilada por el vecino de enfrente, Bernardo. La última señal del móvil de la profesora la registra hacia las 20 horas de este miércoles un repetidor cercano al pantano de Campofrío, unos 9 kilómetros al norte de El Campillo. Con el móvil apagado, la familia de Laura ya no puede contactar con ella.
Denuncia por desaparición
Jueves, 13. La profesora no acude al instituto de Nerva. Su móvil sigue apagado. No da señales de vida en los grupos de WhatsaApp con los profesores, pero en el centro no sospechan aún que le haya podido ocurrir algo grave y no denuncian su ausencia. Por la noche, a las 23 horas de este jueves, 31 horas después de su última señal con vida (la comunicación telefónica con su novio), los padres de Laura presentan una denuncia por su desaparición ante el Cuerpo Nacional de Policía en Zamora capital, según ha confirmado ahora un portavoz policial en Madrid a EL ESPAÑOL.
Bernardo, por tanto, ha dispuesto de toda la noche del miércoles y del jueves completo para esconder a su joven vecina y ocultar pruebas. En todo este tiempo, Laura sigue viva, aunque posiblemente muy malherida. Los cuerpos de seguridad, a falta de una denuncia que las active, aún no la están buscando y la familia carece de contactos en El Campillo para indagar antes sobre el terreno.
Los vecinos del pueblo no han podido aún echar de menos a una vecina que acaba de llegar dos o tres noches atrás como mucho (el domingo 9 o el lunes 10) y a la que casi nadie ha visto. Esta calle está muy poco habitada y se encuentra en el límite norte del casco urbano, junto al campo. La denuncia de la familia se inscribe automáticamente en un fichero electrónico de personas desaparecidas y a partir de las 23 horas de este jueves, 13 de diciembre, es cuando comienza oficialmente la búsqueda de Laura. Desde la Policía Nacional de Zamora, a través de esta base de datos, explica el portavoz policial, la alerta le salta “automáticamente” a los cuerpos de seguridad de Huelva y en particular a la Guardia Civil, a la que compete esta zona de la provincia.
El Campillo carece de puesto de la Guardia Civil: le corresponde como más cercanos los de Minas de Riotinto, a 4,1 kilómetros al este (a 8 minutos en coche por la N-461), y Zalamea la Real, a 4,7 kilómetros al oeste (a 7 minutos en coche por la N-461 y la N-435). El de Nerva, donde está el instituto de la profesora, está más lejos, a 8,5 kilómetros (a 11 minutos por la N-476, pasando Riotinto).
Aun sin guardias civiles en El Campillo (que cuenta con Policía Local), los de los puestos más cercanos pueden llegar muy pronto, en menos de diez minutos. Los principales efectivos de la Guardia Civil en la comarca se encuentran en Valverde del Camino, sede del partido judicial –con dos juzgados de Primera Instancia e Instrucción– al que pertenece El Campillo. La instrucción por la desaparición de Laura le corresponde al juzgado 1 de Valverde, del que es titular Elvira Mora Pulido. La Guardia Civil desempeña aquí las funciones de Policía Judicial. Hay tres cuestiones claves: 1) ¿A qué hora llegan los primeros agentes de la autoridad a la casa de Laura en El Campillo para buscarla? ¿Esa misma noche del jueves después de las 23 horas o ya a la mañana siguiente? 2) ¿A qué hora averigüan que el vecino de enfrente es un peligroso reincidente? 3) ¿A qué hora empiezan a buscar a Bernardo? En la sede central de la Guardia Civil en Madrid no informaban este viernes, 21 de diciembre, sobre estos momentos, con la explicación de que se trata de detalles de la investigación que están bajo secreto de sumario (la jueza instructora levantó luego el secreto el mismo viernes por la noche).
El día clave
Viernes, 14. Amanece el segundo día después de la desaparición de Laura. Según los primeros resultados de la autopsia, para esta hora todavía está viva. La búsqueda ya es visible para todo el pueblo. La Guardia Civil está vigilando con un patrullero en la puerta de la casa de la desaparecida (no sabemos desde qué hora exactamente), cuya entrada ha precintado. Los investigadores han entrado dentro de la vivienda de la joven y han descubierto que faltan prendas deportivas con las que se cree que iba vestida al salir de casa con la intención de correr, un monedero, las llaves, el móvil.
En la casa de enfrente, la del antiguo preso reincidente, no ha entrado nadie aún. Bernardo no está allí. Resulta claro que Laura no se ha ido por su cuenta, pues su vehículo sigue aparcado a poco más de veinte metros, en la plaza del Arriero esquina con Castillejos.
El viernes, hacia el final de la mañana, la Guardia Civil llama al instituto y pregunta al director por aspectos administrativos de la desaparecida. Es la primera noticia oficial que tienen en el centro sobre la denuncia por desaparición de su colega. Los profesores se organizan para ponerse a las órdenes de la Guardia Civil en la búsqueda masiva para encontrar a Laura.
Después de dos días sin poder contactar con su nueva compañera, se temen lo peor. A media mañana también, la asociación SOS Desaparecidos recibe la información oficial y difunde el cartel de alerta con la foto y los datos esenciales de Laura, dice a este periódico su coordinador nacional, Joaquín Amills. El anuncio en Twitter es acogido con un interés masivo en España: más de 700.000 personas lo rebotan a sus contactos, subraya Amills (la Guardia Civil se hace eco del cartel de búsqueda de SOS Desaparecidos en su propia cuenta de Twitter a las 22.45 horas del viernes 14).
El Campillo se moviliza
Durante la mañana del viernes, ante la presencia de los guardias civiles y las gestiones que éstos hacen en el Ayuntamiento y el instituto de Nerva, los vecinos de El Campillo se enteran de la denuncia por desaparición de su recién llegada vecina y empiezan a atar cabos sobre quién es el desconocido vecino de enfrente, “el gitano”, y descubren, a través de contactos en su Cortegana de origen, sus antecedentes. Al final de la mañana del viernes ya circula por WhatsApp en los teléfonos de los vecinos la foto de Bernardo Montoya Navarro sacada de su perfil de Facebook. La Guardia Civil, en cambio, prefiere no difundir su imagen como sospechoso declarado.
En torno a las 16 horas, Bernardo llega en su Alfa Romeo negro matrícula de Badajoz a la cárcel de Huelva para un vis a vis con su novia presa. Por la tarde-noche del viernes, a las 20.30 o 21 horas, un joven ve cómo Bernardo, ya sospechoso a ojos de los vecinos, se monta raudo en su coche aparcado junto a su casa de El Campillo y se va. El chico se lo dice a otros hombres en la cercana Peña Montera Salvochea y uno de ellos le comunica la huida del vecino a la Guardia Civil, localizado en el Alfa Romeo.
Los investigadores están al tanto de sus movimientos porque le han colocado al Alfa Romeo una baliza de seguimiento por GPS, según han revelado fuentes del Instituto Armado a este periódico. No han precisado en cambio el día y la hora en que le colocan el dispositivo. ¿Se está llevando Bernardo a Laura, viva o muerta, en el maletero del coche en esta huida del viernes por la noche, o hace ya dos días, el miércoles, que la asaltó y arrojó su cuerpo moribundo en el campo, y ahora ya sólo quiere ocultarse de los investigadores? ¿La tenía retenida en su casa y la ha matado sólo ahora al ver a las fuerzas de seguridad? Son preguntas que tendrá que resolver la investigación.
La Guardia Civil da prioridad a este caso y este mismo viernes, como destaca el coronel jefe de Huelva, llegan a la zona “los mejores”, un equipo de la Unidad Central Operativa (UCO) desde Madrid, especialistas en desapariciones violentas; es el mismo equipo, informará después La Voz de Galicia, que resolvió la de Diana Quer y la del niño Gabriel Cruz. Un helicóptero sobrevuela la zona buscando a la joven por si se ha accidentado y perdido por los alrededores. Su marcha voluntaria se descarta. Este viernes ha llegado la familia de Laura a El Campillo: sus padres, su novio, su hermana.
¿Laura viva, el sospechoso suelto?
Sábado, 15. Por la mañana temprano se concentran más de 200 personas en El Campillo para empezar a buscar rastros de Laura en el área donde se le perdió la señal telefónica, coordinados por el capitán de la Guardia Civil en la zona, Antonio Jiménez Cordero, y la teniente María Molina. Además de agentes de la Benemérita y de la Policía Nacional adscritos a la Junta de Andalucía, hay guardas forestales, bomberos, miembros de Protección Civil, voluntarios de éste y otros pueblos, grupos de ciclistas, de cazadores, de dueños de perros adiestrados.
Hasta de Zamora llegan buscadores altruistas para unirse al esfuerzo solidario por encontrarla. La búsqueda no da resultado. El rumor sobre el vecino sospechoso se hace cada vez más fuerte aunque, al ser preguntado por él en una rueda de prensa con los medios de comunicación en el centro del pueblo, el coronel jefe de Huelva, Ezequiel Romero, responde: “No tenemos nada concreto ahora mismo”, al tiempo que resta crédito a los que apuntan a él en las redes sociales. Este sábado, tres días después de la desaparición de Laura, todavía puede estar viva, según la autopsia.
Luciano, el otro gemelo
Domingo, 16. Continúa la búsqueda sobre el terreno. El dispositivo ha aumentado a más de 300 personas. Los buzos del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil se sumergen en el pantano de Campofrío en busca de pistas. Laura sigue sin aparecer. Como Bernardo tiene un hermano gemelo, Luciano, que también fue condenado por asesinar a una mujer, en su caso a una madre de 36 años de Cortegana en el año 2000, hay confusión sobre la identidad del sospechoso al que casi todos señalan ya en El Campillo. La Guardia Civil dice, sin nombrarlo, que Luciano no ha sido: estaba en la cárcel de Ocaña cumpliendo otra condena cuando desapareció Laura. Este desmentido lo aprovechan algunos medios para descalificar a las voces que siguen señalando que en todo caso el vecino que vivía frente a Laura, el gemelo Bernardo, sigue siendo por pura lógica el hombre al que hay que registrar, en su coche y en su casa. Si uno se asoma por su ventana, verá su cama con las mantas y sábanas revueltas. Este domingo, Laura ya está muerta.
Se encuentra el cadáver
Lunes, 17. A las 12.05 horas, un voluntario que participa en la búsqueda avisa a una patrulla de la Guardia Civil de que ha encontrado prendas que podrían ser de Laura en un camino forestal de tierra y sin salida al que se accede por el kilómetro 166 de la carretera N-435. Es en el paraje de La Mimbrera, a unos 6,5 kilómetros al noroeste de las casas de Laura y Bernardo en El Campillo, pero en sentido contrario de donde se perdió la señal de su móvil.
A unos 200 metros de las prendas, los agentes descubren a una mujer muerta, semidesnuda, bocabajo, oculta entre matorrales, con signos de violencia. La han golpeado en la frente. A las 17.20, llega desde Madrid en helicóptero el Equipo Central de Inspecciones Oculares de la Guardia Civil (EIOC), con un laboratorio móvil del Departamento de Identificación del Servicio de Criminalística, para recoger y analizar muestras. A las 18.40, la jueza de instrucción asiste al levantamiento del cadáver. Es Laura.
El sospechoso, detenido
Martes, 18. Hacia el mediodía, salta la noticia de que han detenido al sospechoso que en el pueblo tenían en mente desde el principio. Bernardo, que seguramente se ha refugiado en los días anteriores en Cortegana, circula con su Alfa Romeo negro, se encuentra con un control en la carretera, echa a correr campo a través y lo atrapan. Lo llevan detenido a Valverde y de allí a la Comandancia de la Guardia Civil de Huelva. Los investigadores entran al fin en la casita del sospechoso para registrarla, cuatro días y medio después de la denuncia por desaparición, inscrita el jueves 13 a las 23 horas. La autopsia practicada al cadáver en el Instituto de Medicina Legal de Huelva revela que la mujer murió entre dos y tres días después de su desaparición, que falleció por un fortísimo golpe en la frente y que la violaron.
Las mentiras del asesino
Miércoles, 19, y jueves, 20. El detenido, que ha regresado esposado el miércoles a su casa de El Campillo para asistir al registro, confiesa que mató a Laura pero da una versión suavizada (y falsa, a juicio de los interrogadores de la UCO). Declara, según lo que se ha filtrado desde el entorno de la investigación, que asaltó a Laura en la calle a la salida de un supermercado por cuya dirección ella le había preguntado antes; que le dio un golpe en la cabeza con la puerta del maletero; que la encerró en el maletero bajo una manta, con las manos atadas a la espalda con una cuerda que llevaba en el coche, y que se la llevó a un bosque de eucaliptos, junto a una acequia, donde intentó violarla sin consumarlo, antes de abandonarla allí malherida pero viva, en el mismo sitio donde la encontraron muerta.
Por el contrario, el hallazgo de sangre en su casa, que limpió con lejía, indica a los investigadores que Bernardo miente: que en realidad raptó a Laura al salir ella a la puerta de su casa para dar un paseo, que la forzó a entrar en la suya, a cinco metros, que aquí la violó y le dio una paliza, antes de desprenderse de ella llevándola maniatada en el maletero del Alfa Romeo negro hasta el lugar donde apareció. Esta zona ya la habían rastreado el fin de semana sin detectar nada. Con información del detenido, encuentran en un contenedor junto al cementerio de El Campillo una bolsa con las llaves, el monedero y enseres de higiene de Laura, y en otro contenedor, en el kilómetro 167 de la N-435, cerca de donde encontraron a la víctima, una manta con restos de ella. El teléfono móvil no aparece.
Solo dos meses en la calle
Viernes, 21 de diciembre. Tras cumplirse las 72 horas de detención, Bernardo Montoya Navarro es puesto a disposición judicial de la instructora del Juzgado 1 de Valverde del Camino. Comparece poco antes de las 20 horas. Asiste al detenido un nuevo abogado porque el primero asignado de oficio, Servando Carranza, ha renunciado. La jueza, Elvira Mora Pulido, levanta el secreto del sumario que ordenó el 17 de diciembre, al considerar completadas las diligencias. Tras interrogarlo, ordena su ingreso en prisión. El detenido ha pasado sólo dos meses en libertad antes de volver entre rejas. La familia de la víctima pedirá que lo condenan a cadena permanente revisable. El Estado no ha escatimado medios para atraparlo. Ha enviado a las unidades de élite de la Guardia Civil. Y ha resuelto el crimen en una semana. Pero muchos se preguntan por qué no entraron antes en la casa del temible Bernardo Montoya. Cuando quizás, quién sabe, había tiempo aún para salvar en esta angustiosa carrera contra el mal a la joven profesora que vino a dar clases de arte.
"Pide disculpas a la familia"
Sábado, 22 de diciembre. Bernardo Montoya, asesino confeso, sale de los juzgados de madrugada. Pasadas las cuatro de la mañana, ingresa en la cárcel provincial de Huelva. Al abandonar las dependencias judiciales, ante las cámaras allí apostadas, da la cara: "Pido disculpas a la familia (de laura). Lo siento".