La niña posa su mirada de ojos azules sobre el objetivo de la cámara mientras entrelaza los dedos sobre el escritorio, encima los libros de estudio. Una cabellera rubia anudada con un lazo negro le destapa la frente. Tras ella, un mapa de la Europa de la Guerra Fría. En el plano, como un temprano augurio, las siglas de la URSS. La Rusia de posguerra. El lugar al que la niña de la foto, Carme Pelach, iba a recurrir para adoptar a Sasha, su segunda hija. La joven que, seis meses antes de cumplir los 18, iba a acabar con la vida de su madre en su propia casa.
Carme tenía 53 años en el momento en que Sasha la mató a cuchilladas. 18 primaveras atrás, Carme cumplía 35 y tomaba la decisión de adoptar. Era el año 2001 e iba a convertirse en madre por segunda vez. El primero, que ella misma engendró, tenía 11 años en el momento que Sasha llegó de Rusia a los brazos de aquella conocida y querida familia del lago Banyoles, Girona, un rincón situado junto al lago más grande de toda la comunidad catalana.
18 años después de aquello, este pasado miércoles, 9 de enero, al filo de las nueve de la mañana, justo antes de que Sasha saliese en dirección al colegio, en la casa familiar se produjo la discusión que lo desencadenó todo.
Ocurrió en un piso de la avenida Països Catalans. Madre e hija adoptiva comenzaron a gritarse. La trifulca desembocó en el peor de los desenlaces. Y al día siguiente, el hijo mayor halló a su madre muerta en la habitación, rodeada de sangre.
Ancianos, yoga, deporte
El lago Banyoles es la insignia y el emblema de la localidad gerundense. Allí comienza la historia mucho tiempo atrás. Del mismo modo que esta masa de agua ha estado ligada permanentemente al munincipio, la vida de Carmen Pelach estuvo tiempo atrás ligada a este lugar. Hace más de veinte años, regentó allí con quien fuera su marido un centro deportivo llamado Albergue Deportivo Sprint.
Se trata de un lugar siempre concurrido por toda clase de deportistas de disciplinas acuáticas. Fue, de hecho, lugar clave durante las Olimpiadas del año 1992, las que pusieron a la Barcelona más cosmopolita en el mapa mundial. El lago fue acondicionado para celebrar las competiciones de remo de aquellos Juegos Olímpicos.
Durante mucho tiempo aquel fue el lugar en que Pelach se desenvolvió a la perfección. En la actualidad su vida continuaba siendo muy apacible. Carme seguía siendo una enorme aficionada a las motos. En esta nueva etapa de su vida, la mujer trabajaba cuidando ancianos de la localidad. Amante del deporte, practicaba yoga en su tiempo libre. Era una mujer querida por todos. Fue a finales de esos años 90 cuando decidió adoptar a Sasha.
Hubo en aquellos años un auténtico boom de adopciones del país que acababa de abandonar la ya resquebrajada Unión Soviética. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), entre 1998 y 2011 se realizaron aproximadamente 11.400 adopciones sólo en Rusia.
Los problemas de la menor
En cuanto a la relación que tenía últimamente con su hija, las versiones que arrojan las declaraciones de los vecinos resultan contradictorias. Algunas de las que estos días se han conocido, como por ejemplo las que han aparecido en medios como Catalunya Diari, atestiguan que la relación de ambas era normal.
Otros vecinos, en cambio, consultados por este periódico, detallan que las discusiones se producían con cierta frecuencia. “Cuando vivía en Banyoles tenía la casa cerca de la de ellas. Un día pasé por delante y estaba la hija discutiendo con la pobre mujer”, asegura una de ellas. Esta versión coincide con la que han detallado otros medios a lo largo de esta semana.
La declaración de la joven ha sido trascendental para finiquitar la investigación. Tras reconocer los hechos, Sasha dice a los investigadores que no recuerda con exactitud, que no logra precisar el número de puñaladas que le propinó a su madre.
La versión que ella dio a los investigadores se ha conocido a través de su abogado.
-"Entró y estaba todo oscuro, cogió el cuchillo y se lo clavó una sola vez y ni la vio, salió sin ver qué había en la habitación, abrió la luz del pasillo, vio un poco de sangre, cerró la puerta asustada y se fue”.
Luego, ha tenido que declarar ante la magistrada del Juzgado de Menores de Girona. La chica aseguró que solo quería “darle un escarmiento” a su madre. Que pensaba que estaba viva cuando huyó de la casa, de camino al colegio, en la mañana del miércoles. Declaró durante dos horas y proporcionó toda clase de detalles.
Uno de los detalles que han trascendido en las últimas horas: los problemas psicológicos de la joven. Su internamiento años atrás. Sus constantes problemas en este sentido. Sasha había estado internada y tenía "un principio de esquizofrenia y de trastorno bipolar". Necesitaba tomar medicación.
La sucesión de los hechos
La sucesión de hechos es la siguiente: Sasha se levanta esa mañana, según sus propias palabras, “obsesionada”. Antes de ir al colegio, discute con su madre, y todo salta por los aires cuando la mata. Tras los hechos, Sasha deja el cuerpo de su madre en la vivienda y una nota en la que se advierte la clara intención de suicidarse. Después, acude a una peluquería cercana. Allí se tiñe el pelo de negro. Su madre, asegura la joven en su declaración, le explica con frecuencia “lo guapa que estaba siendo rubia”.
El gesto, dice la joven, es un acto de rebeldía, como para decirle a la madre (que ella, según su propia versión, cree tan solo herida) que ahora la que manda es ella. Más tarde acude al colegio, como todos los días, solo que en esta ocasión llega tarde, y asiste únicamente a las últimas sesiones de la jornada. Está en su último curso de Bachillerato y en junio cumplirá los 18.
Sasha es una joven, como su madre, con enorme pasión por el deporte. En sus redes sociales pueden advertirse sus paseos en bicicleta, su afición por el balonmano, por las disciplinas acuáticas. Pero a Sasha le gusta también el rock y el heavy metal, afición que quedaba reflejada en grupos como Metallica, Cannibal Corpse o System of a Down. También le gustaba practicarla, y por eso la guitarra era un instrumento inseparable en los ratos libres.
Cuando terminan las clases, el crimen todavía no se ha destapado. Sale del instituto, el IES Josep Brugulat coge el transporte público y se dirige hacia la costa. En Platja d’Aro hay una casa familiar y ella tiene las llaves, así que es allí donde decide pasar la noche, dejando el lugar del crimen a 60 kilómetros de distancia.
Esa noche, la del miércoles, su hermano mayor acude, como todas las semanas, a cenar a la casa de la madre y de la hija. Cuando accede al interior del piso, en torno a las nueve, se encuentra con el cadáver de su madre tendido en la habitación. Su hermanastra no está. El dispositivo policial se activa y los Mossos no dan con la chica hasta la mañana siguiente, siguiendo las pistas que ella misma había dejado escritas en su carta.
Los agentes la localizan allí, frente al mar. Al entablar contacto con ella, Sasha pensó que había sido su madre quien les enviaba. Dice su abogado que cuando supo la verdad, que su madre estaba muerta, se hundió.
La chica cumple la mayoría de edad el 11 de junio. Primero estará tres semanas en el Centro de Educativo de Justicia Can Llupià, en Barcelona. Luego ingresará en la Unidad Terapéutica de Justicia Juvenil Els Tillers de Mollet del Vallès. Los vecinos del barrio y la familia de la madre, una mujer siempre activa, siempre buena, siempre dispuesta, viven ya en una completa consternación.