La pesadilla de Paloma Alonso, de la que nunca despertaría, empezó cuando tenía 23 años. Su padre fallecía de manera repentina el 5 de diciembre de 2004 a causa de una negligencia médica. Pero ese no sería el único pesar con el que tendría que lidiar esta palentina. Con la muerte de su padre, tuvo que hacer frente al impuesto de sucesiones. Ahora, quince años después, con 38 años, Paloma acumula una deuda de 1.290.000 euros con la Junta de Castilla y León. Nunca pudo pagar los 600.000 euros que le pidió en un primer momento Hacienda. Lo que sumado a las multas y a los intereses con el paso de los años le han convertido en la persona que más debe por el impago del impuesto en España. Todo sus bienes están embargados, nunca ha tenido nada, ni siquiera tiene trabajo. "Ni con tres vidas podría pagar lo que me piden, me han destrozado la vida", relata entre lágrimas, la afectada a EL ESPAÑOL.
No le han llegado a embargar su casa, pues nunca ha podido tener una. Cuando pasó todo no tenía otra cosa que los bienes privativos de su padre, todos embargados desde hace 15 años. Hacienda siempre ha estado detrás de ella. Cada euro que ganaba era confiscado para pagar la deuda. Le han llegado a embargar incluso 39 céntimos que le salieron a devolver en una declaración de la renta. El sobre con la notificación que le envió el fisco valía más.
Ahora vive junto a su marido y su hijo de dos años en un piso en la ciudad de Palencia -propiedad de su pareja, claro-. Son lo único que tiene, junto a la esperanza de poder tener una segunda oportunidad, de empezar de cero. Como ahora, sin nada, pero con la posibilidad de construir una nueva vida. Sin cartas certificadas que llegan cada día, sin embargos, "sin sentirse como una delincuente", como ella dice.
"Vivo nerviosa y con mucho miedo, sin saber qué va a ser lo siguiente. Son ya 15 años recibiendo notificaciones de Hacienda. Tenía 23 años y estaba empezando. Es algo que nunca me han dejado hacer: empezar. No tienes derecho a nada. Esto no se lo deseo ni a mi peor enemigo, es una muerte lenta, es peor que si te matan a palos", se lamenta Paloma.
Las empresas no quieren a embargados
Aún así, ella intentó salir adelante y empezó a trabajar, aunque únicamente fuera para Hacienda. Comenzó como administrativa en una empresa durante algunos años, pero se quedó en el paro. No querían a trabajadores con deudas. "Las empresas no quieren tener a personas que están embargadas, no les gusta, piensan que eres una cabeza loca y no les da confianza. Lo único que tienes son puertas cerradas", crítica Alonso, en conversación con este diario. Así que decidió dejar de apostar por el mundo privado y empezar a prepararse las oposiciones para ser gestora judicial.
Paloma y su madre dejaron todo en manos de asesores cuando murió su padre."Yo ni cortaba ni pinchaba acerca del tema, era una estudiante", explica la afectada. Seis meses después, en 2005, liquidó la herencia pagando 50.000 euros. En un primer momento, Hacienda valoró el legado en 2.000.000 de euros. Esta suma la conformaba un piso en Palencia, algunas tierras y sobre todo un solar que su padre tenía con otros tres hermanos (valorado por la Junta en 8.000.000 de euros) y en el que acababan de firmar un proyecto para construir viviendas, que no tardaría en irse al traste con la llegada de la crisis económica en España.
Ella heredó esa cuarta parte (dos millones de euros) y al tratarse de un negocio familiar, Hacienda aplicó la bonificación correspondiente -rebaja- del 95% sobre esa fracción que había recibido, es decir, solo tenía que pagar el impuesto sobre un 5% de esa propiedad (6.0000 euros) y sobre el resto de lo heredado. En ese año, el impuesto de sucesiones en Castilla y León estaba fijado en un 32%, en otras palabras, un tercio de la herencia iba para Hacienda.
Pero dos años después, en 2007, la Junta cambió de opinión. Paloma recibió una notificación en la que le reclamaban 600.000 euros por el impuesto de sucesiones. "Ya he pagado el impuesto", pensó Paloma. Lo que no sabía era que ahora debía pagarlo al completo, sin rebajas. La cantidad se había multiplicado por doce. El Fisco argumentó que no cumplía con los tres requisitos para reducir el pago del impuesto en una "comunidad de bienes" heredada: que fuera su actividad económica principal, su mayor ingreso y de manera directa. ¿Por qué había cambiado de opinión Hacienda después de tres años?
Fue entonces cuando Paloma Alonso inició una batalla legal para conseguir de nuevo esa bonificación, que creía era su derecho. Su pleito llegó incluso hasta el Tribunal Supremo, pero no consiguió nada. "Cuando vas contra la Administración, es difícil ganar", dice, con resignación, la palentina. De haber sabido que la Junta le iba a pedir esa cantidad años después de la muerte de su padre, jamás habría aceptado la herencia, pero la sorpresa llegó más tarde.
"He sido una cabeza de turco"
Al no poder pagar los 600.000 euros, siendo una estudiante, la primera multa que tuvo fue de 300.000 euros. Su familia pudo ayudarle al principio y pagó una parte de la deuda: 400.000 euros. Pero le sirvió de poco al erario público. La suma seguía y seguía creciendo.
El negocio de su padre acababa de empezar poco antes de que muriese, iba a tener un beneficio a largo plazo, pero esas pruebas no eran suficientes para la Administración, no era su ingreso principal. "Estaban buscando las tres patas al gato y fueron a por mí", crítica Paloma. Y no lo dice a la ligera, pues según cuenta a este diario se reunió con un alto cargo de Hacienda en Castilla y León que le dejo caer que "había sido una cabeza de turco". Es decir, dice con seguridad Paloma: "No querían otra cosa que recaudar".
El pasado diciembre, todas sus posesiones salieron a subasta para cubrir la deuda: algunas tierras, la vivienda familiar -de 70 metros cuadrados y sin ascensor- y su parte de los pisos arruinados. Todos los bienes quedaron desiertos, nadie los compró. De haberse vendido todo, tampoco habría dado para pagar la deuda, los bienes se subastaban por un total de 200.000 euros. Con eso no habría pagado ni una séptima parte de lo que le piden.
La Junta los valoró en 2.000.000 de euros y en la subasta pública se venden por 10 veces menos. ¿Por qué? En Stop Sucesiones, una plataforma nacional que aboga por la supresión del impuesto de sucesiones, lo tienen claro. Desde el primer momento, la Junta de Castilla y León hizo una "sobrevaloración" de todos y cada uno de los bienes de Paloma para sacar tajada. Más aún cuando en aquel año, el fisco se quedaba con un tercio de la herencia. Así, según explican a este periódico, la asociación está barajando reclamar por vía judicial a la Junta si el caso efectivamente se trata de una sobrevaloración o siempre se trató de un error.
En Madrid, Paloma habría pagado 6.000 euros
"Esa valoración desorbitada nos ha costado casi la vida", dice Paloma. Al principio se sentía sola, olvidada, tenía miedo e incluso ni siquiera se atrevía a dar la cara. Estaba encerrada en su propio mundo hasta que dio con Stop Sucesiones, que desde entonces le apoya y le ha hecho comprender que "no es una apestada en la sociedad" y "tiene que seguir luchando".
Aunque esa supervaloración ha minado la vida de Paloma, tampoco se olvida de que el impuesto de sucesiones en Castilla y León es uno de los más altos en España. Por ponernos en el caso, si esta afectada hubiese nacido en Madrid, habría tenido que pagar 6.000 euros por el impuesto -en un primer momento- ya que en la región existe una bonificación del 99% para los descendientes que heredan de manera directa (grupo II), es decir, de su padre o madre.
"¿Qué pasa? ¿Hay muertos de primera categoría y de cuarta? ¿Tenemos que ser unos desgraciados por haber nacido aquí?", se cuestiona Paloma. Aunque en Castilla y León el impuesto sigue siendo alto, entre los años 2007 y 2012 para estos herederos también había una bonificación del 99% en la cuota, aunque finalmente se suprimió. Ahora existe una reducción variable, dependiendo del heredero, de 400.000 euros. Sin duda, con estos cambios, la realidad de esta palentina podría haber sido distinta.
"¿Cuál ha sido mi mal? ¿Quedarme sin padre con 20 años?", se pregunta también una y otra vez, a lo largo de la entrevista, la afectada. Y en una ocasión, añade: "No me extraña que la gente deje de ser buena". Las fuerzas le flaquean, tal vez también toda esperanza, pero vuelve a recuperarlas cuando piensa en su hijo y en el futuro que quiere darle, aunque lo haya perdido todo.