“Evidentemente, nos encontramos muy afectados”, dice la voz de Juan Vallejo a través del telefonillo de su casa en Alovera (Guadalajara). “Este lunes ha venido la Guardia Civil y nos han dicho que todavía no tienen nada en claro. Están tardando lo que tienen que tardar, es su trabajo y nos fiamos”, añade sin ganas de hablar.
Juan está destrozado y lo hace saber. Él es el padre de Miriam Vallejo, la joven de 25 años que el pasado miércoles fue encontrada muerta mientras sacaba a sus perros en el término municipal de Meco (Madrid). Mimi, como la llamaban sus amigos, fue encontrada con 20 puñaladas tirada en un camino de tierra cerca de su casa.
A pesar de que han pasado cinco días, las autoridades todavía no tienen una línea clara de investigación ni se ha producido ninguna detención. Algunos medios aseguran que la autoría del crimen pertenece a una mujer que se ensañó con Miriam por celos a una tercera persona, pero al círculo cercano le extraña mucho.
“A ella le gustaban los chicos pero no tenía ninguna pareja reciente”, dice Toñi, amiga de Miriam en Alovera y que le llegó a ofrecer su casa cuando la fallecida quiso independizarse. “Yo creo que si fue por celos, debió ser algo del pasado, porque ahora no tenía problemas con nadie”, asegura. “Iba a venir a mi casa en Navidad, pero no pudo, y la última vez que hablé con ella fue tres días antes de que muriera y vi una persona joven, buena y feliz, como siempre”, añade.
El pasado miércoles, Miriam salió por última vez de su casa en Villanueva de la Torre para pasear a Nilo y Dana, sus dos perros. Era ya de noche, aunque no tarde, en la localidad de Guadalajara a la que llegó en octubre. Vivía en la calle Sierra de Ayllón, donde todavía está su coche aparcado, con su carné del gimnasio, una bolsa de deporte y dos peluches de Hello Kitty en el salpicadero.
Caminó dirección al sur unos metros para llegar a un parque donde siempre sacaba a sus perros. Es una zona muy transitada, con gente paseando a sus mascotas y haciendo deporte. Es un paraje casi bucólico con un campo abierto que separa la última frontera de Guadalajara con Madrid. No en vano la última calle se llama Mirador del Henares.
“La verdad es que ahora sí que da un poco de miedo”, reconoce una vecina. “Es un sitio en el que hay mucha gente, pero después de todo lo que ha pasado da miedo hasta dejar los niños jugar por aquí”, añade, “todavía están mirando qué pasó pero tampoco sabemos si es que hay un loco que anda suelto”.
“Normalmente ella no se movía de este parque”, asegura Sandra, otra vecina, abarcando con la mano. Lo cierto es que todos habían visto a Miriam con sus perros y a veces con los perros de la pareja de amigos con la que vivía en el chalé. Sin embargo, el trato no había trascendido porque las conversaciones siempre eran banales y poco saben de ella más que el hecho de que era una persona muy agradable. “Lo que sí me fijé es que las últimas veces que la vi, ella le había comprado una de esas luces que les ponen a los perros y quizás por eso se atrevió a ir más allá”, cuenta Sandra.
En efecto, aunque de día el paraje de día está altamente transitado, el parque del que Miriam no salía es la última parte con luz del paseo que dio aquel miércoles. Tras abandonar el parque, Miriam bajó por una pequeña ladera y caminó 500 metros por un camino de tierra que dibuja la delimitación entre Madrid y Castilla La-Mancha hasta que alguien la mató a puñaladas.
Una de las principales líneas que se da por seguro es que la persona que lo hizo la conocía porque al lado de su cuerpo -que fue encontrado poco antes de las 21:00 de la noche por una pareja que hacía deporte- se encontraron a los perros y extraña que no la defendieron. Especialmente teniendo en cuenta que los perros son grandes -su favorito era un pastor belga malinois- y que según la autopsia Miriam hizo lo imposible por defenderse y le quedaron marcas de haber peleado.
Según el diario ABC, otra de las claves está en el teléfono móvil de Miriam. Aseguran que el miércoles, después de aparecer el cadáver, la Guardia Civil estuvo buscando sin éxito el teléfono y que este lo encontraron al día siguiente. Esto desata la teoría de que el autor -o más probable, autora- del delito recogiera el teléfono para borrar unos mensajes inculpatorios y luego volviera a la escena del crimen para dejar de nuevo el dispositivo.
Alegre, deportista y buena trabajadora
La muerte de Miriam ha conmocionado allá por donde pasó la joven. Tres ayuntamientos -Villanueva, Alovera y Villalbilla- han decretado un luto que todavía sigue tras su muerte. A pesar de sus 25 años, siempre estuvo caracterizada por su vitalidad y por moverse en distintos ámbitos.
Su último trabajo fue como responsable del departamento de administración en la empresa DMI Computer, en San Fernando de Henares, y a donde llegó hace dos años. Esto lo compaginaba como voluntaria en la Protección Civil de Villalbilla. “Era muy buena trabajadora”, recuerda un responsable de DMI Computer en conversación con este diario. “La gente está un poco en shock, y la Policía ha estado aquí hablando con sus compañeros y amigos”, añade.
"Sus dos perros lo eran todo", asegura una vecina que la conocía de pasear a sus mascotas pero que ha pedido no aparecer nombrada. "Yo me acuerdo que me comentaba que se quería mudar del piso de sus padres a un chalé para que los perros tuvieran sitio", añade. "Era muy buena y súper abierta, fíjese, para que hablara tanto conmigo que tengo 60 años y ella era tan joven".
Su otra pasión, además de los perros, era el gimnasio. Iba asiduamente a las clases de zumba y spinning que se impartían en el Gym Fitness de Alovera. “La chica era muy maja y muy agradable”, asegura Germán, el dueño del gimnasio. “Le gustaba mucho el deporte, a veces lo hacía en las máquinas pero sobre todo era en las clases de zumba y de las últimas veces que la vi me dijo que quería apuntarse a cross fit”, añade.
“Miriam no tenía nada malo”, dice Maite, una de las amigas que hizo en el gimnasio. “Era buena, deportista, amante de los animales… yo ahora estoy mal porque tenía pendiente llamarla para hablar pero ya no puedo”, cuenta.
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