Los guardias rurales Xavier Ribes y David Iglesias apenas tuvieron tiempo para reaccionar. Los disparos les alcanzaron en la cabeza y murieron en el acto. Sus cuerpos quedaron tendidos en un campo de olivos próximo a la carretera LV-7021, en el municipio leridano de Aspa. Ismael Rodríguez, autor confeso del crimen, regresó a su coche, donde algunos de sus compañeros de caza aguardaban junto a sus vehículos. Tras contarles lo que había sucedido, llamó a emergencias para advertir de la presencia de dos cadáveres. Eran las 11.40 de la mañana del sábado 21 de enero de 2017.
Ahora, Ismael ha sido ya condenado por aquel crimen. Tras el juicio, el jurado popular ha formulado su veredicto y le han declarado culpable del doble asesinato en aquel coto de caza de Aspa (Lleida). Siete hombres y dos mujeres los que formaban el tribunal, acaban de transmitir su sentencia, y consideran que es el culpable inequívoco de los hechos.
Además, el jurado ha considerado que no hay alteración psíquica en el acusado. Esta baza fue utilizada por la defensa esta misma semana, durante la que se ha celebrado el juicio en la Audiencia de Lleida.
En la última jornada, Ismael realizó un alegato con el objetivo de pedir perdón a la familia de las dos víctimas, de Xabier y de David: “Lo siento, perdonadme. Ya sé que es imperdonable”. El ya condenado. leyó un texto, en el que decía haber tenido pensamientos suicidas, pero que hacerlo “no devolvería la vida” a los agentes rurales.
Ahora es la Audiencia de Lleida quien establezca la condena exacta.
¿51 años por el doble asesinato?
Pau Simarro es el abogado de las familias de los agentes rurales asesinados. Tanto él como Albert Requena, el letrado que representa a la Asociación Profesional de Agentes Rurales y a la Asociación Española de Agentes Forestales (Aeafma), piden 51 años de prisión para el cazador de Vacarisses. La Fiscalía solicita 48.
La letrada de la defensa, Montse Torres, por su parte, defendió que su cliente cometió delito de homicidio y no asesinato, y pidió al jurado tener en cuenta que tiene dificultades para controlar sus impulsos a consecuencia de las secuelas de no haberse tratado de su epilepsia.