A una hora en coche de Venecia, en medio de la neblina invernal, un imponente edificio alberga la sede del grupo OTB, siglas de Only The Brave, compañía desde la que Renzo Rosso (63/Virgo) despliega sus tentáculos empresariales por todo el planeta. Renzo es muy popular en Italia, la décima fortuna del país según Forbes y un ejemplo no del hombre hecho a sí mismo, sino del italiano moldeado a sí mismo, porque todos sabemos que un italiano es primero italiano y luego Uomo.
¿Quién es Renzo Rosso? Se trata de uno de esos emprendedores (3.000 millones de euros) bohemios que finalmente lo ha conseguido… Aunque habría que definir si conseguirlo es hacerse propietario de un club de fútbol o llevar a término rentable una idea que surgió con honestidad.
El tercero de los hijos de una familia de agricultores de Bassano del Grappa, en Vicenza, a Rosso no se le ocurrió otra cosa que hacerse sus propios pantalones vaqueros cansado de heredar los de sus hermanos. Hasta aquí nada nuevo. Sus primeros pasos en la industria los dio de chaval en la empresa del diseñador italiano Adriano Goldschmied propietario de Moltex, en un principio como accionista minoritario y luego como dueño y signore.
Rosso es un tipo que sigue sus instintos y la idea que tuvo fue la siguiente: desgastaría los jeans y los vendería como los más caros del mercado. El plan le funcionó. ¿Tan simple? No. Dicha idea funcionó muy bien con unas campañas de publicidad nacidas de la irreverencia punk y de la maestría de Oliviero Toscani (76), a quien su escuela de creatividad de impacto para Benetton tanto dinero había reportado a la familia vecina. A diferencia de Toscani, Renzo era ya de otra generación y los códigos para ir más allá eran distintos. Así que la mejor manera de entender a Renzo Rosso sería uniendo a su apellido tres palabras: italiano, emprendedor y punk. La combinación de todas ellas, junto a una espiritualidad heredada de los genes familiares, le ha hecho un empresario diferente. Su penúltima ocurrencia: anunciarse en PornHub, conocido portal de vídeos porno. “Tuvimos un montón de clics. Fue una idea genial como marca”, me contó para TAPAS magazine.
La mejor manera de entender a Renzo Rosso sería uniendo a su apellido tres palabras: italiano, emprendedor y punk
La revista TAPAS, que edito y dirijo, le ha entregado su cover con una fotografía en la que juega al billar con dos de sus vinos, Nero di Rosso y Bianco di Rosso (el negro de Rosso y el Blanco).
Lo primero que el periodista ve cuando le reciben en el cuartel general de OTB son una docena de Leones de Cannes, los premios a la creatividad publicitaria conseguidos por sus campañas. A la izquierda, una escultura hecha de ropa de Diesel prensada. Me pregunto si fue una idea de Renzo o bien de algún escultor avispado que se dijo “a este le coloco yo una pieza, que no llego a fin de mes”. A pocos metros, el comedor de todo el personal (más de un millar de personas trabajan allí) gestionado por Sodexo, está medio dormido a la espera de que llegue la hora del papeo. Renzo aparece pronto, gentil y ligeramente maquillado. Comemos, y mientras, charlamos sobre su conexión con el Papa –al que llevó unos jeans blancos para mejorar su estilismo–; sobre cómo el Dalai Lama le dijo que no bastaba con la caridad anónima, sino que además, había que dar la cara; y sobre un rumor que circula por internet que dice que fue propuesto como ministro de Renzi. Rosso es un vendedor, se viste para la sesión como a ti te gusta, transmite humildad y también mucha fuerza. Tiene siete hijos, el mayor de 40 y la última de apenas 4 años, y es dueño, entre otros, de Diesel, Martin Margiela, Viktor & Rolf, Marni o Dsquared. Pero no solo eso, además invierte en otros negocios como la firma de comida biológica NaturaSi o navega cada verano en Ibiza a bordo del Lady May, que si lo googleas lo encontrarás lleno de famosos.
Sus ojos azules, su cabello rizado y sus andares de rockero le convierten en asiduo de los desfiles de su marca y del planeta Instagram que defiende como si fuera un adolescente. ¿De qué adolece? Imagino que de anonimato y de tiempo, pero parece un hombre feliz, más feliz que rico. No es poco.