El lunes 12 de noviembre de 2018 subía las escaleras de la lujosa mansión de excelente gusto arquitectónico de un importante dirigente del chavismo, al que me referiré con el nombre de Manuel. Entenderéis que en este momento no pueda ni me dejen revelar el nombre de la persona con la que desde hace casi tres años, vengo intercambiando opiniones en la búsqueda de una posible salida para poner final al régimen dictatorial chavista.
Aunque desde hace meses mis visitas a Caracas tenían un altísimo riesgo, subía los escasos escalones de la entrada de la casa con ímpetu, fuerza y muchísima ilusión. En esta ocasión, iba acompañado de dos importantes e interesantes personas; la primera, Alberto, alto funcionario administrativo del chavismo, pero que desde hace mucho tiempo no comulga con ellos: de hecho, en ese momento ya había sido cesado; la segunda, Junior, un empresario y político venezolano gran amigo y persona de la máxima confianza del dirigente chavista, y que fue quien nos puso en contacto.
Esta no era la primera vez que me entrevistaba con él en su casa, ni espero que sea la última, porque es una de las personas con las que se puede lograr un pacto para lograr la salida de los chavistas.
El recibimiento de Manuel fue, como siempre, muy agradable, en una casa donde para llegar al salón, de al menos 300 metros cuadrados, hay que pasar por otra gran sala en la que se quedó esperando el ex funcionario. La reunión se celebró en los mismos sofás que en ocasiones anteriores y duró casi dos horas.
Era una estancia con una estética muy atractiva por la gran calidad de las obras de arte y aunque, un poco abigarrada, puesto que hay esculturas por todos lados, mucha pintura y bastantes muebles, la combinación resultante es de gran gusto y elegancia. La mayoría de las obras son de arte moderno de los últimos 25 años.
El salón tenía unos grandes ventanales con una altura de suelo a techo de más de cuatro metros que daban paso a un gran jardín que tendría más de 2.000 metros cuadrados. Esta casa está situada en una zona céntrica de Caracas, en uno de los barrios más caros donde vive la gente más adinerada del país.
Después de cambiar opiniones sobre las obras de arte y hablar de cosas generales, entramos de lleno en el tema. Puse la directa y no tuve reparos en hablar con toda claridad ante Manuel, como si en lugar de estar ante un dirigente chavista, estuviese ante un auditorio partidario de la oposición. Empecé a describir minuciosamente el análisis de lo que está sucediendo en Venezuela, exponiéndole la dureza de la situación.
La radiografía catastrófica
En la exposición expliqué a Manuel, largo y tendido, la radiografía de la catastrófica situación venezolana. Durante más de media hora desgrané el análisis basado en siete ejes: 1) El régimen político venezolano ha ido transformándose desde una supuesta democracia a una auténtica dictadura; 2) la gravísima situación económica del país; 3) la teoría nos dice que los países con dictaduras tienen unos niveles aceptables de seguridad, pero en el caso de Venezuela consiguen la cuadratura del círculo y es que es uno de los países más inseguros del mundo; 4) la diáspora, más de tres millones de venezolanos han tenido que abandonar el país; 5) la corrupción es brutal y está enraizada en todo el sistema; 6) el régimen de Maduro ha montado un sistema electoral completamente fraudulento, donde se inventan los datos de participación y los resultados; 7) y por último, la situación va a peor, sólo cortando de raíz el régimen se puede revocar el orden actual y recuperar la democracia.
Este análisis es fruto de la síntesis a la que había llegado en mis numerosas conversaciones en el tiempo con toda la oposición, antiguos y actuales copeianos, Vente Venezuela, Voluntad Popular a través de Alejandro, una parte de Adeco, otros partidos políticos, Plataforma Frente Amplio por Venezuela Libre que agrupa a la mayor parte de los partidos políticos, la Iglesia Católica y la Evangélica, Constitucionalistas y movimientos sociales.
Mientras exponía con sinceridad mis opiniones a Manuel, recuerdo la cara de Junior, la tercera persona presente en la reunión, al que también considero un buen amigo, desencajada al escuchar mi contundencia. Aunque es un hombre de magnífica oratoria, fue incapaz de decir una palabra en toda la reunión al oír la dureza del análisis. En honor a Manuel, a pesar de lo tajante de mi intervención, dando lugar a momentos tensos, debo agradecer su cordialidad, que fue siempre exquisita.
Un gobierno de transición
Después de radiografiar la situación expuse las medidas necesarias a tomar. Cuando mencioné que la única opción en el momento actual era la creación de un gobierno de transición, la expresión de asombro en la cara de Manuel era digna de una foto, sus gestos se paralizaron y dirigió una dura mirada hacia mí. Sin darle tiempo a que me recriminara, continué con la definición de cómo debiera ser ese gobierno de transición.
Debe ser formado con una mayoría de representantes de la oposición e independientes, y por una minoría de chavistas, como así es la sociedad actual donde la relación de fuerzas es de un 80-20 favorable a la oposición, debe actuar como un órgano colegiado para tomar las decisiones por unanimidad o por la mayoría de sus componentes. Todos deben tener el convencimiento y la disposición de prepararse para iniciar un proceso de plena democracia y de relanzamiento económico, político y social, para cambiar los designios actuales de Venezuela.
Continué explicando a Manuel que de manera inmediata debe disolverse la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente y hacer que la Asamblea Nacional recupere su plena capacidad y atribuciones, pues actualmente es el único órgano legítimo y plenamente democrático del sistema político venezolano, donde están presentes todas las fuerzas, gobierno y oposición.
Salida del país de 40 altos cargos con Maduro a la cabeza
Un momento tenso de la reunión fue cuando expliqué que el gobierno de transición haría una oferta de amnistía en la que se organizara la salida del país de los principales responsables del movimiento chavista, unos 40 cargos -con Maduro a la cabeza-, y su traslado a un país de acogida donde estarán controlados y del que no podrán salir. Y una amnistía a los que se queden, pero siempre con el embargo de todos los bienes malhabidos. Y que en el caso de que los chavistas no lleguen a un acuerdo de este tipo, su salida sería más traumática y tendrían graves consecuencias.
La primera reacción de Manuel fue de un cierto enfado. “Está muy bien, 40 dirigentes nuestros se van del país, y que se vayan otros 40 de la oposición”. Ahí no supe controlar mi espontaneidad y se me fue la mano al contestarle “ya los tenéis en la cárcel”. Pude calmar su enfado explicándole que en estos casos en el que un país está política y económicamente destruido si alguien debe recibir un castigo son los responsables políticos de esa situación.
La oferta de amnistía está condicionada a no repetir las mismas acciones y están sujetos a que se les pueda embargar el patrimonio del que no puedan demostrar una procedencia lícita.
En un momento determinado dijo con la boca chica: “La verdad es que no tengo miedo a nada”. Pero al final de la conversación asumió y reconoció aceptable que a cambio de la transición si se hace en estos momentos, no alargándose, el precio a pagar es una amnistía condicionada.
Una vez conformado el gobierno de transición, su principal propósito debe ser trabajar en la restauración del orden social, político y económico para convocar elecciones libres y transparentes en un plazo de entre nueve y 12 meses máximo.
Hago un paréntesis en la narración de la conversación con Manuel para aclarar que el eje de mi trabajo es el concepto de transición, como en parte se ejerció en España en 1976-1977 y que curiosamente ha sido modelo repetido en el mundo entero, que es aplicable a cuando los dictadores dejan el poder sin violencia y sin golpes militares porque su situación es insostenible por la presión social, la política internacional y, en general, por el funcionamiento económico. Pasó en España con los reductos del franquismo recién muerto Franco, en Rusia con Gorbachov y en Chile con Pinochet, y así una cadena de países, entre ellos casi todos los países del Este de Europa, de la órbita de la ex Unión Soviética.
Usted propone un golpe de Estado
A pesar de la capacidad intelectual y la desbordante atención que mostraba el anfitrión, dijo dos cosas. Primero, que estaba de acuerdo en muchos de los planteamientos que le había hecho, pero en otros no. Y segundo, que lo que proponía era un golpe de Estado. En ese momento Junior entendió la gravedad de los hechos y el riesgo que corríamos.
Mi respuesta al dirigente chavista fue la de excusarme porque, aunque estaba muy agradecido por su recibimiento, y, por supuesto, no quería ofenderle en su casa, le dije que tenía la obligación de ser muy claro para avanzar hacia un acuerdo final, a lo que Manuel respondió: “Usted es un amigo de la casa, es bien recibido y le ruego y entiendo que continúe hablando con franqueza”.
Al final de la reunión, con la cara de Junior menos estresada y Manuel rebajando sus planteamientos dijo que estábamos de acuerdo en muchas cosas, pero que en algunas no y que se iba a reunir con tres o cuatro dirigentes más y que entonces me trasladaría su contestación.
Volví a ser tajante y, aunque agradecí su atención e interés, le dije “vengo a llegar a un acuerdo de cierre final, sólo me sirve una respuesta a lo hablado o una contrapropuesta”. Él quería que se mantuviera la línea de diálogo abierta, pero yo le dije que, desde mi punto de vista, sólo había la opción de salida y transición con la contraprestación de la amnistía condicionada y limitada.
Anonimato por el grado de represión
Hablé prácticamente con toda la oposición, además de órdenes religiosas, constitucionalistas y movimientos sociales. Para ello tuve la ayuda inestimable de Alejandro, que aunque ayer pensé en mencionar su verdadero nombre, lo he cambiado a petición suya ya que el grado de represión que se vive en Venezuela es muy fuerte. Antiguo diputado copeiano, es una persona excepcional que desde que nos conocemos me ha mostrado su amor por su país colaborando activamente y poniéndome en contacto con los principales actores políticos, de la oposición y de la sociedad civil.
Tanto Alejandro, como los demás interlocutores que aquí aparecen sin nombres o con nombres simulados, han expresado que pasados estos momentos convulsos, si se logra el paso a la transición no tienen problema en darse a conocer. Cuando les comenté el sábado a todos ellos que iba mencionarles, en los primeros minutos me dijeron que les parecía bien, en las horas posteriores me pidieron que por favor no dijera de momento su nombre.
En general, fue llamativo que dentro de la oposición fue sencillo consensuar los puntos del acuerdo final una vez definida la estrategia de la transición y apenas hubo pequeñas diferencias que, por supuesto, fueron incorporadas. Todos con los que me entrevisté aceptaron globalmente y en concreto los planteamientos.
Debo relatar otros encuentros con distintas fuerzas sociales, que me resultaron de especial atractivo como es el representante autorizado por la Iglesia Católica, un Monseñor cuyo nombre tampoco puedo revelar en este momento, pero al que le debo muchas cosas.
El sentimiento de la mayor parte de los interlocutores era de sufrimiento por su país y preocupación por la marcha de los acontecimientos. En todas esas reuniones, mostraban su acuerdo con el análisis, pero realmente había una gran desesperanza y la mayoría veía la salida complicada, y aun estando de acuerdo y queriendo la transición, creían que era un sueño casi imposible. La clave de su desesperación era el gravísimo problema que tenían de falta de unión.
En este panorama de división, se había perdido la esperanza en la oposición parlamentaria, pero no porque fueran duros o enfrentados al sistema chavista sino por todo lo contrario, los consideraban demasiado blandos y poco beligerantes contra el chavismo.
Unidad en la oposición
Hubo que hacer un trabajo especial de acercamiento entre distintas fuerzas. Se consiguió a finales de diciembre y se materializó el 5 de enero, cuando la Asamblea Nacional aprobó a Guaidó como presidente del Parlamento, con la intención de que se proclamara presidente interino. Puesto que estaba claro que Maduro no podría ser presidente por la ilegitimidad de su supuesta elección, la Asamblea decidió que el 10 de enero no aceptaría la juramentación de Maduro y en ese momento se aprueba la idea de transición. Juan Guaidó, el 23 de enero, en la primera gran manifestación opositora desde 2017 se juramentó como presidente encargado del país, en busca de la transición, demostrando el pueblo venezolano su fuerza y unidad en las calles.
Este paso dado por la Asamblea Nacional es una gran victoria de la oposición que desemboca en la situación actual, caracterizada por la recuperación de la unidad de la oposición y las fuerzas sociales: el éxito de la aceptación de la idea de la transición como la mejor y la única salida posible; el apoyo internacional con el reconocimiento de la legitimidad democrática de la Asamblea Nacional, y el rechazo al régimen de Maduro.
Manipulación de los votos
Entré en contacto con parte del entorno de los chavistas. Entre unos y otros, algunas cosas me contaban. Como, por ejemplo, un antiguo informante del CNE me reconoció que se manipulaba el sistema electrónico desvinculando el nombre del votante de su voto, en teoría para mayor anonimato de los electores, pero la realidad era que así los datos eran manipulables, inventando a su gusto tanto la participación como las votaciones a las distintas alternativas. De manera que es un sistema absolutamente vulnerable y sin ningún control. También tuve la pista a través de ellos de que en determinadas mesas donde la oposición no tenía supervisores lo que hacían era que la totalidad de los votos de esa mesa se los adjudicaban a Maduro. Sólo con ese movimiento pudieron convertir la ventaja de Capriles en una victoria de Maduro en las elecciones del 2013.
En relación a esto, la empresa SmartMatic (responsable de la tecnología para el conteo de los votos) salió del país en 2017 ante los resultados anunciados por Maduro en las elecciones a la Asamblea Constituyente. Me entrevisté con algún dirigente de la compañía y reconoció que tiene la prueba de que hubo manipulación del dato de participación, pues la versión oficial anunció una participación de 8,1 millones de ciudadanos mientras que la compañía dice que fueron 2,3 millones. Esta información también me fue corroborada por alguien de la CNE.
La realidad es que no se pueden convocar elecciones mientras el organismo electoral esté en manos de la dictadura de la que se quiere salir. Para celebrar unas elecciones democráticas, libres y transparentes es necesaria la renovación del CNE y la supervisión y control de organismos internacionales. Y quien piense en aceptar que Maduro pudiera convocar unas elecciones libres es apoyar la manipulación de los datos.
En una de las conversaciones con Manuel le dije que entendía por qué él no quería unas elecciones libres y es que sabía que no tenían ni el 20% del voto popular, así que las perderían. Y no sólo eso, sino que les quitarían las propiedades y les cortarían la cabeza (por supuesto eufemísticamente, refiriéndome a que acabarían en la cárcel).
A pesar del gran miedo, la destrucción latente y la desintegración de la oposición, aquel 12 de noviembre de 2018 salí de esa reunión con la convicción de que la transición podía triunfar. La mayoría de los partidos la habían aceptado, después de la reunión con Manuel empecé a pensar que la posible salida de los chavistas podía ser real. Hoy pasados casi tres tres meses, creo que la transición prácticamente ha triunfado. La única duda es si se conseguirá de forma inmediata o llevará algo más de tiempo, sabiendo que alargarlo es aumentar el sufrimiento, correr mayor riesgo y sin duda, aumentar la posibilidad de que se derrame sangre. Creo sinceramente que la transición está triunfando y para mí este trabajo y aunque todavía queda mucho por hacer ha sido lo más apasionante e importante que jamás he hecho y que habría soñado en hacer en toda mi vida.