Alberto Sánchez Gómez, el hijo caníbal de María Soledad Gómez, a la que mató, descuartizó y luego se comió parte del cadáver en su piso de la calle Francisco Navacerrada de Madrid, en el barrio de Salamanca, había tenido varios ingresos en los servicios psiquiátricos de la red hospitalaria pública de la capital de España, según cuenta su entorno.
“Al menos, tres”, dice un amigo que lo conoce desde la infancia, cuando ambos jugaban a fútbol en el mismo equipo. “El primero fue en el hospital La Princesa. El segundo, creo que en el Gregorio Marañón. Hubo un cuarto intento, pero le dijeron que no estaba para ingresar en un centro público. ¡Pues vaya si no lo estaba: se ha comido a su madre!”.
El chico con el que habla EL ESPAÑOL pide mantenerse en el anonimato. Cuenta que es un año menor que Alberto, ahora detenido. Él, de 1993. El joven caníbal, del 92. “La vida de Alberto cambió cuando se fue a Grecia. A su vuelta, ya no era el mismo. De ser un chaval ligón, normal, que le gustaba salir de fiesta de vez en cuando con sus amigos, pasó a ser un tipo introvertido y con paranoias en la cabeza”.
Este amigo de Alberto Sánchez Gómez cuenta que el acusado de haber matado a su madre se marchó a Atenas (Grecia) en segundo de carrera con una beca Erasmus. Estudiaba Contabilidad y Finanzas. Allí debió tener una mala experiencia. Se volvió antes de acabar el curso. Su único hermano, mayor que él, se tuvo que hacer cargo de que mandasen las pertenencias de Alberto hasta Madrid.
A su vuelta a la capital de España, Alberto contó a sus amigos de toda la vida que en Grecia había consumido la conocida como droga caníbal, que los policías del país le perseguían y que había entablado cierta amistad con unos chicos albanokosovares que le habían llevado a vivir situaciones complicadas.
“Jugaban a una especie de juego de apuestas en el que ganaba el que no se rendía a la hora de hacer retos. Eso que nos contó era verdad porque tenía alguna multa por quemar cubos de basura. Lo otro, no lo sé, la verdad”.
Delirio persecutorio
Alberto volvió a Madrid y se instaló con su madre, que sufría problemas de adicción al alcohol desde hacía años. Su padre murió de un cáncer de huesos hace 15 años, cuando él tenía sólo 11. Era ebanista.
De nuevo en casa, el detenido dejó la carrera y comenzó a agredir física y verbalmente a su madre. En el primero de sus ingresos en un psiquiátrico, donde pasó “un mes más o menos”, se le diagnosticó un trastorno por delirio persecutorio.
El chico salió “mejor de lo que entró” del hospital La Princesa, cuenta su amigo. Pero al poco de poner un pie en la calle dejó de tomarse la medicación que le recetaron. “Poco antes del último intento de ingreso, la madre de Alberto y yo hablamos”, explica este chico a EL ESPAÑOL. “Me contó que lo había denunciado en varias ocasiones y que tenía una orden de alejamiento sobre ella, pero que prefería que viviera en su casa a estar sin un techo en la calle”.
En el expediente policial de Alberto Sánchez Gómez constan 12 denuncias por malos tratos. Según este amigo que habla con el periodista, en los últimos tiempos se le había visto viviendo en una tienda de campaña instalada en un parque de la Avenida América de Madrid y también había ocupado un piso.
Este chico y Alberto no se ven desde hace ocho meses. Sólo supo de él a finales del pasado año, cuando le escribió por Whathsapp para decirle “a ver si nos vemos y tal…”.
Este pasado viernes, cuando la Policía Nacional acudió a detenerlo tras la alerta levantada por una amiga de su madre que dijo no haber visto a María Soledad desde hacía un mes, Alberto permitió a los agentes que entrasen a su casa. Allí, se encontraron táperes con pequeños trozos del cadáver de la madre en su interior. Otros, con la ayuda de su perro Coque, ya se los había comido.