Hay un momento en la entrevista que le realiza el periodista Carlos Alsina (Madrid, 1969) a Quim Torra en el que el president de la Generalitat emite una tos gutural y horrenda a mitad de una de sus respuestas. Al proseguir parece ahogarse en sus propias palabras, en sus propios argumentos.
Justo antes, Torra está recibiendo un severo correctivo. Justo después, un minuto de intercambio en el que está resumido prácticamente todo lo relacionado con el juicio del procés:
-Torra: … Que líderes sociales, que defendían una idea, como Jordi Cuixart o como Jordi Sànchez, estén en prisión por defender una idea...
-Alsina: La misma idea que defiende usted y no está procesado.
-Torra: Sí, sí, la misma idea. Porque yo podía ser Jordi Cuixart. Porque yo era presidente de Òmnium.
-Alsina: Si hubiera hecho lo mismo que hizo él y realizado las mismas acciones que hizo él, estaría procesado. Pero usted no lo está. Es decir, que no es por la idea
- Torra: ¿Qué hizo Jordi Cuixart? Defender una idea, defender el sí al referéndum.
-No, usted también defendió la misma idea y no está procesado.
-Está encarcelado por… por libertad de expresión. La presidenta Forcadell...
Carlos Alsina esboza una media sonrisa. Después, efectivamente, solo queda ya un balbuceo, la estocada final al morlaco en el centro de la plaza. Un púgil desnortado ante el cual al periodista ya solo le queda rematar a puerta vacía.
- Si estuviera encausado por libertad de expresión, no quiero ser reiterativo, pero estaría encausado usted, que está defendiendo exactamente lo mismo que el señor Cuixart, con toda libertad ahora mismo, estamos siendo testigos de ello.
- Pues perdone, pero está encausado por la libertad de expresión. Y hay cantantes, que están en el exilio también porque… pues porque formularon unas canciones… raperas… Y que se han tenido que exiliar.
(…)
La ironía, seña de identidad
A Carlos Alsina le vuelven loco los frutos secos. En los intermedios de la larga maratón que es un programa de radio matinal hay múltiples momentos en los que picotear, departir con los colaboradores, subrayar algunas ideas, abrir una Coca-cola. Son seis largas horas que no empiezan a las seis y que tampoco acaban a las doce: “Para él, la radio es su hábitat -sentencia Amón-. A más horas tiene más disfruta. Más posibilidades. Por eso, el aumento de la franja horaria ha sido más un alivio para él”.
Alsina vive fuera de Madrid. Tiene varios perros, a los que saca por el campo a pasear. Entre semana duerme pocas horas, que luego recupera cuando llegan el sábado y el domingo. Por lo demás, no goza demasiado del protagonismo ni, lógicamente, de conversar acerca de su vida privada. Buena parte del tiempo lo pasa pensando y escribiendo para la radio. “Está todo el día. Empieza a trabajar a eso de las dos tres de la mañana, pero a las diez de la noche está escuchando las tertulias”, dice Müller.
Aún habrá en 2019 quien descubra a Carlos Alsina. Quienes mejor le conocen aseguran que él se define como “autor de programas de radio”. Que entró en el mundo del periodismo para acceder luego a las ondas, que era lo que siempre había querido. Que tiene una memoria de elefante y que, si hay una sentencia por el medio, siempre se encarga de primera mano.
“Hoy parece una obviedad decirlo, pero es que cuando hay una sentencia Alsina se la lee. Y se la lee entera”, dice Amón. Pero lo más positivo, explican sus colaboradores, es esa bandera de periodismo no alineado. Lo que viene siendo no casarse con nadie. “Tú no sabes a quién vota Alsina. Tiene ese espíritu crítico polifacético. La gente piensa que es muy duro con Sánchez, pero ya no se acuerda de lo duro que era con Rajoy. Le puso en situaciones muy incómodas”.
Su paso por la prensa escrita fue casi tan fugaz como los seis pitidos de las señales horarias que preceden a sus monólogos de las ocho. Inició su andadura radiofónica en el año 1990. Desde entonces, apenas ha abandonado el barco en el que se enroló por primera vez. Ahora es el mascarón de proa de la tripulación de Onda Cero.
La seña de identidad hacia la que muchos señalan es la ironía, ejemplificada a la perfección en un gesto característico de su ceja izquierda. En la escucha, el oyente no lo percibe, pero dentro del estudio, durante la entrevista, tiene lugar a veces un instante previo a esa respuesta con retranca. Ahí Alsina, con ese leve gesto, esboza una sonrisa, arquea la ceja, y luego responde, dejando en la lona a su oponente. Eso sin levantar la voz.
"Es la gota malaya"
“Ese lance expone mil veces mejor la falacia del independentismo que cualquier documento o sentencia o lo que sea”. Al habla John Müller, periodista, columnista de El Mundo y colaborador habitual de Más de Uno. Después de la entrevista, un aluvión de titulares. De piezas en los medios. De tuits. Una ola viral que aunaba voces de todo signo confluyendo en una misma marea, en una misma idea: Alsina se había desayunado a Torra, y lo hizo con la naturalidad de quien bosteza al despertarse
El modo en que el periodista desarmó al presidente de la Generalitat fue una de las noticias más leídas en muchos diarios generalistas esa misma jornada. Esta no es la primera ocasión en que ocurre: para los anales quedan Mariano Rajoy y su célebre “¿y la europea?”.
“Nunca he visto a nadie tan nervioso, tan fuera de lugar ante Alsina como Torra. Él se elabora un cuestionario muy desarrollado, pero luego tiene una enorme facilidad para salirse del guión. Su truco es que el entrevistado se sienta cómodo porque su tono es afable”. El periodista y escritor Rubén Amón dice que el presentador de Más de Uno es, desde hace ocho años, la persona con la que más tiempo pasa cada día. Por eso intuye cuál es el modo en que Alsina acorrala a sus invitados: desde el argumento, desde la idea, desde esa cortesía irónica que suele frecuentar. “Es como una gota malaya. Al final, hace que el tipo se vaya de la entrevista diciendo lo que nunca quería haber dicho. No se trata de lucirte. Se trata de los titulares que da. Y eso lo consigue porque es su hábitat”.
No es la primera ni la última vez que coloca a un político en una situación comprometida. En concreto, ese es precisamente su día a día en la emisora ubicada en San Sebastián de los Reyes. Recordemos el célebre momento en el que a Mariano Rajoy, todavía presidente del Gobierno, se le descompuso el rostro en una mueca, en ese imparable guiño de ojo que tan bien manejaba el de Sanxenxo y con el que parecía reflejar que la computadora de su cerebro había pasado a pantalla azul.
Blindado por la cadena
La salida de Carlos Herrera en el año 2015 fue un momento crucial en Onda Cero, y como tal requerían de un proyecto que tuviera personalidad propia. Con la desaparición de Herrera en la Onda se esfumaron decenas de miles de oyentes que todavía hoy no han sido recuperados por la emisora. Pese a ello, sabían perfectamente que no necesitaban un imitador. “Lo que hacía Herrera, solo lo hace él”, explican desde la cadena. Había que apostar por alguien de la casa para el producto estrella de la parrilla radiofónica. Y alguien con personalidad propia. Ese alguien fue otro Carlos, el que llevaba diez años, noche tras noche, haciendo La Brújula.
Alsina trasladó todo su equipo a la mañana y se puso a hacer las cuatro primeras horas del programa, adaptado, evidentemente, a las exigencias del formato del matinal. Tres años después de esa nueva aventura, a Alsina le dieron ya desde la cadena el control absoluto de la mañana.
Después, desde Atresmedia blindaron su contrato suscribiendo un acuerdo de larga duración, por cinco temporadas más. Gorka Zumeta es consultor y formador en comunicación y radio. También miembro honorífico de la Asociación Española de Radio Online. “Ha seguido un proceso muy inteligente. Él es un hombre que tiene una idea total de la radio: creatividad, radioteatro, imaginación, producción… En el formato actual de Más de Uno puede dar rienda suelta primero a la información y después a una versión de la radio más libre y más dúctil”.
A lo largo de su dilatada carrera, ha recibido diversos premios reconociendo su estilo. El último, El Ondas al Mejor Presentador de radio en el año 2015. El último, el Premio de Periodismo de Opinión Raúl del Pozo. “Pero luego, su gran virtud es que es un magnífico narrador”, dice Müller.
"Les lleva a donde a él le interesa"
La innovación que está intentando al probar distintos formatos -la narración, los silencios, los personajes, la ambientación de escenas, mezclar la ficción, el uso de la música en las presentaciones- la está desarrollando con absoluta libertad. “Y lo hace bien, porque tiene un equipazo. Pero para culminarlo del todo le haría falta el equipo de producción de un transatlántico como la SER. Él también es consciente de las limitaciones de su cadena”, explica Zumeta.
Otro premio que no suele aparecer en las vitrinas es la sensación que provoca en los dirigentes políticos que acuden a su estudio y que van como el alumno que sale a la palestra a que el maestro le tome la lección. Algunos dirigentes admiten, en sordina, casi murmurando, que estas son las entrevistas que les resultan más complicadas. En las que se sienten más incómodos.
Sus entrevistas, coinciden, son como laberintos en los que uno acaba cayendo de forma irremediable. “Lleva las entrevistas a donde a él le interesa -explica Zumeta-. Se basa lógicamente en los datos que tiene, la verdad le ampara. Y después, en el momento en el que le ha atrapado, no interroga, sino que deja que se ahogue él solo en sus propios argumentos. No le hace falta subir el tono de voz”.