“Pedro es un español desde las uñas de los pies hasta el último pelo de la cabeza”. El que pronuncia estas palabras es el mítico del toreo Jaime Ostos. Y lo hace sobre su viejo amigo Pedro Trapote, empresario, propietario de la sala Joy Eslava, del Teatro Barceló, de la chocolatería San Ginés y, ya que estamos, cuñado del expresidente socialista Felipe González.
La última decisión empresarial de Trapote le ha costado cara y le ha puesto entre la espada y la pared. El empresario decidió albergar este viernes en su Teatro Barceló el acto de ‘Cañas por España’, una fiesta de las juventudes de Vox que se ha celebrado de manera exaltada, sin filtro y con el sectarismo del que no deja ni entrar a la prensa. Esto cuando tan solo dos días después el mismo recinto acogía la Tanga Party, una de las fiestas más conocidas de la capital dirigidas al ambiente gay.
Durante el acto de Vox se abucheó con ahínco la bandera del colectivo LGTBI y se comparó con la de la hoz y el martillo, que curiosamente fue menos abucheada. Es por eso que los asistentes a la fiesta Tanga presionaron a la empresa organizadora, Locamente, para no ir a ese sitio y en el último momento la fiesta se suspendió hasta nuevo aviso: los organizadores de Tanga pidieron a la familia Trapote que se comprometieran públicamente a no volver a albergar este tipo de eventos.
Ahora, el hombre de negocios se encuentra en una disyuntiva difícil. Por la parte empresarial le queda el refugio de la rentabilidad: su espacio lo puede alquilar quien sea para lo que sea mientras no se haga nada ilegal. Pero por la parte simbólica la cosa es distinta. En Teatro Barceló, que hace un año amanecía arropado por una gigantesca bandera de España, se celebran actos de la ultraderecha y el colectivo gay lo deja de considerar su casa para celebrar la Tanga, donde lo llevan haciendo tres años. Aunque Pedro Trapote está mayor y sus hijos se encargan del día a día, la última decisión siempre depende de él.
“Es un gran amigo mío, una gran persona, es un hombre que genera mucho valor”, cuenta la voz ronca de Jaime Ostos. “Y es una persona que siempre ha ayudado y está dispuesto a cooperar con actividades benéficas”, añade el torero, ya alejado de los ruedos. “Yo he participado en muchos festivales taurinos en los que él ha puesto el dinero para hacerlo. Si el evento costaba 10, él cobraba 5 y los otros 5 los donaba”, dice.
¿Y del tema de Cataluña que piensa, porque en pleno pulso independentista colgó una bandera enorme del edificio del Teatro Barceló? “En eso piensa exactamente igual que yo, que hay que coger a todo el que sea español y darle el pasaporte para que se vayan, o a la cárcel”, subraya Ostos. “Pedro Trapote es un hombre igual que yo en ese sentido”, remarca.
El cuñado de Felipe González
Vallisoletano de nacimiento, Trapote comenzó como un modesto director de sucursal y ascendió a uno de los grandes empresarios del país, al menos de los más famosos, cuando cambió el despacho por los bares y se dedicó a abrir centros de ocio. La gracia le llegó cuando abrió la Joy Eslava en 1981, un día después del intento de golpe de Estado de Tejero.
Poco después inauguró el Teatro Barceló, antigua Pachá, y lo demás fue rodado. Aficionado de los toros, ha adquirido también varias ganaderías taurinas y en septiembre de 2011 se le concedió la Medalla al Mérito Turístico, otorgado por el Consejo de Ministros de Zapatero. “De la nada ha llegado al todo y el todo ha sabido compartirlo”, dice Ostos tirando de esa boca que tienen los toreros.
Además es cuñado de Felipe González, la mujer del expresidente, Mar García Vaquero, es hermana de la mujer de Trapote, Begoña García Vaquero. Según Ostos, González y Trapote tienen una estrecha amistad y ambos viven en el mismo edificio ubicado en la calle Velázquez de Madrid.
Banderas, himnos y Vox
Que si España sí o España no, con toda la carga ideológica, simbólica y complejos que rodean el uso de los símbolos patrios es algo que trae cola en el Teatro Barceló. Primero, está el público que iba a este recinto cuando era Pachá, jóvenes de bien, pijos. No en vano ahí trabajó Froilán y decía el Rey Felipe VI, cuando aún era príncipe, que a Pachá iban “las niñas más monas de Madrid”.
Pero la cosa se ha intensificado en los últimos dos años con la tensión que ha crecido debido al pulso secesionista que se ha vivido en Cataluña. En octubre de 2017 el Teatro colgó una antigua bandera de la Plaza de Colón, de 21 metros de longitud y 90 kilos de peso. Y a principios de ese mismo mes, en las sesiones los djs pinchaban el himno de España.
Como era de esperar, el asunto generó polémica. Pero ninguna tan gorda como la del pasado viernes cuando los jóvenes de Vox llenaron el complejo, con entradas agotadas, y la respuesta de los antagonistas de la fiesta Tanga. En el acto de Vox, el himno de España volvió a sonar, esta vez a manos de Santiago Abascal. Curiosamente, este diario ha podido saber que Abascal no lo pinchó en directo sino que se trató de un paripé y que en realidad el himno lo puso otro dj que no salía en el escenario.
“Se ha liado lo que no se buscaba”, reconoce en conversación con EL ESPAÑOL Íñigo de Lorenzo, director de la sala. “Somos un espacio para eventos y puede entrar quien sea que esté dentro de la ley”, añade.
“El mejor amigo de Pedro Trapote es Felipe González”, comenta de Lorenzo para disipar las dudas de que Trapote pueda ser un nostálgico trasnochado. “Están muy dolidos porque son todo lo contrario a lo que ha podido pensarse de ellos”, asegura. “No son anti nada, simplemente tienen un negocio”, añade. “Si hay un buen público es el homosexual, porque hacen cosas muy divertidas”, apuntala.
Pero en Locamente, la empresa que organiza la fiesta Tanga, no lo han sentido así. Es por eso que han exigido a la empresa de Trapote que se posicionara y se comprometiera públicamente a no volver a albergar eventos. Se lo pidieron este domingo, tras anunciar que se retiraban, y se lo han vuelto a reiterar este lunes tras una reunión que han mantenido. De momento, todo ha quedado sin respuesta: Trapote aún no ha tomado una decisión.
“El himno y la bandera no ofende a nadie, porque todos estamos debajo”, dice Ferran Poca, CEO de la organizadora de Tanga. “Pero les hemos pedido que hagan una reflexión y que emitan un manifiesto explicando su versión. Nuestra relación es buena en lo personal, pero les hemos tenido que exigir una rectificación y unas disculpas”, añade, en conversación con este diario.
Poca cuenta que su iniciativa es para dar respuesta a un clamor de sus clientes, los que iban a asistir a la fiesta Tanga que se celebraba este domingo, y que han pedido no ir al Teatro Barceló después de todo lo que sucedió con Vox. “Los símbolos nacionales en el pasado me parecen bien, pero es que el viernes se pitó la bandera LGTBI en la que durante tres años fue nuestra casa”, añade.
La decisión tomada por la empresa ha tenido un coste económico de “miles de euros” ya que en la opción por la que van a optar, celebrarla en la sala BUT que está justo al lado, hay un aforo mucho menor. “Por cada edición de Tanga entraban entre 4.000 y 5.000 personas y al pasar a una sala más pequeña nos vamos a quedar en la mitad. Pero es que las empresas también podemos hacer que cambien las cosas y tenemos que ser responsables con la sociedad”, apuntala. De momento, hay que esperar a que Pedro Trapote elija entre posicionarse públicamente sobre el tema o perder un viejo cliente.