En la plaza de parque del Lavadero, en Azuqueca de Henares, hay un sol que aprieta a media tarde, dos mujeres reposando mientras juegan sus retoños y una antigua y ajada residencia de ancianos medio en ruinas. De dentro del edificio surgen las inconfundibles voces de varios jóvenes que llevan al menos una hora en su interior. Se les escucha lejos, pero se les escucha. Ponen música con el teléfono móvil, charlan, ríen. El 15 de marzo de 2018, también a ella, una niña de 12 años que también se metió al interior de este edificio acompañada de cinco personas, la escucharon. Pero no reía ni disfrutaba. Chillaba y pedía socorro a sus amigos.
Fueron 6 hombres los que presuntamente la violaron aquella mañana: dos de ellos menores, otros tres mayores de edad. El último acababa de cumplir los 18. Nadie acudió, desde luego, a socorrerla. Quizá porque cuando los agresores llegaron al parque, según aseguran vecinos cercanos al entorno de los jóvenes y de la víctima a EL ESPAÑOL, la vieron entrar con ellos.
Les conocía: Osama Chabou y el resto de su pandilla rondaban habitualmente la zona. Drogas como la marihuana o el hachís estaban siempre en el menú diario de las vidas de estos seis chavales. La mayoría son de origen marroquí. La menor había mantenido un corto romance con uno de ellos. A los demás los conocía de vista y de rondar por la zona. Pese a saber quiénes eran, la joven no se percató, al acceder a aquel lugar, de que la estaban conduciendo a una trampa.
El asilo abandonado se encuentra a 20 minutos a pie del Ayuntamiento, y a escasos minutos a pie de los institutos del pueblo. Aquel día no pasaba de la una de la tarde. Dentro del lugar, en una de las estancias destartaladas, a medio demoler, la cogieron y se la llevaron en volandas a otra habitación. Uno de ellos la agarró y se la llevó a uno de los baños oxidados con los que la residencia de ancianos contaba en otra época. Allí la tumbaron boca abajo y la forzaron.
La violación en el asilo
Azuqueca de Henares, Guadalajara, tiene una población de 34.000 habitantes. De todos ellos, solo los que viven en el barrio cercano a la zona del parque y del antiguo asilo habían oído hablar de lo que le ocurrió hace un año a una joven de doce años. "Se rumoreó, pero nadie dijo nada más. Y como no apareció la noticia en ningún sitio, pues pensamos que había sido un bulo", explica otra vecina de la zona. La trampa se produjo a la una de la tarde de aquel 15 de marzo de 2018, jueves. La semana estaba a punto de terminar.
Hoy todas las puertas y accesos a las estancias del asilo se encuentran cerradas. Para acceder al edificio, por tanto, los jóvenes escalan las paredes o buscan algún que otro asidero para colarse por las ventanas rotas del inmueble. Nada de eso le hizo falta a la 'Manada' de Azuqueca. "Claro, pero esto es ahora así porque pasó lo de la niña", relata una de las vecinas, que lleva 8 años viviendo en el barrio. Las paredes del avejentado edificio dejan al aire un esqueleto de ladrillo. Las pintadas y los graffitis, aparte de los escombros, se acumulan sobre él. Está así por lo menos desde hace cinco o seis años.
La violación ocurrió a la una de la tarde. Es la hora a la que algunos jóvenes de los dos institutos que se encuentran a escasos minutos del parque salen a hacer pellas. Se escabullen de las clases y aparecen en el parque del Lavadero a echar la mañana y acaban echando todo el día. Las ruinas del asilo han sido centro neurálgico, punto de reunión de muchos de ellos a lo largo de estos años.
Ella estaba por la zona con algunos amigos. Vieron a los agresores llegar, llevársela consigo e introducirse en el asilo, un inmueble que se cae a cachos. En ese lugar la insalubridad está a la orden del día. Dentro, uno de ellos, el que más la conocía, la llevó al baño.
Uno tras otro, los jóvenes la violaron allí vaginal y analmente. El primero fue Osama. Él era quien más conocía a la joven por el barrio. Después, el resto de los integrantes del grupo. La fueron sujetando por las manos y por las piernas y le taparon la boca. El relato de los hechos que esbozan los investigadores de la Guardia Civil es escalofriante. Lo adelantó el periódico El Mundo:
"La sujetaron de manos y piernas y le taparon la boca, la desvistieron de cintura para abajo y comenzaron a violarla analmente uno a uno".
Ella recuerda que fueron cinco o seis. Chillaba sin control, pero ninguno de ellos cedió, y desde fuera, los amigos con los que estaba echando el rato la escucharon gritar y pedir auxilio. Los agresores hacían turno en la puerta para que nadie se entrometiese. "El que entra, no sale".
En Azuqueca crece el crimen
Muchos de los vecinos de Azuqueca, sobrecogidos, detallan cómo en los últimos años algunos de los barrios han emprendido un descenso a la criminalidad. No se producen este tipo de crímenes, pero sí que en los últimos años los datos del Ministerio de Interior arrojan un dato preocupante en cuanto a los actos vandálicos y los sucesos que tienen lugar en la zona.
En el año 2018, según los datos del ministerio de Interior, las infracciones penales se incrementaron un 40,4%. Mientras los índices se mantuvieron estables en otras localidades, el caso de Azuqueca, una de las poblaciones más grandes de la provincia de Guadalajara, no deja de llamar la atención.
Dentro de esta escalada de criminalidad destacaron varios apartados: los robos con fuerza en domicilios y establecimientos registraron un aumento del 95% con respecto al año anterior. Hubo hasta 213 denuncias por delitos de esta categoría. También hubo un aumento notable en los delitos contra la libertad sexual: hasta un 52% más, con 23 casos frente a los 11 del año anterior.
El suceso permaneció silenciado durante doce meses, y eso está generando una enorme controversia entre el equipo de gobierno del ayuntamiento y los grupos de la oposición. No son pocos los que achacan al PSOE, que gobierna Azuqueca, que se ocultase este grave crimen durante tan largo período de tiempo.
Ossama, en prisión
12 meses atrás, el lugar era todo un espacio recreativo para los jóvenes de los dos institutos ubicados a escasos minutos del lugar. Se trataba del lugar idóneo en el que ocultarse para hacer botellón, para quedar a hurtadillas con el novio o para fumar un canuto de marihuana a la hora de la merienda. Pero ahora,
La chica salió del edificio y sus amigos la estaban esperando. Todo se resolvió pronto. Tras la denuncia, los análisis forenses, los interrogatorios y las detenciones, los tres menores pactaron con la Fiscalía de Menores tres años de internamiento y cinco de alejamiento de la víctima. Solo uno de los mayores, Ossama, continúa en prisión, en la cárcel de Meco, donde, según relatan fuentes penitenciarias a EL ESPAÑOL, hace una vida absolutamente normal con el resto de presos, sin protocolos de aislamiento ni medidas similares. Allí espera el juicio.
"Todos lo sabíamos aquí, nos sorprende que haya salido ahora", comenta, mientras se enciende un porro, un joven vecino de unos 25 años en el parque donde un año atrás sucedieron los hechos. Ahora los chicos tienen que colarse por las ventanas del edificio abandonado. Y la chica, la víctima, apenas sale de su casa.