Han pasado un año desde la ya llamada Crisis de las reinas que tuvo lugar a la salida de la misa de Pascua en Palma el 1 de abril de 2018. Ha sido, probablemente, el curso más duró para Letizia desde que llegó a Zarzuela y unos meses en los que se ha escudriñado con lupa cada uno de sus movimientos, gestos y palabras. La Reina ha tenido que mirar hacia su interior y dejarse aconsejar por los expertos que le decían que el pueblo no la quería. Tras la disputa con su suegra, un verdadero terremoto sacudió El Pardo, con gabinete de crisis incluido, para intentar reflotar un barco, el de la popularidad de la esposa de Felipe VI, que había sido hundido. El incidente fue tan grave que afectó hasta a el propio matrimonio real.
El rifirrafe entre reinas a la salida de la Misa de Pascua en Palma fue un tsumani que arrasó con la imagen de Letizia -tachada como la "mala" de la película- y reforzó la de doña Sofía. España se dividió en dos. La esposa de Felipe VI era la mala y su suegra, una pobre abuela. Pero ¿cómo se comportó la madre del actual Rey con la que fue su suegra, la Condesa de Barcelona? ¿Lo que vimos televisado desde Palma no una historia que se repite en cierto modo en muchas familias, incluida la principal?
"Suegra, nuera y yerno, la antesala del infierno". "Suegra y nuera, no hay peor parentela". "La nuera barre, para que la suegra no ladre"... El refranero español está repleto de frases alusivas a la mala relación entre suegras y nueras. Por mucho que se trate de un estereotipo, la realidad es que en muchas familias se vive una engorrosa convivencia entre ambas.
La Reina María Luisa llamó "rana a medio morir" a María Antonia de Nápoles, esposa de Fernando VII. Es decir, la relación suegra-nuera no entiende de títulos ni clases sociales. Es siempre difícil en un piso de Vallecas, así como en el Palacio de la Zarzuela.
La gran diferencia radica en que en las reinas y princesas anteriores a la era de YouTube no fueron captadas haciéndose gestos feos o malas miradas. Ahora que España es el país con más móviles por habitante, cada español lleva dentro a un paparazzi.
Como le sucede a Letizia, la entonces princesa griega tampoco se llevaba especialmente bien con su suegra, doña Mercedes. Mientras fue novia de don Juan Carlos apenas se vieron en un par de ocasiones en la residencia en el exilio de Don Juan y su esposa, en Estoril, Portugal.
En 2015 tras una entrega de premios de UNICEF en Madrid, durante el cóctel, la madre de Felipe VI aseguró a los periodistas que cubrían el acto que su nuera Letizia y ella eran "completamente distintas". La misma opinión tenía Sofía sobre la Condesa de Barcelona y ella misma. Lo que no iba a ayudar en el futuro fue la decisión de Franco de hacer a una princesa de España en perjuicio de otra.
La sensación que debió de tener Letizia en sus primeros días en la Familia Real española debió de ser parecida a la que sintió doña Mercedes al llegar a la boda de su hijo Juan Carlos, que tuvo lugar en Atenas el 14 de mayo de 1962. La Reina Federica, madre de doña Sofía, era la encargada de organizar todo lo referente al enlace e hizo todo perfecto excepto que olvidó organizar el viaje a Grecia de toda la familia del novio, por lo que María de las Mercedes tuvo que viajar con sus dos hijas, las Infantas Pilar y Margarita en un vuelo regular. Ya en la capital griega tampoco se le dio mucho protagonismo en las celebraciones.
Una familia partida por la mitad
Doña Sofía y su suegra se conocieron en una época muy complicada para la madre de don Juan Carlos. Sólo un lustro antes de que los que iban a ser Reyes de España se conocieran en la boda de Eduardo de Kent, había muerto el hijo pequeño de los Condes de Barcelona. En marzo de 1956, Juan Carlos y su hermano pequeño estaban de vacaciones de Semana Santa a Estoril, Portugal, donde todavía residen sus padres y hermanas. Alfonso continuaba con sus estudios de Bachillerato mientras que su hermano mayor había comenzado su formación militar en la Academia General de Zaragoza. El 29 de marzo de aquel año, jueves Santo, sobre las ocho de la tarde los dos jóvenes jugaban con un pequeño revolver calibre 22, y en un momento dado, cuando Juanito disparó y su hermano recibió un tiro en la cabeza. Cuando los condes de Barcelona entraron la habitación, Alfonso yacía muerto. Tras cubrir el cuerpo de su hijo con una bandera de España, don Juan exigió a su otro vástago que jurara que no había sido apropósito.
Por eso cuando doña Sofía conoció a su suegra, esta no se encontraba en su mejor momento. Aquel suceso de jueves Santo en Estoril partió por la mitad a la familia real en el exilio, al igual que el caso Noos -con la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin- a la de Felipe VI.
Tras la trágica muerte de Alfonso, la condesa de Barcelona, según Pilar Eyre en su libro María la brava, se refugió en el alcohol y esta es la suegra que conoce la Reina Sofía. Una mujer triste, bajo las órdenes de un autoritario don Juan y que bebe en exceso tras perder al hijo que más quería.
Y de aquí viene otra similitud entre la madre de Felipe VI y su nuera Letizia, a doña Sofía le gustaba tan poco ir a Villa Giralda en Estoril como a Letizia pasar las vacaciones en Marivent, en Palma de Mallorca. "Me dio la impresión de que vivían muy aislados. No tenían relaciones. Solo se trataban con un círculo monárquico muy pequeño. Tuve claro que ahí no iba a vivir", aseguraba la esposa de Juan Carlos I en el libro de Pilar Urbano unos años después. Así que don Juan les prestó la villa de al lado para que fueran a visitarles a Estoril. "Era muy pequeña y no podía ni clavar una chincheta en la pared porque estábamos de prestado", añadía Sofía. Así que esta animaba a su marido a dejar Portugal cosa que como ocurre en Palma de Mallorca, molestaba mucho a su suegra.
Los caramelos de anís de Sofía
Se ha contado en muchas ocasiones la obsesión de la Reina Letizia con la alimentación de sus hijas. Y que una de las cosas que más le saca de quicio de su suegra es la manía de dar a la Princesa de Asturias y a la Infanta Sofía caramelos de anís de los que siempre lleva en el bolso la Emérita. Pues es igual de conocida la historia de cuando la Reina Sofía viajó con sus dos hijas mayores, todavía casi bebés, a Saint Tropez, en la Costa Azul, a visitar a los Condes de Barcelona, que por aquella época pasaban allí los veranos. El caso es que doña María de las Mercedes se llevó en secreto a la Infanta Elena y la Infanta Cristina al peluquero. La abuela de las niñas pidió al estilista que quería que rapara las cabezas de Elena y Cristina para que les volviese a crecer el pelo con fuerza, como hacía ella con sus hijos. Cuando doña Sofía vio las cabezas peladas de las infantas se escucharon los gritos desde la recepción del hotel en el que estaban instaladas.
Un caso que parece repetido en la historia ocurrió con la equitación. Un día la Condesa de Barcelona descubrió que la Infanta Elena montaba a caballo a horcajadas, de inmediato ordenó al profesor de la hija mayor de los Reyes que le enseñara a montar a lo amazona. Cuando doña Sofía se enteró prohibió a doña Mercedes volver a ir a las cuadras a ver a sus nietas montar. Unas décadas después sería Letizia la que amenazó al mozo de las mismas cuadras de Zarzuela con el despido si volvía a ver a la abuela paterna de la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía observando cómo las niñas practicaban la equitación.
Después de la boda en Atenas de Juan Carlos y Sofía, Victoria Eugenia de Battenberg, la madre de Juan de Borbón y esposa de Alfonso XIII, le escribió una carta a una prima criticando la pinta con la que su nuera, doña María de las Mercedes, se había presentado en la catedral de san Dionisio, en Atenas. “Todo el mundo iba bien vestido excepto María, mi hija política. Su traje era azul fuerte y hacía que pareciese… Está enormemente gruesa de nuevo y casi siempre en las viñas del Señor y temo que la mayoría se dé cuenta de ello”. Cuando la británica Victoria Eugenia de Battenberg dio a luz a su primer hijo, su suegra, la reina María Cristina, le soltó: “Nosotras, las españolas, no gritamos cuando traemos un rey al mundo”.
En la Casa Real española, como en tantas casas, la relación entre suegras y nueras no ha sido idílica. En cualquier caso, lo que la reina emérita Sofía no podrá decir jamás de Letizia es que está gruesa.