Juan tenía por aquel entonces 51 años. Aprovechó que tenía un permiso en la administración donde trabajaba, se cogió un par de días más de vacaciones, por si acaso, y se fue. Les dijo a todos sus compañeros y amigos que se iba a la playa, a descansar. Pero en vez de volver más moreno, volvió con más pene. La arena y las sombrillas eran en realidad una clínica de Madrid y las vacaciones de Juan -nombre ficticio a petición para proteger su intimidad- eran para someterse a una operación de engrosamiento de pene.
No da lugar para que la imaginación rellene. Tal y como su nombre indica, las operaciones de engrosamiento consisten en aumentar el grosor del miembro. Mientras que en el imaginario colectivo son las operaciones de alargamiento las primeras que vienen a la mente a la hora de hablar de este tipo de cirugías, las de engrosamiento están siendo cada vez más demandadas. Y tiene su sentido. Si es usted hombre, pregúntele a sus amigas si prefieren longitud o grosor.
“Sí que va aumentando”, reconoce el doctor Manuel Fernández Arjona, que operó a Juan. Eso sí, tampoco consiste en hacer milagros. La operación suele aumentar el grosor entre dos y cuatro centímetros. “Aunque parezca poco, es una barbaridad, si a tu pene de dos o tres centímetros le metes cuatro, te estás yendo a un pene muy grueso”, añade. Eso sí, advierte, las operaciones las debería hacer un urólogo, un especialista formado adecuadamente.
Sin embargo, como casi todo lo que envuelve la sexualidad masculina que busca salirse de los cánones trasnochados, es un tabú. “No, por supuesto que con los amigos no lo he comentado”, reconoce Juan. Por saberlo, no lo sabe ni su hijo, sólo su mujer, por motivos evidentes. “Es que es muy íntimo y me da miedo que si lo digo piensen que es porque tenía una necesidad, porque era pequeña antes de la operación”, añade.
“Pero todo este secretismo es un poco absurdo, porque no lo haces por necesidad, simplemente es como el que se apunta a un gimnasio para sentirse mejor, no tiene por qué estar gordo”, dice.
Aunque no hay estadísticas oficiales, ya que este tipo de operaciones se hacen en clínicas privadas, diversos urólogos con los que este medio se ha puesto en contacto confirman que está aumentando la tendencia en este tipo de operaciones. El motivo se desconoce, aunque parece estar atribuido al aumento en general de las operaciones de estética, de las que los hombres cada vez son más partícipes. Eso sí, según las estimaciones el 90 por ciento de los hombres que se someten a las operaciones de pene, tanto de alargamiento como de engrosamiento, no las necesitan realmente.
A Juan hay que rascarle las palabras. Le cuesta hablar del tema y se muestra algo tímido. Pero cuenta que no tenía la necesidad de hacerlo, que su pene era estándar y nunca había tenido inseguridades pero que un día simplemente vio unas informaciones sobre el tema en internet y que empezó a planteárselo. “Mi mujer me decía que no me hacía falta, que para qué me iba a meter en ese lío, pero acabó entendiendo que era una decisión mía y lo respetó”, cuenta.
“Fue todo muy rápido, desde que se me ocurrió hasta que lo hice. Quizás, si lo hubiera pensado en frío no lo habría hecho, pero estoy muy contento. Lo noto en la autoestima, me siento más seguro, en eso se ha notado el cambio de manera clarísima”, reconoce. Tras la operación, y los 6.000 euros que le costó, se siente mucho mejor. “Las relaciones sexuales han cambiado a mejor, doy mucho más placer a mi pareja, o eso me dice, si no me miente”, comenta riéndose.
Las formas de conseguir un pene más grueso
El doctor Fernández Arjona es uno de esos expertos que se dedican a esta nueva tendencia. Él operó a Juan, hace tres años, y calcula que ha realizado más de 200 operaciones en la Clínica Fuensanta, en Madrid, donde trabaja como urólogo. “Alucinarías con la cantidad de cosas que se pueden hacer con un pene”, dice con ironía.
“Nosotros llevamos haciendo este tipo de operaciones desde hace 15 años aproximadamente y notamos que ahora la gente va preguntando más por ellas, ya era hora”, reconoce Arjona.
El doctor cuenta que hay distintos tipos de pacientes y distintas formas de engrosar un pene. Reconoce que la mayoría de los que ha operado no lo necesitaban, que los que sí se pueden contar “con los dedos de una mano”. En España, según la Asociación Española de Andrología, la longitud media es de 13,58 centímetros y el grosor es de 3,82, siempre en erección. “Un pene pequeño son menos de siete centímetros de longitud, pero en cuanto al grosor es variable, no hay una medida específica establecida en torno a cuánto es demasiado delgado”, asegura.
“Sí que está más estudiado el tema de la longitud del pene en torno a la raza o el país, pero el grosor se ha mirado menos, por lo que es una operación más arbitraria”, dice. “Es una cirugía muy electiva. Es como en las mujeres, ¿qué pecho es pequeño y qué pecho es grande? es absolutamente subjetivo”. Aunque advierte: “Algunas veces sí que nos ha venido algún paciente pidiendo engrosamientos reiterados y llegando a grosores de pene que rozan lo irreal”.
Con el tiempo, la técnica para aumentar el grosor del pene ha ido cambiando. Al principio se hacía inyectando ácido hialurónico, que es lo que usan los cirujanos plásticos, pero ha habido dudas y no está muy claro que sea la mejor forma de hacerlo. Ahora existen dos formas, una más agresiva, pero más uniforme, y otra menos pero puede quedar un pene que no sea grueso de manera tan uniforme.
La más habitual consiste en inyectar grasa del propio paciente. Para ello, se hace una primera liposucción de la zona abdominal, y en caso de que el paciente sea muy delgado también de la cara interna del muslo, y luego se inyecta en el pene. La inyección, y aquí radica su complejidad, tiene que hacerse en la llamada fascia de Buck, un conducto que es el que se tensa cuando se produce una erección.
Para ello, hace falta un conocimiento bastante profundo de la anatomía del pene. Por ello, los que lo hacen suelen ser urólogos. “Hay algunos cirujanos plásticos que lo hacen, pero nosotros, todas las grasas que hemos tenido que quitarle a la gente después de la operación, porque salió mal, las hemos sacado tras inyecciones de cirujanos plásticos que lo hacen donde no toca”, dice Arjona.
Esta forma es, por así decirlo, la menos agresiva. Aunque en el postoperatorio el paciente tiene que aprender a amoldarse la grasa, que es como masturbarse pero sin hacerlo, y con el tiempo hay parte de la grasa, que no toda, que se reabsorbe. Por ello, hay muchos que después vuelven, porque literalmente, su pene se ha vuelto a encoger. Después de esta operación, el pene habrá aumentado su grosor entre dos y cuatro centímetros.
La otra técnica es un poco más compleja. Primero hay que hacer una incisión a lo largo del pene y retirar toda la piel que lo cubre. Al oír esto es cuando los pacientes optan por inyectar grasa. Después, se colocan matrices biológicas de colágeno, que son como unos parches cuadrados, y después se sutura. Esto produce menos grosor pero más uniformidad. Aunque los precios varían, lo habitual es que ambas estén entre los 3.000 y 5.000 euros.
Los hombres que no enfrentan su sexualidad
Como todo lo que envuelve a la sexualidad del hombre, el grosor del pene es muy complejo. Los hombres están continuamente intentando demostrar su virilidad y cualquier cosa que la pueda poner en duda se barre debajo de la alfombra. Así, se perpetúan numerosos prejuicios y tabúes que evitan alcanzar todo lo que se puede alcanzar. Pero en los últimos tiempos la sexualidad masculina está sufriendo una pequeña y modesta revolución.
“Todavía sigue siendo un amplio camino por explorar”, dice el doctor Arjona. “Pasa con las operaciones de prótesis de pene -las que solucionan la disfunción eréctil-. En España, hay dos millones de hombres con problemas de disfunción, y el cinco por ciento de ellos la sufren de manera severa. Esto son 100.000 hombres en total, y de prótesis de pene se realizan sólo 500 operaciones al año”, cuenta.
“En cuanto al engrosamiento, todavía se siguen haciendo más operaciones de alargamiento. La gente, por algún motivo que desconozco, se preocupa por tenerla más larga que más gruesa, cuando es un error desde el punto de vista sexual, porque el grosor es mucho más importante para el placer femenino, por la fricción con la vagina”, asegura.
Sí que es cierto que normalmente la pregunta que se hace es ¿a ti, cuánto te mide?. Nadie pregunta ¿la tuya qué grosor tiene? Ahí está la mentalidad, empujando y midiendo la virilidad. El tamaño sí importa, pero es otro tamaño el que importa. La mayoría de los receptores sensoriales de la vagina están localizados al principio, donde llega hasta el pene más modesto.
Pero las tornas están cambiando. Tal y como se ha dicho, no hay cifras que respalden esta tendencia más allá de la afirmación de los urólogos. Pero, por ejemplo, en la web de la Clínica Fuensanta donde trabaja el doctor Arjona, las visitas a la página que habla del engrosamiento de pene han crecido exponencialmente. Desde enero al 27 de marzo de 2018, esa página se consultó 48 veces. En el mismo periodo, pero en 2019, el número ascendía a 716, que representa el 74 por ciento del total.
“Ya era hora”, insiste Arjona. “Entre los años 70 y los 80 empezaron a ponerse pecho las mujeres. ¿Por qué? Porque se sentían más a gusto. Con los hombres es por lo mismo. A mí me ha llegado algún paciente de 80 años que quería una prótesis para poder tener una erección. No porque lo fuera a usar sino por sentirse hombre, y creo que es muy respetable”, añade.
“Lo más importante es quitar los tabúes, sentirse bien y disfrutar del sexo”, comenta. “Además es un disfrute mutuo, es una pena que haya mujeres que se sienten aquí en la consulta y que hayan tenido siete hijos y que me digan que no han tenido un orgasmo en su vida”.
La poca aceptación de la diversidad genital
Pero todo esto también tiene su cruz. Si bien es positivo que si los hombres tienen problemas en la cama lo aborden sin problema, muchos expertos alertan de que los complejos sexuales están creciendo. Esto podría explicar esa cifra de que el 90 por ciento de los hombres que se someten a las diversas cirugías de pene en realidad no lo necesitan.
“Hay un verdadero problema en cuanto a la gestación de la diversidad genital”, apunta la sexóloga Silvia C. Carpallo, autora de ‘Sexo para ser feliz’. “Pasa sobre todo por la pornografía, que es el único modelo que se observa”, explica.
Carpallo señala a que si los únicos referentes que los hombres tienen de penes son los que aparecen en la pornografía, con esos tamaños, esas erecciones y esa duración, es normal sentirse acomplejado a pesar de estar dentro de la media.
“Puedes pensar que tienes un problema y que algo va mal, si todos quieren ser Nacho Vidal, y ahora que está aumentando el número de mujeres que consumen pornografía, también se ve que ellas se hacen operaciones para que sus vulvas se parezcan a las de las actrices”, añade. “El tamaño sí que importa, pero si es demasiado grande o demasiado pequeña, por lo general la mayoría de los casos son problemas de autoestima”, dice.
Esto cobra especial relevancia si se tiene en cuenta que los jóvenes acceden a la pornografía con 11 años, y no distinguen ficción de realidad. Es como si vas al McDonald’s y pretendes comparar la hamburguesa que sale en el anuncio con la que luego te sirven.
“Se está viendo que los hombres tienen mucha presión en cuanto a su sexualidad”, comenta Carpallo. “Estamos notando que hay una disminución del deseo sexual entre hombres porque ven las relaciones como un examen que tienen que pasar y tienen que medirsela, ver cuánto aguantan, y dejan de disfrutar”, señala. A ello habría que añadir el factor de que ahora la gente tiene más parejas sexuales que antaño y se crea el problema de la comparación.
Y, de nuevo, los hombres haciendo de hombres. “Las mujeres hablamos más de nuestra sexualidad pero entre los chicos someten su virilidad a examen y si se habla de temas como el engrosamiento de pene se harán bromas, hay una falta de aceptación y de que no son máquinas”, asegura Carpallo.
Pero la sexóloga no quiere entrar a criticar la cirugía estética. A todas luces, si se hace con cabeza no es malo y si repercute de manera positiva en las relaciones sexuales es pura ventaja. Pero antes de ello, hay que abordar la educación. “La educación sexual no consiste sólo en ponerle un condón a un plátano, va desde el entendimiento entre los distintos sexos hasta la aceptación de uno”, asegura. “Si uno entiende que su pene no es un problema, su imagen sobre sí mismo mejoraría muchísimo”.