Ángel ya está en casa. Probablemente la soledad haya invadido todo su cuerpo. Aquel piso totalmente acondicionado para la mujer que llevaba cuidando en cuerpo y alma durante más de 30 años está totalmente vacío. La última vez que el hombre estuvo en su domicilio fue este miércoles cuando vio morir a María José mientras absorbía de la pajita el pentobarbital sódico que la hizo fallecer en pocos minutos. Tal vez en el momento en el que su amada se desvanecía le vino a la mente una imagen muy parecida que ocurrió dos décadas atrás: Su mujer al borde de la muerte tras haber ingerido una cantidad excesiva de pastillas con la intención de suicidarse. Sin embargo, aquella vez Ángel la salvó, según ha podido saber EL ESPAÑOL.
María José sentía que su estado físico estaba cayendo en picado. Cada día estaba peor y notaba como cada vez dependía más en Ángel. Ella no quería esto. No obstante, en aquel momento la esclerosis múltiple era la que decidía por la pareja. La enferma tenía alrededor de 40 años y la vitalidad que siempre la había caracterizado empezaba a desvanecerse. No quería verse peor. Notaba como Ángel se despedía de toda vida social para dedicarse al 100% en su cuidado. Hasta aquel día el amor que sentía hacia su marido le habían dado fuerzas para aguantar, pero consideró que ya era suficiente.
Apareció a tiempo
Aún podía moverse con la ayuda de un par de muletas, por lo que se tomó muchísimas pastillas con la intención de quitarse la vida. Sin embargo, Ángel apareció en escena a tiempo. "La hizo vomitar y la llevó corriendo al hospital. Consideraba que en ese momento María José aún tenía calidad de vida ya que todavía podía moverse", explica a este periódico Olatz Alberdi, abogada de Ángel Hernández. "Le salvó la vida", añade.
La relación entre la letrada y Ángel comenzó hace cinco meses cuando la esperanza que tenía Ángel ante la vida volvía a estar en la cuerda floja. "Contactó conmigo porque la Comunidad de Madrid les denegó una residencia temporal para que él se pudiese operar de una hernia que le había salido por todo el esfuerzo que conllevaba cuidar a María José”, cuenta la abogada a este periódico. El hombre lo único que quería era un lugar adecuado en el que su mujer pudiese quedarse durante unos días. Lo único que deseaba era que ella estuviese bien. No añadir mas sufrimiento a su martirio. "Aquello fue un drama para ellos. Les dijeron que no era un motivo de urgente necesidad. Fue terrible. Ángel no tenía a nadie más que pudiese ocuparse de su esposa y aún así se lo denegaron", confiesa la abogada a través de una conversación telefónica. Además, María José estaba sola. No tenía ningún familiar en vida.
El hombre, enfermo, con un dolor intenso bajo el ombligo suspendió la operación. Después de meses de lucha la pareja consiguió una residencia digna en la que la enferma estuviese en buenas manos. O eso creían ellos. "Cuando Ángel volvió a casa después de la operación su mujer estaba mucho peor", explica a este periódico un vecino. "Anunciamos un recurso y cuando íbamos a formalizarlo me llamó Ángel diciendo que ya no tenía ningún sentido. María José había pasado a cuidados paliativos y le daban poco tiempo de vida", confiesa la abogada. "No seguimos adelante y perdimos el contacto", añade.
Solo cenizas
Este miércoles el teléfono de Alberdi sonó. Al otro lado una voz que le resultaba familiar. Era Ángel. Estaba detenido. Acababa de ayudar a María José a quitarse la vida tras duros y largos meses de súplica. Él único deseo que tenía su mujer era acabar ya con este sufrimiento y Ángel se lo había concedido, a pesar de las lo que le venía encima. El hombre depositó toda su confianza en la abogada, "pero era perfectamente consciente de las consecuencias. Sabía lo que hacía", explica la letrada. “El primer día durmió en el calabozo. Tenía previsto pasar a disposición judicial este viernes pero se adelantó todo por la presión de los medios. También tuvieron en cuenta todo el drama y que se trata de un señor de 70 años”, cuenta. Ahora está mejor. Sin el amor de su vida, pero tranquilo. "Le toca pasar el duelo, pero al menos está rodeado de sus allegados". Ha vuelto a casa y está a la espera de cumplir el último deseo de María José: incinerarla.