Arturo había conducido hasta la Playa de Tebeto, en el municipio majorero de La Oliva (Fuerteventura), para pescar. “Le encantaba. Siempre que podía, lo hacía”, cuentan sus allegados a EL ESPAÑOL. Disfrutaba del día cuando vio a una chica colombiana en el mar. Tenía dificultades para nadar y él no lo dudó: se tiró a por ella. No quería pasar a la historia como un héroe ni ser portada de los periódicos. Simplemente, creía que podía ayudar. Pensó que era posible. Y eso hizo. Intentó salvarla, pero se quedó en el intento. Murió de una parada cardiorrespiratoria. La joven, sin embargo, logró salir por su propio pie.
La tragedia, 24 horas después, había viajado de un punto a otro de la isla. En Puerto del Rosario (Fuerteventura), donde vivía Arturo Fontán, la historia iba de bar en bar trasegando entre rumores. Él se había instalado allí “hace años”, según especifican sus conocidos, procedente de su Galicia natal. Había llegado con su ‘morriña’ y sus vicios. Uno de ellos, pescar. Siempre que podía, cuando su trabajo como albañil se lo permitía, conducía hasta la costa, buscaba un buen sitio y se pasaba el día disfrutando. A sus 38 años, se había asentado allí.
No era, sin embargo, muy conocido. Arturo no movía masas en Fuerteventura, pero tenía su pequeña parroquia en Puerto del Rosario. Acudía, siempre que podía, a el bar Brisas do Mar, que cumple cinco años en este 2019. Allí, se divertía junto a otros emigrantes gallegos, y junto a Justo Regueiro, más conocido como Tito. “Lo conocíamos bien. Venía aquí de vez en cuando. Yo estaba con su hermano cuando nos llegó la noticia sobre lo que había pasado. Tuvo que salir rápido. Es una pena. Era un buen chico”, cuenta a EL ESPAÑOL.
"Era un buen nadador"
El bar era su ‘pequeña’ Galicia en Fuerteventura. En él, pasaba ratos junto a su hermano. Bromeaban, bebían y, en definitiva, se divertían. A menudo, con una Estrella Galicia –como debe ser– en la mano. A sus 38 años, tenía aún mucha vida por delante. Nada podía prever la desgracia de este lunes. Precisamente, él. Y, además, en el mar, un lugar que jamás le ha sido ajeno. La costa, el salitre, la arena de la playa… Era su segunda casa. Allí, se sentía a gusto.
Por eso, el pasado lunes, se fue hasta la playa de Tebeto, en el litoral oeste de Fuerteventura, con su caña y todos sus enseres dispuesto a pasar un buen rato. Entonces, vio a una chica que tenía dificultades para mantenerse nadando en el agua. Él no atisbó ninguna duda. Fue hacia el mar y, confiado en su destreza para nadar, fue directo a por la chica para salvarla, una joven colombiana residente en Puerto del Rosario. Se quedó allí. En su intento por ayudar, perdió la vida en el mar, en ese lugar que siempre había sido sagrado para él.
Los testigos, de repente, los perdieron de vista. La joven, finalmente, salió por su propio pie, sin consecuencias, sana y salva. A él, sin embargo, lo tuvieron que rescatar. El helicóptero del Grupo de Emergencias y Salvamento (GES) del Gobierno de Canarias, la Policía Local y la Protección Civil de La Oliva y una ambulancia del Servicio de Urgencias Canario (SUC) se presentaron en la zona.
El cuerpo de Arturo fue recuperado del mar por el helicóptero. Lo trasladaron, inmediatamente, al Hospital General de Fuerteventura. Allí, finalmente, se confirmó su fallecimiento por una parada cardiorrespiratoria. “Todo el mundo lo quería. En sus ratos libres, venía aquí al bar, echaba el rato, se tomaba algo...”, concluye, con pena, Tito.
Arturo sólo quiso ayudar. Arriesgó su vida por salvar la de otra persona. No pensó ni en el peligro que suponía ni en las consecuencias que podía conllevar. Sin embargo, lo hizo. Se comportó como un héroe. Hizo lo que debía. Pero, tristemente, la historia ha terminado sin final feliz. En las islas lloran su pérdida; en Brisas do mar, su ‘aldea’ gala gallega, nunca lo olvidarán.