“Yo te doy un consejo. Si yo fuera tú, dejaría el tema porque te vas a meter en un jardín”. El ambiente está muy tenso en Irún. La gente no quiere hablar. Algunos tienen miedo. Otros, en cambio, creen que hablar con la prensa es como traicionar una especie de código ético forjado en la calle. “Él es un máquina y yo soy leal”, espeta el interlocutor que hace unos segundos parece que ha proferido una amenaza.
La gente no quiere hablar pero todos conocen a Fernando, a Capi, a Iván y a Sami. Ellos son cuatro de los siete detenidos el pasado viernes tras haber propinado una paliza a Santi, el joven de 17 años que falleció en San Sebastián a causa de los golpes. Uno de ellos ha sido puesto en libertad, y tendrá que ir a fichar al juzgado los días 1 y 15 de cada mes, pero los otros seis duermen desde este lunes en la prisión de San Sebastián. Se les imputa un delito de homicidio y otro de lesiones.
Según lo que ha trascendido de la historia, la pelea se desató por una cajetilla de tabaco. El grupo de agresores le pidió cigarros a Santi, su hermano mayor y otro amigo y de ahí a pocos minutos les intentaron robar la cajetilla, desatando así el final trágico que se conoció este domingo cuando el menor falleció en el Hospital Donostia de la localidad vasca.
A pesar del elevado número de implicados en la trifulca, el líder de la cuadrilla es sin duda Sami, diminutivo de Osama. Es al menos el más popular ya que tiene amigos por doquier y, antes de ingresar en prisión, había hecho pinitos en el mundo de la música como trapero, algo que le había colocado en la boca de muchos jóvenes del Irún donde residía. “Un diamante en bruto” en eso de la música, dicen que es. Además, los rumores apuntan a que él fue el que pidió el cigarrillo que antecedió a todo lo demás.
La de Sami parece una historia de esas en las que la inserción ha fracasado. Se ha criado en la calle, metiéndose en líos y pasando temporadas en centros de menores. Ha robado en varias ocasiones y ni estudiaba ni trabajaba antes de ser detenido. Estaba en ese limbo que es un cóctel. “Yo le conozco desde hace años, me he criado con él en centros”, reconoce un amigo al que no se va a identificar para proteger su intimidad. “Desde pequeño ha estado en esos centros por hacer las típicas chorradas que se hace de niño”, añade.
“Es un poco quinquillero y delincuente por haberse criado de esa forma. Pero de ahí a matar a alguien… todavía no me lo creo. Ha sido mala suerte, cualquiera se puede meter en una pelea y dar un golpe desafortunado”, comenta. “Y aunque te puedes hacer su amigo, hay que tener cuidado y no confiarse mucho, porque si puede te roba un porro o cinco pavos”, añade.
En sus redes sociales, Sami es un perfil como otros tantos parecidos, con todas las fotografías de él solo o de él de fiesta con amigos. En una de ellas hay una frase que escribió y que ahora, a agua pasada, suena en la diana: “El valiente siempre acaba muerto a manos de un cobarde”. Sin embargo, hay una cosa en la que sí que su perfil es distinto y es que en la última fotografía tiene cerca de 300 comentarios insultlandole por lo que ha hecho y lanzando mensajes de odio para que se vuelva a su país.
Buscando su hueco como trapero
Al igual que Fátima, la madre del joven Santi que falleció, Sami nació en Argelia y llegó a España cuando tenía 12 o 13 años. Ahora tiene 19 y residía, hasta su detención, en Irún con su madre y el novio de ella. Ahí se ha criado, haciendo amigos y entrando y saliendo de centros de menores de San Sebastián.
Al igual que muchos de sus conocidos, Sami le ha intentado dar a la música, haciendo una especie de trap en la que mezcla reguetón con rap. “Muchos de los que ahora le critican por las redes antes le lamían el culo por la música”, reconoce otro amigo, visiblemente indignado por la reacción popular. Lo cierto es que hizo un tema con Make, un artista local, que llevaba el título de Fuma y que este último ha decidido ocultar de su canal de YouTube por las reacciones negativas que han ido saliendo desde que se supo que él es uno de los que participó en la pelea.
“La madre de Sami todavía no se lo cree”, cuenta otro amigo. “Él es muy chulo y por eso a veces se ve que tiene muchos enemigos”, añade. “Pero todo esto es muy mala suerte. Yo también he tenido movidas con mayores y con extranjeros. Pero siempre han sido pim, pam y fuera, nunca ha sido matar a una persona. Siempre nos hemos defendido pero los hemos dejado vivos”, añade.
Pero a Sami y al resto la cosa se le fue de las manos. En la pelea, acabaron tumbando a Santi y uno de los golpes impactó en el bulbo raquídeo, una zona de la cabeza muy sensible que le dejó en muerte cerebral hasta que falleció menos de tres días después. Ahora, los jóvenes de Irún se han dividido en dos grupos. Por un lado los que le odian y dicen cualquier rumor para perjudicar su imagen y por otro los que le defienden y no quieren decir nada para no traicionarlo.
“La gente que ahora habla mal, antes se le caía la baba”, añade el amigo. “Lo están juzgando por una cosa que han hecho varios y las cosas así no son. Va a llegar un momento en el que va a cumplir la condena que tiene que cumplir, va a salir para reinsertarse y ser una persona normal y no va a poder por la gente”.
“Fue a esa fiesta para robar a los universitarios”
En el centro de San Sebastián, junto a la playa de la Concha, todo ha vuelto a la normalidad. Ya no está el medio millar de personas que este lunes se manfiestaba pidiendo justicia para Santi frente al Ayuntamiento y a la discoteca GU, donde sucedieron los hechos. Lo que sí que quedan son flores y velas en el suelo, en memoria del joven, por el que pasan los turistas mirando con curiosidad.
La discoteca es una especie de club con socios, en primera línea de mar, que durante el día alberga comidas y otro tipo de eventos y por la noche se dedica a la fiesta. La noche de ese jueves se celebraba una fiesta universitaria que había llevado al lugar a un público mayoritariamente joven. Para allí que fueron Santi, su hermano y su otro amigo. Y por el otro lado fueron Sami y el resto de la cuadrilla.
“A mí me han contado que Sami aprovechó la fiesta para ir robando a los chavales universitarios”, rememora uno de sus amigos, indicando que no era la primera vez que le veía hacerlo. “Y al parecer robó algo de cocaína y se le fue de las manos”, añade.
“A la salida, Sami le pidió al chico este un piti y el chico le dio tres cigarros a tres de los amigos. Cuando el resto lo vio, le empezaron a pedir más y como no quiso dar más le quitaron la cajetilla y empezaron a discutir. Ahí entró el hermano mayor y se desató la pelea”, dice.
Esta versión, que asegura le ha sido relatada por testigos, contradice una de las primeras hipótesis que apuntaba a que la pelea se originó cuando uno del grupo de Sami le pidió al amigo del joven de 17 años, éste dijo que no tenía y luego le vieron fumando y se lo recriminó. “También fue mala suerte, podría haber pasado con un solo golpe dado en un mal sitio, no con una paliza”, apuntala.
Pero la moneda cayó para todos del lado malo. A la familia de Santi le falta un hijo por una pelea que todos califican como tonta. Y, por ello, sus agresores han ingresado en prisión después del visionado del vídeo en el que quedó todo grabado. Las imágenes han sido mandadas a la Ertzaintza para ser analizadas y seguirá la fase de instrucción, hasta que el juez dirima el grado de responsabilidad de cada uno. De momento, todos ellos están imputados por un delito de homicidio y otro de lesiones.