Antonio (nombre ficticio), un jornalero de 50 años del pueblo sevillano de Lora del Río, sin antecedentes penales, respira aliviado al conocer el fin de su calvario judicial. Se enamoró entre naranjos y la pasión se convirtió en un conflictivo drama rural que ha estado a punto de llevarlo diez años a la cárcel acusado de ser un violador.
Su antigua amante, Teresa (también nombre ficticio), de 28 años, compañera de trabajo en la recogida de naranjas, le había acusado de violarla de forma reiterada en el tajo bajo la amenaza de dejarla sin empleo y de enviar a unos “matones” a hacer daño a su sobrina si no accedía a hacerle felaciones y a dejarse penetrar anal y vaginalmente.
La denunciante pedía en el juicio que condenaran a Antonio a 10 años de cárcel por un delito de agresión sexual continuada y a pagarle 18.000 euros de indemnización por el acreditado trastorno ansioso-depresivo que padece, supuestamente a raíz de esos hechos; el fiscal solicitaba para el acusado una pena de 9 años y 6 meses por el mismo delito, e igual indemnización.
Pero la sección primera de la Audiencia de Sevilla, compuesta por un hombre y dos mujeres, ha decidido aplicar el principio in dubio pro reo y absolver al procesado, al considerar que el testimonio de Teresa no es creíble y que no hay ningún indicio externo que lo corrobore, según la sentencia, del pasado 7 de noviembre, a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL.
La historia que ha revelado el juicio es que Antonio, casado y padre de dos hijas adultas, mantuvo una relación secreta con Teresa durante 2013: él a espaldas de su esposa, y ella, lesbiana, ocultándoselo a su novia desde hacía 11 años, a la que dejó cuando empezó su aventura heterosexual con su compañero de trabajo. El tribunal apunta en su sentencia a “las posibles consecuencias psicológicas de la vivencia de una relación heterosexual con el acusado”, dada la orientación homosexual manifestada por la denunciante.
La huida tras el romance entre naranjos
La pareja de amantes, ambos españoles y entonces de 45 y 23 años, huyó del pueblo para iniciar una vida en común, pero en cuanto se instalaron en un hostal de la localidad de Castilleja de la Cuesta, él empezó a recibir llamadas tanto de de su mujer e hijas como de la madre de su amante. Arrepentido, volvió al pueblo y cortó con Teresa La joven no lo aceptó, lo siguió llamando por teléfono e incluso llamó a la esposa de Antonio, con la que tuvo una discusión y a la que denunció.
Dos años después, Teresa (que sufría depresiones desde antes de conocer a Antonio, según una compañera de trabajo) lo denunció ante la Policía Local y trabajadoras sociales del Ayuntamiento acusándolo de haberla violado en 2013 repetidamente bajo amenazas. El caso, que instruyó el Juzgado de Instrucción 3 de Lora del Río, llegó a juicio este pasado otoño en la Audiencia de Sevilla.
En la vista oral, Teresa se reafirmó en su acusación: que a ella no le gustan los hombres y que si tuvo relaciones sexuales con Antonio fue porque éste la forzaba bajo amenazas de usar su posición de manijero o jefe de cuadrilla para echarla del trabajo y de enviar a unos “matones” para dañar a su sobrina; que la obligó a hacerle felaciones entre los naranjos durante la jornada laboral; que el día en que se fueron juntos al hostal, el 13 de diciembre de 2013, ella se encerró en el cuarto de baño y él la sacó a rastras y le hizo “de todo” en la cama, violándola oral, anal y vaginalmente. Sostuvo que no lo denunció antes “por miedo”.
Pero las declaraciones de los testigos, entre ellos compañeros de cuadrilla, la esposa y una hija del acusado y la novia de la denunciante, no sólo no corroboraron el relato de Teresa sino que expusieron que se equivocaba o mentía en puntos clave. El verdadero manijero o jefe de la cuadrilla señaló que el acusado, tal como éste manifestaba, era un trabajador más al igual que Teresa y no ejercía ningún mando sobre ella. Cuando Antonio, su mujer y una de sus dos hijas entraron a recoger naranjas en esa cuadrilla, Teresa ya llevaba varias temporadas trabajando en el grupo.
Varios compañeros en la recogida de naranjas indicaron que nunca vieron que Antonio acosara a Teresa en el tajo y dijeron que no era posible que ella le hubiera hecho una felación allí en plena faena porque hay una veintena de jornaleros que trabajan de tres en tres y muy juntos.
Relación sexual clandestina, pero libre
El acusado declaró que tuvo una relación sexual clandestina pero libre con la denunciante y negó que la hubiera amenazado ni forzado de ninguna forma. Contó que huyeron los dos juntos de mutuo acuerdo a un hostal fuera del pueblo y que allí él se sintió tan mal por el conflicto familiar que había desatado que tuvo que ir al ambulatorio con un fuerte dolor de cabeza (lo que acreditó el centro de salud), y que incluso Teresa lo acompañó, antes de regresar unas horas después a Lora del Río, donde dejó a su amante con la madre de ella, que la esperaba en una gasolinera.
El procesado añadió que él rompió la relación pero que Teresa lo seguía llamando. A los dos meses, ella le dijo que estaba embarazada. Cuando Antonio le pidió pruebas, Teresa replicó a los dos días que había abortado (en el juicio, la denunciante dijo que rompió la documentación del aborto). A los dos años, ella lo denunció por agresión sexual continuada.
El abogado defensor, César Murillo Carrascal, sostuvo en el juicio que su cliente era inocente y que Teresa lo denunció por despecho tras no aceptar que él cortara la relación y decidiera volver al hogar familiar con su esposa y sus hijas. “Se ha hecho justicia”, dice el abogado a EL ESPAÑOL una vez conocida la absolución del jornalero, que ha permanecido en libertad durante todo el proceso.
El letrado ha recomendado al procesado denunciar a su vez ahora por denuncia falsa a su antigua amante. Antonio, temporero del campo, no tiene dinero para seguir litigando y ha optado por no denunciar a Teresa y pasar página en su vida.