Socorro Pérez tenía 43 años y residía sola en un tranquilo barrio de Ourense, O Couto. Sus padres, con los que mantenía una excelente relación, vivían a escasos 500 metros y les visitaba a diario. En el momento de su desaparición, Socorro no mantenía ninguna relación sentimental. Aun así, la mujer era muy reservada con su vida personal y su familia no descartaba que pudiera tener alguna aventura que ellos desconocieran por completo. Socorro tenía una vida totalmente normal, trabajaba como limpiadora en la Universidad Laboral de Ourense; su turno comenzaba muy pronto por la mañana y finalizaba al mediodía, momento que aprovechaba para descansar. Le encantaba viajar, a veces sola o a veces con el grupo vinculado a la iglesia parroquial de su barrio. Además, era una apasionada de la cultura y acudía a la biblioteca municipal varias veces a la semana. En los últimos años, se había aficionado a un modo de vida más saludable y disfrutaba de largos paseos por los alrededores de su casa, entre bosques verdes y el sonido del Miño.