Pujan, el repartidor de Glovo muerto, hacía sustituciones clandestinas sin conocer Barcelona
El joven nepalí llegó desde Berlín hace casi 4 meses y estaba en España en situación irregular.
28 mayo, 2019 02:16Noticias relacionadas
Se llamaba Pujan Koirala, era de Nepal, tenía solamente 23 años y llevaba en Barcelona poco más de tres meses; había llegado a la ciudad condal procedente de Alemania. Aquí no tenía familia. Tampoco la documentación en regla para trabajar. El repartidor nepalí de Glovo que murió el sábado arrollado por un camión de la limpieza en Barcelona estaba en España en situación irregular. Se comunicaba en inglés porque no hablaba español. Tampoco conocía la ciudad. Él no tenía por qué estar trabajando en ese momento, ya que estaba suplantando a otro rider (nombre con el que se conoce a los repartidores)..
EL ESPAÑOL ha podido saber, mediante fuentes próximas al entorno de la víctima, que el joven muerto en un accidente de tráfico cuando repartía comida a domicilio de Glovo, no tenía cuenta para trabajar con esa empresa. Pujan Koirala no estaba dado de alta de autónomo, puesto que no tenía ni permiso de residencia. El chico estaba haciendo una sustitución clandestina; una práctica habitual dadas las vicisitudes del ‘sistema’. Sobre las once y cuarto de la noche del sábado, el camión de la basura se llevó su vida por delante a la altura de la calle Balmes. Estaba haciendo un reparto por el que le iban a pagar como máximo 5 euros.
“No nos tratan como personas. Somos números. Trabajamos bajo una presión que no es normal y encima mal pagados”, resume uno de los repartidores que se concentró frente a las oficinas de la empresa Glovo para protestar tras el suceso. Él es uno de los aproximadamente 2.000 riders que se juegan la vida por las calles de Barcelona a diario para repartir comida a domicilio. Aproximadamente, porque la empresa no da cifras acerca del número de repartidores que tiene. Es sólo una estimación.
La presión de quedar fuera del sistema
¿Cómo funciona el negocio para los riders?: “Entrar en la rueda es tan fácil como apuntarte, acreditar que eres mayor de edad, tener un Smartphone y una moto o una bici”, resume dicho repartidor. Si se cumplen estos requisitos, la persona puede abrir una cuenta en Glovo y se convierte así en ‘emprendedor’. Es el eufemismo con el que la empresa cataloga a estos trabajadores precarios.
A los riders se les asigna, mediante una aplicación móvil, una serie de horas de trabajo. “Es un trabajo precario: nos pagan 0,40 euros el kilómetro y a veces incluso nos racanean unos céntimos y nos lo pagan a 0,39. Parecerá una tontería, pero al cabo del año es mucho dinero. Es como el que se va a una gasolinera a buscar el litro dos céntimos más barato. Al final del año te ha ahorrado como 400 euros”, ilustra este repartidor.
Pero, a pesar de las ínfimas condiciones laborales, la disponibilidad del rider tiene que ser absoluta. Tiene que cubrir las hroas que se le asignan desde la aplicación. De lo contrario, el sistema penaliza: “Entiende que no has cumplido el pedido y te puntúa como un mal repartidor. La consecuencia es que no te vuelve a asignar más viajes en varios días. Eso es la ruina para los trabajadores”, resume este repartidor.
Es por eso por lo que, cuando un rider sabe que no va a poder cumplir con sus repartos (por cuestiones de salud, por motivos personales, porque el reparto está demasiado alejado de su zona), no es extraño que el titular de la cuenta se busque un sustituto. Alguien que le pueda hacer ese servicio a cambio de algo de cobrar él el viaje.
Syangja, Berlín, Barcelona
En esa situación se encontró Pujan Koirala. Nació el día de Nochebuena, hace 23 años. Era natural de Syangja, un pueblo de montaña del este de Nepal, a unos 300 kilómetros de la capital Katmandú. Allí tenía pareja estable, una chica de 20 años que sigue en Asia, esperando noticias de su prometido. Pujan Koirala había venido a buscarse la vida a Europa el año pasado, dada la delicada situación económica en Nepal. En su país era aficionado a las motos y a los deportes de dos ruedas.
Llegó a Berlín, donde estuvo residiendo el año pasado y desempeñando trabajos esporádicos, especialmente en el sector de la hostelería. A principios de este año se decidió a mudarse a Barcelona, en busca de un futuro mejor. Aquí compartía piso con otros jóvenes extranjeros que trabajan como riders para varias empresas de comida a domicilio. No sólo Glovo: hay riders de Uber o de Deliveroo entre sus compañeros.
Pujan Koirala, sin papeles, sin trabajo estable y sin familia ni amigos en España que le pueda ayudar, aceptaba estas sustituciones como su única forma de subsistir. Tenía experiencia llevando motos y bicis en su Nepal natal, pero no conocía bien la ciudad de Barcelona. El sábado por la noche asumió un reparto de comida pasadas las once de la noche de una cuenta de su compañero de piso. Por uno de estos viajes, un repartidor suele cobrar no más de 5 euros.
Se desconocen los motivos que provocaron el siniestro. Pujan rodaba a bordo de su bici, con el pedido dentro de una mochila de Glovo. A la altura del crcue entre la calle Balmes y la Gran Vía, un camión municipal que hacía las tareas de limpieza cruzó a toda velocidad y se lo llevó por delante. El joven perdió la vida en el acto.
Reacciones a la muerte
El suceso provocó que se desatase la ira entre muchos de sus compañeros de reparto. “No era la primera vez que hacía este tipo de sustituciones. Yo había coincidido con él y era un chico que no hablaba español, pero que se comunicaba muy bien en inglés y estaba siempre riéndose”, apunta uno de los riders que le conocieron y que fueron a manifestarse frente a la oficina de Glovo en Barcelona, en la calle Pujades. Allí, algunos repartidores quemaron mochilas y lanzaron huevos en señal de protesta. Una práctica censurada desde la asociación Riders Autónomos. Sus portavoces aclararon que “Nos desmarcamos del vandalismo con el que han reaccionado algunos compañeros”, explicaron.
No obstante, desde esta misma entidad denuncian la situación de precariedad en la que están trabajando los riders, chicos jóvenes a los que hacen creer que son ‘emprendedores’ pero que cobran cantidades ínfimas por un intenso trabajo de desgaste: “Ni siquiera nos garantizan las horas de trabajo. Nos engañan. Saturan las calles de glovers (otro de los nombres usados para designar a los riders) para que haya muchos disponibles. Así, mediante la ley de la oferta y la demanda, si tú no quieres hacer ese trabajo, va a haber mil dispuestos a cogerlo y tú vas a pasarlo mal después porque no te van a dar repartos”, cuentan desde el seno de la asociación. Uno de sus repartidores revela que “nos obligan a pagar el autónomo, no tenemos derecho a baja, a vacaciones… ni siquiera un seguro encondiciones, como ya se ha visto. El seguro que hay no da para cubrir los costes en caso de un accidente grave”.
Es el sistema. El repartidor que no está dispuesto a la hora y en las condiciones que la aplicación determina, será penalizado. Dejar pasar un reparto es un lujo al alcance de pocos, por lo que entre los riders agudizan el ingenio y buscan sustituciones clandestinas. Una de ellas fue la que acabó con la vida de Pujan. “Pueden sacar muchos comunicados, pero Óscar Pierre, el fundador de la empresa, todavía no ha dado la cara”, protestan en la asociación, preguntándose quién va a iniciar ahora los trámites de la repatriación del cuerpo a Nepal.
Una práctica ilegal
Ha sido un lunes duro en la empresa Glovo, que emitió un comunicado a última hora de la tarde, lamentando el fallecimiento del chico e insistiendo en que se trata de una persona que “no era colaborador de Glovo” y poniendo énfasis en que la seguridad de los repartidores siempre ha sido una prioridad para la empresa”, y que “la cesión de cuentas a terceras personas, además de ser una práctica ilegal, dificulta que se pueda entregar el material didáctico de seguridad vial”. Para evitar estos hecho, Glovo aseura haber puesto una plataforma a disposición de los usuarios para que puedan denunciar estas suplantaciones.
Pero Pujan ya no está, porque lo mató un camión el sábado. Aunque la empresa asegure que se implica en la seguridad de los trabajadores, lo cierto es que el sistema de trabajo provoca una presión entre los riders que les obliga a buscar alternativas desesperadas para no quedarse fuera. Por cinco euros, un repartidor tuvo que buscar a un sustituto que perdió le vida en el envío. Hoy todos son lamentos y los riders han parado. Pero mañana habrá que volver a arrancar y la situación será la misma para todos. Es el sistema.