Tiene 89 años y, hasta el pasado domingo, un enorme manojo con las llaves de todas las casas del pueblo. Era como un San Pedro con abrigo y bufanda en un gélido páramo castellano. Con ellas tenía el acceso a los lugares más importantes del municipio: el bar, la iglesia, el pequeño pabelloncito, su casa, algún que otro inmueble a reformar... Todo lo que uno necesita, libertad de movimiento. Tampoco es que hubiese muchas viviendas (al fin y al cabo allí tan solo viven unos 150 habitantes) pero Ricardo Díez Pascual las guardaba con mimo después de 55 años en el cargo. Qué símbolo sino las llaves de todo el pueblo como metáfora del poder. Ahora, el que era el alcalde más longevo de toda España, el que más tiempo llevaba en el cargo, ha perdido por primera vez su trono. Y seguramente tenga que devolver ese pesado y antiguo llavero.
"Ahora toca echar el rato por el pueblo, echar la partida, ir un rato al bar y divertirme". Dos años después Ricardo vuelve a hablar con EL ESPAÑOL para hacer el último balance de toda una vida como servidor de la cosa pública. La mayor parte de ella ha sido el alcalde de Castillejo de Mesleón (Segovia). Convirtió su pueblo en un feudo apacible en el que prácticamente nunca había tenido oposición, y donde siempre había obtenido todos los concejales de la agrupación.
"A todo porco lle chega o seu san Martiño". No iba a ser menos, el bueno de Ricardo. Así que al regidor que más tiempo llevaba en su cargo en toda España no le queda otra que asumir la derrota con naturalidad y deportividad. Y más teniendo en cuenta quién le ha arrebatado el bastón de mando: ni más ni menos que su propia y mismísima sobrina.
Susana de las Monjas es desde el domingo la nueva alcaldesa de este pequeño pueblo de la comunidad de Sepúlveda. Este año la cosa estaba muy disputada. En una especie de todos contra don Ricardo, su legendario e intocable sillón iba a ser disputado por otros tres candidatos: Ciudadanos, el partido local Centrados y el PSOE, el de su sobrina, el que finalmente ha logrado arrebatarle el puesto.
145 vecinos tiene aproximadamente la localidad. A la candidata socialista le han bastado los votos de 31 vecinos para cosechar los 4 concejales que le otorgan la mayoría con la que destronar a su tío. Un cambio ciertamente histórico en un pequeño rincón perdido en medio de la nada segoviana, de la nada vacía, de la nada rural.
Unos pocos se mantuvieron fieles al longevo mandatario, un tipo que alcanzó más años en el poder que el mismísimo Fidel Castro o que el dictador Francisco Franco. Los 20 votos que obtuvo en la jornada electoral le valen para mantenerse como concejal en el consistorio, la casa más grande del pueblo, un inmueble que hace las veces de bar, de gimnasio deportivo, de sala de reuniones e incluso para las sesiones de yoga o de pilates de sus habitantes.
Cuatro mujeres gobernarán el pueblo
"Todo ha sido en buena armonía. Mi sobrina ha ganado, y aunque son de un grupo diferente, estaré con ellas ayudando. Seguiré colaborando, claro, pero ya un poco más retirado". Se trata de otra de las novedades tras este vuelco electoral: el pueblo estará gobernado por cuatro mujeres, es decir, tres concejalas y la alcaldesa, que son las que han salido elegidas. "Son familia, tengo que ayudarlas, así que todos contentos".
De un alcalde elegido en tiempos de Franco a una sencilla localidad de apenas cuatro calles gobernada por mujeres. Entran nuevos aires en el pueblo, como cuando él se sentó por primera vez en el sillón de la alcaldía en 1964. Hasta hoy no se había vuelto a levantar. La primera vez que entró por la puerta del ayuntamiento de Castillejo aquello era una Macondo a la segoviana. El terreno era virgen, las calles estaban sin asfaltar, el fango manchaba los zapatos. Apenas había salubridad, tendido eléctrico, ni tampoco los hoy comúnmente conocidos "servicios mínimos". "No teníamos asfalto, saneamiento y tampoco agua potable. No había ni calles, y las vacas lo ocupaban todo. Estaba hecho una cuadra".
En el pueblo, Ricardo Díez hizo en estas largas décadas todas las obras y reformas posibles. Inauguró el servicio de agua potable a los tres meses de llegar al cargo. Rehabilitó y amplió el edificio del ayuntamiento. Renovó el retablo principal y restauró las campanas de la Iglesia. Construyó un frontón para que los vecinos pudieran ejercitarse, hacer deporte. Edificó parques equipados con barbacoas para las familias. Logró que los panaderos y los pescaderos acudiesen directamente al pueblo con sus furgonetas a abastecer a los vecinos en lugar de pasar de largo, hasta el siguiente pueblo medio deshabitado.
Su posición en la geografía española y en el tiempo, así como su extraordinaria longevidad y energía, le llevaron a conocer personajes tan ilustres como Adolfo Suárez, primer presidente del Gobierno de España, cuando era gobernador civil en Segovia en el año 1968.
Todavía recuerda aquellas reuniones, en las que Ricardo Díez iba a solicitarle, humilde, cualquier cosita para el pueblo, y Suárez le agarraba con cariño por el hombro y le decía: “Usted no se preocupe. Cuando tenga usted algún problema, usted ponga los cataplines encima la mesa que aquí manda usted”. Suárez se lo decía con cariño, porque veía al joven Ricardo con ilusión de renovar el pequeño y olvidado municipio segoviano.
La gestión de Ricardo, sostenida en el tiempo de forma inigualable, independientemente del partido político con el que se presentase, le ha valido para que el municipio cosechase ciertas ganancias cada año, un pequeño superávit con el que luego ha venido adoptando en cada Navidad una decisión de lo más salomónica: lo que sobraba, terminaba repartiéndolo entre todos los vecinos de la aldea. Cada uno de ellos recibía en Navidad una cantidad próxima a los 250 euros como aguinaldo. "Lo solíamos dar por Nochebuena a aquellos que andaban un poco mal".
"Estoy contento. No puedo pedir más"
La cabeza nevada por la edad, pese a los casi 90 años, ni siquiera descansa ahora, que ha perdido el cargo. Asegura que su día a día no distará mucho de lo que venía haciendo en los últimos 55 años. El hombre, que se resiste todavía a figurar en el registro como un anciano, posee una energía titánica, que exhibe en cuanto puede.
Cada día se seguirá levantando a las nueve. Seguirá leyendo con atención la prensa nacional, desayunando su tazón de leche con sopas de pan y galletas. Seguirá saliendo de casa algo después, ni muy temprano ni muy tarde, para dirigirse al ayuntamiento a trabajar, como si tuviera 33 años, como si tuviera la misma energía que entonces, que la tiene, aunque en realidad sea ya casi nonagenario, y los años no pasan en balde. Ni siquiera para él.
Todo va a ser muy similar en su vida: ahora toca ver los toros desde el otro lado de la barrera, aunque intuye que algún cable tendrá que echar a quienes entran nuevos al ayuntamiento. "Estoy contento, no puedo pedir más. En estos años hasta me han hecho hijo predilecto de Segovia. Mi mujer quiere que yo no haga nada ahora, pero tengo que seguir. Si me retiro, qué hago yo, me aburro. Seguiré en el ayuntamiento, menos que antes, pero ayudando como siempre".
El órgano de la iglesia, ese que colocó años atrás y que sigue tocando cada poco, ya le echa de menos. No en vano está situado a pocos metros de la calle del pueblo a la que, hace ya unos años, le concedieron su mismo nombre.