“Yo creo que lo ha visto cerca de la mitad de la plantilla”, dice un trabajador de la fábrica de Iveco en Madrid, a la puerta, antes de fichar para entrar al tajo. Habla rodeado de periodistas, el suicidio de Verónica después de que se filtrase un vídeo sexual suyo ha situado esta fábrica de las afueras de Madrid en el foco mediático. Eso sí: “A mí me lo enseñaron, yo no le tenía en el móvil”, matiza el compañero.
Esa es la tónica que siguen ahora muchos de los trabajadores de Iveco. Da igual a quién se le pregunte, todos los que quieren responder dicen que sí, que lo han visto pero nadie lo tiene ni lo ha tenido y, por supuesto, nadie lo ha reenviado. La semana pasada muchos iban a su puesto de trabajo y la señalaban, le decían a sus compañeros “mira, esa es la del vídeo”, por si alguien no la conocía. Ahora, la psicosis se está adueñando de parte de la plantilla que tenía el vídeo en su posesión y lo están borrando de sus teléfonos móviles. Temen a las represalias.
Hace dos semanas vio la luz un vídeo en el que aparecía Verónica, una mujer de 32 años, y que había grabado hace cinco años. Todavía se desconoce el motivo por el cuál el vídeo comenzó a circular, y encima tanto tiempo después, pero la difusión fue tal que a Verónica se le vino el mundo abajo. Cuando el que dice que casi la mitad de la plantilla ha visto el vídeo se refiere a una empresa que tiene 2.500 trabajadores.
La semana pasada, el vídeo se convirtió en un asunto absolutamente viral en la empresa en la que trabajaba. El miércoles, los compañeros de Verónica ya la llegaron a ver afectada, llorando en su puesto de trabajo. El jueves subió al Comité de Empresa a denunciar lo que estaba pasando pero no quiso trasladarlo a las autoridades, sólo quería que el asunto se zanjara. Y esa misma noche su marido lo vio. El viernes tuvo que irse del trabajo antes de que acabara su turno y el sábado apareció ahorcada en su casa de Alcalá de Henares.
Aquello a lo que se tuvo que enfrentar Verónica en los últimos días de su vida es una realidad muy frecuente. Desde que las redes sociales habitan en los teléfonos móviles, este tipo de contenidos tienden a viralizarse a través de WhatsApp y las víctimas siempre suelen ser mujeres. Ahora, para que esto suceda, no solo hace falta que alguien vulnere la intimidad de otra persona sino que es clave la complicidad del que hace circular ese tipo de imágenes.
“Lo compartían y ahora dicen que no lo han visto”
Y en esa línea están muchos trabajadores de Iveco que con silencio y actos que pensaban que no terminarían tal y como sucedió, acabaron haciendo que el vídeo circulara. Era una broma, una risa, que se tornó en realidad y ahora reina el acongoje. No sólo por la responsabilidad moral que algunos dicen sentir, sino por la penal, ya que por el mero hecho de compartir ese tipo de vídeos se está incurriendo en un delito.
“Ahora todo el mundo dice que ellos no tienen el vídeo”, critica otro trabajador, que en este caso sale de la fábrica de Iveco. “Pero yo conozco a gente que lo ha compartido y ahora dicen que ellos ni lo han visto”, añade. “Lo están borrando todos de sus móviles”, comenta otro. “Yo no lo había visto, la verdad, y después de todo lo que pasó pregunté por ahí para verlo y comprobar si era tan grave y de repente nadie lo tenía”, apuntala.
El testimonio es unánime. Un tercer trabajador cuenta que hay gente que se lo pasó a él y que este lunes estaban en la manifestación de repulsa contra lo sucedido que tuvo lugar en el interior de la fábrica. “Había algunos que todavía se seguían riéndose, he visto muchísimo cinismo con esto”, comenta indignado.
Una trabajadora, de las pocas mujeres que trabajan en la fábrica, y amiga de Verónica, pide no ser identificada pero reconoce que hay cierto machismo. “La mayoría son hombres y todo el rato se oyen comentarios de todo tipo, ya desde antes, es un ambiente hostil”, asegura. “Donde estaba Verónica, creo que era la única mujer y tuvo que sufrir mucho tras la publicación de las imágenes. Yo he visto a gente yendo a su puesto de trabajo a señalarla y otros que intentaban ligar con ella porque decían que parecía una chica fácil por el vídeo”, añade. E incide, ahora nadie sabe nada del vídeo.
Según explicó Borja Adsuara, experto en Derecho Digital, en declaraciones a EL ESPAÑOL, todos los trabajadores que difundieron el vídeo cometieron un delito de revelación de secretos, que está penado con entre tres meses y un año de prisión. A ello habría que sumar la responsabilidad civil según el perjuicio moral que los hechos pudiesen haber causado a la familia. Por eso, ahora todos limpian sus móviles como si no hubiera pasado nada y borran el vídeo y los comentario. Pero este tipo de cosas son muy fáciles de rastrear. Ya es tarde, sobre todo para Verónica.