La despedida pública de Juan Carlos I tuvo como coprotagonista a la persona que lleva siendo su sombra desde hace muchos años, la Infanta Elena. Este domingo en Aranjuez, la ciudad madrileña con tantas evocaciones históricas, quedó claro, una vez más que Elena es la que más unida está de los tres hijos al Emérito. A la comida y posterior corrida de toros, en honor a la Condesa de Barcelona, sólo acudió ella con su hijo mayor, Froilán, ni los Reyes Felipe y Letizia, ni la Infanta Cristina y ni rastro -tampoco- de su esposa, la Reina Sofía. En el palco real, don Juan Carlos y su hija mayor: nadie más de la familia directa. Junto a ellos, la Infanta Pilar, que acaba de anunciar que está enferma de cáncer y que llegó flaqueada por Simoneta y por otro de sus hijos, Fernando Gómez-Acebo. También les acompañaba el amigo de don Juan Carlos, Manuel Piñera, casado con la heredera del imperio del whisky DYC y uno de los cicerones de Juan Carlos en los cosos taurinos.
Las gradas, en las que estaba sentado el líder de Vox, Santiago Abascal, dedicaron una gran ovación para el Émerito y muchos nostálgicos de un reinado, el de Juan Carlos, que se extingue irremisiblemente. Todo en Aranjuez, donde 111 años antes, el 18 de marzo de 1808, se produjo el Motín de Aranjuez. Como se recordará, aquel día hubo un levantamiento en la ciudad atravesada por El Tajo, promovido por los fernandinos, favorables a la abdicación de Carlos IV, el rey legítimo, en favor de su hijo, Fernando VII.
Este domingo, 2 de junio de 2019, por el ambiente españolista que había en la plaza de toros, de haberse pedido una abdicación habría sido al revés: del hijo, Felipe VI, el rey legítimo, en beneficio del padre, Juan Carlos I. O, también, puestos a retorcer la Historia, a favor de la Infanta Elena, la fiel escudera de Juan Carlos.
Un asistente a la corrida, sentado al lado de esta cronista, aludía brevemente a este episodio histórico de hace más de un siglo al tiempo que contemplaba la fanea de Morante de la Puebla, el torero militante en Vox. En cualquier caso, no parece aventurado afirmar que si el rey Juan Carlos I hubiera abdicado en Elena I, la relación entre el padre y ella sería mucho mejor que la que mantiene con Felipe VI y, sobre todo, con Letizia.
Son las paradojas de la Historia. Elena, la hija mayor de Juan Carlos y Sofía, sería ahora Elena I de España y su hijo el Príncipe Felipe, -aunque probablemente todo el mundo le seguiría llamando Príncipe Froilán- su heredero. Eso sí, Elena María Isabel Dominica de Silos de Borbón y Grecia no hubiera nacido en Madrid y, por ejemplo, lo hubiera hecho en Estocolmo, Suecia. Entonces como Victoria, que es la mayor de los tres hijos del Rey sueco, hubiera sido llamada a ser Reina, a pesar de que tiene un hermano varón, pero menor. Exactamente el mismo caso que en nuestro país. Sin embargo, Victoria de Suecia será Reina, Elena de Borbón y Grecia ya no pertenece ni a la Familia Real actual.
Si su nacimiento hubiera ocurrido ahora, su destino podría haber sido muy distinto pero en España aún no se ha derogado lo que se conoce como la Pragmática Sanción, que data de 1830, y cuya esencia recoge el artículo 57 de la Constitución española: “La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos”. Una normativa discriminatoria que en la actualidad sería ampliamente cuestionada, pero que cuando Elena de Borbón nació, en plena época franquista, no fue siquiera motivo de discusión. Como tampoco lo fue cuando la casi recién nacida democracia española ratificó la ley fundamental que rige la convivencia de los españoles: la Constitución española de 1978.
Sin embargo, los Reyes Felipe y Letizia no quisieron arriesgarse y tras el nacimiento de su segunda hija, la Infanta Sofía, tomaron la decisión de no tener más hijos, asegurando así la llegada al trono de Leonor.
Nunca pensó que su cuñada la apartaría de su destino
Discreta y heredera del conocido espíritu campechano de su padre Juan Carlos, la hija mayor de los Reyes Eméritos cumplirá el próximo 20 de diciembre 56 años. Desde que fue consciente supo que, a pesar de ser la primogénita, ella nunca sería Reina, título que le correspondía a su hermano menor, Felipe. Así que desde niña asumió que ese era su destino, ayudar a la Corona, primero en la figura de su padre y después en la de su hermano, aunque nunca pensó que entraría un factor determinante que le apartaría de su destino: su cuñada Letizia.
Así que la Infanta decidió independizarse y en 2008 comenzó a trabajar en la Fundación Mapfre como directora del área social de Acción Social y no percibe ninguna asignación oficial de la Casa del Rey.
La entrada en Zarzuela de Letizia fue fundamental para que las hijas de Juan Carlos y Sofía se alejaran de su hermano Felipe, pero ha sido el trato que ha recibido su padre desde su abdicación hace cinco años, lo que ha hecho definitiva su ruptura. Elena ha sido la fiel consejera que le ha ayudado a Juan Carlos a tomar la decisión de dejar también la escena pública.
La duquesa de Lugo es muy popular en muchos ambientes, quizá más tradicionales, en los que la reina Letizia no se prodiga. A la Reina, que pretende modernizar la monarquía hasta hacerla irreconocible, le sería muy útil que su cuñada Elena la representara en algunos ambientes y de ese modo, la Corona abarcaría todo el arco social: desde los defensores de los animales a los taurinos, de los modernos de Malasaña a la Romería del Rocío. Sin embargo, ambas cuñadas prácticamente no se hablan.
Durante la celebración del 40 aniversario de la Constitución en el Congreso -el 6 de diciembre de 2018- en el que tuvo lugar el homenaje al Rey Juan Carlos, su ausencia fue muy comentada. La Infanta Elena no estuvo siquiera en la tribuna de invitados. Fuentes no oficiales de Zarzuela lo quisieron aclarar, ya que se encontraban en plena fase de rehabilitación familiar de la Infanta Cristina y se consideró prudente no hacer "agravios comparativos" entre ambas, ya que la presencia de la ex duquesa de Palma en el acto hubiera generado gran polémica.
Carácter endiablado, pero hace de puente entre todos
Parece que compartir suerte con su hermana, que siempre llevará con ella el Caso Nóos, parece ser el injusto castigo de Elena de Borbón, designada por su hermana como Familia del rey y no Familia Real. A pesar de que su hoja de servicios es intachable y que los Monárquicos la consideran impecable a la hora de representar todo lo que significa la Corona.
Sin pareja conocida desde su divorcio de Jaime de Marichalar, la existencia de Elena de Borbón está centrada en su trabajo en Mapfre, en la hípica -sigue entrenando asiduamente con su caballo Kant- y en sus hijos Froilán y Victoria.
La infanta, a quien de joven y también de mayor, se le atribuye un carácter endiablado ha acabado siendo la menos problemática de la familia. Aunque va por libre, es la única que se habla con todos y hace de puente entre unos y otros, hija sobre todo de su padre, a quien tanto se parece, reconciliada con una madre de la que se sintió lejos durante su juventud, paño de lágrimas de su hermana Cristina y respetuosa con las decisiones de su hermano que, en estos momentos, se refugia en su propio núcleo familiar no siempre permeable a sus padres y hermanas.
Ahora la duquesa de Lugo, que sigue siendo la tercera en la línea de sucesión al trono, se ha convertido en la sombra de su padre, y más ahora, que va a dejar de estar al servicio público de Zarzuela.