"Más de 200 montañeros intentaron coronar la cima del Everest (8.848 metros) y dejaron una fotografía que pasará a la historia por mostrar el atasco más alto del mundo". Así era como describían hace unos días la instantánea que se hizo viral en el pico más alto del Planeta Tierra y que, tal vez, piensen se corresponde con la que ilustra este reportaje. Pero lo cierto es que esta foto no escenifica el atasco humano más alto del mundo, sino el de España, a 3.400 metros sobre el nivel del mar, en los últimos y vertiginosos 40 metros que hay que escalar antes de alcanzar el pico del Aneto, en el Pirineo aragonés.
Esta imagen se repite verano tras verano, al igual que en la mayor cumbre del Himalaya: colas infinitas de montañeros, o de aquellos que dicen serlo, esquís al hombro y bastones en mano, esperando para coronar la cima, en un estrecho y resbaladizo cortado, con la muerte avisando a ambos lados. Si bien, la última mafisicación en el Aneto se advirtió este mismo sábado, aprovechando, tal vez, un día totalmente veraniego. Cuando el montañero Txetsu Ubieta llegó al último tramo para tocar la cima, se dio de bruces con esta foto y con una hora de espera para llegar a ella.
Poco después, otro alpinista compartía las imágenes en una red social, donde se podía advertir un paralelismo claro entre lo que ocurre en el Everest y el Aneto. "Mucho se ha hablado estos días pasados de los atascos en el Everest, pero el problema de la masificación en montañas emblemáticas es generalizado. En las imágenes, el tramo final del Aneto el sábado. Una hora de espera en el paso de Mahoma", afirmó el montañero.
La explicación de tan peculiar y, al mismo tiempo, temerosa foto no es otra que la turistificación. La montaña dio la bienvenida a este fenómeno del afán por el turismo hace unos años, aunque no de la mejor forma. El hecho de que los turistas hayan pasado de recorrer ciudades a hacer alpinismo del más alto nivel, sin cambiar hábito alguno, solo puede significar algo: más peligro, accidentes y mortalidad.
"Disfrutar de la montaña requiere conocer el terreno, tener ciertas habilidades. No todo vale por el hecho de conseguir un selfie, al final se están cargando el alpinismo", cuenta a EL ESPAÑOL el responsable del Comité de Seguridad de la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada (FEDME), Alberto Ayora. Y es que subir al Everest o al Aneto no es lo mismo que caminar por Manhattan o Central Park.
Como si fuera el metro
Aquel día, en el que la foto del pico más alto del mundo se viralizó, dos montañeros —o turistas—, un estadounidense y una india, fallecieron cuando intentaban alcanzar la cima, en ese peligroso tramo lleno de nieve. Según explicó el jefe de la expedición, el gran número de personas que se encontraban en la montaña les retrasó y eso provocó la muerte de ambos. Para llegar a la cumbre, había que esperar más de dos horas a ocho mil metros de altura y en medio de un encrucijada. El desenlace fatal parecía inevitable.
"Si el día que hice cima en el Everest llego a encontrar más cola que en el metro, me doy la vuelta", dijo el montañero español Albert Bosch. Tal vez la opción más sensata, pues sí aún viendo tal cola, prosigues, un traspié, un empujón o simplemente un desprendimiento por tal masificación pueden terminar en lo peor. De hecho, el problema no es solo que exista tal muchedumbre en tan inhóspito lugar, sino que también se maltrate y se destruya un entorno protegido.
Sin ir más lejos, ese escenario se repite casi de manera exacta en los últimos 40 metros antes de tocar cima en el Aneto, una zona denominada el Puente de Mahoma. El paso es corto, pero entraña gran cantidad de peligros: la verticalidad de la caída, la estrechez del paso, el vértigo, los resbalones en la nieve... Aún así, durante el verano han llegado a formarse colas de hasta 240 personas, contando además que mientras los montañeros transitan ese sendero blanco unos suben y otros bajan. Lo que en un día normal se recorría en dos minutos, el ansía del turismo lo ha convertido en una espera de horas que, en muchos casos, han terminado por ser accidentales y mortales.
Los datos hablan por si solos. En los últimos seis años, únicamente en el Aneto, el Servicio de Montaña de la Guardia Civil ha rescatado a 281 personas, entre ellas el 54% fueron heridos, un 41% resultaron ilesos y el 5% fallecidos. La mayoría de los rescates (66%) se produjeron en verano —¿acabo hay mejor plan que subir el Aneto un día soleado?— y en prácticamente ningún caso los montañeros estaban entrenados para ello o habituados a ascender grandes cimas. No basta con calzarse unas botas y llevar una cuerda.
11 toneladas de basura
Ir con mocasines para alcanzar el pico más elevado de los Pirineos, quitarse los calcetines estando solo en la montaña o intentar atravesar nieves perpetuas con una camisa son solo algunas de las situaciones que la Guardia Civil se encontró en sus rescates durante el año 2015, por ejemplo. Aunque suene a broma, pasa y cada vez más. Y lo peor no es que las personas actúen de manera negligente, sino que eso puede poner también en peligro la vida de quienes nos rescatan.
El problema, si bien, no es solo de quien decide irse de excursión a miles de metros de altura. Si han elegido ese lugar es porque alguien les ha animado a ir o lo han visto publicitado en algún sitio. "Desde la Administración se estimula ir a hacer deporte a los sitios más emblemáticos, se mejora la accesibilidad para visitarlos, pero eso no va paralelo a campañas de formación y seguridad a la montaña", cuenta Ayora. Más accesibilidad, más accidentalidad.
¿La solución? "Alejar de la montaña al publico en general, que los refugios estén lejos, que subir un tres mil suponga un esfuerzo; piensan que es lo más de lo más, así es el ego del ser humano, ya no se valora ni siquiera subir al Everest", apunta el responsable de Seguridad de la FEDME.
Si bien, la turistificación no es lo único mal de la montaña, también todo lo que los humanos dejan allí: basura. El lunes pasado una docena de experimentados escaladores sherpas completó la mayor campaña de limpieza en el Everest hasta el momento. Un operativo promovido por el Gobierno de Nepal, iniciado a mediados de abril y en el que se recogieron un total de 11 toneladas de desperdicios.
En el Aneto por el momento no hay campaña, pero además de la basura que los montañeros urbanitas dejan allí, políticos de la zona como el alcalde de Benasque, Ignacio Abadías, también han mostrado en más de una ocasión su descontento con la colocación de "símbolos de toda índole" en la cumbre más alta del Pirineo, algo que solo "evidencia una falta de respeto". Y es que, al final, la montaña ha acabado sirviendo para todo, menos para disfrutar de la naturaleza.
Los leridanos, Carla Vigo, de 25 años, y Gerard Subrá, de 33 años, saben bien de lo que habla el alcalde oscense. Pues ambos, en el primer aniversario del referéndum ilegal de independencia, el 1 de octubre de 2018, no tuvieron otra ocurrencia que subir los 3.404 metros del Aneto y una vez allí, pintar de amarillo la gran cruz de cuatro metros de aluminio que corona la cima.
La cruz teñida de amarillo
En la imagen que esta aficionada del patinaje artístico colgó en su perfil de Instagram, se la ve bien abrigada, con la cabeza cubierta por un casco blanco y sonriendo. Y añade con texto en la misma: "cup.pable" (un juego entre la palabra culpable y la CUP). Aunque no se ve en la captura, con la ayuda de su amigo, guía de montaña y organizador de eventos deportivos, al símbolo de Aragón y de la Virgen del Pilar también añadieron un puñado de lazos amarillos. Poco hizo falta para que la foto y la frase incriminatoria se propagasen como la pólvora por las redes sociales y generasen una ola de indignación en Aragón, sobre todo entre los aficionados al montañismo.
Al día siguiente, los dos se presentaron voluntariamente ante la Guardia Civil de Benasque para negar su autoría. Según explicaron, cuando llegaron allí, sobre las 11.00 horas, la cruz ya estaba teñida de amarillo y solo se tomaron las fotos para hacer una gracia. Apenas habían estado tres minutos en la cima, tiempo insuficiente para rociar con spray el inmenso símbolo católico. El relato, no obstante, no terminó siendo muy creíble para los agentes. La cuestión es que si finalmente optaran por no creerles, los dos jóvenes podrían enfrentarse a una multa y a un máximo de tres años de cárcel por un delito de daños cualificado por afectar a un bien de dominio público.
Lo cierto es que esta ocasión no era la primera vez que Aragón, y en concreto el pico pirenaico, eran el blanco del expansionismo catalán. TV3 y algunos libros de texto han descrito al Aneto como el pico más alto de los denominados Países Catalanes. Incluso hasta el expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol, subió en 1999 hasta la cima para convocar las elecciones autonómicas desde allí.
Y no solo eso, sino que la comitiva, antes de llegar a la cima, hizo una acampada ilegal en un paraje protegido junto al lado de Coronas, en el parque natural de Possets-Maladeta. Algo prohibido en todo el recinto y por lo que podría haber sido sancionado con una multa de entre 10.000 y 500.000 pesetas, , si finalmente alguien hubiese denunciado, pues el Gobierno de Aragón no podía actuar de oficio, según reveló en aquel año el Ejecutivo.
La primera vez que una persona logró alcanzar el pico más alto de los Pirineos fue en 1842, un antiguo oficial ruso de nombre Platon de Tchihatcheff fue quien capitaneó la expedición. En el caso del Everest, fueron el neozelandés Edmund Hillary y el nepalí Tenzing Norgay quienes llegaron a donde ningún otro hombre había llegado en 1953. Turistificación, toneladas de basura, reclamos ideológicos... Ay, si Hillary o de Tchihatcheff levantarán la cabeza...