Lo más importante que sucedió aquella tarde fue un beso. En concreto el de dos jóvenes estudiantes, uno con barba, el otro con coleta, que en medio del griterío, delante de un autobús de color naranja y de un tipo, Ignacio Arsuaga, presidente de la asociación ultra católica Hazte Oír, que a pocos metros de distancia gritaba a través de un micrófono distintos mensajes a las puertas de la Universidad Complutense, sobre todo aquellos que reforzaban el mantra que lucía rubricado en el lomo del alargado automóvil: "Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva".
La transfobia era la protagonista en la tarde de ese 10 de marzo de 2017, pero delante de los dos jóvenes, arropados con la bandera LGTBI, una mujer, de chaqueta azul y melena negra, observaba. También sonreía, impasible, con la misma sonrisa fría que luce a día de hoy. Entonaba a coro las mismas consignas que el resto de los pasajeros del vehículo. Allí estaba, en un discreto segundo plano mientras Arsuaga acaparaba todos los flashes, Rocío Monasterio.
Ningún titular se fijó en ella en aquel entonces, pero el tiempo pone a cada uno en su sitio y a su partido, Vox, lo ha venido a meter en las instituciones. Tampoco era primera la vez que la delgada figura de esta mujer, presidenta de Vox en la Comunidad de Madrid, aparecía en tales meollos. Unos meses antes de aquello llegó a suscribir un manifiesto contra las leyes que "prohíben someterse a una reorientación de la inclinación sexual". EL ESPAÑOL lo desveló la semana pasada. También que ella y otros nombres que hoy son diputados de su partido y que cuentan con escaño en el Congreso insistieron, después, pidiendo al Defensor del Pueblo que no se prohibieran las terapias para 'curar' a los gays.
Monasterio tiene 45 años, es la número tres del partido, arquitecta de profesión, diseñadora de interiores, especialista en ordenación del territorio, urbanismo y medio ambiente. Pocos saben todo lo que hay tras esa fina y sibilina sonrisa. Quizás se desconozcan sus orígenes, el pasado de su familia o sus negociados, hace décadas y ahora. O su relación con Cuba y Miami. O que lleva más de 20 años trabajando en el sector de la construcción, y casi diez implicada en distintos círculos y plataformas conservadoras y ultracatólicas. O que es madre de cuatro hijos. O que su socio laboral, desde siempre, es su compañero de vida y marido, Iván Espinosa de los Monteros, con quien también se embarcó en la aventura política.
Se trata de uno de los rostros más importantes de la formación. En un famoso vídeo de hace tres años se la podía observar colocando unas esposas delante de las narices de Carles Puigdemont cuando éste impartía una conferencia en los lujosos salones del hotel Palace en Madrid. Viene ocupando en los últimos meses minutos y minutos en las tertulias, en las entrevistas y en los mítines de las campañas electorales de las últimas semanas, donde los suyos la presentan con el sobrenombre de "azote de las feminazis".
De ella se dice también dentro del partido que es el "puño de hierro en guante de seda". Es la candidata a la Comunidad de Madrid de un partido que en la misma semana se dice a favor de la libertad de expresión y expulsa a su número dos de Torremolinos por acudir a un festival promovido por el colectivo LGTBI. Esta semana ha logrado introducir algunos de los elementos de su línea más dura en los presupuestos de la Junta de Andalucía. Y en esa línea dura van mensajes tales como la negación de la violencia de género, es decir, de los asesinatos de las mujeres a manos de sus parejas o exparejas.
EL ESPAÑOL reconstruye la vida de la lideresa de la agrupación política ultra que ha irrumpido en el Congreso de los Diputados con 24 escaños en las últimas elecciones generales.
Los responsables de comunicación de la formación se negaron a conceder una entrevista a este diario tras pedir por diferentes vías hablar con Rocío Monasterio. Su historia, eso sí, se sabe que comenzó antes, mucho antes incluso de que ella naciese. Fue al otro lado del Atlántico, en la isla más grande del Caribe.
El hombre que trajo Kentucky Fried Chicken a España
En Latinoamérica, a las haciendas coloniales dedicadas a procesar caña de azúcar se les ha definido tradicionalmente con el nombre de "ingenios azucareros". O simplemente "ingenios". También los hubo durante mucho tiempo en Cuba. Precisamente en el sur de la isla, en Cienfuegos, una familia de oligarcas, antiguos emigrantes españoles, regentó una de estas compañías azucareras. A aquel viejo ingenio se le conocía como el ingenio Manuelita. Ya no se la conoce con ese nombre, pero era de los antepasados de Rocío Monasterio.
Nació en el año 1974, en Madrid, pero su verdadero origen se sitúa en ese lugar, donde sus antecesores se lucraron con una compañía que llegó a cotizar en Nueva York. Era la Compañía Azucarera Atlántica del Golfo. Aquel ingenio se fundó a principios del siglo XIX, pero cien años después seguía funcionando, en manos de antepasados directos de Rocío como su abuelo y su padre. De allí salían 200.000 arrobas de caña cada 24 horas. Usaba cable, telégrafo y teléfono local con las colonias. Conectaba con Cienfuegos a través del río Damují con de dos barcos al día. Ocho locomotoras de vapor y 190 jaulas de azúcar eran el vehículo para transportar la producción.
Ya en el siglo XX aparece el grupo Falla Gutiérrez-Monasterio como el propietario encargado de gestionar la producción de la empresa. Contaron con el favor de nombres tan importantes como Fulgencio Batista, el dictador que tomó el poder por la fuerza con el golpe de estado en 1952, a cuatro meses de las elecciones presidenciales.
Batista duró 7 años, hasta que el 1 de enero de 1959 la revolución cubana tomó Cuba instaurando un nuevo régimen autoritario prolongado durante décadas, el de Fidel Castro. Los años 50 habían sido tiempos de modernización en la empresa, construyeron una nueva plánta eléctrica con turbinas, bobinas para coser los sacos de azúcar. Hasta se introdujeron tractores y carretas con ruedas de goma.
Según Roberto Pérez Varelo, un hombre con cincuenta años de experiencia en la industria azucarera cubana, todavía activo en sus funciones como secretario de la dirección central del antiguo ingenio Manuelita, tras el triunfo revolucionario la propiedad de los Monasterio fue intervenida por los Castro en el año 1960. Le cambiaron el nombre por el de "14 de julio", en honor a la Toma de la Bastilla, hecho icónico de la Revolución Francesa. 11 años después, en 1971, la azucarera les fue expropiada. Todavía hoy el antiguo Manuelita exhibe en una de sus plazoletas un fortín edificado a mediados del siglo XIX. También se advierten los barracones y las piedras, obras levantadas en aquel entonces por los esclavos.
La adinerada familia no se quedó mano sobre mano, así que su padre continuó en el mundo de los negocios. Según relata la periodista Leyre Iglesias en un pasaje del libro La sorpresa Vox (Ediciones Deusto, 2019), aquel hombre llegó a fundar en 1972 el primer local de la franquicia Kentucky Fried Chicken en España. En 1974, la familia ya se había asentado de vuelta de donde sus antepasados habían partido muchas décadas antes. La pequeña Rocío nació ese año en Madrid.
Colegios privados, casas de lujo, sentencias en contra
El rastro de Monasterio en Madrid a lo largo de su infancia es difícil de seguir, en parte porque sus padres no la llegaron a mantener demasiado tiempo en el mismo centro escolar. No lograban encontrar el lugar adecuado para potenciar su educación. La joven Rocío, buena estudiante, pasó a lo largo de su infancia por cinco colegios distintos. Fuentes cercanas a su entorno aseguran a EL ESPAÑOL que cursó algunos de aquellos años en colegios del Opus Dei.
Comenzó sus estudios universitarios en la Universidad Politécnica de Madrid, donde se sacó la carrera de Arquitectura. A los veinte años entró a hacer prácticas como proyectista en Ripoll y Asociados, desarrollando proyectos de viviendas unifamiliares. Sería, en parte, el germen de su trabajo posterior desarrollado en la empresa que a día de hoy lleva su nombre.
En 1996, terminando la carrera, se fue seis meses a Miami, ciudad con la que guarda una enorme relación debido a la comunidad hispano-cubana. Allí prosiguió con ese mismo trabajo colaborando en el desarrollo de planes de urbanismo y de viviendas de protección oficial en Bermejo Ajamil & Partners.
De vuelta en Madrid prosiguió con ese trabajo como arquitecta para otros durante varias temporadas más hasta que, al filo de los 2000, fundó dos proyectos personales en los que todavía hoy colabora su marido, Iván Espinosa de los Monteros, ahora portavoz de Vox en el Congreso: el primero, "Rocio Monasterio y Asociado", una empresa de arquitectos que busca "desarrollo de nuevos proyectos de arquitectura, diseño, organización de la empresa, de equipos de proyectos y de obra".
Ambos se fueron a vivir juntos después de casarse. Incluso, años después, fue ella quien diseñó la nueva vivienda de la pareja. Se construyó en el año 2012, y es donde todavía mantienen hoy su residencia. Se trata de un lujoso complejo de 545 metros cuadrados, cuatro plantas, ascensor, gimnasio, garaje, piscina con solárium, y en pleno centro de Madrid. Está tasada en tres millones de euros.
Miel sobre hojuelas, en una de las zonas más caras, pero también un quebradero de cabeza tiempo después de ser edificada. Es así porque el pasado mes de septiembre un juzgado de Madrid condenó a Espinosa de los Monteros por tratar de eludir el pago de parte de las obras de la casa. Era la segunda condena que recibía por la misma razón.
Para contratar las obras eligió una sociedad de la que él mismo era el único accionista y administrador. Las dos sentencias consideraban probado que Espinosa de los Monteros quiso dejar sin pagar parte de las obras de la vivienda. La primera de ellas data de noviembre de 2014, y un juzgado madrileño le condenaba a pagar 74.108 euros a la empresa que había contratado dos años antes. La segunda, también de un juzgado madrileño, consideraba probado que había pagado de su bolsillo y con intereses el dinero que había dejado a deber a su empresa. El marido de Monasterio iba a tener que pagar otros 63.183 euros a la empresa que le había demandado por impago.
El día en que oyó hablar de Santiago Abascal
La primera vez que Rocío Monasterio escuchó hablar de Santiago Abascal fue de boca de su marido, una noche, cuando éste volvía de una cena. Era el año 2012, Vox todavía no existía pero la hoy lideresa del partido de extrema derecha y su marido pululaban ya por determinados círculos y tertulias de corte ultraconservador. Había participado en los debates organizados desde Foro Generación del 78.
Iván llega a casa y le dice a Rocío que ha conocido a un individuo del PP y que le va a acompañar a un juicio en el que éste tiene que comparecer al día siguiente. Se trata del director de la Agencia de Protección de Datos de la Comunidad de Madrid, quien años atrás había sido concejal popular en el ayuntamiento de Llodio (Álava). Su nombre es Santiago Abascal.
El juicio se celebraba, según ha podido saber EL ESPAÑOL, en la Audiencia Nacional y iba a juzgar a los radicales que nueve años atrás habían insultado y agredido al propio Abascal en el ayuntamiento en el que había sido edil en el País Vasco. Desde el entorno más cercano de Rocío Monasterio e Iván Espinosa de los Monteros trasciende la versión de que, en la cena en la que se conocieron, Abascal le explicó que no iba a ir a arroparle nadie de su partido. Solo iría acompañado de su abogado, Javier Ortega Smith, hoy número dos de Vox y diputado en las Cortes Generales.
Incrédulo ante aquella revelación, Espinosa de los Monteros le dijo a Abascal que lo acompañaría al juicio. Poco después su mujer acabaría también conociéndole, y estos cuatro personajes se convirtieron en amigos inseparables.
No compartían las ideas de la hornada de primeras espadas que fundaron el partido con Abascal a finales de 2013. Ni los Alejo Vidal Quadras, los Ignacio Camuñas, Cristina Seguí ni el resto de la tropa primigenia. No era nadie en aquel entonces, pero quedaba poco para que Monasterio y esos tres hombres se constituyesen en lo que son hoy: el núcleo duro del partido de la ultraderecha en España.
Santiago sería la cara visible. Ortega Smith, la mano dura, quien interpuso la querella contra los líderes separatistas catalanes. Espinosa de los Monteros se convirtió en el hombre encargado de urdir alianzas con los poderes económicos y con otras fuerzas ultraconservadoras en Europa. De ahí su cargo de vicesecretario de Relaciones Internacionales.
¿Y Rocío Monasterio? Pronto empezó a aparecer en las tertulias de Intereconomía, concretamente, desde el año 2014. Pronto su cometido sería del de convertirse en lo que ellos llaman el "azote del feminismo", en la mujer más importante de un partido que niega la violencia de género, de un partido con candidatos que dicen que las violadas no deben abortar, con candidatos que llama "piojosas, gordas, bolleras y putas" a las mujeres, con candidatos homenajeados por la Fundación Francisco Franco, candidatos apartados por grabarse vídeos y subirlos a la red riéndose de los "maricones", incluso un partido con un detenido por abusos sexuales a menores con discapacidad.
Las amistades con Hazte Oír, "la pantalla" de El Yunque
El ocho de marzo de 2017, un año antes de la primera huelga de la historia para reivindicar y reclamar la igualdad real de oportunidades y derechos entre hombres y mujeres, hubo una que se declaró en "rebeldía". A través de uno de sus múltiples canales, Monasterio se grabó un vídeo en el que parece apreciarse que está trabajando. Está en una de sus obras, supervisándolo todo. Horas después enviará un vídeo a Femidisidencias, una de las particulares plataformas ultra conservadoras.
En el fragmento se la puede ver con sonrisa y casco de obra puesto, diciendo: "No tenemos como enemigo al heteropatriarcado, creemos que ya somos iguales en derechos y oportunidades". Prosigue con su habitual discurso, el de quienes se posicionan en contra de la violencia de género. Ella dice que no son necesarias leyes para una lacra que se ha llevado por delante a 1.000 mujeres desde que se contabilizan los datos oficiales. O sea, desde el año 2003.
Se trata de la repetición de un mensaje enhebrado desde hace bastantes años por algunos viejos veteranos. Uno de los que más tiempo llevan en este negociado es Ignacio Arsuaga, el presidente de Hazte Oír, colaborador cercano durante mucho tiempo de la propia Monasterio. Se trata del presidente de una asociación a la que investigaciones recientes y también de hace uno años le asocian a la secta ulta católica mexicana llamada El Yunque.
Álvaro Delgado, investigador mexicano especializado en el grupo ultracatólico secreto El Yunque, ve que los miembros de El Yunque guardan enorme relación con Hazte Oír y su presidente, al que considera la cara visible de este colectivo a través de Hazte Oír. "No tengo duda de que Ignacio Arsuaga es uno de los líderes de El Yunque en España".
No es la primera vez que se apunta hacia esta relación. Hace unos años, una investigación apuntaba en la misma dirección y una jueza le dio la razón al reportero tras su investigación ante la demanda de la organización. Consideró probada y "esencialmente veraz" la información en la uqe se contaba la relación entre El Yunque y Hazte Oír, acaso la plataforma más activa en lo súltimos años contra el matrimonio homosexual, la ley del aborto o el movimiento por los derechos LGTBI.
Monasterio aparecía ahora hace dos años en aquella manifestación frente a la Complutense. No era la primera vez que se la veía junto a Arsuaga, cuya organización otorgó a Santiago Abascal el premio Hazte Oír del año 2012. Está en sus charlas, sus conferencias, sus tertulias, cobijadas bajo diversas plataformas colaboradoras.
Dicen que en casa Rocío Monasterio hace cumplir a sus hijos una tabla en la que van obteniendo puntuación que luego es canjeada por horas de asueto ante la televisión o la videoconsola. No se sabe, ni se ha confirmado, si efectivamente aplica el mismo control a sus compañeros en el núcleo duro del partido.