Las dudas todavía inundan, una semana después, el misterioso asesinato de Karoline K. en Mataró (Barcelona). Esta niña rusa de 14 años fue encontrada degollada, boca arriba, sobre el suelo de su habitación. Había sangre en su cama, en las paredes, el escenario era dantesco. Y estaba sola, indefensa. Olga K., su madre, había viajado a Moscú (Rusia) y su hermanastro Stefan, de 16 años, que debía estar supuestamente con ella en casa, está en paradero desconocido desde aquel fatídico día.
Los días han pasado y con ellos también han surgido todo tipo de conjeturas en el entorno de esta familia rusa, afincada en la ciudad del Maresme, al mismo tiempo que los investigadores intentar dar, quizá, con un cabo suelto o un hilo del que tirar para encontrar al autor del crimen. ¿Fue su hermanastro quien la mató y huyó? ¿Sigue vivo? ¿Está en peligro? ¿Quién era el hombre ruso que estuvo con los dos menores en la casa horas antes? ¿Tenía Olga, la madre, enemigos?
A 3.600 kilómetros, en la capital rusa, hay alguien que también se repite una y otra vez todas estas preguntas, y que no halla descanso. Es Joseph K., el padre de Karoline y el que fuera el segundo marido de Olga K. hasta que decidieron separarse. Solo hasta hace ocho meses, la niña había vivido con él y los dos hermanos pequeños, V. y S., en Moscú. Si bien, cuando Karoline cumplió 14 años en noviembre, siendo ya mayor de edad en su país, decidió venir a vivir con su madre y su hermanastro Stefan a Mataró.
Su padre se opuso, en un principio, a que la niña se mudase con su madre, pero su hija ya tenía derecho a decidir por sí misma. Él sabía que Olga quería y cuidaba a los niños lo mejor que podía. Ahora, meses después, tal vez albergue arrepentimiento. Las horas no pasan para él desde que supo de la muerte violenta de su única hija. Solo espera recibir una llamada, un porqué, una explicación sobre el asesinato de su Karoline. "Estoy esperando constantemente noticias de España, no puedo decirte nada más", cuenta Joseph K. en conversación con EL ESPAÑOL.
Hija de su segundo matrimonio
Cuando el padre de la niña asesinada conoció a Olga, ella ya tenía dos hijos de su anterior marido: J. y Stefan, el hermano ahora desaparecido. Los cinco hermanos llegaron a convivir juntos durante el tiempo que duró el matrimonio, pero una vez separados Olga se marchó con sus hijos mayores a España y él se quedó con Karolina y los pequeños en Moscú.
Todo cambió con la mayoría de edad de la más pequeña de la familia. Una vez en España, poco después de su último cumpleaños, se instaló con su madre y su hermanastro Stefan en el 83 de la calle de Burriac, en el barrio de Cerdanyola Nord, en Mataró. Su hermano mayor J., de 22 años, ya no estaba allí, pues había terminado sus estudios y había decidido ir a la universidad en Moscú. Olga llevaba ya un tiempo viviendo en España y, según fuentes cercanas a ella, se había hecho pareja de hecho con un español para poder quedarse a vivir en Barcelona indefinidamente.
Karolina y Stefan iniciaron el curso escolar 2018/2019 en el Instituto Josep Puig i Cadafalch, a 500 metros de su casa, sobre el mes de diciembre, y comenzaron una nueva etapa. Quienes les conocían aseguran que los dos hermanos eran distintos y no se adaptaron en Mataró. La princesa de la casa, tal y como la denominaba su madre, era simpática y no tardó en hacer buenas amigas en el colegio. Aunque no hablaba el castellano o el catalán, se valía de su traductor en el móvil para poder comunicarse con sus compañeros.
Pero si hubo un lugar en el que había hecho amigos era en su equipo de natación profesional, con el que incluso llegó a representar en su categoría a España en el último campeonato mundial de natación que se celebró en Moscú, y al que fue acompañada de su madre, Olga K, de sus colegas, padres y entrenadores.
Stefan, por contra, no había encajado muy bien en el centro escolar, donde cursaba 4º de la ESO. "Era introvertido y no se relacionaba con nadie, excepto con su hermana, a veces en el patio", cuenta un alumno a este periódico. El menor de 16 años, que siempre vestía de negro, solía estar en una esquina durante el recreo y acostumbraba "a jugar solo, simulando que disparaba con las manos". Un comportamiento que sus compañeros tildan de "extraño", aunque nunca fue conflictivo, "simplemente no interactuaba", matizan.
No fueron al colegio
Lo que sí les parecía chocante es no ver a Karoline por el instituto desde el 7 de junio —una semana antes de su asesinato— y a su hermano Stefan desde hace más de 15 días. ¿Por qué no habían acudido al colegio como el resto de sus compañeros?
En el barrio, en cambio, sí los habían visto pero esporádicamente. Solían bajar a comprar algún que otro refresco al comercio de enfrente de su casa, siempre solos, pero jamás mediaban palabra con alguien. "Venían, siempre compraban lo mismo, pagaban rápido y se marchaban casi corriendo", cuenta S., un comerciante de la zona. Sus vecinos apenas les conocían, era raro el día en el que intercambiaban más de un hola con ellos, aunque no conocer el idioma también era un impedimento.
S. fue, precisamente, una de las últimas personas en ver a la niña antes de su muerte. Fue el viernes, 14 de junio, a media tarde. Bajó a su tienda a comprar un refresco, como solía acostumbrar. Pero no notó ningún comportamiento extraño, ni nada que le hiciera poder sospechar que 48 horas después Karolina K. aparecería muerta en el cuarto segundo del 83 de la calle de Burriac.
¿Qué ocurrió entre ese viernes y el domingo a las 22.00 horas? Olga K. había decidido emprender un viaje ese mismo viernes para celebrar el cumpleaños de su hijo mayor J. en Moscú. No era la primera vez que se iba de viaje y los dejaba solos. De hecho, era algo habitual para esta madre, según cuentan fuentes cercanas a este periódico, que daba bastante independencia a sus hijos.
Pero ese fin de semana pasaba algo, sus hijos no respondían a sus mensajes ni a sus llamadas, mientras soplaba las velas junto a su hijo mayor y sus dos hijos pequeños. El domingo por la tarde ya no sabía qué hacer desde Moscú para dar con ellos y llamó a sus dos amigos rusos de Calella para que comprobasen si estaban bien. Aporrearon la puerta, gritaron... pero no tuvieron éxito. Finalmente, con la ayuda de un inquilina, que vivía en la puerta de enfrente, cruzaron por la terraza a la vivienda de los K. Y se encontraron con una escena espeluznante. La casa estaba revuelta, llena de sangre. La niña había sido degollada hacía varias horas. La cerradura no estaba forzada y de su hermano no había rastro.
El ruso
¿Fue alguien que conocía a la familia y que tenía las llaves del domicilio? A partir del hallazgo del cadáver, empezaron las cábalas sobre lo que podía haber sucedido durante esas 48 horas. La primera que trascendió fue la de la presencia de un misterioso y corpulento ruso que habría estado en la casa con los dos menores el viernes a última hora, cuando la madre ya había viajado a la capital rusa.
Así lo aseguró a EL ESPAÑOL un vecino que estuvo frente a la puerta de esta vivienda. Este inquilino iba a visitar a su amigo J., que vivía en la misma planta. Al llegar al rellano y ver que una puerta estaba abierta, hizo el amago de entrar, pensando que tal vez él la había abierto. En ese instante, "apareció un hombre ruso y corpulento" que le hizo ver que no era la vivienda que buscaba. Se había equivocado, debía ir a la de enfrente.
"No me dio tiempo a pedirle disculpas, simplemente cerró de un portazo la puerta", cuenta este vecino, que pudo escuchar a los dos hijos en el interior del domicilio. Otro vecinos relataban que durante la madrugada del viernes al sábado escucharon gritos y un golpe.
Las primeras sospechas apuntaron hacia el hermanastro de la menor, Stefan. Días después, cuando el joven no había dado señal alguna y la madre denunció su desaparición el martes, la policía catalana informó de que en ningún caso se buscaba al menor para detenerlo como sospechoso, sino para "proteger su integridad" a raíz de lo sucedido. La jueza que instruye el caso matizó que se buscaba a Stefan porque era menor y debía recibir "la protección de las autoridades", pero matizó que se había tomando esa decisión ante la falta de indicios sólidos que le incriminasen en el asesinato de su hermanastra Karoline K.
El extraño oficio de la madre
El mismo día que la policía científica catalana volvió al piso de la familia por tercera ocasión en busca de más pruebas, la comunidad rusa de Mataró apuntó a un posible ajuste de cuentas como móvil del crimen, en una entrevista con este periódico. Una hipótesis con la que también cuentan los investigadores, y de la que esperan sacar más conclusiones cuando interroguen por segunda vez a la madre de la menor, una vez se haya recuperado de la trágica noticia. Olga ahora se ha instalado en casa de una amiga, en la Costa Brava. El piso de Mataró sigue precintado por la Policía.
Su testimonio será clave para saber si tenía enemigos que hayan querido vengarse de ella acabando con la viva de sus hijos. I., la rusa afincada en Mataró desde hace 20 años, que conocía a la familia y habló con este periódico, no se anda con tapujos. "Olga sabe perfectamente de dónde venían los problemas". Con esa palabra, hacía referencia al asesinato de su hija, la desaparición de su hijo, y a un motivo: su trabajo como psicóloga y presunta estafadora.
Cuando llegó a Mataró, Olga continuó con un trabajo que ya había iniciado cuando vivió en Rusia: el Instituto Internacional de Reproducción Humana PUER. Un centro situado en su propia vivienda, en la ciudad del Maresme, en la que mediante su técnica de "psicofertilidad", dejaba embarazadas mediante hipnosis a clientas infértiles.
"Hace seminarios y reuniones que valen dinero, y son una chorrada", criticaba esta paisana rusa. Según relató, Olga siempre buscaba tener una "muy buena calidad de vida", pero tenía un problema: siempre le hacía falta dinero y buscaba por todas partes a gente que pudiese pagar. Así que una forma de ganarlo rápido y sin complicaciones era haciendo cursos —casi siempre a clientes rusos— por los que llegaba a cobrar 300 euros a cada cliente.
Psicofertilidad
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"Lo que hacía ella está muy de moda ahora en Rusia. Ella no es tonta. Aprovechaba la desesperación de algunas mujeres para quedarse embarazadas y las hipnotizaba. No es nada científico, más bien una estafa", cuenta a este diario S., otra rusa afincada en Barcelona.
Entre los vecinos de la calle de Burriac, la familia K. no era muy conocida. Pero no era así para la comunidad rusa de la ciudad del Maresme, que no desmiente ni confirma que Olga tuviese deudas, e insistió en que no era la primera vez que vivían un episodio violento en su casa. "Hace unos meses, le reventaron todo el piso, la puerta y todos los muebles", cuenta I.
¿Cuál fue el motivo de este último asalto? "¡Quién sabe! Todas las respuestas las tiene Olga", responde irónica. Y añade, convencida: "Supongo que al niño tampoco lo encontrarán vivo".
Por el momento, mientras los Mossos D' Escuadra intentar dar con el autor del crimen, buscan al hermanastro en tres zonas diferentes y bien distanciadas en Mataró, y esperan poder cerrar cuanto antes la segunda entrevista con Olga para poder arrojar algo de luz a todo lo que pasó. Los agentes no informan acerca de la investigación, pues está bajo secreto de sumario desde el lunes pasado, pero señalan que si alguien quiere hacer daño a la familia, y ya lo ha hecho con la pequeña, también podría hacer querer hacer daño a Stefan, o podría habérselo hecho ya. Su desaparición es, sin duda, la clave más importante que habrá que descifrar para resolver el caso.