El colegio cordobés con el 99% de fracaso escolar, el mayor de Europa: hablan los ‘héroes’ que enseñan
Todos los alumnos repiten al menos una vez en el Duque de Rivas. Entre sus 65 matriculados hay cuatro jóvenes que son madres. La menor, con 14 años.
23 junio, 2019 01:19Noticias relacionadas
-La situación da un giro drástico cuando tienen 14, 15, 16 años… Hasta ahí todos repiten al menos una vez, incluso dos, porque son chavales con carencias. Pero van hacia delante y obtienen resultados esperanzadores. Sin embargo, a esa edad vienen los verdaderos problemas que los sacan del sistema educativo...
La que habla es María Auxiliadora Blasco, directora del colegio de educación infantil y primaria Duque de Rivas, en Córdoba, donde este curso que ahora expira hay matriculados 65 niños para 16 profesores -más otros cuatro que imparten Religión dos horas a la semana-.
Un estudio publicado recientemente en e-Co, una revista digital de educación y formación del profesorado, sitúa al Duque de Rivas, junto con el centro Pedagogo García Navarro, ambos en el deprimido barrio cordobés de Las Palmeras, como los dos colegios con mayor fracaso escolar de Europa: en la última década un 99,49% de sus alumnos salieron de allí sin la formación básica. Desde 2008, de 386 alumnos que han pasado por las aulas del Duque de Rivas, sólo dos han obtenido el título de Educación Secundaria Obligatoria (ESO).
-¿Qué problemas sufren a esa edad los alumnos de este colegio, directora?-, pregunta el periodista.
-Algunas adolescentes se quedan embarazadas, los chicos tienen que irse a trabajar a la chatarra… Ahora mismo tenemos a una alumna que ya es madre a los 14 años. ¿Cómo se lucha contra eso?
El Duque de Rivas, 100% de alumnos de Las Palmeras
Como en el colegio Pedagogo García Navarro -allí sólo se imparte educación primaria- todos los alumnos del Duque de Rivas, el 100%, son niños y niñas de Las Palmeras, el quinto barrio con menor renta per cápita de España (6.013 euros), según el Instituto Nacional de Estadística (INE). La barriada está situada al oeste de Córdoba. Su origen se remonta a unas chozas que se levantaron junto a un arroyo durante la posguerra.
En 1963, tras unas graves inundaciones en la ciudad, se construyeron varios edificios y su población fue creciendo hasta albergar a sus alrededor de 2.500 vecinos actuales. Un estudio socioeconómico de la barriada realizado por la Universidad Loyola de Andalucía con la ayuda de la Fundación Cajasur señala que un 60% de ellos son de etnia gitana.
En la actualidad, el barrio se encuentra separado del casco urbano por un amplia avenida que lo aparta de la ciudad y lo mantiene casi ajeno a su pulso diario. Aquí todavía mucha gente dice “voy a Córdoba” cuando ha de ir al Ayuntamiento a realizar una gestión o cuando va de compras.
Las Palmeras es una barriada deprimida, un gueto olvidado donde mucha de su población vive de recoger hierros, electrodomésticos en desuso y cables, de vender los huevos que ponen sus gallinas y de las ayudas que conceden las administraciones. Otros, los menos, se dedican al menudeo de drogas y a la plantación de marihuana dentro de sus propias casas. Aquí, el paro no es un azote sino un vecino más, y el abandono escolar marca la vida de los más jóvenes.
“Fracaso del sistema escolar institucionalizado”
La crisis económica constante que viven los vecinos de Las Palmeras marca sus vidas. Aquí los niños no tienen menos capacidades que en Madrid o que en un pueblo de León. El contexto que les envuelve es la gran rémora para ellos. En este barrio, a sólo diez minutos en coche de la Mezquita de Córdoba, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1984, cada vecino cuenta de media con 501 euros al mes. Son 16 euros y diez céntimos al día, dice el INE. Con ello deben pagar luz, agua, comida, ropa, teléfono… Ante esta situación de necesidad, muchos padres relajan la exigencia en la educación de sus hijos una vez éstos llegan a la adolescencia.
“El fracaso escolar [en el colegio Duque de Rivas] es prácticamente absoluto”, señala el estudio de la revista digital e-Co, realizado por Manuel Ríos, educador social y profesor asociado de la Facultad de Ciencias de la Educación de Córdoba, y por Violeta Veredas, maestra de Pedagogía Terapéutica del Instituto de Educación Secundaria Clara Campoamor de Lucena.
En dicho informe se recoge también que “quizás no sólo deberíamos hablar de fracaso escolar de nuestro alumnado, sino de fracaso del sistema educativo al completo o de fracaso escolar institucionalizado y permitido por las distintas administraciones encargadas de velar por el derecho a la educación de nuestros niños y niñas”.
“El estudio nos hace mucho daño”
Pero detrás de esas alarmantes cifras puestas de relieve por el citado estudio se esconden los rostros de quienes trabajan cada día en el colegio Duque de Rivas y se esfuerzan por mejorar la formación de los alumnos.
“Ese estudio nos ha hecho mucho daño”, afirma la directora del centro mientras atiende en su despacho a este periodista. Son las dos y media de la tarde. Algunos alumnos almuerzan en el comedor tras el final de las clases.
Por la mañana, todos los chavales han estado de excursión en una granja escuela. El colegio se encuentra en silencio. En las paredes, aquí y allá, hay mensajes de respeto, igualdad, amistad. En una cartulina de color rojo recortada en forma de corazón se lee: "Los insultos duelen". Aquí también hay taller de radio y cada año se realiza un periódico.
“Aquí se hace mucho esfuerzo para que los niños salgan bien formados”, dice María Auxiliadora Blasco. “Los profesores están volcados. El problema viene dado por el hecho de que al terminar segundo de la ESO tienen que continuar en otro centro. Y como al repetir una o dos veces muchos llegan a ese curso con 16 años, la edad a la que uno puede abandonar los estudios, dejan el centro sin titulación alguna. Además, esto no es un instituto pero, en cambio, sí se imparten los dos primeros años de la educación secundaria, lo que provoca que muchos chicos abandonen por el mero hecho de que cursar el tercer curso les obliga a cambiar de centro. Si lo hicieran al terminar la Primaria, o si aquí pudieran terminar la ESO, todo sería muy diferente. Las cifras de abandono escolar serían muchísimo más bajas. Pero hay otra razón: al juntar con los nuestro a los alumnos de ESO que nos llegan de otros centros hacen una mezcla explosiva. Ellos son absentistas en su origen”.
La lucha por que los alumnos acudan a diario a clase es constante por parte del claustro, que no siempre lo consigue. En el Duque de Rivas hay un 26,71% de absentismo. En segundo de ESO es cuando se dispara: en este curso hay 17 alumnos matriculados; sólo entre seis y siete acuden a diario a clase. Entre sus 65 matriculados hay cuatro menores que ya son madres. La más joven tiene 14 años. Una niña.
El entorno tampoco favorece la presencia de los chavales en las clases. En un barrio donde el 54% de sus habitantes tiene menos de 29 años y un 87% no tiene ningún tipo de estudio finalizado, en torno a ocho de cada diez vecinos carecen de trabajo, por lo que el mero hecho de llevar a los hijos al colegio, en ocasiones, pasa a un segundo plano.
Si durante el curso 2018/19 ha habido 65 alumnos matriculados en el Duque de Rivas, el año que viene se prevé en torno a 60. Eso indica que muchos de los alrededor de 300 niños del barrio estudian en otros centros de la ciudad y que cada vez menos familias llevan a sus hijos a este colegio. O lo que es lo mismo: con el paso de los años un mayor número de padres dejan de confiar en él, lo que podría llevar a la Administración a valorar un hipotético cierre del centro a medio plazo.
-¿Se plantea esa hipótesis usted?-, pregunta el reportero a la directora del colegio, que trabaja en el Duque de Rivas desde 2006 y es directora desde 2015.
-No, aunque no es mi competencia tomar esa decisión. Yo podría irme a otro centro sin ningún problema pero me quedo en este porque mi vocación es ayudar a esos chicos a tener un mejor futuro. Ahora bien, la administración, los políticos, deben comprender que aquí hay que cambiar muchas cosas para revertir la situación.
En gran medida, a María Auxiliadora Blanco no le falta razón. Las Palmeras es el único barrio de capital de provincia de toda Andalucía que no cuenta con un instituto de referencia al que estén adscritos sus dos colegios. Si a eso se añade que, como sucede en el Duque de Rivas, sí se cuenta con los dos primeros cursos de ESO, resulta casi imposible que los alumnos superen la barrera de los 16 años dentro de una clase.
“Cultura de no estudiar”
Eugenio Rosa, de 63 años, es vocal de asuntos sociales y formación de la asociación de vecinos Unión y Esperanza de Las Palmeras. Cuando cumplió los 10 se instaló junto a su familia en este barrio. A los 14 sus padres lo sacaron del colegio. Hoy es un activista que lucha por el progreso de su gente, aunque no obvia que en la barriada “hace décadas que está implantada la cultura de no estudiar”.
“Es duro decirlo, pero me conozco este barrio como la palma de mano y aquí la cultura que existe es la de primero comer y luego ya se verá si aprendemos a leer y escribir”, cuenta Eugenio mientras pasea por los pasillos vacíos del Duque de Rivas.
El hombre, respetado como pocos en el barrio, explica que el absentismo se debe a que “los problemas existentes entre los padres provocan desatención hacia sus hijos”. Eugenio Rosa también habla del “estigma de saberse del gueto”. Dice que, al no contar con instituto propio, muchos alumnos deciden no cambiar de lugar de estudios una vez terminan segundo de ESO por “el hecho de sentirse rechazados” en sus centros de acogida. “Decir que eres de Las Palmeras marca mucho, y para mal”, sostiene este activista vecinal.
Remedios y Rafael sí confían
Remedios Moreno y Rafael Martínez, ambos de 28 años, son un matrimonio de Las Palmeras. Con dos hijos -Carmen, de 6 años, que estudia primer curso de Primaria; y Alfonso, de cuatro, todavía en Infantil-, ellos son el prototipo de familia que vive en el barrio y trae a sus hijos al Duque de Rivas.
Remedios y Rafael carecen de estudios. Los dos tienen un rudimentario puesto de chucherías en una plaza del barrio y a veces -sólo a veces- Rafael se saca unos euros recogiendo chatarra. Sus únicos ingresos fijos son los 280 euros al año que la administración les otorga por cada hijo.
Ella, que es de Málaga, pasó su infancia allí y estudió en otro centro. Él, en cambio, estuvo hasta los 16 años en el mismo colegio al que ahora lleva a sus hijos. El chico se para a pensar y cuenta que, de todos sus amigos de Las Palmeras, “ninguno” tiene el título de ESO.
-¿Qué pasa aquí para que apenas nadie estudie?-, cuestiona el reportero en el despacho de la directora del colegio Duque de Rivas, que ha abandonado la estancia para que la pareja pueda hablar sin cortapisas.
-[Rafael] El hecho de que muchos sean padres a los 15 o a los 16 años afecta una barbaridad. El colegio pasa a un segundo o tercer plano en esa casa.
-[Remedios] Otro problema es que no haya instituto en el barrio. Yo quiero que mis hijos estudien, estamos muy contentos con los profesores de este colegio. Pero cuando lleguen a segundo de la ESO, ¿qué? Ese salto no sé si lo darán. Ojalá sí y no les pase como a nosotros.
Pese al complicado presente del colegio Duque de Rivas, sigue habiendo quien confía en su futuro. Sara Lozano es profesora de Audición y Lenguaje. Imparte clases a niños de entre tres y 16 años. Este ha sido su primer curso en el colegio señalado como el de mayor fracaso de Europa. Pese a que podría cambiar de centro el curso que viene, Sara ha solicitado a la dirección permanecer aquí de forma permanente.
"Hay muchas cosas que se tatúan sin tinta, y el Duque de Rivas es una de ellas. Todo gracias a nuestra esencia de caminar juntos, creyendo que un mundo más justo e igualitario es posible".