Manuel Herrera Perejón, el ultra del Real Betis que el 27 de abril de 2017 agredió a un hombre en la Plaza Nueva de Bilbao, ha aceptado este martes una condena de ocho meses de cárcel por un delito contra la integridad moral, según adelanta El Correo vasco.
Los hechos se conocieron porque un amigo con el que había viajado hasta tierras vascas para ver el partido que iban a disputar el Athletic de Bilbao y el conjunto verdiblanco en el nuevo San Mamés grabó la agresión y la difundió por redes sociales. Este otro varón, Simón Lora, ha aceptado una condena de seis meses de prisión.
Manuel Herrera, de 30 años, nacido en Benacazón (Sevilla) y simpatizante del nazismo, no medió palabra alguna con la víctima. Mientras su amigo lo grababa y otro reía, él se acercó a un señor, le insultó y le propinó varios golpes.
El juzgado de lo Penal número 2 de Bilbao juzgaba al ultra verdiblanco este martes. Finalmente se ha celebrado una vista de conformidad. La Fiscalía solicitaba para él 18 meses de prisión por un delito de odio, aunque ha acabado aceptando que se le condene a ocho meses por un delito contra la integridad moral.
Con la de hoy, Manuel Herrera, que cuenta con casi una treintena de detenciones, ha saldado una de las cuentas pendientes que tiene con la Justicia. En enero de 2018 fue detenido en el marco de una operación antidroga en Sevilla, en la que se arrestó a una quincena de personas. A todas se les acusó de pertenecer a una banda de narcotráfico.
En una operación conjunta de la Policía Nacional y la Guardia Civil, ambos cuerpos conseguieron desmantelar una importante red internacional dedicada al tráfico de hachís entre el norte de África y España. En este grupo estaba integrado el ultra bético, exlíder de los Supporters Gol, una peña de ideología fascista.
"Hitler tenía razón"
El cuerpo hipermusculado de Manuel Herrera Perejón es una oda al nazismo. Culturista y monitor en un gimnasio del Aljarafe sevillano, en uno de los gemelos de sus piernas lleva tatuadas las letras A. H. T. R.: “Adolf Hitler tenía razón”. Toda una declaración de intenciones.
En la parte alta de la espalda tiene otro tatuaje. Esta vez, el lema del ejército alemán en la II Guerra Mundial: ‘Gott mit uns’. Traducido: “Dios esté con nosotros”. También se ha dibujado en la parte derecha del pecho la calavera Totenkopf, símbolo de una de las divisiones de las Waffen SS.
Pero hay más. En su perfil de Twitter, que le cerraron tras aquella agresión, dejaba otra señal mostrando su ideología. Junto a su apellido (Herrera), escribía ‘Boia chi molla’. “Traidor quien ceda”. Usado por los militares italianos durante el fascismo, ahora supone una frase identitaria para los tifosi de extrema derecha.
Hijo de Teresa Perejón y de Manuel Herrera, dos trabajadores del campo, Manuel viajó hasta Bilbao, además de con dos amigos, con otros ultras béticos que hicieron parada en Madrid. Allí se unieron a radicales de Suburbios Firm, una de las facciones más violentas del Frente Atlético, y con ultras del Real Madrid.
En su expediente policial aparecen delitos tan variados como homicidio en grado de tentativa o lesiones, atentados, extorsión o vinculación con el narcotráfico. Sin embargo, sobre él sólo pesan dos antecedentes penales: uno por delito contra la seguridad vial y otro por lesiones.
Una agresión homófoba lo llevó a prisión
En octubre de 2016, Manuel Herrera se peleó con un hombre en un local de ambiente gay de la calle Trastamara de Sevilla. El peor parado fue su oponente. Se le detuvo un mes después, el 24 de noviembre de ese mismo año. A los pocos días un juez decretó su ingreso en prisión durante dos meses.
Tras pisar la cárcel, el magistrado lo dejó en libertad y le impuso una orden de alejamiento de la víctima, por lo que no podía entrar dentro del casco urbano de Sevilla, donde ésta reside. Sin embargo, Manuel Herrera se saltó dicha medida.
En marzo de 2017, Manuel Herrera se dio a la fuga tras saltarse un control de la Guardia Civil en Sevilla. En su huida, dio marcha atrás y tiró de la moto a un agente de la Benemérita, quien salió ileso.
Los uniformados lo persiguieron desde la capital hispalense hasta su pueblo, donde logró escabullirse a través de un camino rural. Durante el trayecto apretó el pedal del acelerador al máximo por la autovía A-49, que une Sevilla y Huelva.
El vehículo con el que se dio a la fuga era un Seat Ibiza alquilado. A los pocos días, el coche apareció quemado en una finca de Sanlúcar la Mayor (Sevilla).
Tres días después de escaparse, se le detuvo en Matalascañas (Huelva) mientras veía plácidamente un partido del Betis en un bar. Para capturarlo actuaron 30 agentes. Herrera siempre ha contado a los suyos que al inicio de la fuga un agente de la Benemérita le pegó un tiro con una pistola del calibre 9 milímetros. La bala le quedó alojada en su hombro derecho. El ultra bético no acudió a un hospital. Prefirió que entre varias mujeres se la sacaran del brazo mientras un amigo grababa su enésima proeza de chico malo.