Hace ya mucho tiempo que Yonathan Castro no utiliza el apellido de su padre. Él y su hermano mellizo Iván lo desecharon tras años sin saber nada de él. También por mantener lo más lejos posible de sus cabezas todo lo que les hizo en sus años de infancia. En los pocos recuerdos que Yonathan conserva de aquel entonces sobre Fernando Augusto Lapa, su progenitor, están las palizas, aquel hombre golpeando cruelmente a su madre, o vendiendo los electrodomésticos de la casa para conseguir cocaína y caballo. Para después venderlo, o para chutárselo todo él.
"Eso sí, apenas recuerdo su cara. Hasta si me lo pones delante puede que ni lo reconozca", dice Yonathan, Su hermano Iván no puede reconocer nada. Fue asesinado hace un año y medio en un garaje a las puertas de su casa de Langreo. Todo había sido planeado por su novia Marta, y el amante de ésta. Un triángulo mortal que Iván no conocía. Del cual no logró escapar.
Un mes más tarde del asesinato de su hermano volvieron los quebraderos de cabeza. Los Castro recibieron una carta, escrita a mano, con bolígrafo negro y rojo. Era del padre. Llevaba dos décadas desaparecido del mapa. Dejó la familia rota, dice Yonathan a EL ESPAÑOL, cuando esta apenas comenzaba a formarse. "Y entonces nos escribió. Y justo en ese momento. Qué casualidad".
Yonathan y su familia insisten en que el padre, que lleva más de dos décadas fuera de la familia, pretende beneficiarse de la herencia que pueda quedar de Iván tras su asesinato y de la indemnización que tengan que pagar los presuntos asesinos si son condenados en el juicio por el crimen que conmocionó al barrio de la Felguera en diciembre de 2017.
"Han tenido una vida muy dura"
Puri se quedó embarazada de mellizos siendo apenas una niña, a mediados de los años 80. Tuvo que educarlos sola, y sacarlos adelante. Puri vivía aquellos días con los dos niños y su maltratador en una casa de Serrallo, Asturias. Tenía 22 años. Terminó marchándose de allí allí tras soportar un infierno que había durado demasiado.
Las denuncias fueron innumerables, como las órdenes de alejamiento que Fernando incumplió para volver a acercarse a ella. A veces, cuenta su hijo, la mujer recuerda con rabia alguna de las ocasiones en las que salía corriendo despavorida de casa, con un ojo morado, en dirección a la comisaría. En 1992 a él le condenaron dos veces por faltas de lesiones, por las palizas a su mujer.
La primera de las sentencias, a las que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, data del 14 de febrero de ese año. Puri había presentado la denuncia en diciembre del año anterior en el juzgado de Instrucción número 2 de Pola de Laviana. Su marido fue condenado por una falta de malos tratos. La pena: dos días de arresto menor.
La segunda de las sentencias está fechada el 24 de julio de 1992, en el juzgado de Instrucción número 1 de Langreo. Puri interpuso la denuncia el 26 de enero, solo unos días después de haber presentado la primera. Le condenaron a por un delito de lesiones a la pena de 15 días de arresto menor y una indemnización de 35.000 pesetas.
El entorno más cercano de la familia asegura que han pasado momentos muy difíciles en esa casa. "Han tenido una vida muy dura", asegura uno de los mejores amigos de la familia. "En aquel entonces no existía una sensibilidad social y el sistema legal y judicial desamparaba a las víctimas de violencia de género. En el juicio comparecieron los familiares de nuestra amiga, e incluso una hermana del marido para acreditar que la violencia era habitual, reiterada y ascendente. En los noventa la policía llegó a decirle al hermano de nuestra amiga que no podían hacer más porque ella estaba casada".
Puri cogió a sus hijos y puso tierra de por medio tras años de palizas. Perdió su trabajo. Se fue un tiempo a la casa de sus padres para poder salir adelante. Por eso el enfado se acentúa en las palabras de Yonathan al ver que la tragedia no cesa de perseguir a su familia, esta vez en forma en forma de la carta que envió su padre a casa si no hubiera sucedido nada, como si no llevase más de 20 años fuera de sus vidas. Como si no pesasen sobre él dos condenas por maltrato a la que era su pareja.
-"Yo tenía de pequeño una moto eléctrica -dice Yonathan-, de estas de batería, y jugaba con ella, y recuerdo que me la quitó para venderla y luego con el dinero conseguir droga. Nos pegó palizas a todos. Solo me viene eso, la violencia en casa, porque yo tendría 6 o 7 años cuando nos alejamos de él y no recuerdo mucho. Pero eso sí que lo tengo en la cabeza. Muchas veces era cuando tenía el mono, pero no siempre. Es triste tener ese recuerdo. Pero eso, lo de darnos hostias, eso es lo que hizo él".
El crimen de la Felguera
Yonathan tiene 33 años y unos minutos más que su mellizo Iván. "Yo salí de culo, y salí antes. Era el que molestaba", ironiza. Eran como dos gotas de agua. Pasaron más de media vida juntos. Incluso cuando Iván comenzó a salir con Marta todo siguió yendo bien entre ellos.
La vida decidió darle a Iván otra oportunidad cuando estaba apenas en la veintena, una década antes de su asesinato, y le diagnosticaron leucemia. Fueron, de nuevo, años complicados para su madre, Puri, quien ya había sufrido lo indecible décadas atrás para criarles y rescatarles de un entorno nocivo formado por un padre maltratador adicto a las drogas. El primer transplante de médula salió mal. Llegó a estar en un estadon crítico, al borde de la muerte, en dos ocasiones, separadas por un escaso período de tiempo. Pero logró salir adelante.
Ya por aquel entonces Iván utilizaba, igual que su hermano, tan solo los apellidos de su madre, Castro Verdejo. Tampoco él quería saber nada de su padre. Tras la lucha contra la enfermedad volvió al gimnasio, a ponerse en forma y a restablecer la normalidad en su vida cotidiana.
A Iván le gustaban también los coches de carreras. Pelo corto, muscularmente fibrado, llegó a trabajar en Bango Racing Cars, un club automovilístico de Langreo. Allí pudo desarrollar con soltura una de sus grandes aficiones.
Ya por aquel entonces, estaba saliendo con Marta. En realidad, llevaba años saliendo con ella porque era su novia de toda la vida. No solo ella le quería. El chaval era muy conocido y apreciado en Riaño, el pueblo de Langreo en el que pasó la infancia junto a su madre, lejos del maltratador al que ni él ni su hermano quisieron reconocer como padre.
Marta tenía 28 años. Llevaban juntos desde pequeños. Se marchó a vivir con él dos años antes de planear el asesinato. Escogieron un piso en el barrio de La Felguera, Langreo. El siete de diciembre de 2017, Iván salió de casa por la tarde para dar una vuelta. "Cuando vuelvas, avísame", le dijo Marta, antes de despedirse. Él asintió y cerro la puerta de casa. Para entonces, ella ya había planeado su asesinato. Y ya mantenía una relación con otro hombre, Nelson, un taxista del lugar que, a la postre, se iba a convertir en el brazo ejecutor del crimen. Y los celos de este, y el deseo de cortar todo contacto con Iván para poder iniciar una nueva vida, hicieron que lo orquestase todo.
A las seis y media de la tarde del 7 de diciembre de 2017, Iván salió de su casa en dirección a su garaje para coger el coche. Iba cómodo: chándal, camiseta, zapatillas deportivas. El garaje se encuentra en el número 8 de la calle Ingeniero Fernández Casariego, a pocos metros del apartamento. Al volver de nuevo por el garaje, Nelson permanecía oculto en las sombras, armado con una pistola.
Tres disparos resonaron en la cochera. Dos perforaron el rostro. El tercero quedó alojado directamente en la cabeza. El cuerpo de Iván cayó al suelo como un saco de plomo y ya nunca se volvió a mover. Nelson desapareció del lugar poco después sin que su presencia fuese advertida. Se desconoce si había alguien más dentro del garaje.
Una de las cosas que Yonathan y los suyos no perdonarán nunca. Cuando se descubrió el cuerpo inerte de su hermano, muchos se acercaron al lugar de los hechos a interesarse por lo ocurrido. A las pocas horas, sonó su teléfono, y dice que resonó uno de los grupos de whatsapp. Al abrirlo, se encontró una foto de su hermano tirado sin vida en el suelo. A día de hoy no saben todavía quién la difundió. "Eso sí que es una vergüenza".
La desaparición de Marta
Apenas una hora después se produce el macabro hallazgo. Una pareja accede al interior del local con el fin de aparcar su vehículo. Nada más abrir la puerta se topan de frente con el cadáver de Iván tirado en el suelo, plagado de sangre, inmóvil e inerme.
Yonathan fue el primero en acudir al lugar de los hechos. La segunda fue Marta. La viuda negra, a día de hoy autora confesa del crimen, contó lo poco que aparentaba saber, omitiendo su maquiavélico plan para segar la vida de un chaval joven y bueno cuya familia acumulaba décadas luchando contra todos los elementos, intentando ser felices por todos los medios.
Los meses siguientes al asesinato Marta rompió todo el contacto con la familia. El cambio fue radical: cuando se cruzaba con ellos por la calle, en pleno centro de Langreo (Asturias), agachaba la cabeza, avergonzada de quién sabe qué. El hermano del fallecido se la encontró varias veces pero la joven, nerviosa, pasaba sin saludar. Daba la vuelta para evitarle, para no entablar diálogo. No volvió a hablar con ellos tras el crimen. Ni siquiera permitió que su nombre apareciese en la esquela que sus seres queridos enviaron al periódico.
Dos día después de que su cuerpo apareciese sin vida, Marta cogió sus cosas del piso, se marchó a Oviedo y una semana después ya estaba viviendo con Nelson. Tardaron diez meses en ser detenidos como autora intelectual del crimen y autor material de los tres disparos que acabaron con la vida del joven. Al poco confesaron.
La carta del padre maltratador
"Te preguntarás el por qué de esta carta, después de 28 años. Yo también, pero no me queda otra opción que depende de ti para lo que en ella te solicitaré...Yo me vi obligado a irme de Asturias, no había trabajo y yo las estaba liando 'gordas' y 'enganchado'. A día de hoy puedo decir que llevo 12 años sin probar ningún tipo de droga. Fue duro pero lo conseguí".
1 de enero de 2018. Apenas han pasado dos meses desde que se descubrió el misterio en torno al asesinato de Iván. Dos años y poco desde que apareció su cuerpo sin vida. Llega esta carta a la casa de los Castro procedente de la cárcel de Salamanca. Escribe el padre. Un hombre, dice Yonathan, del que no sabe y del que no quiere saber nada. Del que no escucha hablar desde hace mucho tiempo. En la misiva asegura que le queda poco para salir del tercer grado penitenciario. O sea, que le queda poco para dejar de cumplir condena. No especifica qué hace en prisión.
Fue a raíz de la carta cuando la familia de Iván, consciente de que con la actual regulación de la sucesión intestada (la ley que determina qué parientes heredan y en qué condiciones), supo que su padre podía tener algún derecho sobre todo aquello pese a haber pasado casi 30 años alejado de los suyos. Por ley, padre y madre heredan todo si los hijos fallecen antes.
Por ello decidieron iniciar un procedimiento civil por el cual declarar indigno al progenitor, un hombre que se marchó de sus vidas muchos años atrás. A su paso quedó solo una estela de tristeza y violencia. "A mí padre le retiraron el derecho de visitas una vez se separaron. Eso fue asín porque jamás hizo uso de él. Jamás vino a vernos. Nunca contribuyó en nada, nunca nos ayudó.Nunca se puso en contacto con nosotros. Vamos, un buen padre".
La carta proseguía con alabanzas y súplicas hacia la mujer a la que había maltratado durante años:
-"No encuentro esa mujer como la que conocí con 16 años. La razón de esta carta es que hables con nuestros hijos y si desean hablar conmigo, me mandes una carta con sus contratos de teléfonos móviles y fotocopias de DNI y si tú lo hicieras también pues te lo agradecería, pues creo que tengo muchas preguntas que hacerte sobre ellos. Te ruego, suplico que no digas a nadie de mi familia que contacté contigo. Solo a mi hermana pequeña. Tuve que irme así para poder encontrarme a mí mismo y lo he conseguido. ¡Por favor contesa a estar carta aunque solo sea para insultarme!".
Ni Iván ni Yonathan pudieron erradicar jamás del DNI el apellido del padre. Sí que lo omitieron en la vida cotidiana, pero la burocracia es complicada, cara y engorrosa. Y ahí sigue, por tanto, labrado el nombre, como si nada hubiera ocurrido. Yonathan habla por ambos, pero cuenta sobre todo su experiencia, ahora que su hermano no está.
-"Tu me llamas Castro y te respondo, me llamas Yonathan y te respondo, me dices Lapa (el verdadero apellido del joven) y no te digo nada. Es que paso de ti".