En casa de Kamal Mouloudi no hay ni un solo espejo. La cámara frontal de su móvil está tapada con una pegatina y lo único que se ha atrevido a ver es su pecho, marcado por una explosión de cicatrices rojizas desde el pasado 3 de mayo. No quiere recordar ese trágico viernes, pero casi todas las noches esas imágenes aparecen en su cabeza en forma de pesadillas. En ocasiones prefiere no dormir. “Muchas veces sueño que le hacen lo mismo a mi madre”, confiesa en exclusiva a EL ESPAÑOL el joven de 17 años tumbado, inmóvil, sobre una cama con la mitad de la cara vendada en un municipio zaragozano. No quiere concretar donde vive porque tiene miedo de que vuelva a pasar. Lo cuenta con un débil hilo de voz que denota las pocas ganas de vivir que le quedan. Esas ansias de comerse el mundo se desvanecieron el día que un sicario decidió tirarle un ácido corrosivo a la cara cuando volvía del instituto en Caspe (Zaragoza). Lo hizo por 500 euros, aproximadamente, y algo de cocaína. Todo, por venganza. Sara Giménez, cuñada de Kamal, sintió que su marido la había traicionado y optó por devolvérsela. A su manera.
Este jueves Ayoub, Hasnae y Samia, los hermanos de Kamal, han tenido que interrumpir durante media hora la entrevista con este periódico porque han escuchado al joven gritando y llorando mientras dormía. Otra vez. Se queja del dolor. Los injertos de piel que tiene por la parte izquierda de la cara, el cuello y la nuca son muy recientes y aún le molestan. Su nueva habitación de ocho metros cuadrados está muy poco iluminada. La única luz que entra sale de una ventana que da directamente a su cama. Ese haz permite ver las consecuencias del ataque: su ojo izquierdo se cae hacia hacia un lado, la mitad de su cara se ha convertido en una cicatriz de color rojo que se extiende hasta el pecho y en su pierna se percibe la capa de piel que le han quitado para ponérsela en el rostro como injerto. Además, las operaciones no han salido como esperaban y la piel que baja de su barbilla no le permite estirar el cuello del todo. De momento, únicamente puede mirar al suelo.
Como cada día, dos doctoras se dirigen al nuevo domicilio escondido de la familia Mouloudi a hacerle las curas. “Kamal no quería volver a Caspe por miedo de que volviese a pasar y por todos los recuerdos. No queríamos otra desgracia y por eso nos hemos ido de allí. Es mejor volver a empezar aquí donde nadie nos conoce”, explica Hasnae, de 26 años. “Ahora no tenemos otra vida que no sea él. La familia está de luto y lo único que nos importa es que se recupere”, añade.
Su sueño era ser Guardia Civil
El pasado 3 de mayo Kamal volvía a casa del IES Mar de Aragón. Vestía con una camiseta blanca y unos pantalones azules. Era viernes e iba charlando con un amigo sobre los planes que querían hacer ese fin de semana. Tenían mucho que estudiar por que la Selectividad estaba al llegar. Probablemente, también hablaron sobre el viaje de estudios que estaban organizando. En poco más de un mes se iban a Salou, en Tarragona, a celebrar el fin de exámenes. A Kamal no le preocupaba tanto la Prueba de Acceso a la Universidad porque siempre ha sido un chico de buenas notas. Además, tenía muy claro a qué se quería dedicar: su sueño era ser Guardia Civil. Se había apuntado a un gimnasio para prepararse para las pruebas físicas y ya estaba buscando alguna academia donde poder formarse.
Aquel viernes, Kamal se despidió de su amigo y se dirigió a su casa. Allí le esperaban su madre y sus hermanos. Vio como un hombre encapuchado le adelantó y se metió en una esquina. Tenía una actitud un poco extraña, pero no le dio importancia. Cuando el menor se disponía a girar por la calle Garia, donde estaba situada su vivienda, el hombre apareció y le tiró un líquido a la cara. Era ácido. Después, huyó.
"Dadme algo para morir"
“Estaba en mi habitación escuchando música a todo volumen y empecé a escuchar gritos. Yo y mi otro hermano bajamos corriendo y le encontramos golpeando la puerta y gritando ‘¡Me han quemado! ¡Me han quemado!'.En el suelo estaba la botella de dos litros que el sicario había utilizado y su ropa se había desintegrado. Mi hermano y mi madre metieron a Kamal en la ducha corriendo y después un vecino le llevó en coche al centro de salud”, explica Ayoub, de 21 años.
“En ese momento yo estaba viviendo en Zaragoza y me llamaron para decirme que a Kamal le habían tirado un liquido a la cara, pero que no era nada grave. A la hora y media me dijeron que se lo llevaban en helicóptero al Hospital Miguel Servet. En ese momento me di cuenta de que estaba muy grave”, cuenta una de las hermanas de la víctima. A Ayoub le cuesta hablar de aquel día. Estaba en estado de shock y únicamente tiene recuerdos borrosos, pero hay algo que le dejó marcado: oír a su hermano gritar “Dadme algo para morir”.
Kamal fue trasladado a la Unidad de Quemados del centro hospitalario zaragozano donde le indujeron el coma. “Las primeras 48 horas fueron terribles. Teníamos muy pocas expectativas y pensábamos que se moría. Eran quemaduras del tercer grado y el líquido seguía actuando”, declara Hasnae. A la familia de la víctima no le hizo falta investigar mucho para saber quién estaba detrás de este ataque. “Desde el primer momento supimos que la mujer de mi hermano estaba detrás de todo esto”.
"Era un secreto a voces y todo Caspe lo sabía”
Los Mouloudi llevaban 25 años en Caspe. Son naturales de la ciudad marroquí de Oujda pero se habían adaptado a la perfección a su nueva vida en el pueblo. Según indicó Jesús Senante, ex alcalde del municipio, a este periódico “Son unos caspolinos más”. Los Giménez son otra conocida familia del municipio de etnia gitana. Ambas estirpes se entrelazaron en 2014, cuando Yahya Mouloudi y Sara Giménez se dieron el sí quiero. “Desde fuera parecía todo normal, pero notamos que nuestro hermano estaba llevando una vida muy problemática”, explica Samia.
Sin embargo, el amor duró poco. El pasado 31 de enero Sara denunció en la Policía Nacional que su marido había desaparecido. “Desde el principio supimos que no era verdad. Él la dejó y se fue a Alemania por su propio pie. Quería cambiar de estilo de vida y Sara jamás lo aceptó. Ni ella ni nadie de su familia. Se sintieron deshonrados”, aclara Ayoub. A partir de ese momento empezaron las pesadillas.
“En enero nos intentaron quemar la casa. Mis padres se despertaron por la mañana y se encontraron con la puerta quemada. Se pensaban que habíamos obligado a Yamya a dejarla. Llegaron incluso a ir a Alemania a buscarle”, explica Hasnae. Nunca recibieron una amenaza directa, pero no tenían ninguna duda de que se trataba de los Giménez. “Jamás habíamos tenido problemas con alguien. Eran ellos. Era un secreto a voces y todo Caspe lo sabía”, añade. De hecho, seis días después de la agresión miles de personas salieron a la plaza central del pueblo clamando el mismo lema: Todos somos Kamal.
Cuando Yamya se enteró del estado de Kamal lo primero que hizo fue tirar furioso el móvil al suelo. En ese momento estaba en Alemania con Samia, que vive allí. "Estaba furioso. No sabía que hacer. Lo único que decía era:¿Por qué a él y no a mí?".
El día que Kamal despertó
Un día Kamal salió del coma. Su familia se esperaba lo peor. Su ojo izquierdo estaba tan dañado que se imaginaban que se había quedado ciego. Lo mismo ocurría con su oreja. "Estaba totalmente destrozada", explica Hasnae. Por suerte, su ojo estaba a salvo, pero su visión, borrosa.
“Cuando se despertó estaba muy desorientado. Hablaba de una forma rara, tenía unos sueños muy extraños y alucinaba”, cuenta Ayoub. "Ahí empezaron las pesadillas. Se despertaba en mitad de la noche dando golpes al aire, como si estuviese defendiéndose del agresor", añade.
En el horario de visitas únicamente algunos privilegiados podían venir a visitar a la víctima. No obstante, él no quería que le viese nadie. La víctima estaba fuera de peligro, pero la familia no. Al menos eso pensaban ellos. "Teníamos miedo de que alguien pudiese venir a atacarnos otra vez", confesa la hermana mayor.
"Lo único que me da tranquilidad es saber que les han detenido"
Pasaron más de tres semanas hasta que la Policía Nacional detuvo al primer sospechoso. Ocurrió el 21 de mayo, cuando este salía de un comedor social en Zaragoza. Se trataba de Aitor G.C y en su historial tenía registrados hasta 15 antecedentes policiales.
Esto le dio mas tranquilidad a la familia Mouloudi. Sobre todo a Kamal, a quien le cuesta hablar del tema. No se atreve a mirar directamente a los ojos a los reporteros de EL ESPAÑOL, pero consigue hacerlo postrado en la cama mirando al techo: “Lo único que me da tranquilidad es saber que les han detenido. Estaba muy angustiado en el hospital porque sabía que habían sido ellos y estaban en la calle. Tenía mucho de que le hiciesen lo mismo a mi familia".
Presuntamente era el autor material ya que las principales hipótesis de los investigadores era que había actuado a sueldo y que había segundas o terceras personas implicadas en la agresión. Y así fue. El pasado 4 de junio Sara Giménez y su tío, conocido como 'El Recortao', fueron detenidos. El juez del juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Caspe dictó prisión provisional comunicada y sin fianza para ambos.
Recaudar fondos
A Kamal le dieron el alta hace aproximadamente dos semanas. Salió por primera vez de su habitación después pasar 57 días ingresado. No pisó la calle. El único trayecto que hizo fue de su cuarto a la ambulancia. "Si en el ascensor hay espejos, no me subo", le dijo al celador según ha explicado su hermano. De la cama al baño y del baño a la cama. Ese es el único que recorrido que se atreve a hacer el joven. "Ha salido dos veces a la calle porque la psicóloga se lo ha recomendado. Baja de noche para no ver a nadie. Lo hace con una gorra y una capucha. Tiene que hacerlo. Se le está gangrenando la pierna de no moverse de la cama, pero le da igual. Nos dice 'Dejadme, estoy cansado. Si me tienen que operar, que lo hagan. Si me tengo que morir, moriré", confiesa la joven Samia y añade que todo el proceso está siendo también muy difícil para los Mouloudi:"Toda la familia está en depresión"
Al menor le han dado un año y medio aproximadamente para que se recupere antes de poder hacer cualquier operación estética. Tiene que esperar a que los injertos se adapten a su piel, pero no están reaccionando muy bien en la zona del cuello y la nariz. La familia quiere, a través de la web de crowdfunding GoFundMe, recaudar fondos para financiar los gastos de esta posible operación y pagar los gastos de un buen abogado. "Queremos que la gente nos apoye porque queremos una condena ejemplar para los detenidos. Esto no se puede repetir", explica Hasnae. El único ataque con ácido reciente en España ocurrió el pasado noviembre en Tenerife. Cuando, supuestamente, un hombre italiano y su pareja vertieron el líquido sobre la ex novia de este, de 25 años. "Con el dinero queremos crear una asociación a favor de estas víctimas para que no se sientan solas", añade la mujer.
A Kamal la idea de convertirse en Guardia Civil se le ha borrado de la cabeza. Dice que es imposible. También lo han hecho las noches de fiesta con sus amigos y poder llevar una vida normal en Caspe. A veces mira en Instagram las fotos de sus conocidos. "Eso le hace llorar", confiesa Ayoub. Lo único que quiere es estar tumbado en la cama y esperar. Antes de que concluya la entrevista con los hermanos el joven coge fuerzas y avisa a los periodistas de que tiene algo más que decir: “No levanto cabeza. Me noto igual. El tiempo en el hospital se ha pasado muy rápido, pero ahora mismo tengo muy pocas visiones de futuro”.