Comparado con lo que sucedió por la tarde, el día comenzó tranquilo para Sergio Álvarez Palacio en el centro de Madrid. Sin madrugar, todo resultaba bastante apacible. Era sábado, 6 de julio, el día grande de las celebraciones del Orgullo, con el desfile por bandera y la perspectiva de poner el broche a una semana festiva y de reivindicación. Él y sus amigos llegaron a la capital el martes anterior. El día de la manifestación decidieron reposar durante las primeras horas del día tras la larga y ajetreada noche anterior. Se levantaron, se vistieron, comieron y a las cinco de la tarde se unieron al enorme afluente de personas que nutrían el desfile en distintos puntos de la ciudad. Hasta ahí todo bien.
Horas después, su culo desnudo estaba en las portadas de buena parte de los diarios nacionales. A un palmo escaso de la vanguardia de la comitiva de Ciudadanos y de Inés Arrimadas en el desfile que finiquitaba la semana del Orgullo Gay.
¿Qué pasó entre medias? Muchas cosas. Pero empecemos por el principio. Sergio tiene 34 años y es militante del PSOE en su localidad natal, Sariego, donde fue también secretario de Relaciones y Cooperación Internacional en las Juventudes Socialistas de Asturias entre los años 2003 y 2007. Lleva en las filas socialistas, a nivel local, desde la adolescencia. También fue Secretario de Organización, Comunicación y Acción Electoral en 2011 en el PSOE de su municipio.
Dice que es un joven comprometido, y que ya desde su tierna adolescencia iba pegando carteles del PSOE por el pueblo. Su trabajo, en cambio, nada tiene que ver con la política, ya que se gana la vida como técnico de telecomunicaciones.
Él mismo se lo cuenta a EL ESPAÑOL cuando decide llamar por teléfono al reportero para explicar por qué hizo lo que hizo delante de la comitiva de Ciudadanos, abucheada e insultada durante horas en el desfile del Orgullo. Sus dirigentes y sus principales representantes llevan toda la semana denunciando el acoso, y el lanzamiento de diversos objetos hacia sus representantes durante las horas que pasaron dentro de la manifestación del pasado sábado.
La primera vez que Sergio bajó al Orgullo fue hace 13 años. Tenía 21, apenas un joven universitario. Por cuestiones personales, acude en muchas ocasiones a Madrid, y conoce bien la ciudad aunque vive su vida a caballo entre Asturias y la capital. Ahora suele venir con sus amigos o con su pareja. "Siempre lo interpreté como lo que era. Un acto de reivindicación".
Las críticas llueven sobre el tejado de Ciudadanos desde hace semanas por sus pactos, sus acercamientos y su coqueteo con la extrema derecha, con Vox, en distintos lugares de la geografía española a lo largo de los últimos meses.Los insultos, el acoso y los abucheos del sábado pasado a la formación naranja llegaron orientados en esa dirección por la muchedumbre que les rodeaba. Sergio comparte esa crítica aunque, dice, no las formas.
-"No puedes estar en misa y repicando -explica-. He estado delante de la carroza de Ciudadanos muchos años y nunca tuve nada que reprocharles. Incluso tengo amigos que han estado encima de su carroza y no tengo ningún tipo de problema con nadie".
-Los representantes de Ciudadanos denuncian el lanzamiento de distintos objetos...
-Lógicamente, arrojar objetos no es la mejor forma de protestar contra ellos. Ni yo ni mi grupo arrojamos nada. Lo único que hice fue lo que hice. Sin usar la fuerza.
"Quise hacer como en Braveheart"
En torno a las cinco de la tarde, bajo un calor de demonios, Sergio y sus amigos se divierten y observan el paso de las sucesivas carrozas que forman parte del desfile. Se colocan junto al Museo del Prado, algo apartados de la alameda que conduce hacia Neptuno, sin entrar en el séquito conformado por miles y miles de personas. "Nos pusimos a la altura de la estatua de Velázquez. Lo estábamos viendo todo desde ahí cuando comenzaron los gritos y les vimos. No nos habíamos enterado de que Ciudadanos había conseguido entrar ni nada".
Sergio va vestido con una sencilla camiseta blanca con las mangas rojas y unas finas bermudas de color gris claro. Uno de sus amigos va ataviado con un kilt, la prenda típica de Escocia, lo que se conoce en la jerga callejera como falda de cuadros escocesa.
El desfile del orgullo parecía encarar ya su tramo final. Dos horas antes, el en la parte trasera de la manifestación los representantes de Ciudadanos comenzaban la marcha. Los organizadores les habían colocado justo delante de UPyD, en la retaguardia. A la cola de la manifestación.
Echaron a andar tranquilos, pero los abucheos y los insultos no tardaron demasiado en comenzar, y ya les acompañaron prácticamente hasta el final. En un momento dado, un nutrido grupo de mujeres, caracterizadas como las esclavas de El cuento de la Criada pero de color naranja, se colocaron justo delante de la pancarta sostenida por las principales figuras del partido. Sus críticas y sus abucheos les acompañaron en el desfile desde entonces.
Cuando llegaron al Paseo del Prado, Sergio y sus amigos vieron lo que estaba sucediendo.
-Estuvimos hablando de lo que nos parecía todo aquello, que estuvieran allí. En mi grupo de amigos hay gente de diversas opiniones políticas. Varios de mis mejores amigos fueron interventores de Ciudadanos y no pasa nada. Pero en ese momento dije, mira, voy a hacer una cosa.
Sergio echó a andar hacia la cabecera de Ciudadanos, buscando la mejor posición, la más apropiada para llevar a cabo su cometido. Para ello, decidió que debía situarse justo delante de las narices de Inés Arrimadas. No tuvo problema en llegar. Y en ese preciso momento, entre los abucheos de unos, los cánticos de otros, la lluvia de flashes de los fotógrafos, Sergio pilló a todos desprevenidos cuando se bajó los pantalones, se agachó, se inclinó un poco hacia adelante y enseñó el culo y todo lo que viene adosado a los diputados y representantes de la formación naranja. "Quise hacer como en Braveheart", concluye, en referencia a la famosa escena de la película protagonizada por Mel Gibson.
"Por lo menos que vean nuestras posaderas"
"Si van a pactar con los homófobos, por lo menos que tengan que ver nuestras posaderas. Está muy mal, puede que se saliese allí todo de madre. Pero yo no iba a usar la fuerza física. Era un acto de crítica. Para protestar hay que ofender". Dice Sergio que lo suyo era una acción política. Una reivindicación. Como decir, de algún modo, "esto es lo que pienso de vosotros".
En los numerosos vídeos del instante inmortalizado por los móviles de quienes estaban presentes se observa el modo en que intentaron reducirle por la fuerza. Dice que comenzaron a empujarle y a pisarle. Dos manifestantes afines a Ciudadanos intentaron llevárselo de allí. Uno de ellos trató de cogerlo desde detrás, sin lograr abarcar su perímetro. "Yo soy claramente un hombre muy grande. Mido un metro ochenta y tres y, como buen asturiano, pues peso lo mío. Y ahí traté de aguantar".
Sergio se resistió con fiereza. Como queriendo completar una suerte de encomienda divina, volvió a acuclillarse, algo enfocado hacia adelante, en una posición que a muchos les llevó a pensar que allí se iba a armar la de San Quintín. Que estaba intentando hacer lo que parecía que estaba intentando hacer. Pero al final no. Él dice que no, que ni por asomo. "No, no, no. Para nada. La intención solo era darme la vuelta y bajarme el pantalón. Me cuesta mucho hacerlo, como para hacerlo en público así".
-¿Algún amigo te ha recriminado lo que has hecho?
-Sí, alguno sí que me lo ha recriminado. Pero es que tu vas a un sitio donde no has firmado el manifiesto.
-Pero los diputados de Ciudadanos están denunciando algunas cosas bastante graves.
-Lo que no pueden tener es esa doble moral. No se puede blanquear a la ultraderecha. Parece que no pasa nada, que no pasa nada... Y al final acaba pasando. Molesta que digan una cosa, que hagan la contraria y acaben eligiendo una tercera. Tenían allí la actitud de quien iba buscando lo que iba buscando.
Escupitajos, insultos y bolsas de basura
Sergio todavía no vivía en Madrid el primer año que fue al Orgullo. Apenas era un joven en edad universitaria. Uno de sus amigos estudiaba en la ciudad y se animaron todos a bajar desde el pueblo en Asturias. Para él fue como una suerte de liberación. "Imagínate, ser el gordo y el maricón de la clase tiene esas frustraciones. Y en un pueblo de 1.200 habitantes...".
Aquel año, dice, estaba exultante. Se hizo fotos hasta con Rosa Díez. "Y no hay ningún problema. Pero lo que vi el sábado fue a gente que no formábamos parte de la manifestación, intentando expresar nuestra disconformidad con que ellos estuviesen allí. Y ellos envalentonándose. Haciendo muecas".
La versión de Sergio difiere por completo con lo que estos últimos días vienen denunciando los representantes de la formación política dirigida por Albert Rivera. La diputada Marta Rivera de la Cruz iba en primera línea. Su opinión, escrita hace unos días en EL ESPAÑOL es, aproximadamente, un compendio de lo que han dicho otros compañeros suyos que iban en primera fila como Inés Arrimadas o Patricia Reyes:
"La cosa empezó fuertecita: lanzamiento de botellas con orines, escupitajos, insultos, amenazas… nos hicieron un pasillo donde había hasta niños de siete años soltando maldiciones contra nosotros.
La organización permitió que un grupo caminase delante de nuestro grupo con una pancarta insultante. Un tiparraco soltó una bolsa de basura a los pies de Inés Arrimadas. Otro salpicó de cerveza a Carmen, una concejala nuestra, que tiene ochenta años.
Sergio dice que le rompieron las gafas en el forcejeo posterior a la exhibición de sus posaderas a la portavoz nacional de Ciudadanos. Acabó el día tan apacible como lo empezó, pero entre medias habían pasado muchas cosas. Se tiró el resto de la noche, de parranda, con las gafas de sol graduadas puestas. "No veía un carajo".