Vianca llevaba años dándolo todo sin esperar nada a cambio. Quería a Joel. Estaba enamorada y le importaba poco lo que sus familiares o amigos dijeran u opinaran de su relación. Confiaba en él. Por eso, cuando le pidió que se casaran para obtener los papeles, ella aceptó. Por eso, cuando él, en paro, le pidió dinero, se lo dio. Y por eso, se quedó embarazada sin pensar en las consecuencias que tendría. Sólo entonces se dio cuenta de su error. A los tres años de relación, se hartó. Él no quería tener al niño y ella sí. Discutieron y, de repente, ella desapareció. O, mejor dicho, la hicieron desaparecer. Su marido, presuntamente, la mató.
Ella, el 16 de julio e 2018, había estado en casa de sus padres cenando con Joel. Entonces, ni su madre ni su hermana habían notado nada raro, pero ella ya pensaba en dejar a su marido. “Estoy cansada de toda esta mierda, de tener problemas aquí con Joel y con ustedes… Me voy a ir lejos”, dijo, a través de un audio de WhatsApp mandado a sus familiares. Fue la última vez que la escucharon. Un día después, la empresa de cosmética donde trabajaba alertó de que algo pasaba, de que no la localizaban. Todos le perdieron el rastro.
¿Por qué? Entonces, nadie lo sabía. Su familia pensó que, quizás agobiada por su situación, se había ido a algún lugar hasta calmarse. Sabían de su relación tortuosa con su marido. Durante tres años, había aguantado desplantes, malos tratos –según denunció su madre reiteradas veces en televisión– y escaso compromiso. Ella lo había hecho todo para que la relación funcionara. Había confiado en él y lo había mantenido –Joel no tenía trabajo–. ¡Hasta se había casado para que él pudiera obtener los papeles y quedarse en España! Pero nunca fue correspondida.
Él, según la madre de Vianca, tenía hijos y mujer en República Dominicana. Por eso, su plan pasaba por casarse con Vianca, natural de Bolivia pero en España desde pequeña, para poder traer a su familia. En definitiva, no la quería. Estaba con ella por interés y no por amor. Por eso, Joel, cuando ella se quedó embarazada, le pidió que abortara. Pero Vianca se negó. Quería tener a su segundo hijo –ya tenía uno de seis años de una relación anterior–.
Ese embarazo fue el inicio de una discusión que acabó con la vida de ella. Ese 17 de julio de 2018, ella desapareció. Su madre, entonces, tras recibir el aviso, llamó a Joel. “Mi madre –cuenta su hermana, Jean Carla, a EL ESPAÑOL– lo llamó y le pidió que se pasara por casa. Vino al mediodía y llegó llorando. Dijo que habían tenido un rifirrafe y que, cuando regresó a su casa, ni ella ni su maleta estaban”. Al parecer, se había ido a abortar. Esa es la excusa que, presuntamente, puso Joel.
Las mentiras de Joel
Fue su primera mentira, a la que siguieron otras muchas. La primera –y la más importante– el decir que no sabía dónde estaba el cuerpo. “Participó en las labores de búsqueda –como hiciera, por ejemplo, Ana Julia en la desaparición del niño Gabriel–. Dijo que no buscaran donde luego la encontraron porque había avispas y jabalíes”, cuenta su hermana a este periódico. Mintió, mintió y mintió…
Y, dos meses después, ya con él desaparecido, los agentes dieron con el cuerpo de Vianca: la encontraron el 11 de septiembre. Unas riadas destaparon su cuerpo en el río Congost de Granollers (Barcelona) y, aunque en un principio se especuló con que fuera el de Mónica Borrás –encontrada poco después en el jardín de su expareja–, finalmente los restos de ADN confirmaron que se trataba de ella.
Desde entonces, los agentes le siguieron la pista y la pasada semana lo detuvieron como presunto autor del asesinato. “Sabíamos que era él; estábamos seguras”, repite la hermana, como lo ha hecho durante todo este largo proceso. Ella estaba convencida de lo que cree la policía científica: él la habría matado y después habría escondido su cadáver en el río Congost. “Lo hemos pasado fatal porque hasta ahora no teníamos nada”, celebra, por fin, su hermana, pidiendo “justicia”.
Pero bien, ¿por qué lo hizo? La causa, en este caso, podría ser –según los especialistas en violencia de género consultados por este periódico– la pérdida. Él no habría soportado que ella lo dejara y, entonces, por el control que ejercen a menudo los maltratadores, la habría matado. “El asesinato es el último eslabón de la cadena. Pero no pasa de un día para otro”, reconoce Bárbara Zorrilla Pantoja, psicóloga especializada en violencia de género.
Y, en este caso, no fue de un día para otro. Vianca, antes de ser asesinada, fue maltratada. Eso se lo dijo a su madre más de una vez. El embarazo fue el culmen, lo que le llevó a él a tomar la decisión de asesinarla, fingir su desaparición, participar en las labores de búsqueda y, finalmente, ser detenido. En definitiva, lo que lo llevó a mentir.
29 víctimas de violencia de género
Los datos son tan contundentes como esclarecedores. Cuando se acaba de rebasar el ecuador de 2019, hay un total 29 mujeres asesinadas por violencia de género. Entre ellas, muchas sobre las que no han trascendido datos o fotografías. Muchas son anónimas, como la mujer de 95 años fallecida en Toreno (León); o María, en Loeches; o la mujer de 34 años fallecida en Rojales (Alicante); o Silvia, de 39 años, asesinada en Tenerife; o Llium, en Gran Canaria; o Beatriz Arroyo y Ana Lucía da Silva.
Vianca es la es la vigésimonovena mujer asesinada este año por su pareja o expareja. En España, en 2019, también han sido asesinadas Mónica Borrás; Mónica Asenova, de 29 años; Piedad, de 51 años; Juana Ureña, de 47 años; Irene López; Nelea, de 22 años; María Soledad Bobet; Gloria Tornay Naranjo, de 58 años; María José Aboy Guimarey, 43 años; Estrella Domínguez, 63 años; Sheila Chazarro Moyano, 29 años;Daría Oliva Luna, 20 años; Rosa María Concepción Hernández, 60 años; Rosa Romero Rueda, 69 años;Rebeca Santamalia, de 47 años; Romina Celeste, de 28 años; Leonor Múñoz González, de 47 años; Rebeca Alexandra Cadete, de 26 años. La serie 'La vida de las víctimas' contabilizó 47 mujeres asesinadas en 2018 y 53 mujeres en 2017.