[Capítulo 1. La creación de un héroe]
9 de febrero de 2015, 07.45 horas. Borja, relaciones públicas de una discoteca de Fuengirola (Málaga), acaba de terminar su jornada de trabajo y vuelve caminando a casa junto a dos compañeras, Noemí y Verónica. El chico, de 22 años, domina el inglés, ha estudiado en buenos colegios, practica surf y tiene don de gentes. Cuando él y sus dos amigas se encuentran en la calle Tostón, una vía corta y estrecha que da la espalda a una amplia avenida, ven cómo un peligroso atracador, Pedro, que ha consumido droga, le acaba de robar el bolso a María Jesús. La víctima es una limpiadora que acude a su puesto de trabajo en el hotel Las Palmeras, a 80 metros de allí.
Borja, de repente, sale corriendo detrás del ladrón, que va acompañado de su novia, Isabel. Mientras, Noemí y Verónica se quedan asistiendo a la empleada del hotel. Cuando Borja alcanza a Pedro, ambos inician un forcejeo. El ladrón, corpulento, rudo, de metro ochenta igual que él, se resiste, cae el suelo y sufre un traumatismo craneoencefálico. Dos días después, muere en el hospital. Sin embargo, Borja consigue su propósito: devolverle el bolso a María Jesús.
Esta semana, tras conocerse la sentencia por la que Borja W. V. ha sido condenado a dos años de prisión por un delito de homicidio grave, varios medios han convertido al joven en un héroe nacional al ofrecer una historia edulcorada de los hechos. La narración de un salvador contra un criminal. De inmediato, en las redes sociales se pidió el indulto de Borja. Vox inició una campaña de recaudación de microdonaciones. La cerró cuando se llevaban 110.000 euros recaudados.
Borja ha aceptado ese dinero para hacer frente al pago de los 180.000 con los que ha de indemnizar a las dos hijas de Pedro. España ya tenía a su nuevo héroe nacional. Borja el altruista, se le conoce desde entonces. "El hijo que cualquiera quisiera tener (...)", contó Crónica de El Mundo en su edición del pasado domingo. "El chico que en cualquier otra circunstancia sería un héroe condecorado".
Pero la realidad tiene matices que ofrecen una visión muy distinta de la historia. EL ESPAÑOL, más allá de la sentencia, reconstruye con documentación exclusiva del caso las verdaderas circunstancias en las que se produjo la muerte de Pedro Toro Tirado y las razones por las que se ha condenado a Borja W. V. El homicida huyó del lugar de los hechos. Días después negó la autoría de la muerte ante la Policía. Sólo se le detuvo cuando retornó a España en un vuelo procedente de Inglaterra.
“Ni Pedro era un peligroso criminal ni Borja es un superhéroe”, explica Enrique Agüera, abogado de las dos hijas del fallecido. “Se ha desdibujado la verdad de lo ocurrido”.
[Capítulo 2. Desmontando a Borja]
9 de febrero de 2015. Borja, Noemí y Verónica caminan por la calle Tostón de Fuengirola. Hace poco que han terminado de trabajar en la discoteca Goodtimes, en pleno paseo marítimo de la localidad malagueña. El local, donde los guiris se emborrachan a base de chupitos, güisqui y cerveza, se encuentra a unos 30 metros del hotel Las Palmeras. Son las ocho menos cuarto de una mañana que despierta fría y húmeda.
Borja va a abrigado con un chaquetón grueso de color oscuro y unos guantes negros. En un momento dado, los tres amigos ven cómo un toxicómano forcejea y golpea a María Jesús, una limpiadora del hotel Las Palmeras que acude a su puesto de trabajo. Le restan apenas tres o cuatro minutos para llegar. Por la citada calle no transita nadie más. Es estrecha, con casas bajas adosadas a ambos lados.
Tras ser testigo del robo, Borja sale corriendo detrás del ladrón y de su novia, Isabel. Ambos están enfermos. Son dos adictos a las drogas que malviven en Fuengirola. Pedro tiene un pasado plagado de delitos menores. Ambos roban para seguir consumiendo. Cuando lo alcanza, Borja le arrebata el bolso a Pedro pegándole dos puñetazos. Uno en la cabeza y otro en torno al cuello, según el informe forense. Pedro cae al suelo inconsciente y se vuelve a golpear. Isabel, su chica, se queda junto a él llorando y gritando.
De inmediato, Borja vuelve a donde se encuentran sus amigas, que se han quedado auxiliando a María Jesús. Ninguna de las tres mujeres ha visto la agresión, que sucede en una avenida paralela a la calle Tostón. El dueño de un kiosco de prensa cercano que acaba de abrir observa jaleo desde la puerta de su negocio, pero no ve cómo Borja agrede brutalmente a Pedro: además del traumatismo cranoencefálico, le ocasionó rotura maxilar, del frenillo y de una pieza dental.
Borja, tras recuperar el bolso, se lo entrega a su dueña. El chico, Noemí y Verónica acompañan a la mujer a pie hasta la puerta del hotel Las Palmeras, a unos 80 metros de allí. Sólo han de doblar en la siguiente esquina hacia la derecha y caminar tres o cuatro minutos en dirección a la playa. La señora está muy nerviosa pero no sufre ninguna herida ni contusión de gravedad.
Borja y sus dos compañeras cogen un taxi en una parada que hay enfrente de la discoteca en la que trabajan. Los empleados de un parking cercano se quedan asistiendo a María Jesús hasta que llega la Policía. Segundos después, el taxi en el que se montan los tres amigos circula por delante de donde se encuentra tendido en la acera Pedro Toro Tirado, la víctima de la agresión de Borja.
En ese momento, agentes policiales ya se encuentran en el lugar de los hechos. Borja, a tenor de lo que contará días después Noemí en comisaría, no explica nada de lo sucedido a sus dos amigas. Ellas tampoco preguntan. El chico decide no mandar al taxista parar su vehículo y contarle lo sucedido a los policías. Los tres jóvenes vuelven a sus respectivas casas. “Hay una clara omisión del socorro”, dice Enrique Agüera, abogado de las dos hijas del fallecido.
La Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Policía Nacional abre un investigación. Los agentes hablan con otros porteros y relaciones públicas de pubs y discotecas próximos al Goodtimes. Los interrogados dan un nombre: Borja W. V. La Policía se pone en contacto con él. En un atestado, los investigadores señalan que el joven “manifiesta en todo momento que no tiene conocimiento ni ha escuchado nada sobre tal hecho [la agresión a Pedro Toro]. “Muestra una actitud nerviosa y esquiva”, subrayan.
Dos días después de la agresión, varios diarios de Málaga publican la noticia de la muerte del toxicómano que robó el bolso de la limpiadora de hotel. Varias fechas más tarde cuentan que la Policía busca a tres jóvenes -dos mujeres y un hombre- relacionados con la agresión.
Nueve días después, a las 19.50 horas del 18 de febrero, Noemí, una de las dos compañeras de trabajo de Borja, se presenta en dependencias policiales de Fuengirola. Según otro atestado policial al que ha tenido acceso este periódico, la chica se muestra triste, admite que ella es una de las personas que buscan y cuenta que dispone de información acerca de lo ocurrido.
Noemí explica que vio el robo, que Borja trabaja como “portero de seguridad” y no como relaciones públicas en la discoteca Goodtimes, y que no les contó nada aquel día. En ese momento, la Policía ya dispone de algunas imágenes de cámaras de seguridad de establecimientos ubicados en el recorrido que hicieron los tres amigos aquella mañana. Coinciden con la descripción de la ropa de Borja que da Noemí: chaquetón oscuro y guantes negros. “Si llego a saber lo que ocurrió, hubiera venido antes”, confesó la chica.
Para los investigadores ya no hay duda. Es él. Pero Borja no se encuentra en España. El 20 de febrero de 2015, 48 horas más tarde de la confesión de Noemí, Borja regresa de Inglaterra en un vuelo procedente de Birmingham. La Policía detiene al presunto homicida en el control fronterizo del aeropuerto de Málaga. Se había marchado días antes. Cuando la UDEV registra su casa, los agentes hallan la chaqueta y los guantes que llevaba la mañana que mató a un yonqui. Isabel, la pareja del fallecido, señaló a Borja en una rueda de reconocimiento posterior. Nadie, en ese momento, pensó que el chico era un héroe.
Pero la historia tiene más aristas. Noemí, en “un estado de ansiedad y nerviosismo”, volvió a personarse en comisaría el día que detuvieron a Borja. Contó entre “sollozos y llantos” que estaba recibiendo mensajes de gente desconocida que le preguntaba si ella había contado algo de lo que sucedió a la Policía. “Tengo mucho miedo de que se enteren que estuve en comisaría hace dos días”, contó. LA UDEV recogió que la joven temía “posibles represalias del resto de camareros y porteros amigos de Borja”.
Luego, durante la instrucción del juicio, Noemí cambió la versión ofrecida ante la Policía. Dijo que en el taxi Borja les contó a ella y a Verónica que no se preocuparan, que [Pedro] tenía heridas leves. En sede judicial también explicó que su amigo les dijo que “había tenido que darle” a Pedro Toro Tirado para quitarle el bolso, y que no se detuvieron por temor a que Borja le hiciera algo más grave a la víctima de la agresión.
[Capítulo 3. La sentencia]
El Juzgado de lo Penal número 9 de Málaga argumentó en una sentencia que ahora ha sido ratificada por la Audiencia Provincial que Borja W.V. “salió corriendo tras Pedro Toro para recuperar el bolso sustraído”. Cuando le alcanzó, “se produjo un forcejeo entre ambos, en el curso del cual” Borja, “siendo consciente de las graves consecuencias que podría causar con su acción, aunque sin pretender ni consentir la efectiva producción de las mismas, propinó a aquel dos puñetazos, uno de ellos en la cabeza y otro en el mismo lugar, en el cuello o en el hombro, que determinó que cayera al suelo, sufriendo un traumatismo craneoencefálico con hemorragia cerebral que le provocó la muerte” 48 horas después.
La defensa de Borja, que ejerce el letrado Alfredo Herrera, alegó legítima defensa asegurando que, cuando el joven alcanzó al ladrón, este “le intentó agredir con dos o tres golpes que esquivó”. La sentencia no considera probado que el toxicómano le atacara, sino sólo que se negó a entregarle el bolso. Tampoco da credibilidad a Isabel, quien dijo que Borja le propinó a Pedro puñetazos y patadas, y que “lo mató como a un animal”.
El pasado martes, Vox se pronunció a favor del indulto de Borja. Lanzó una campaña de micromecenazgo para recaudar los 174.000 euros que debe pagar como responsabilidad civil a las hijas -la fianza de 6.000 que el homicida abonó en su día para eludir la prisión se añadiría a la indemnización-. El partido de Santiago Abascal propuso una reforma legal para que “se reconozca como legítima defensa la actuación en beneficio de terceros, en concreto en defensa de personas en situación de especial vulnerabilidad”.
Pero dicha reforma resulta innecesaria ya que el Código Penal, en su artículo 20, ya contempla como eximente “obrar en defensa de la persona o derechos propios o ajenos”, siempre que se den distintos supuestos, como que se produzca una agresión ilegítima, que la respuesta sea proporcional y que no haya provocación de la víctima. Además, Borja W. V. alegó durante el juicio que actuó en defensa de sí mismo, no de una tercera persona.
“Borja tiene que asumir las consecuencias con naturalidad”, dice el abogado Enrique Agüera. “En ningún momento hubo legítima defensa. Borja no presentó siquiera ningún parte de lesiones que acreditase una lesión ni tampoco denunció los hechos. Vox ha hecho populismo con este caso”.
[Capítulo 4. Las hijas, señaladas]
La Fiscalía se ha posicionado a favor de que el condenado no cumpla en prisión la condena de dos años. El juez deberá decidir qué futuro le espera al chico, hijo de divorciados. El joven, que ahora tiene 26 años, es dueño de una empresa dedicada a la inversión inmobiliaria. El abogado de las hijas de Pedro Toro se muestra a favor de que Borja no ingrese en la cárcel siempre que abone la indemnización.
Por ahora Borja sólo se ha comprometido a abonar mensualmente 250 euros. Tardaría 58 años en abonar los 180.000 que le impuso el juez. Los 110.000 euros conseguidos por Vox, que los ha aceptado, le van a ayudar a hacerlo mucho antes. Su abogado precisa que no solicitara el indulto para Borja porque supondría asumir el delito y el joven considera que se ha comportado correctamente, aunque lamenta el daño ocasionado a la familia.
Pedro Toro Tirado murió cuando tenía 42 años. Era vecino de Istán, un pueblo de Málaga donde levantó con sus propias manos la casa en la que empezó a vivir con la que fue su mujer y con quien tuvo dos hijas. Una de ellas es aún menor de edad. Tras caer en las drogas, su matrimonio se rompió, cayó en la mala vida y dejó de tener una relación continua con sus descendintes.
Ahora, tras convertirlo en Borja el altruista, la ex y las dos hijas del toxicómano fallecido valoran mudarse de Istán después de que algunos medios de comunicación las señalaran como que sólo buscaban el dinero de la indemnización.
“La verdad nunca es triste, lo que no tiene es remedio, como decía Joan Manuel Serrat", explica el letrado Enrique Agüera. "Todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad. El padre de esas chicas también lo tenía. Pero a Pedro, Borja se la quitó. Yo soy partidario de que él, en cambio, sí la tenga. Espero que aprenda la lección”.