Querida Eva.
Hoy en el barrio nos falta una. Los demás te escribimos para decirte adiós. Y uso el plural porque somos muchos. Todo el barrio quiere despedirte y por eso se han concentrado en la puerta del ambulatorio, el CAP Terrassa Est, por la mañana. Nadie se imaginaba que ibas a acabar engrosando la fatídica estadística de muertes por violencia machista. En este caluroso y negro mes de julio, que está batiendo el récord mensual de mujeres asesinadas por hombres en 2019, te han convertido en el último número (por ahora) de esa funesta lista.
Hoy te han despedido en el barrio y a mí me ha pillado de viaje. Pero me lo han contado luego. Que no se había visto una manifestación así en el barrio en la vida. Que la indignación, la incredulidad, la rabia. Que hoy también había silencio… Ese silencio cómplice que evitó que nadie se enterase de lo que estabas pasando en tu propia casa. Un infierno provocado por tu marido, del que jamás dijiste una mala palabra. Ni una pista de que estabas atrapada en una espiral de violencia.
He hablado con varios y todos dicen lo mismo. “Nos la han quitado”. La primera, mi amiga Deli Blanco. Ya la conoces... Hace 7 años se quitó la vida su marido Gabi, que dejó viuda y dos hijos preadolescentes. Me recuerda hoy Deli que, cuando aquello sucedió, cuando más hundida estaba, cuando más culpable se sentía por no haberle prestado toda la atención que reclamaba, tú le diste un consejo que ahora eriza el vello: “Deli, tú no le has hecho daño a nadie, tira adelante con tus hijos. Pero, sobre todo, dale cada día las gracias a Gabi. Porque al final se ha quitado del medio él solo. Hay otros hombres que acaban matando a su mujer”. Exactamente lo que te ha acabado pasando a ti. “Ahora pienso en que yo iba a soltarle mi rollo y ella me aconsejaba… sin tener yo ni idea de que ella estaba pasando por algo tan parecido...”, me cuenta Deli.
Ella es una de esas tantas personas del barrio que dejó de ir al psicólogo “para ir a ver a la Eva”, me confesaba esta mañana: “Me daba visita solamente para que hablásemos. Yo dejé los psicólogos porque ninguno de ayudó tanto como ella. También me solucionó mi baja laboral, porque en el Tribunal Médico me daban el alta. Me decían que el que se había muerto era mi marido y no yo; que me fuese a trabajar. Fue ella la que apretó con informes y se acabó arreglando todo”, recuerda.
También quiere despedirte su hijo, Iker Piedra. Ahora se está ganando la vida como futbolista y es gracias a tus consejos. Deli me lo contaba: “Cuando mi marido se mató, mi hijo Iker tenía 11 años y lo asimiló muy mal a la muerte de su padre. Reaccionaba mal a todo y la liaba. Fue la doctora Abad la que nos dio los consejos y las pautas para encauzar aquello. Porque además es una edad muy delicada, decisiva. Según haga el niño a esa edad, su vida le irá de una forma o de otra”. Iker tenía muchos números para acabar siendo de esos que echan su vida por tierra por no asumir una desgracia. Eva le dio las herramientas. Ahora, aquel niño rebelde tiene 18 años, juega de portero en los juveniles del Deportivo de la Coruña y entrena a menudo con el primer equipo. Maduró, se fue a vivir solo, se hizo un hombre. Tú le ordenaste la vida y ahora es un tío de provecho, del que estamos todos orgullosos en el barrio.
Quiere decirte adiós también el padre de Deli. El abuelo de Iker. El que no era paciente tuyo, pero tú lo visitaste porque sí, porque así se hacían las cosas en tu CAP. Fuiste tú la que detectó que su diabetes iba a acabar con la amputación de su pie. La que le mandó las famosas visitas ‘preferentes’ con el especialista. A él le salvaste un pie, a su hija su salud mental y a su nieto su carrera deportiva. En esa casa te lloran todos.
Se ha unido a la despedida también mi mejor amigo, Dani Viciana. Mi hermano. El mismo que te decía que si tú no fueses su doctora querría casarse contigo. Era una broma, pero le da para su reflexión: “Cuánto dolor se hubiera ahorrado todo el mundo si de verdad se hubiese casado con un tipo que la mereciese”. El padre de Dani lleva deprimido desde que se enteró de tu muerte. Él también dejó a psicólogos y a psiquiatras por “ir a ver a la Eva”. Nunca una médico de familia desempeñó tareas tan diversas. No al menos en nuestro barrio. “Qué poco dura la alegría en casa del pobre. Para una cosa buena que teníamos en el barrio… nos la han quitado”, repite Dani como un mantra.
Rota está mi amiga Sheila López, que dice que te debe la vida. Porque tenía 32 años años cuando le diagnosticaron un cáncer de colon y fue gracias a aquella costumbre tuya de poner a todo el barrio en ‘preferente’ que se lo detectaron a tiempo. “Cuando ya estaba con oncólogos, el médico de cabecera se queda al margen de las visitas. Pues ella me citaba para chequearme y ver cómo estaba”. No creo que haya muchos médicos de cabecera que citen a sus pacientes aunque no pidan hora. Menos ahora, tal y como estamos en la sanidad pública.
Todos estamos de acuerdo en algo: tú sí que fuiste una auténtica antisistema. El sistema de sanidad pública falla y tú actuabas contra él. Te la jugabas para lograr los atajos necesarios para que tus pacientes fuesen atendidos siempre antes, siempre mejor. Nos colabas, te hacías la tonta… y tirabas palante. Siempre riéndote, aunque tocase aguantar a un público nada fácil. “La última vez que hablé con ella me dijo que le había diagnosticado una artrosis a un hombre de cuarenta y pocos, y el señor se fue muy enfadado de la consulta, porque él era demasiado joven para tener artrosis. Como si fuese culpa de Eva”, me ha contado esta mañana mi prima Merche García.
Todos van a echar de menos tus diagnósticos y tus recetas, pero las de verdad. Las que te reclama la gente del barrio. A mí, para el estrés, me recetaste echarme un cigarrito contigo en la puerta del ambulatorio. A mi prima le recetaste el otro día que no se hiciera mucha mala sangre con la Operación Bikini, porque tú también eras muy delgada de joven y ahora los bocadillos te empezaban a pesar más de la cuenta. A Deli le recetaste que se echase un novio, porque “ponerte guapa y el cosquilleo del tonteo, de conocer a una persona… te va a venir mejor que las pastillas”, le dijiste. Y salió de la consulta riéndose como una tonta.
Te despedimos también todos aquellos que hicimos la trampa de no cambiarnos de dirección en el ambulatorio cuando nos mudamos fuera del barrio. Tus compañeros, los que no han dejado de llorar desde el martes por la mañana y Terrassa entera, que también ha habido otra concentración en la puerta del Ayuntamiento. Te dicen adiós en Terrassa y más allá, que en el Hospital Clínic de Barcelona también han parado para despedirte. EN el Ayuntamiento de Lleida... Por todos lados.
No más de una frase para el insensato que te llevó por delante y le jodió la vida a sus dos críos. Allí en tu barrio no te dejaba hablar con nadie. Hoy te decimos adiós en el mío, en el tuyo adoptivo, en el que vamos a apretar para poner tu nombre a alguna calle. Porque te lo mereces, y porque nunca está de más que una placa nos recuerde que todavía hay hombres que matan a mujeres. Que en Terrassa ya llevamos dos casos este año y en España 35. Pondrán tu nombre en nuestras calles. O en el ambulatorio, ya veremos. Déjalo en nuestras manos, que ahora nos toca a nosotros.
Que la tierra te sea leve.