Sergio Requena era un chico “alegre, extrovertido, enérgico y social”; con síndrome de Down y una minusvalía del 67%. Había terminado el curso y se había ido a un campamento de multiaventura en Navalón (Valencia). Pero el sábado 23 de junio de 2018, a las 17:30, desapareció sin que nadie se diera cuenta. Un día después, lo encontraron muerto. La familia, tras el suceso, denunció a los responsables por considerar que no habían estado pendientes de Sergio. Pero, en un primer momento, el juzgado de instrucción número 4 de Xàtiva acordó el sobreseimiento de la causa. Ahora, la Audiencia Provincial de Valencia ha decidido reabrirlo por homicidio imprudente de las seis monitoras del campamento.
Un año después, la familia sigue sin dar crédito a lo ocurrido. Sergio, a sus 25 años, era feliz. Se divertía comiendo, bailando y viendo películas. Muchas, románticas. “Le encantaba Grease”, recuerda su hermana Jessica en conversación con EL ESPAÑOL. Ese mismo año, había, incluso, comenzado a trabajar en una tienda Adidas. “Era de los que se encargaba de hacer la típica entrevista en la que los clientes valoran la atención recibida antes de salir de la tienda”, prosigue. Pero, en verano, no le tocaba –tenía pendiente reincorporarse tras el periodo estival–. Por eso se apuntó al campamento de la Fundación Asindown, donde estaba durante el año.
No era su primera vez fuera. Ya había hecho el Camino de Santiago con otras asociaciones y nunca había pasado nada. En su familia, no tenían por qué preocuparse. Y mucho menos si era con Asindown, con la que hasta la fecha no habían tenido malas experiencias. Sin embargo, en el campamento multiaventura de Navalón se cometieron “errores”, según la familia.
Concretamente, esos “fallos” habrían comenzado a las 17:30 horas, cuando Sergio y sus compañeros estaban tirándose por la tirolina. Ese fue el último momento en el que se le vio con vida. “Sus amigos, a la hora de la cena, se dan cuenta de que no está sentado en la mesa”, cuenta Jessica a este periódico. “Entonces –prosigue la hermana–, me llaman y me dicen que no lo encuentran, pero no me saben explicar cuándo fue la última vez que lo vieron”.
La Guardia Civil recibe la llamada a las 23:00 horas y Jessica llega al campamento a “la una y pico”. Allí, le explicaron lo de la tirolina y Jessica bajó hasta ella para ver qué podía haber pasado. “Me preguntaron si Sergio tenía bien la orientación izquierda-derecha y yo dije que no era bueno. Me coloqué en el sitio de la actividad y vi que había un camino”, recuerda.
A Sergio se lo encontraron el domingo por la tarde. Estaba muerto. La autopsia preliminar –la familia todavía no ha recibido la definitiva– ha dejado concluido que falleció por deshidratación y por un posible infarto, quedando descartada cualquier agresión sexual o toma de productos tóxicos. “Pusimos la denuncia porque no podíamos entender como desde las 17:30, cuando desaparece, hasta la hora de la cena, no hicieron nada por buscarlo: no hicieron recuento, no tenían grupos asignados...”, insiste, indignada, Jessica.
Sobreseimiennto y reapertura
Pero, de primeras, el Juzgado de Instrucción número 4 de Xàtiva, en octubre, acordó el sobreseimiento de la causa al considerar, según consta en el auto, que “no existían indicios racionales suficientes para considerar una imprudencia grave” ni observar “acción negligente” alguna. Así como que no había “motivos lógicos para atribuir su perpetración a persona alguna determinada”.
Pero Jessica y su familia no querían parar el caso y recurrieron a la Audiencia Provincial de Valencia, que ha reabierto la causa e investiga a seis monitores. Entre ellos, a las dos “responsables”, Sara A. R. y Eva R. H., pues la primera declaró en el juzgado ser la “coordinadora de avituallamiento y atenciones”. El tribunal, además, también admite que la zona donde se celebraron las actividades “no estaba administrativamente autorizada para realizar actividades de multiaventura” –aunque esta no sea causa directa de la muerte de Sergio.
La familia de Sergio busca justicia, pero también que no vuelva a ocurrir. “Esas personas siguen trabajando en la Fundación. Nuestra intención es que no se repita algo así. Un fallo lo tenemos cualquiera, a todos se nos puede escapar alguien, pero que en cinco horas no te des cuenta de que falta alguien, de que no lo busques… Es que esas personas llegaron a un extremo y siguen teniendo un cargo”, lamenta Jessica.