Primero, cuando el telefonillo se descuelga, se escucha la voz de una mujer. Por el tono se le intuye mayor. Luego, ya se pone él. “Yo la verdad sé que la investigación está siguiendo su curso, pero no tengo ningún tipo de novedad porque sigue el secreto de sumario y no sé nada al respecto. Yo se lo agradezco pero no hice declaraciones en ese momento y tampoco me apetece hacerlas ahora”, dice. Suena amable y extrañamente tranquilo.
Es jueves. El que habla es Dani y hace exactamente dos meses y una semana, el pasado día 25 de mayo, su mujer, Verónica, se quitaba la vida en ese mismo piso de Alcalá de Henares desde el que él responde ahora. Al principio parecía un suicidio más. Dani sabía que habían discutido pero ni la madre de Verónica, en el tanatorio, sospechaba de qué iba la cosa. Luego, todo salió a la luz.
Verónica llevaba unas semanas viviendo un auténtico calvario en su puesto de trabajo en la fábrica de Iveco, localizada en la madrileña Avenida de Aragón. Un vídeo suyo de contenido sexual había empezado a saltar entre los móviles de sus compañeros de trabajo, en su mayoría hombres. Era humillante, todo su círculo lo había visto o había oído hablar de él. Algunos iban a su puesto de trabajo y la señalaban, como guiris del morbo, otros intentaban ligar con ella porque parecía fácil. Verónica cada vez estaba más cerca del borde del precipicio.
Aunque el vídeo tenía cinco años de antigüedad, por algún motivo que todavía se desconoce empezó a circular a principios de mayo. Ella aguantaba como podía pero cuando él, su Dani, se enteró a través de la cuñada de Verónica, que también trabaja en la fábrica, ella ya no aguantó más. El sábado, a las 16:00 de la tarde, cuando Dani y los dos hijos de la pareja estaban fuera de casa, ella cogió una sábana y se ahorcó.
Tras dos entregas anteriores de esta serie -sobre los casos de Laura Luelmo y Julen-, EL ESPAÑOL vuelve a los fantasmas y nudos por atar que todavía quedan tras el suicidio de Verónica Rubio, la trabajadora de 32 años que se quitó la vida tras ser víctima de lo peor de la sociedad cuando se mezcla con lo peligroso de las nuevas tecnologías.
El caso obligó a mirarse al espejo. ¿Quién no ha compartido o, como mínimo visto, alguno de esos vídeos alguna vez?, se preguntaban muchos. Ahora, parece que el debate se ha diluido, que ha quedado en un caso más. Ya casi nadie habla de ello, ni entre los trabajadores de Iveco, aunque todavía no se ha encontrado a los responsables de la difusión de las imágenes. Sin embargo, las investigaciones siguen avanzando a ritmo lento pero muy seguro.
Dani rehace su vida a la espera
Cae el verano sobre el barrio donde vivía Verónica. Se trata de una zona obrera, a las afueras de Alcalá de Henares. Muchos de los vecinos están de vacaciones pero no se han ido a ningún lado, no hay parné. Pero no salen a la calle más que cuando ya ha caído el sol. Entre esos bloques sigue haciendo su vida Dani, como puede, con sus dos hijos, uno de cinco años y otro de nueve meses. Ahí también viven tres compañeros de la fábrica de Iveco.
“En realidad se le ve poco, sale poco a la calle, muchos de los vecinos ni siquiera le conocen la cara aunque lleva muchos años viviendo aquí”, comenta un conocido de Dani que prefiere mantenerse en el anonimato. “Lo poco que sale lo hace con sus dos hijos a jugar, y no se le ve mucho más, aunque se le ve bien, normal”, añade. “Yo también le veo muy tranquilo”, comenta otro vecino que vive en el mismo bloque. “Lo veo yendo al trabajo y con los niños. Por fuera se ve que lo lleva con mucha entereza, aunque no se si cuando llega a casa, por dentro, se rompe, ni idea”, añade.
Dani trabaja como técnico de mantenimiento en una compañía de robótica y, aparentemente, su vida no ha cambiado y mantiene la entereza de cara al público. Sin embargo, aprovechando el verano su madre ha venido al piso donde él vivía con Verónica a pasar una temporada y a ayudarle a sobrellevar la situación. Ahí, en una rutina en la que no parece que pase nada ni que haya sido alterada, pasa los días esperando a conocer alguna novedad sobre la investigación, a que se ponga nombre a los responsables.
Aunque en un primer momento se barajaba que el responsable sería un antiguo amante que, despechado, había chantajeado a Verónica para que volviera con él, a medida que han avanzado las investigaciones la realidad se ha ido volviendo cada vez más compleja. En el foco de las autoridades ahora hay varias líneas.
Avances en la investigación
Según ha podido saber este diario, la Policía Nacional sigue a día de hoy llamando a compañeros de trabajo de Verónica para que vayan a testificar y dejen mirar en sus teléfonos móviles. La sospecha principal recae sobre un grupo de WhatsApp de unas 20 personas. Ahí sería donde cayó por primera vez el vídeo. Y localizar al responsable de su difusión es relativamente sencillo. Aunque se haya borrado, sigue quedando rastro.
Pero luego el vídeo salió de ahí y llegó a aproximadamente a unas 200 personas. Y antes de llevar a cabo cualquier detención, la Policía está investigando qué recorrido completo pudo tener el vídeo, para ver qué responsabilidades habría que depurar. Esa es la parte más compleja y que más tiempo llevará. No sólo porque a algunos trabajadores de Iveco les llegó el vídeo de personas ajenas, sino porque hay hasta cinco vídeos de contenido sexual que circularon entre los compañeros.
A esta investigación habría que añadir otra pata, la posible responsabilidad de Iveco en todo el asunto. Si ella fue acosada en el trabajo, tal y como comentan los compañeros, y se le comunicó a la empresa, tal y como defienden los sindicatos, y la empresa no hizo nada al respecto, también habría que depurar responsabilidades. Esto añade complejidad a todo el asunto. De momento la Policía Nacional ha confirmado que mantiene una estrecha colaboración con la empresa y con el Juzgado de Instrucción número cinco de Alcalá de Henares.
La fábrica, de vacaciones
En la fábrica de Iveco ya sólo quedan los valientes. Está prácticamente vacía, con gran parte de su personal de vacaciones. En la parte trasera del recinto aguardan cientos de camiones ya rematados esperando a que sean despachados. Los coches ya no se amontonan encima de las aceras, en las paradas de autobuses no espera nadie y del edificio sólo salen personas vestidas de oficina, sin el mono de trabajo azul, y que no saben nada del asunto.
Ese paisaje desértico contrasta con el que se vivió cuando saltó la noticia del vídeo. Entre las 14:00 y las 15:00 se producía el cambio de turno y se vivía un ajetreo considerable, agravado por las cámaras de televisión y periodistas que estaban a la caza de algún compañero de Verónica que pudiera contar lo que fuera, aunque sólo la hubiera visto de pasada.
Verónica llegó a esa fábrica en 2006, cuando tenía 19 años. Pronto, fue mostrando su valía como trabajadora y fue ascendiendo hasta que la asignaron a la sección de ejes y puentes. Se mostraba contenta. “Trabajar con compañeros agradables hace que se te pase el día más ameno, aunque en Iveco estamos en una situación difícil por las distintas regulaciones que estamos padeciendo por la crisis tan prolongada que estamos sufriendo, pero tenemos suerte ya que seguimos trabajando y mejorando”, dijo ella misma en una revista interna de la empresa.
Pero llegaron los vídeos. Diez años antes de suicidarse ya había sufrido lo mismo: un compañero suyo se había grabado manteniendo relaciones sexuales con ella y lo había enseñado entre otros compañeros. "Muchos sabíamos de la existencia de ese primer vídeo. Yo lo vi porque me lo enseñó ese trabajador, que también se lo estaba enseñando a otros en el móvil. Todos se reían", recordaba una compañera en conversación con este diario.
Sin embargo, por aquel entonces WhatsApp no existía y no se difundió tanto. Curiosamente, y borrando la memoria, el responsable de enseñar ese primer vídeo apareció, tras el suicidio de Verónica, en los medios de comunicación como un compañero más. Denunciaba lo que había sucedido y mostraba su indignación contra los que compartieron el vídeo que empujó a Verónica a tomar la última decisión.
Iveco se posiciona tarde
El lunes pasado, el 29 de julio, el presidente de Vehículos Industriales y Especiales del grupo CNH y de la marca Iveco, Gerrit Marx, comunicaba que la compañía había abierto una investigación interna para aclarar lo sucedido con Verónica. “Continuamos colaborando y cooperando en el desarrollo de las investigaciones que han iniciado las autoridades competentes. Por nuestra parte, también iniciamos una investigación interna para aclarar los hechos y, si fuera necesario, adoptar las medidas apropiadas”, aseguraba Marx en una entrevista concedida a Europa Press.
Además, Marx añadía que “en nombre de todo el grupo, nuestro más sentido pésame para el marido, los hijos y otros familiares, compañeros y amigos y nuestro máximo respeto por proteger su honor e imagen”. “Nuestro compromiso sigue siendo tolerancia cero”, apuntaba.
“Valoramos positivamente las palabras de Marx pero consideramos que llegan un poco tarde”, comenta en conversación con este diario un miembro de un sindicato que ha preferido permanecer en el anonimato para no perjudicar las relaciones con la empresa. De hecho, la respuesta de Iveco cuando se conoció la noticia de que Verónica se había suicidado por el vídeo, fue un mutismo absoluto. La empresa ha tardado más de dos meses en pronunciarse. “Esas declaraciones las podría haber hecho el lunes siguiente a su suicidio”, añade la fuente.
Aunque las autoridades policiales aseguran que la empresa colabora estrechamente con la resolución del caso, a Iveco todavía le queda una cuenta pendiente. El sindicato Comisiones Obreras denunció a la empresa ante la Inspección de Trabajo, asegurando que a pesar de que conocían la situación no hicieron nada para evitarlo.
Según aseguran a este diario, algunos compañeros de Verónica acudieron a ellos para comentarles qué situación se estaba produciendo, ellos fueron a hablar con Verónica y se lo trasladaron a la empresa que, según sostienen, no activó el protocolo de acoso necesario. Iveco todavía no se ha pronunciado al respecto y ahora será la Inspección de Trabajo la que tendrá que dirimir, de manera paralela a la investigación policial, qué responsabilidad guarda la empresa. Si Iveco no cumplió los protocolos, podría enfrentarse a sanciones administrativas e incluso a un delito contra la seguridad de los trabajadores.
“Qué pronto se olvida una vida”
“A nosotros, los trabajadores, nos parece que esto está como muy parado. Aquí apenas se habla ya del tema, no vemos novedades por ningún lado”, comenta una trabajadora de Iveco y compañera de Verónica que también prefiere mantenerse en el anonimato. Lejos del oscurantismo que rodea el secreto de sumario que protege las actividades que está llevando a cabo la Policía Nacional, entre algunos de los trabajadores de Iveco cunde la sensación del inmovilismo.
“Pienso que los primeros días el impacto de la noticia removió conciencias. Pero ahora son sólo cuatro a los que realmente esta noticia ha cambiado. Pocos somos los que sabremos reaccionar si tenemos la mala suerte de vivir esto en nuestro entorno”, añade. “Es increíble hoy en día, ya ves que pronto se olvida una vida”, dice la compañera.
Los ánimos se han calmado y no tiene nada que ver con lo que pasaba por la fábrica los primeros días después de que se conociera la noticia. Cundió una auténtica psicosis. Por un lado, los compañeros que tenían el vídeo empezaron a borrarlo de sus teléfonos móviles, nadie lo había visto. Por otro, todos se lanzaron a ver quién sería el responsable. “Esto funciona exactamente igual que un pueblo, con sus rumores y todo eso”, comentaba un trabajador.
Cuando Verónica, sindicatos y empresa abordaron el tema, el jueves antes de que se suicidara, ella dio dos nombres de personas a las que pasó el vídeo y pronto se empezó a confabular sobre qué nombres eran. EL ESPAÑOL logró contactar con uno de esos nombres, que había mantenido una relación con Verónica, pero se negó a hacer declaraciones y se entregó en el cuartel de la Guardia Civil de Mejorada del Campo. Poco después fue puesto en libertad sin cargos.
Descartado uno, ¿quién era el otro nombre? La pregunta sigue sonando en el aire, sin respuesta todavía. Aunque la responsabilidad no será sólo de uno. De momento, la fábrica de Iveco sigue con las luces apagadas, sin hacer camiones nuevos, hasta el día 3 de septiembre en el que la plantilla volverá al trabajo. Y reanudarán su vida, la de siempre, hasta que un día cualquiera la Policía esté esperando a alguien a la salida.