Escribía Saramago, en su Manual de pintura y caligrafía, que encenderle el cigarrillo a alguien es el primer y último movimiento de una voluta que puede ser, según los casos, dibujo de adulación, de servidumbre, de complicidad, de invitación sutil o brutal a la cama. Pero ese romanticismo cada vez está más fuera de juego. Primero fueron las enfermedades asociadas al tabaquismo, luego la publicidad de las bocas con tumores y, ahora, los cigarrillos electrónicos. El premio Nobel difícilmente escribiría esas líneas al ver que el ¿tienes fuego? se está sustituyendo por un ¿tienes un puerto USB para cargar mi vaper? Pero no son inocuos, esta misma semana ha fallecido la primera persona en Estados Unidos por una enfermedad derivada de vapear.
En España hay alrededor de 600 tiendas contabilizadas de vapeadores. Aunque el sector ya intentó un desembarco -el de 2013 que acabó con la burbuja pinchando- es ahora cuando ha logrado consolidarse a paso firme y crece exponencialmente: en 2017 el mundo de los vapeadores facturó la peccata minuta de 70,5 millones de euros en el país, un 28,2% más que el año anterior.
La última marca en entrar a este boom ha sido la de myblu. Los habrán visto. Finos, estilizados, los aparatos se venden por 20 euros en la mayoría de estancos del país, están anunciados en las paradas de autobús, en el Metro de Madrid… todos ellos replicando los antiguos anuncios de tabaco. Si antes había cowboys sexys diciendo que ellos, los hombres de verdad, prefieren Marlboro, ahora hay hipsters y diversidad racial proclamando: “Vapea libertad”.
Si esta forma de vapear -que no fumar, insisten- ha proliferado tanto en los últimos años es porque se ha logrado crear en el imaginario colectivo la imagen de que ayudan a dejar de fumar, el 96,3% lo hace por ese motivo. La sensación es parecida, se echa humo por la boca, y los líquidos que se fuman permiten ir regulando la nicotina hasta que cada vez haya menos y, voilà, de repente uno ya no es adicto.
Sin embargo, entre la comunidad científica está surgiendo el debate sobre si esto es correcto o no. Está en el aire si de verdad ayuda a dejar de fumar o es menos nocivo que un cigarrillo normal. A principios de este año la New England Journal of Medicine, una de las publicaciones especializadas más prestigiosas del mundo, se publicó un estudio que aseguraba que, efectivamente, los cigarrillos electrónicos son más efectivos para dejar de fumar que otros métodos como los parches de nicotina. Otro estudio publicado en Nicotine & Tobacco Research también viene a refrendar esa idea.
Pero lo cierto es que todavía es pronto. El fenómeno es demasiado nuevo como para tenerlo bien analizado, especialmente para saber cuáles son sus efectos a largo plazo. Aun así, ya están empezando a salir a la luz las primeras noticias preocupantes. En Estados Unidos, donde este fenómeno tiene más trayectoria y adeptos, se están estudiando actualmente casi 200 casos de personas que han mostrado problemas severos de respiración tras vapear. También hay casos de gente a las que estos aparatos les han estallado en la cara y uno de los últimos estudios publicados en torno al tema, elaborado en la universidad de Pensilvania, dice que hasta cuando no llevan nicotina estos líquidos son altamente tóxicos.
Objetivo: 13.000 estancos
En enero de este año, myblu iniciaba su tercera fase de lanzamiento en España entrando en Madrid, parte de Andalucía, la Comunidad Valenciana y las Canarias. La empresa terminaba así su entrada en el país después de haber tenido una primera fase, en octubre del año anterior y en la que entraron en Galicia, Asturias, País Vasco y otras regiones del norte, y una segunda, el diciembre pasado y en la que entraron en Cataluña, otras partes de Andalucía, Extremadura y Castilla y León. Y cuentan con presencia ya en Estados Unidos, Japón, Francia, Reino Unido, Italia y Alemania.
En la nota de prensa que emitieron al realizar este desembarco, la empresa lo tenía claro. “Con su conocimiento y la experiencia adquirida en otros países, el grupo Imperial (propietario de myblu) llega a nuestro país dispuesto a liderar el mercado”, se puede leer. “Así, en plena revolución tecnológica, la compañía pone a disposición de los consumidores un producto exclusivo, libre de tabaco, consistente en cápsulas de líquido que pueden contener o no nicotina”, añadía.
Y la nota de prensa deja otro par de asuntos claros. Primero: “myblu llega a España, donde a diferencia de otros mercados más maduros, solamente vapea un 1,3% de la población adulta. Ello permite, en opinión del grupo, que haya un amplio margen de crecimiento”. Y segundo, su target: “siendo el fumador un cliente potencial para acceder más fácilmente a la nueva categoría del vapeo si lo que busca, principalmente, es reducir o dejar el hábito del tabaco”.
Esa última frase es la que golpea en el imaginar colectivo de que vapear sirve para dejar de fumar. Sin embargo, por paradójico que resulte, myblue es una marca de uno de los principales grupos tabaqueros del mundo, Imperial Brands. Este grupo proviene del extinto Imperial Tobacco y son los que comercializan los tabacos West, Fortuna, Ducados, Golden Virginia, Rizla, Brooklyn, Nobel y Orígenes, entre otros muchos.
Pero entre sus viejos clientes encuentran los nuevos. Según un estudio elaborado por SigmaDos en colaboración con la Unión de Promotores y Empresarios del Vapeo, el 96,3% de los vapeadores lo usan para no fumar el tabaco tradicional. EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto con la empresa para saber cuántos puntos de venta tienen habilitados, siempre en estancos, y aunque todavía no tienen públicas las cifras definitivas, su objetivo es llegar a los 13.000 que hay en todo el país.
El iPhone de los vapeadores
Entre sus aspectos más llamativos se encuentra su diseño. Si bien la mayoría de los vapeadores parecen extraños armatostes sacados de una película de ciencia ficción, el myblu es fino, estilizado y cabe en el bolsillo sin problema. Igual que Apple logró un impacto, casi de dimensiones sociales, en el mundo de la telefonía móvil por sus diseños y su uso intuitivo, myblu gana con ventaja en este campo también.
El dispositivo, que pesa sólo 22 gramos y está hecho de aluminio y plástico, está compuesto por dos partes. Una es el cuerpo del aparato, donde reside una batería que tarda 20 minutos en cargarse con un enchufe como el de cualquier móvil y no es intercambiable. Y la otra parte es la boquilla, que contiene 1,5 mililitros del líquido que se calienta y se convierte en vapor al aspirar.
A partir de ahí, se abre un mundo de posibilidades. El cuerpo puede ser de distintos colores, azul, negro, dorado, rojo o morado. Y se combina con las cápsulas de la boquilla, que pueden ser de sabor a tabaco, menta, manzana verde, ginseng, mango, y así hasta 11 variedades. Además, cada sabor tiene tres opciones de nicotina: 0, 0,8 o 1,6%. Con ello, se refuerza la idea de que uno puede empezar a vapear y, paulatinamente, ir reduciendo la cantidad de nicotina hasta que se deje de fumar por completo.
En cuanto al precio, el kit de iniciación, que viene con el aparato, una recarga y el cargador, cuesta 20 euros. Luego, cada paquete de recargas cuesta entre 8 y 7 euros, dependiendo del sabor, y en cada uno vienen dos recargas. Según la propia compañía, cada caja de recargas es equivalente a dos cajetillas tradicionales de 20 cigarros cada una, por lo que el precio es ligeramente más barato.
“Yo lo compré porque lo vi anunciado en el metro y llevaba tiempo intentando dejar de fumar”, comenta a este diario Enrique Calatayud, usuario de myblu desde hace unos meses. “Fui al estanco y lo compré y estuve una semana y media sin fumar tabaco y no me dio mono. Hacía incluso los mismos descansos para fumar. Pero un día se me olvidó en casa y volví a comprar cigarros y ahora estoy fumando las dos cosas”, añade. “Por lo menos sí que es verdad que me ha ayudado a reducir la cantidad de cigarrillos”, apuntala.
“Lo más positivo para mí es el precio y el diseño. Cuando empecé a ver que la gente usaba vapeadores, llevaban unos artefactos enormes y yo no quería un armatoste en el bolsillo que te hace ir de medio lado por la calle”, dice. “También es más suave, entonces, según qué situaciones. Por ejemplo, para las resacas es mucho mejor fumar myblu”, asegura mientras regala una especie de eslogan publicitario. “Lo que no tengo claro es si sirve para dejar de fumar, porque yo estoy con los dos”, añade.
La mayoría no deja de fumar
“Tardaremos de 10 a 20 años en tener los estudios definitivos sobre el verdadero impacto de estos vapeadores. ¿Qué hacemos mientras? ¿Los damos por buenos?”. El que habla y deja la pregunta en el aire es Rodrigo Córdoba García, miembro del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo. Aunque los primeros indicios, para él, no pintan bien.
“Ahora estamos ante una tercera generación de vapeadores, desde que se crearon en China 2003, y lo que estamos viendo con los más modernos es que son más adictivos que los primeros, porque han conseguido que la nicotina que llevan llegue mejor al cerebro”, comenta. “Aunque todavía es muy pronto para saber si son más o menos adictivos que los cigarros tradicionales”, añade en conversación telefónica con EL ESPAÑOL.
En España hay más de 400 marcas de cigarrillos electrónicos, vapeadores, y más de 7.000 tipos de líquidos. Para los inexpertos, el cigarrillo electrónico es el dispositivo que permite la combustión del líquido, que se convierte en vapor y llega directamente a los pulmones. “Yo me acuerdo que en el boom de 2013, se importaba desde Turquía el líquido para rellenar los vapeadores y se etiquetaba como insecticida”.
“Sí que hay que reconocer que la cantidad cancerígena es menor que en un cigarrillo normal porque no hay combustión sino calentamiento. El cigarrillo se consume a 850 grados y el vapeador a aproximadamente 380”, añade Córdoba. “Pero sí que se han detectado, más allá de la nicotina, que los líquidos pueden llevar metales pesados como níquel y plomo, que sí son cancerígenos”, añade.
-¿Y sirve realmente para dejar de fumar?
-Nosotros, en el Comité, hemos analizado alrededor de 30 estudios, que son casi todos los que hay al respecto, porque no hay muchos. Las conclusiones son que entre el 60 y el 80% de personas que vapean siguen fumando cigarrillos convencionales y los menores que comienzan a vapear, sin haber fumado antes, tienen de cuatro a seis veces más probabilidad de acabar fumando los cigarrillos convencionales. Aunque hay estudios que sí dicen que sirve para dejar de fumar, el 85% de ellos concluye que no.
Enfermedades y otros problemas
A pesar de que el principal motivo para consumir este tipo de vapeadores parece ser el lograr dejar de fumar, no hay una sola evidencia científica que demuestre tal cosa. Quizás en el futuro, quién sabe. Lo que sí empieza a haber ya son los estudios que demuestran que, aunque se usen sin nicotina, siguen siendo muy perjudiciales para la salud.
“Las enfermedades que se asocian aparecen en relación a las sustancias que lleva el líquido que se convierte en vapor”, explica a este diario Carlos A. Jiménez-Ruiz, presidente de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica. “Hay dos componentes que llevan todos los líquidos, el propilenglicol y la glicerina. El primero se sabe que cuando es inhalado produce inflamación crónica de la mucosa bronquial y puede provocar crisis de asma. Siempre a corto plazo, porque a largo todavía no se sabe”, comenta.
“En cuanto a la glicerina, al calentarse produce carbonilos, sustancias como el formaldehído y la acroleína, que a las cantidades que aparecen son capaces de producir cáncer”, añade. Y no hay que olvidar la nicotina, que es altamente adictiva. “No creo que sea menos tóxico que un cigarrillo normal ya que las sustancias pueden producir cáncer e infecciones y estamos viendo que se están produciendo enfermedades que todavía no sabemos cuáles son, pero llegaremos a ese conocimiento”, apuntala Jiménez-Ruiz.
Y en esto último, el doctor se refiere a lo sucedido en Estados Unidos en las últimas semanas. El Centro de Control de Enfermedades estadounidense cifra en 193 el número de personas cuyos casos están siendo investigados porque vapeaban y han tenido que ser ingresados por mostrar dificultad para respirar, dolores en el pecho, vómitos y otros síntomas. Algunos de estos pacientes incluso han tenido que ir a parar las unidades de cuidado intensivo de sus respectivos hospitales. A ello se añade que esta semana se ha conocido que en el estado de Illinois ha tenido lugar la que podría ser la primera muerte de un paciente que tuvo que ingresar en el hospital a causa de problemas respiratorios severos derivados del vapeo.
Pero más allá de la parte sanitaria, hay usuarios de vapeadores que han tenido que sufrir otros problemas. Por ejemplo, también en Estados Unidos, se conocen más de 200 casos de explosión de los dispositivos. Uno de ellos, en febrero de este año, provocó la muerte a un joven de 24 años y otro, el pasado junio, le rompió a otro joven la mandíbula y varios dientes.
También se ha abierto el debate en torno al impacto medioambiental que pueden tener los vapeadores frente a los cigarrillos normales. Esto, sin embargo, es difícil de calcular. El tiempo de descomposición de una colilla, compuesta de acetato de celulosa y papel, es de entre uno y 10 años. En el caso de los vapeadores es distinto. Los botes del líquido y las cargas del myblu están hechos de plástico de alta densidad, y un plástico de baja densidad, como una bolsa de plástico, tarda cerca de un siglo en descomponerse.
En cuanto a las partes de metal que pueden llevar los cigarros eléctricos, un metal como el de una lata puede tardar alrededor de 30 años. Con estos elementos por separado, a priori, parece que el cigarrillo electrónico es más perjudicial para el medio ambiente pero sí es cierto que un fumador tradicional genera muchas más colillas y cajetillas mientras que alguien que vapea consume menos botes de plástico y menos aparatos de metal.
Vendemos con la aprobación de Sanidad
-¿Y cuál es más barato?
-Lo bueno que tiene el vapeo es que dos personas que fumen la misma cantidad y el mismo tipo de tabaco, a la hora de elegir el dispositivo y el líquido para dejar de fumar puede ser diferente. Unos pueden elegir más nicotina y otros menos nicotina y más sabor. Es complicadísimo comparar los precios. El éxito del vapeo, con buen asesoramiento, radica en que hay tal variedad que se adapta a cada persona.
La que firma las palabras es Guadalupe Franco, secretaria de la Unión de Promotores y Empresarios del Vapeo. Desde su organización no sólo intentan defender el sector sino que además, consideran que hay que hacerlo con cabeza. Por eso, por ejemplo, no duda en criticar la polémica de que myblu se publicite en espacios públicos, en anuncios en los que se puede ver a gente que está vapeando, que no fumando, insisten de nuevo.
“No podemos entrar en la política empresarial pero nosotros llevamos años en el sector independiente y no ha habido ese problema hasta que llegaron las grandes tabaqueras. Tanto bombo nos preocupa porque se nos puede acabar equiparando al tabaco”, insiste Franco. “El producto va enfocado a los fumadores, es una alternativa que consideramos un 95% menos dañino”, añade.
Y no son los únicos: en Reino Unido ya hay dos hospitales que tienen incorporadas tiendas de vapeadores como alternativa al tabaco. Todo esto ha creado un debate enorme en la comunidad científica ya que, mientras que hay algunos estudios que muestran que es algo malo, hay organismos públicos y otros estudios que desdicen lo anterior. La confusión está servida.
“Nosotros recomendamos a nuestros asociados que no vendan a un no fumador, ni aunque no tenga nicotina. ¿Si no fumas, para qué vas a vapear? No podemos decir que sirve para dejar de fumar, no le podemos adjudicar propiedades terapéuticas, pero no venderíamos nada si no nos hubiera aprobado el Ministerio de Sanidad”, asegura.
En ese sentido, parece que el tiempo dirá. A mediados de este agosto, la ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social en funciones, María Luisa Carcedo, comunicaba que quería regular de una manera más restrictiva el uso del tabaco en las terrazas y que quería incluir en esa regulación a los vapeadores. Si bien, tal y como se dice, no hay información suficiente para analizar el fenómeno al completo, cada vez crece más la idea de que no se trata de algo inocuo.
-¿Y no resulta paradójico que el sector del vapeo genere la idea de que sirve para dejar de fumar? Es como basar tu publicidad en que consumir tu producto sirve para dejar de consumir tu producto.
-Con un 24% de población fumadora en España, no hay mejor publicidad para nosotros que una persona se cambie al vapeo y, primero, deje de fumar y, después, deje de vapear. De ahí que el sector haya sobrevivido.