Sheila Barrero fue asesinada de un disparo hace más de 15 años en Degaña (Asturias), cuando volvía de trabajar. Desde un primer momento, el principal sospechoso fue Borja Vidal, su exnovio. Pero el crimen todavía no se ha resuelto. Ahora, la jueza de Cangas de Narcea ha autorizado la declaración de varios peritos del Instituto de Toxicología y de Criminalística de la Guardia Civil, tal y como solicitó el ministerio fiscal.
Las diligencias aprobadas consisten en la declaración en calidad de peritos de un facultativo jefe del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses y de tres agentes del Departamento de Química del Servicio de Criminalísitica de la Guardia Civil. Dichas declaraciones se realizarán el próximo mes de octubre en la sede judicial.
Según informó el Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA), la titular del juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Cangas de Narcea notificó ayer mismo la providencia por la que autoriza la práctica de diligencias que la fiscalía solicitó con respecto al asesinato. Esas nuevas pruebas responden al informe elaborado por la Unidad Central Operativa (UCO) donde aportaba "pruebas concluyentes" sobre la autoría del crimen, según declaró entonces la delegada del Gobierno en Asturias, Delia Losa.
Tras 15 años y gracias a las innovaciones tecnológicas, la UCO ha podido relacionar una partícula hallada en la mano derecha de Borja que coincidiría con la muestra localizada en el casquillo de la bala que mató a la joven. Se habría encontrado una partícula de plomo, estaño y bario igual a los residuos de disparos encontrados en el casquillo. El joven fue detenido poco después del crimen, si bien fue puesto en libertad sin cargos por la ausencia de pruebas. Aseguró durante su declaración que esos residuos se correspondían con los disparos que había efectuado unos días antes cuando había salido de caza.
Asesinada de un disparo en la nuca
Sheila Barrero, de 22 años, residía en la localidad asturiana de Degaña, junto a sus padres. Era la menor de cuatro hermanos y había estudiado Turismo. La joven había encontrado trabajo en una agencia de viajes, que compaginaba como camarera en un bar de copas en un pueblo cercano. El fin de semana del 24 y 25 de enero de 2004 fue muy frío; la niebla se extendía por toda la comarca y la lluvia era la protagonista durante esos días.
Pasadas las siete de la mañana -con el cansancio propio de esas horas- Sheila decidió coger su Peugeot y dirigirse a su casa desde el bar donde trabajaba en Villablino (León). Parte del camino, que ella conocía al dedillo, fue acompañada por sus amigos. Los dos vehículos se separaron en el alto de La Collada, a diez minutos del cruce de Caboalles. Un tramo que Sheila se sabía de memoria. A partir de ese momento, poco se sabe de lo que le ocurrió a la joven asturiana.
Unas horas más tarde, su hermano, que se encontraba en la carretera de camino a una comida familiar, observó un coche parecido al de Sheila, en una zona recreativa en La Collada. Muy extrañado, dejó a su mujer y a su hijo en el pueblo vecino y volvió al lugar. Sheila podía estar indispuesta. Pero cuando se acercó al coche, vio como la joven se encontraba en el asiento del piloto. Abrió la puerta y observó como el cuerpo de la chica se caía. Estaba muerta.
La investigación reveló que la joven había fallecido debido a un disparo en la nuca a 'cañón tocante' y desde el asiento de atrás. No había huellas en el coche ni le habían quitado nada. Por tanto, el robo quedaba totalmente descartado. Sheila tenía la cartera y el móvil junto a ella. Lo único llamativo que encontraron los agentes fue una bufanda negra con un escudo bordado que aún nadie ha reconocido como suya.