“Esperamos que hoy sea el día”. Es miércoles, por la mañana. Las batidas están a punto de comenzar y Adrián Federighi, portavoz de la familia de Blanca Fernández Ochoa, muestra un halo de esperanza que poco a poco se va apagando. Primero es un agente de la Guardia Civil, que sube a un coche con su perro a toda prisa. Luego otro vehículo de la Benemérita le sigue acelerado. Y después, el helicóptero. Algo huele muy mal y parece confirmarse: la familia, en la lejanía, empieza a abrazarse y a llorar.
Más tarde se supo. A las 12:30 de este miércoles aparecía el cuerpo de la medallista olímpica Blanca Fernández Ochoa. Llevaba 11 días desaparecida. El cadáver se localizó en la zona de Collado del Rey, en torno a 1.800 metros de altura y al pie del pico La Peñota de la sierra de Cercedilla. Fue a tan solo cinco kilómetros de donde se encontró el coche de la deportista el pasado domingo. Estaba en una loma, en un lugar de ascendencia progresiva, pero apenas escarpado.
El cuerpo fue encontrado por el sargento de la Guardia Civil, Francisco Borreguero, y por su perra Xana, una pastor alemán de tres años perteneciente a la Unidad Cinológica Central de El Pardo. El sargento, que había participado en las batidas de estos días, se encontraba fuera de servicio y había salido a pasear con un amigo civil tras recibir la pista de un vecino que comentó que se había encontrado con Blanca y que le había trasladado su intención de ir por esa zona. Con este hallazgo se ponía fin a una larga agonía. Blanca llevaba 11 días desaparecida y el dispositivo de búsqueda, que arrancó el pasado domingo 1 de septiembre, ha sido el más grande de la historia de la Comunidad de Madrid. Al cierre de esta edición, el cuerpo permanece en el Anatómico Forense de Madrid.
Los agentes de la Policía Nacional, que llevan a cabo la investigación, no descartan ninguna hipótesis. Según ha podido confirmar EL ESPAÑOL a través de fuentes cercanas al caso, su cadáver presentaba un golpe en la cabeza, llevaba entre siete y diez días muerta y se encontraba en avanzado estado de descomposición. En otras palabras, falleció en los días que transcurrieron entre el 25 de agosto, jornada posterior a la última vez que fue vista, y el 28 del mismo mes, un día antes de que su familia lo denunciara. Solo la autopsia determinará cuál fue la causa exacta de su muerte.
Después de la denuncia
Sábado, 24 de agosto. Es por la tarde y el Real Madrid va a jugar contra el Valladolid. Adrián y Lola, en su casa de Aravaca, deciden subir al cuarto piso del chalé en el que viven para avisar a Blanca, la hermana de Lola. Quizás quería ver el partido, siempre seguía a su equipo de la niñez, el Madrid, por supuesto. Pero Blanca no estaba. No pasa nada, habrá salido, pensó. Blanca era mayor y aunque viven juntos tampoco se enteraban demasiado de la vida de cada uno. Ya avisaría a sus familiares si vuelve a casa para sacar los perros o los tienen que sacar ellos.
Esa fue la primera vez que la familia de Blanca Fernández Ochoa, de 56 años, se dio cuenta de que la medallista olímpica no estaba. Adrián Federighi, cuñado de Blanca y portavoz de la familia, atendió a EL ESPAÑOL antes del hallazgo del cuerpo en una pequeña entrevista para relatar esos días.
“Ella vive con nosotros en nuestra casa de cuatro plantas”, relataba Adrián. “La cuarta entera es para ella porque hasta hace unos meses fumaba y ahí hay una pequeña terraza que usaba”, añadía. “Entonces, normalmente, tampoco vemos si entra o si sale, pero tiene dos perros y solemos hablar con ella, cuando no viene, para ver si se los sacamos nosotros o no”, comentaba. “Ese día, más tarde, sobre las 22:00, como no teníamos noticias de ella llamamos a su hermano Juanma, que vive por aquí cerca, a ver si estaba con él. Y nada. Luego llamamos a su hija, Olivia, que estaba en Murcia y nos dijo que se había ido cuatro días al norte. Y ahí nos despreocupamos”, apuntalaba.
La pista de las casas rurales
Uno de los siete hermanos que le quedaban a Blanca desde que murió Paquito, Luis, ha estado todos estos días al pie del cañón, rastreando los montes de la zona de Fuenfría en busca de Blanca. En uno de los altos del camino, antes de la aparición del cuerpo, recordaba que empezaron a preocuparse de verdad cuando habían pasado al menos dos días desde que ella le comentó a su hija Olivia que se iba a pasar unos días “al norte”, sin haber especificado si se refería a la sierra de Madrid o al norte de España.
No era la primera vez que se marchaba de ese modo a estar unos días por su cuenta en la montaña. "Era algo que podía hacer de vez en cuando. De coger e irse una mañana al monte, y volver en el día. O de irse dos jornadas seguidas. Así que, pese a la preocupación, decidimos esperar", explica Luis a EL ESPAÑOL. También él, como sus otros hermanos, conoce bien los senderos de esta montaña. Saben que Blanca había recorrido centenares de veces la mayor parte de sus rutas.
El domingo 25 y el lunes 26, Luis y los suyos pasaron los días en la casa de Aravaca, donde se había mudado Blanca tras vender su casa de Las Rozas. Fue en esas fechas cuando reconocen que empezaron a preocuparse. “Cuando pasaron esos cuatro días, en torno al martes 27 y el miércoles 28, ya nos empezamos a mosquear”, completaba Adrián. “El móvil seguía dando tono así que subí a la habitación", dice el cuñado. Volvió a llamarle, y al entrar en el cuarto, comprobó que el móvil estaba allí.
Cuando todo saltó
Todo cambió el jueves 29. Tras haber hablado anteriormente con las autoridades, la familia Fernández Ochoa decidió interponer la denuncia. Los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, entonces, les recomendaron que lo hicieran público a los medios de comunicación. Como en otros casos, les explicaron los agentes, la colaboración ciudadana podía resultar imprescindible para tratar de localizarla. Alguien que la hubiera visto a lo largo de la semana podía aportar información a los equipos de búsqueda y a los investigadores.
“Vinieron a nuestra casa y nos dijeron eso”, recuerda Adrián. “Bueno, el que todo el mundo lo supiera era pasar un mal trago para la familia pero era lo único que podríamos hacer y lo hicimos”, añadía. Pero ellos tampoco se quedaron esperando.
“Los hermanos también empezamos a buscar por las zonas que conocemos que le gustaban a ella. Fuimos a la Pedriza, aquí a Cercedilla… y Luis encontró el coche el domingo. Al final, es paradójico, qué cosas tiene la vida. Lo hacemos público para que nos ayuden pero acabamos encontrándolo nosotros al día siguiente”, añade. Todo lo que vino después se retransmitió en directo por cada medio de comunicación del país.