“Señoría, la testigo prefiere no mirar a la acusada”. No pasa nada, es todo por videoconferencia, se gira la pantalla, y listo. Pero la petición cae como una losa. La que lo pide es Judit, la hija de Ana Julia Quezada. La joven, de 25 años, ha declarado desde Burgos y no ha querido ver a su madre en la Audiencia Provincial de Almería, donde se está celebrando el juicio contra ella por la muerte del pequeño Gabriel Cruz, al que mató cuando tenía sólo ocho años.
Un tiempo antes de que apareciera Judit, Ana Julia, durante su declaración de este martes, ha asegurado que durante los 12 días que duró la búsqueda de Gabriel sintió la necesidad de contar a alguien lo que había hecho. Sin embargo, ha asegurado que no se atrevía. Pero el relato de la hija ha venido a contar otra cosa.
-Si usted mantiene que ha sido un accidente. ¿Por qué no llamó inmediatamente a la ambulancia o al padre?- le ha preguntado la Fiscalía a Ana Julia.
-Porque no pude. Yo llevaba a la gente ahí a Rodalquilar para ver si me atrevía a decirle a alguien lo que había pasado, pero no pude. Ni a mi hermana se lo pude decir, que tengo máxima confianza con ella. Yo sólo pensaba que le había quitado la vida al hijo de mi pareja. ¿Cómo se lo digo yo a Ángel?
Una de esas personas a las que llevó a la finca fue a su hija Judit. Sin embargo, la descendiente de Ana Julia, ha relatado una realidad distinta. No parecía tan afligida por los hechos. Judit, en contraste con la declaración de su madre, ha señalado que Ana Julia le contó en una conversación “que se había apuntado al gimnasio y que se estaba poniendo en forma”. “Mira que ‘tipito’ se me está quedando”, le llegó a decir la autora confesa de la muerte del pequeño.
Mientras Judit hablaba, Ana Julia, sentada al lado de sus abogados ya tras haber testificado, no ha dejado de llorar, como ha hecho en varias ocasiones a lo largo del juicio. Ella sí que quería ver a su hija y así se lo ha trasladado a su abogada.
“Yo no vi ningún comportamiento extraño teniendo en cuenta la situación en la que estábamos”, ha proseguido Judit. “Me llamó la atención su comportamiento porque yo me sentía como una mierda y ni siquiera conocía a ese niño”, ha añadido.
Las plantas venenosas
Otra de las situaciones en el que el testimonio de Judit ha servido para poner en entredicho el de su madre, es lo que ha rodeado a las plantas venenosas. Mientras Ana Julia declaraba, la Fiscal ha aportado una prueba en la que se demostraba que había buscado en YouTube un vídeo con un título similar a Las 10 plantas venenosas más mortales del mundo.
Una de las estrategias de la acusación es intentar demostrar que Ana Julia trató de envenenar al pequeño Gabriel unos meses antes de que le matara. Por ello lo de las plantas. Pero la acusada se ha defendido diciendo que en su familia se han utilizado esas plantas venenosas para crear cremas faciales.
La hija, Judit, sin embargo, no ha podido confirmar nada de eso. No le suena que ningún familiar suyo realice esas prácticas que dice su madre. “Es la primera vez que oigo algo así” y “Nunca he tenido conocimiento de esto”, son las frases con las que ha dejado solos a Ana Julia y a su testimonio.
También ha reconocido sentirse “utilizada” por su madre. Especialmente cuando Ana Julia le pidió que hablara con el psicólogo de Patricia Ramírez, la madre de Gabriel, para decir que Sergio, el exmarido de Quezada, era un “hijo de puta”. La acusación también cree que Ana Julia intentó sembrar sospechas en torno a Sergio, que vive a escasos metros de donde ella dejó la camiseta de Gabriel, en plena búsqueda.
A medida que han ido pasando los testigos por la vista oral del juicio contra ella, el testimonio de Ana Julia ha ido perdiendo su fuerza. Si bien se ha intentado mostrar afectada, usando una voz dulce y casi haciéndose la víctima, los testigos han hecho ver que estaba incurriendo en contradicciones y que su relato no es tan llano como aparentaba. Si la acusación consigue demostrar que hubo premeditación y alevosía, Ana Julia podría ser la primera mujer condenada a prisión permanente revisable.