La boda en Santander presagiaba un buen fin de semana para Miguel Relaño y Verónica Ambel. Pero un ladrón lo echó al traste. La pareja, de Valencia, se instaló en el Gran Hotel Sardinero este pasado viernes 13 de septiembre, un día antes del enlace. Pagaron 420 euros por dos noches en una de sus mejores suites, con vistas a la playa y “en pleno corazón” de la ciudad. Era un viaje que habían organizado con dos meses de antelación.
Miguel y Verónica querían disfrutar de la boda de su amigo Manu, al que conocían desde niño, cuando los tres estudiaban en el mismo colegio. Ahora, Manu, ingeniero químico en una petrolera, se casaba con María, una profesora cántabra, y ellos no podían faltar a la unión. Miguel iba a ser uno de los testigos en la ceremonia.
Para poder viajar sin prisas por carretera, Miguel y Verónica se cogieron un día de descanso en sus respectivos empleos -él es empresario y ella, abogada, trabaja para una gran empresa de alimentación-. Pero unas horas antes del enlace todo se truncó. A Verónica le robaron las joyas que pensaba llevar a la celebración. Las dejó encima del escritorio de la habitación 401, en la que se hospedaban ella y su pareja. Se las había prestado su madre. Estaban valoradas entre 4.000 y 5.000 euros.
Entre las alhajas sustraídas estaban unos pendientes de oro y zafiros que el padre de Verónica le regaló a la madre hace 48 años, cuando ambos se prometieron. Ahora tendrían un valor de unos 2.000 euros. A Verónica le hacía especial ilusión llevarlos puestos en la boda de uno de sus mejores amigos.
Pero el hotel, según la pareja, se desentendió del robo “desde el primer minuto” bajo el argumento de que “confiaban plenamente en su personal”, por lo que descartaban que el ladrón fuera alguno de sus empleados. Este pasado domingo, los afectados denunciaron ante la Policía Nacional y presentaron una hoja de reclamaciones ante el complejo hotelero.
"Las dejo ahí para encontrarlas antes"
“Lo peor fue que tuvimos la sensación de que les estábamos contando una historia que no había sucedido en el hotel”, cuenta Verónica por teléfono este lunes. “Nos dieron a entender que se habría perdido de alguna forma otra forma, pero que ellos no tenían nada que ver con el robo”, explica ahora Miguel. “No nos pidieron ni disculpas. ¡Y se suponía que estábamos en el mejor hotel de la ciudad!”.
Sábado 14 de septiembre. 9.30 horas. Miguel y Verónica salen a desayunar y a dar un paseo por las inmediaciones del hotel. La boda no se celebra hasta la tarde, por lo que tienen margen para disfrutar de la ciudad durante la mañana. Verónica, que ha de acudir a la peluquería poco después, decide llevar consigo un bolso marrón en el que guarda una pequeña cajita de cartón “nada llamativa” con varias joyas dentro: los pendientes de oro y zafiros, unas perlas japonesas con brillantes y tres anillos de oro.
Pero por temor a perder las joyas, Verónica decidió dejarlas en su habitación. “Las dejé encima del escritorio- explica Verónica-. Incluso decidí no meter la cajita dentro de uno de los dos cajones de ese mueble para tenerla a mano cuando ya estuviera lista para salir hacia la boda. Pensé: ‘La dejo ahí para encontrarla antes’".
La sorpresa para Miguel y Verónica llegó sobre las cinco de la tarde. A las 17.45 les esperaba el autobús de invitados para acudir hasta el lugar del enlace. Cuando Verónica ya estaba vestida y lista para salir, le preguntó a Miguel: “¿Has visto la cajita con las joyas? Las dejé ahí, encima del escritorio”. Miguel respondió que no.
Antes de bajar a recepción le dieron la vuelta a la suite. Miraron en maletas, entre las sábanas, en la terraza, en el baño. Pero ni rastro de las joyas. Minutos antes de marcharse hacia la boda transmitieron al hotel que habían sido víctimas de un robo dentro del propio establecimiento. Según ellos, desde el hotel se les respondió: “Vamos a mirar si alguna de nuestras limpiadoras se ha llevado algo por error y lo ha tirado a la basura”. Verónica cuenta que llegaron a preguntarle si estaba segura de que se había traído consigo las alhajas desde Valencia hasta Santander.
Miguel y Verónica se marcharon a la boda con el gesto torcido. Miguel recibió una llamada durante la ceremonia. Le contaron que habían revisado las cámaras de seguridad del interior del hotel, que habían hablado con la limpiadora que se ocupó de su habitación, que no habían encontrado nada en la basura y que confiaban en la empleada.
Tras el enlace en la iglesia, Miguel se personó de nuevo en el hotel. Le explicó al director que estaba dispuesto a olvidar el incidente y a no presentar una denuncia formal “si al volver del banquete las joyas aparecían dentro de la habitación”. “Estaba dispuesto a hacerme el loco si todo quedaba ahí”, cuenta a EL ESPAÑOL.
Pero la caja de las joyas de Verónica no estaba cuando volvieron de madrugada. A la mañana siguiente, la del domingo 15 de septiembre, decidieron contarle lo ocurrido a la pareja de recién casados, que esa noche también se hospedaron en el Gran Hotel Sardinero.
El novio entra en escena
Manu y Miguel bajaron de nuevo a la recepción para hablar con el director. La recepcionista les dijo que su jefe había dado orden de no molestarle. Manu insistió. Pensaba que no se había hecho lo suficiente. Finalmente, al menos consiguieron que la gobernanta se presentase allí.
Manu -el recién casado- planteó la posibilidad de que los clientes que durante la noche del viernes ocuparon las dos habitaciones colindantes a la de sus amigos pudieran haber accedido a ella a través de sus respectivas terrazas. Antes de marcharse de vuelta a Valencia en coche, Miguel y Verónica presentaron una reclamación ante la empresa y se personaron en una comisaría para denunciar los hechos. También consultaron con su abogado, que ya se ha hecho cargo del caso.
El hotel ya no descarta nada
Este periodista se puso en contacto telefónico con el hotel la tarde del lunes. Su director, Pedro Molleda, pidió que se le enviasen las preguntas a través de un correo electrónico que él mismo facilitó. Molleda, a la cuestión de si descartan que el autor del robo sea uno de sus empleados, respondió: “Desde el hotel no descartamos ninguna opción. De hecho, el tema ya está en manos de la policía”.
Molleda contó que se han visionado los sistemas de vigilancia de la empresa y que en la habitación no entró “nadie ajeno al hotel, a excepción de los clientes y la persona que efectuó la limpieza ese día”.
- ¿Cabe la posibilidad de que alguien [algún cliente] haya podido entrar a través de las terrazas de sus suites?
- Según la policía, que se ha personado en nuestras instalaciones, es poco probable ya que el acceso es muy complicado.
- ¿Han corroborado que no haya sido así?
- Sí. Se ha corroborado.
Por el momento, el robo de las joyas en el Gran Hotel Sardinero sigue siendo un misterio sin resolver.