Eran en torno a las ocho de la mañana cuando algunos vecinos escucharon la primera tanda de disparos. Luego advirtieron el silencio, y después un nuevo e insoportable estruendo. Era una segunda ráfaga. Después todo se calmó, la quietud volvió momentáneamente a la mañana del lunes en aldea de Carracido, parroquia de Cordeiro, concello de Valga, provincia de Pontevedra. Hasta que comprendieron lo que había pasado y se dirigieron a la vivienda en la que había ocurrido la tragedia. Encontraron a los niños. Él ya se había marchado, pero se los llevaron de allí para ponerlos a salvo.
Ni la histórica dispersión de la población gallega ha podido detener la ola de desolación y de indignación generada tras este trágico suceso. Muy pronto saltó como noticia de nivel nacional. El horror, en este caso, puede definirse (pero no comprenderse) con una sola y escueta frase: una madre, una cuñada y una suegra, tres mujeres, asesinadas por el marido de la primera en apenas cinco minutos. Y todo delante de sus propios hijos.
José Luis Abet Lafuente tiene 45 años. Tras empuñar el revólver, vaciar el cargador y acabar con la vida de esas tres personas, se subió al coche y desapareció de allí. Dejó atrás los senderos repletos de curvas de este tramo del Camino de Santiago y se dirigió a su hogar en Bertamiráns, concello de Ames, provincia de A Coruña. Allí vivía con su madre desde hacía, por lo menos, dos años, cuando su mujer decidió separarse de él. Esa separación culminó el pasado mes de enero, cuando ella logró romper todo compromiso al obtener los papeles del divorcio.
Sandra Boquete Jamardo, así se llamaba su mujer, la primera de las víctimas, tenía 39 años y se había quedado a vivir con los hijos en la casa que ambos habían construido en Valga y a la que se mudaron diez años atrás, antes de que nacieran los pequeños. Estos ya habían crecido hasta los 4 y los 7 años. Fue en ese lugar donde asesinó a su esposa, a Alba, la hermana de ésta, de 27 y a su suegra, María Elena Jamardo Figueroa, de 58.
Nada más llegar a su vivienda, José Luis llama al 062 para entregarse. Esta se encuentra a escasos 5 kilómetros, 10 minutos en coche, del lugar de los hechos. Fuentes cercanas a la investigación aseguran a EL ESPAÑOL que a las 8.12 de la mañana de este lunes entró otra llamada de alerta al número del Servicio de Emergencias. Eran los vecinos de la parroquia que habían escuchado los disparos y que después habían logrado socorrer a los hijos. En ese momento, el asesino ya debía de haber alcanzado su destino. Y al hacerlo, también él mismo descolgó el teléfono, porque sabía que le estaban buscando: "Estoy aquí, en casa. Venid a detenerme".
Los agentes del cuartel de Milladoiro se desplazaron a la vivienda para detenerle. Fueron al principio con precaución, por si ofrecía resistencia. José Luis, al que algunos en Valga conocían como 'El Moro' y otros como 'o neto do xudío', o sencillamente como 'El Judío', es conocido en la aldea por su carácter rudo, complicado e irascible. Aún así, se dejó esposar friamente, sin ningún tipo de problema.
No encontraron allí el arma con la que llevó a cabo su macabro plan. En su huida pocos minutos antes de ser detenido le había dado tiempo a arrojarla a las profundidades del río Tambre, pero fue localizada por la tarde por el Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil a la altura del lugar de A Ponte Nova. Era un arma corta. Concretamente, un revólver. Hallaron también allí una gran caja repleta de munición. Luego comprobaron que no poseía licencia de armas. Lo más probable, es que la hubiera adquirido ex profeso, de forma ilegal, en el mercado negro con la intención de culminar el triple asesinato. Con la intención de acabar con las tres mujeres con sus hijos como testigos.
Una aldea rota
De las cinco parroquias del municipio, Cordeiro es la más extensa de todas, pero toda Valga siente igual y sufre del mismo modo el golpe criminal que le asestaron este lunes. Todas las actividades se han paralizado para llorar la pérdida de tres de sus más queridas vecinas. Apenas se había recuperado esta localidad de gente trabajadora de otro golpe de la lacra machista recibido el pasado mes de marzo, cuando María José Aboy Guimarey, 43 años, fue asesinada por su marido en la casa que ambos compartían en la parroquia de Setecoros. Acabó a tiros con su vida empleando su escopeta de caza. Luego se suicidó. Habían pasado solo 48 horas desde el 8M, el Día Internacional de la Mujer. Y Valga, por todo esto, a día de hoy está rota.
Dice un sacerdote de la parroquia -50 años en su haber conociendo a las gentes del lugar- que hacía mucho tiempo que en la aldea se vivía algo tan espantoso. Una pesadilla como esta. Tres vecinas buenas, criadas allí desde pequeñas, trabajadoras en sus respectivos campos, queridas en sus correspondientes círculos.
Cada una de ellas tenía su trabajo en localidades cercanas, aunque diferentes. Y el asesino eso lo sabía. Conocía los horarios de su mujer. Y sabía que determinados días podía encontrarse con su hermana y su madre en casa, juntas, cuidando a los niños las tres. Es un detalle más que lleva a pensar en la premeditación y en la frialdad a la hora de ejecutar el crimen.
La madre de los dos pequeños, Sandra, ya nunca podrá volver a sentarse en el escritorio de su oficina de Padrón. Su currículum explica que trabajaba como oficial administrativo en STAC, una empresa afincada en Padrón dedicada a la fabricación de productos del sector del aluminio.
Diez años atrás se había vuelto con José Luis, su pareja, para construir la casa en la que tener a sus hijos. Y los tuvieron. Las cosas, sin embargo, comenzaron a torcerse, hasta el punto de que dos años atrás decidió que no quería seguir viviendo con él. 'El Judío' se marchó de vuelta a su casa familiar en Ames.
Ahí comenzó la pesadilla. Según el Sistema de Seguimiento Integral en los casos de Violencia de Género (VioGén) no constaban antecedentes de malos tratos ni de delitos por violencia de género contra este individuo. Sí que le consta a la Guardia Civil otra clase de antecedentes, relacionados con el robo de chatarra y gasolina. Ella nunca se había atrevido a denunciarle.
La segunda de las víctimas era su hermana Alba. Alba nació en el año 1992 y había encauzado brillantemente su carrera hacia sus objetivos. Emprendedora, Alba participaba de innumerables iniciativas de forma simultánea, tanto en su tiempo libre como a nivel laboral. Había abierto años atrás un gabinete de Logopedia en la localidad de Pontecesures. Aún lo mantenía abierto, con enorme éxito en sus métodos. Alba era, en este sentido, una persona de fuertes convicciones, pues supo desde que abandonó el instituto en Valga que era aquello a lo que se iba a dedicar. Así que se fue a la Universidad de A Coruña a estudiar el Grado en Logopedia. Luego completó un máster para especializarse en esta misma materia, y ahora era a lo que se dedicaba. Mantenía, incluso, un segundo empleo cultivando ese área como terapeuta del lenguaje en la asociación Amencer-Aspace, en Pontevedra.
La tercera de las víctimas, María Elena Jamardo, superó hace pocos años un cáncer de pecho, según revela La Voz de Galicia. Era una lucha más de las que había tenido que encarar. A todas había logrado sobreponerse. Emigró de joven con la maleta al hombro en busca de prosperidad y oportunidades. Escogió Suiza, como muchas otras gallegas que salían a buscar en el extranjero un futuro mejor. Fue la primera vez que se separó de Sandra y de Alba. Ambas se quedaron al cuidado de los abuelos en Galicia. Y era ella este lunes, junto a su hija pequeña, la que atendía a sus pequeños nietos cuando les sobrevino a todos la tragedia.
Y así, en ese orden, José Luis las asesinó a las tres.
El pequeño de 'Os Xudíos'
A José Luis le llaman 'O Xudío' (el judío en castellano) por una de esas costumbres ancestrales e incomprensibles de los pueblos de colocar a cada cual su apodo y su etiqueta para distinguirlo de los demás. Le pusieron así por su abuelo. Cuentan los más antiguos del lugar que el carácter "extravagante" y "especial" de aquel individuo, que "siempre iba a la suya, a su aire", le ganó entre los vecinos de la aldea aquel sobrenombre. Ese seudónimo lo heredó su hijo de forma inevitable, y después su nieto, el autor del crimen.
El hombre había hecho negocio como autónomo repartiendo marisco y otros productos congelados en Bertamiráns y en Caldas de Reis. Actualmente el presunto asesino se dedicaba a labores vinculadas con el mundo de la construcción.
José Luis se presenta por sorpresa en la casa en torno a las ocho de la mañana. Su ex pareja sale como cada lunes pronto para el trabajo, y por eso su hermana y su madre se encuentran allí para atender de los pequeños. La mujer abandona de la vivienda con los niños, y a los pocos instantes aparece la figura delgada del hombre del que está a punto de divorciarse. Terminan discutiendo. Los niños están ya sentados en los asientos traseros del coche cuando José Luis saca el revólver y dispara a su ex pareja por la ventanilla. A Sandra le había dado tiempo a avisar a su hermana y a su madre. Su hermana llega corriendo. José Luis echa a andar hacia la finca que rodea el inmueble y la mata. Luego se encuentra con su suegra y vuelve a apretar el gatillo.
Con este crimen, son ya 41 las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que va de año y 30 (al sumarse estos dos niños) los menores que han quedado huérfanos.
Pasan las horas en el municipio y ahora la gran pregunta que flota en un ambiente triste y enrarecido es qué va a pasar con los niños. En la aldea, los padres de los dos menores huérfanos apenas mantenían contacto con sus vecinos. Algunos de ellos explican a este diario que es porque "nunca hacían vida allí. Se marchaban pronto a trabajar y no volvían hasta la noche".
El alcalde de Valga dice que por el momento atenderá de ellos un familiar directo, quizá su abuelo materno, a quien también se lo han arrebatado todo con estos tres asesinatos. Les cuide quien les cuide, lo que nadie sabe es qué pasa en la mente de un niño. Cuál es el precio, cuáles los efectos de presenciar el momento en el que acaban con la existencia de tu madre ante tus propios ojos. Cómo se recompone semejante puzle, la vida, un rompecabezas ya imposible cuyas piezas quizás ahora nunca puedan volver a encajarse.