"Nos vamos a agarrar a ese clavito. Esperamos, en el último corazoncito que nos queda, que no sea ella". Estas palabras fueron pronunciadas por Adrián Federigui, el cuñado de la fallecida medallista olímpica Blanca Fernández Ochoa (56 años), el miércoles, 4 de septiembre, por la tarde. Tan solo unas horas antes, en torno a las 12.30 horas, un guardia civil acompañado de su perro encontraba el cadáver de la deportista a 1.800 metros de altura, al pie del pico La Peñota, en Cerdedilla, tras cinco días de intensa búsqueda.
Aunque muchos dieron por sentado que el cuerpo pertenecía a la deportista, desaparecida desde hacía 11 días en esa misma zona, incluso el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que dio el pésame a la familia instantes después del hallazgo, no todo estaba dicho. El cuerpo de la esquiadora presentaba tal estado de descomposición que las autoridades no pudieron acreditar fehacientemente que fuese ella, ni siquiera conservaba las huellas dactilares. La familia se agarraba a la última esperanza e incluso reprochaba al líder del Ejecutivo si él tenía más información que ellos. El análisis forense, por tanto, tendría la última palabra.
A 60 kilómetros de Cercedilla, en la Comisaría General de la Policía Científica, en Madrid, toda la maquinaría se ponía en funcionamiento. Tenían que recuperar la huella dactilar del cadáver para contrastar finalmente que se trataba de la esquiadora y, de ser así, zanjar el caso que había tenido en vilo a todo el país durante casi dos semanas. La actuación policial no solo fue eficaz sino que se hizo en tiempo récord. Todo gracias a una cámara y una técnica fotográfica infalible, jamás usada anteriormente, que fueron capaces de resolver el enigma en tan solo dos horas.
Semanas después de aquel fatídico miércoles, el inspector jefe Juan Bastos, que capitanea la sección de Técnicas Identificativas de la Policía Científica, y Samuel Miralles, especialista en fotografía forense de la Comisaría General de Policía Científica, reciben a EL ESPAÑOL en los laboratorios para explicar al detalle cómo se lleva a cabo el proceso de identificación de un cadáver cuando, como en el caso de Blanca Fernández Ochoa, no hay evidencias biológicas suficientes que lo confirmen.
Regeneración dactilar
El espacio en el que nos encontramos, sin duda, no deja indiferente a nadie. Puede incluso llegar a ser algo siniestro. Estamos rodeados de vitrinas en las que se advierten todo tipo de fragmentos del cuerpo humano: cráneos, dentaduras, pelvis, fémures y, por último, lo que será la clave para averiguar lo que nos ha traído aquí, fragmentos de dedos.
Al más puro estilo CSI, con guantes de látex color azul, Juan Bastos comienza su explicación. Para ello, extrae un pequeño frasco de una de las vitrinas que hay en la sala. En su interior, hay una solución de amoniaco y agua. A continuación, coge las pinzas y extrae un dedo índice del contenido. Su aspecto se asemeja poco a lo que estamos acostumbrados a ver. Se trata de una regeneración dactilar.
"Es una técnica que utilizamos cuando se encuentra a una persona que ha fallecido y está en un estado bastante avanzado de putrefacción. Los dedos llegan hasta aquí amputados con autorización judicial y son tratados químicamente mediante agua", explica el inspector jefe. ¿Por qué se hace esto? En el caso de la medallista olímpica, el cadáver, tras estar expuesto a condiciones climáticas adversas durante un largo tiempo, se encontraba totalmente deshidratado. Y, por tanto, era imposible examinar sus huellas dactilares.
Lo que hace el amoniaco es introducir agua en las células. "Esta sustancia permite que los tejidos la absorban, de este modo los dedos se hinchan y podremos tener esa impresión dactilar", prosigue el policía. Una vez se obtiene lo que ellos también denominan dactilograma (siempre será el del dedo índice izquierdo o derecho), solo será necesario recurrir al DNI de la persona fallecida, previo permiso judicial, donde están sus huellas y contrastarlas con las obtenidas para confirmar su identificación. Si bien, este proceso puede durar entre cuatro y 20 días, todo dependerá siempre del estado en el que se encuentre el cadáver.
Apilamiento de enfoque
En el caso de la medallista olímpica, no obstante, bastaron dos horas para confirmar que se trataba de su cadáver. ¿Cómo lo hizo la sección de Técnicas Identificativas? Aquí entra en juego el papel de nuestro segundo protagonista: Samuel Miralles.
Este fotógrafo porta una cámara reflex de gran objetivo. A vista de cualquiera parece una máquina profesional corriente, pero no lo es, tampoco su técnica. Se tratan de las razones por las que esta sección policial identificó a Blanca Fernández Ochoa en tiempo récord. Para ello solo es necesario fotografiar el dedo amputado, como el ejemplo que nos ha enseñado Juan previamente, y después utilizar la novedosa técnica de apilamiento de enfoque.
Se trata de una técnica complementaria a la regeneración dactilar, pero más novedosa y rápida, y que sin duda fue esencial para el caso de la medallista olímpica. Samuel nos explica detalladamente en qué consiste. Nos desplazamos al ala este del laboratorio. En una esquina, hay cuatro focos y una estructura superior donde este fotógrafo sitúa la cámara, que lleva un sensor, un fuelle y una especie de anillo. En la parte inferior, se coloca el dedo amputado humano.
"El grupo de Fotografía Forense trabaja mano a mano con el de Técnicas Identificativas, en este caso con todo tipo de evidencias biológicas, como este dado. Eso sí, hay que fotografiarlo antes de llevar a cabo la regeneración dactilar, es decir, previamente a que se introduzca en agua y amoniaco", cuenta este experto en fotografía forense.
200 fotos en una
Con esta técnica de apilamiento, también denominada stalking digital, lo que se consigue es crear una imagen con el mayor número de capturas posibles. Es decir, la cámara puede hacer hasta 200 fotos del dedo y en cada uno de los disparos, cuya profundidad de campo es infinita, el objetivo enfoca en un punto distinto del índice. ¿Cuál es el resultado? Conseguir una fotografía conformada por decenas de imágenes distintas.
Después de realizar las instantáneas, el siguiente paso es utilizar un programa específico. "Es reciente en fotografía forense, pero es habitual en fotografía de insectos o balística, por ejemplo; y lo que hace el programa es conformar una foto panorámica, donde se pueden observar los puntos característicos de las huellas con los que después puedes obtener el dactilograma". Para utilizar esta novedosa técnica siempre influirá el estado del cadáver, pero en cualquier caso será mucho más rápida que cualquier otra.
Tras esta intervención de la Policía Científica, que certificó el fallecimiento de la deportista Blanca Fernández, se puso fin al dispositivo de búsqueda más grande de la historia de la Comunidad de Madrid. No obstante, todavía queda por despejarse cuál fue la causa de la muerte. Según pudo confirmar EL ESPAÑOL a través de fuentes cercanas al caso, la medallista olímpica llevaba entre siete y diez días muerta. En otras palabras, falleció en los días que transcurrieron entre el 25 de agosto, jornada posterior a la última vez que fue vista, y el 28 del mismo mes, un día antes de que su familia lo denunciara.
Además, estas mismas fuentes afirmaron después que Blanca no había muerto de forma violenta y tampoco de forma accidental, en base a la autopsia preliminar, que también certificó que la deportista había consumido fármacos. Aunque los problemas psicológicos que sufría la deportista eran conocidos y se ha barajado la opción del suicidio, la última palabra la tendrá la autopsia definitiva, que podría no ver la luz si la familia así lo decidiese.
La Comisaría General de Policía Científica cumple este año su 25 aniversario, si bien el cuerpo policial data del año 1911. El 43% de la comisaría general son mujeres y este curso, además, se celebrarán 40 años de la incorporación de la mujer a la Policía.