Apenas habían pasado unos meses desde que Ikka Hoffman, de origen alemán, había conocido a Celestino Rodríguez, su asesino. Sus vidas se habían cruzado por casualidad un día en la Colonia de Sant Jordi, en el municipio de Ses Salines, situado a unos 50 kilómetros de Palma, en la isla de Mallorca.
Los dos compartían edad, 59 años, aunque su modo de vida era totalmente distinto. Ikka llevaba viviendo en la Colonia desde hace algo más de siete años, tras quedarse viuda de su marido, también alemán. Tras pasar por un momento difícil en su vida, decidió trasladarse a la isla española y dejar su país natal para empezar una nueva etapa. Fue años después, si bien, cuando conoció a Celestino.
Este granadino, en cambio, llevaba varios años, digamos, con una vida bastante inestable, ni siquiera tenía un techo bajo el que dormir. Fue entonces cuando Ikka lo conoció en la calle, una vez que Celestino se había asentado en Mallorca. Tras escuchar su historia, la víctima terminó por acogerlo en su vivienda alquilada, en el número 14 de la Avenida Primavera de la Colonia de Sant Jordi.
Fue la pena lo que llevó a esta alemana a acoger a Celestino en su casa. Poco después, pasaron a ser algo más que amigos, según cuentan fuentes cercanas del caso a EL ESPAÑOL. Pero lo que, tal vez, nunca pensó Ikka cuando le invitó a estar bajo su techo, es que tan solo dos meses después acabaría con su vida.
No le había denunciado
Este domingo, sobre las 08.30 horas, Celestino le asestaba cinco puñaladas por todo el cuerpo a Ikka, y tras ello salía a la calle en la que ambos vivían, ensangrentado y portando el arma del crimen, un cuchillo.
En torno a esa hora, el 112 recibía un aviso informando de una agresión en la vivienda, en concreto de algunos vecinos que habían visto a Celestino, lleno de sangre, vagando por la calle, según informó Última Hora. Al llegar los facultativos a la casa, han atendido rápidamente a la mujer, que presentaba cinco heridas en tórax y abdomen.
La víctima había sufrido una gran hemorragia debido a las heridas recibidas. Por ello, y a pesar de las maniobras de reanimación que los sanitarios le hicieron en el mismo lugar de los hechos, Ikka fallecía finalmente, ya que sus lesiones eran incompatibles con la vida. El Instituto Balear de la Mujer (IBona), condenó el asesinato de la Ikka Hoffman e informó que no había presentado denuncias por violencia machista.
Poco después, agentes de la Guardia Civil se desplazaron también hasta el lugar de los hechos detuvieron en la propia vivienda al presunto asesino, que según ha podido saber este diario no tenía antecedentes policiales. Lo único que sí han confirmado los investigadores es que el agresor no tenía domicilio fijo y vivía en la indigencia antes de que Ikka le acogiera en su propia casa.
Semana negra
En lo que va de año, 42 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas sin contar este caso ni el que trascendió el sábado en Barcelona. Los Mossos d'Esquadra detuvieron a un hombre de 49 años que había dejado morir, hace tres meses, a su mujer mientras sufría una hipoglucemia y la había grabado mientras agonizaba en su casa de Viladecans (Barcelona).
El lunes Sandra, Alba y Elena fueron asesinadas. José Luis Abet Lafuente, de 41 años, mató a tiros en Valga (Pontevedra) a su exmujer, a su exsuegra y a su excuñada. Lo hizo delante de sus hijos, que esperaban en el coche para ir al colegio, de cuatro y siete años, respectivamente. Este crimen machista abría una semana negra para la violencia machista.
El martes, Adalid Villagra, de 31 años, fue asesinado por su expareja, al que había denunciado por maltrato hasta en cuatro ocasiones. El agresor la acuchillo en el portal de su domicilio en presencia también de sus dos hijas, de ocho y 10 años. Fue una de ellas la que alertó a Emergencias y la que pidió ayuda desde la ventana de la vivienda para que ayudasen a su madre.